Capítulo 4 Golpe inesperado (Segunda parte)

"Señor Gao", dijo Manson Sun, el propietario de MH Club, para llamar a Saul Gao.

Éste, tras echarle un vistazo a Darren, se dirigió hacia Mason y lo saludó con la cabeza. "Señor Sun", dijo.

Mason comenzó a hablar efusivamente, tratando de convencerlo. "Señor Gao, asegúrese de convencer al señor Leng, para que invierta más en nuestra empresa. Le prometo que obtendrá enormes ganancias".

"Señor Sun, usted lo conoce bien, sabe cómo es su personalidad. No cambiará de opinión a menos que usted le consiga una acompañante para una noche", respondió Saul de forma inexpresiva.

Después de lo que le sucedió a Alena, habían pasado varios años desde la última vez que Darren había estado en una relación. Por esta razón, Saul realmente quería que conociera a otras mujeres y se relajara un tiempo.

Tras las palabras de Saul, Mason refunfuñó: "Señor Gao, debería saber que ya lo he intentado varias veces. Cada vez que el señor Leng estuvo aquí, le envié muchas mujeres hermosas para que le hicieran compañía, pero las rechazó a todas. En verdad no sé qué tipo de mujer le gusta".

Los ojos de su interlocutor vagaron por el lugar y se detuvieron en Marcus, quien sostenía a una mujer inconsciente entre sus brazos. Se parecía un poco a Alena, y Saul tuvo la sensación de que a Darren le gustaría.

"¡Esa mujer!", indicó. Señaló a Eliana y le pidió a Mason que la llevara con Darren.

Cuando Mason le preguntó a Marcus, el último se mostró reacio a dejarla ir. Sin embargo, como su padre le prometió comprarle un auto deportivo, accedió a enviarla con el empresario.

Darren estaba borracho en esos momentos, por lo que Saul tuvo que ordenarles a dos guardaespaldas que lo llevaran a un lujoso dormitorio.

Los hombres se retiraron tras haberlo depositado en la cama. El joven empresario había consumido tanto alcohol que comenzó a tener acidez. No obstante, no quiso tomar ningún medicamento: quería sufrir de esta manera por lo que hizo. Al voltear, se topó con algo blando. Había una persona dormida a su lado y un aroma familiar flotaba alrededor. Le recordó a Alena.

En su estado de inconsciencia, la envolvió con el brazo e inhaló profundamente antes de levantar los párpados y echar un vistazo. Sus ojos se posaron en la marca en forma de corazón que la muchacha tenía en el pecho. Quedó atónito.

"¡Alena!", susurró con incredulidad. Pero antes de poder discernir con claridad la identidad de la persona, sus ojos se tornaron borrosos otra vez. "¡Alena, todavía estás viva!", murmuró.

Estaba tan feliz y aliviado de verla con vida.

"Lo siento, Alena. ¡Lo siento mucho!", se disculpó en voz baja.

"Te extrañé demasiado. Todavía te extraño. No me di cuenta de que me había enamorado de ti hasta que te fuiste. Alena, te lo ruego, no me dejes nunca más. Te quiero mucho".

Darren siguió gimoteando dolorido, con los ojos llenos de tristeza.

La incomodidad se apoderó de Eliana cuando él se aferró a ella con más fuerza. Parecía como si miles de hormigas la estuvieran mordiendo.

Se sintió mareada por el fuerte olor a alcohol que emanaba del hombre que estaba a su lado. Por fortuna, no había bebido mucho, por lo que podía comprender lo que sucedía a su alrededor.

Quiso zafarse, pero el hombre hizo más fuerte el agarre, haciéndolo imposible. A su vez, Eliana temía que la forzara.

Rebuscó en la cabecera de la cama, esperando encontrar algo que pudiera ayudarla.

Al percatarse de que ella estaba tratando de escapar, Darren susurró: "Alena, no me dejes".

Eliana no pudo oír sus palabras. Sus manos se toparon con algo grande y frío: debía ser la lámpara.

Levantó el objeto con todas sus fuerzas y se lo estrelló contra la cabeza. Darren gimió, y acto seguido, perdió el conocimiento debido al punzante dolor.

Por suerte, Eliana aún no había recuperado la fuerza por completo. De lo contrario, podría haberlo matado.

Una vez que dejó de moverse, Eliana retiró sus manos con lentitud. Sin embargo, a pesar de estar inconsciente, el hombre no la soltaba, por lo que tuvo hacer un esfuerzo inmenso para deshacerse de él.

Saltó de la cama y lo apuntó con el dedo. "¡Marcus, eres un bastardo! ¡Te lo merecías! Te lo perdono esta vez, pero a la próxima, si te acercas a mí, ¡sufrirás muchísimo!".