Capítulo 2 2

Pensó en matar a Mafer y enseñarle a su sobrino una lección, luego enviarlo al extranjero con un pasaje sin regreso motivado por una muerte horrible, pero, como iba a matar a lo único que lo hacía feliz o lo había hecho feliz después de tantos años de oscura, opulenta y nada sincera vida que llevaba. La quería, tal vez la amaba, pero como nunca había sentido antes ese sentimiento no sabía reconocerlo. Se decía en su mente: "estos hijuelagramputas no se van a salir con la suya, esta me las pagan caro". Vicente estaba ante la espada y la pared.

Era un hombre malvado pero inteligente, sabía que si le hacía algo a Josué su hermana y su cuñado gastarían hasta el último centavo para financiar una guerra contra él, además su cuñado también era un hombre pesado que con simples llamadas activarían un ejército de bandidos y guerrilleros.

Duraron unos cinco minutos esperando la respuesta de Vicente, pero ese corto lapso de tiempo parecía ser una eternidad. Mafer y Josué analizaban todos los movimientos y expresiones de los enemigos que tenían enfrente, así como los contrarios a ellos. Damarys cuchicheaba en voz baja al oído del Gocho, seguramente planeando una manera macabra y dolorosa para torturarlos pues ese era uno de sus mayores fuertes entre los pocos que tenía. El Gocho sólo los veía con una mirada intimidante e inescrupulosa como lo hacía siempre que tenía una víctima; por la cabeza de este asesino a sueldo pasaban infinidad de cosas, pues la verdad él era un psicópata enmascarado con el papel de sicario de una organización criminal, el dinero no le importaba simplemente el permiso que se le daba para hacer lo que se le pidiera y lo que se le ocurriera hacerle a los enemigos de la mafia de la cual Vicente era miembro. Josué y Mafer sabían muy bien lo que les pasaría si Vicente diera la orden de que el Gocho o Damarys se encargaran de ellos. La verdad ya se había dado por muertos desde hace tiempo atrás. Tenían claro desde la primera vez que disfrutaron del amor en aquella finca en Arauca que si Vicente o algunos de sus perros a sueldo se enteraban de lo ocurrido pagarían su romance con sangre.

De repente Vicente rompió el silencio diciendo: "te equivocaste sobrino, te equivocaste conmigo".

Josué sintió esas palabras como una severa advertencia. Tragó saliva y dio cinco pasos al frente dejando a Mafer a su espalda.

-Yo sé que la cagué, que jugué con fuego y que me voy a quemar -respiró fuerte y siguió hablando-. Pero no me arrepiento de nada, qué mal si mi vida termina en este día, pero qué hermoso morir habiendo conocido al amor de mi vida y que él me haya amado. Así que querido tío, estoy listo para lo peor, sólo te pido que por respeto a mi madre me des una muerte rápida y digna. Otra cosa que te pediré es que no le hagas nada a Mafer, sé que tú también la amas o lo que sea que sientas por ella, por favor no le hagas nada. Ella nunca te hubiese fallado si yo no le hubiera insistido con tanta vehemencia.

-JAJAJAJAJA -Vicente soltó unas carcajadas que hicieron que la atmosfera del lugar tomara un tono aún más turbio-. Veo que esa mujercita te enloqueció, pero te entiendo Josué, conmigo también lo hizo. Te entiendo porque se lo rico que lo chupa y lo rico que te puede gemir al oído cuando la follas, lo mismo que te atrapó y te envenenó la mente, sobrino, ya lo he vivido y por eso te entiendo; pero esto lo tomo no sólo como una traición de ella, sino tuya también.

-Déjate de güebonadas y habla claro qué es lo que decidiste. Ya te dije que no me importa lo que hagas conmigo -le gritó Josué.

Mafer no hacía más que llorar y escuchar la conversación. Cada vez se ensimismaba más y parecía que perdía el color canela de la piel de su rostro.

-Será una sorpresa -respondió con voz suave y terrorífica. Dándole órdenes a sus hombres-. Monte a cada uno en una camioneta y vámonos.

Todos simplemente asistieron con la cabeza y sin bajar las armas se acercaron a Mafer y a Josué.

Tres de los hombres que iban uniformados con ropas del servicio de inteligencia de la nación se acercaron a Josué. Uno de ellos le propino un culatazo en el lado izquierdo de la cabeza que lo dejó inconsciente al instante, dejándole una pequeña herida de donde empezó a brotar sangre. El Gocho se acercó a Mafer que estaba unos metros más atrás del cuerpo tumbado de Josué. Ella estaba paralizada, como si una crisis de nervios la carcomiera desde dentro. Agarró fuertemente a Mafer, obligándola a oler un pañuelo de color marrón impregnado de cloroformo. Diez segundos bastaron para que ella quedara inconsciente y desparramada en los brazos del Gocho. Vicente se montó en una de las cinco camionetas con las que habían llegado al lugar. Pidió que Mafer fuera con él y que Josué fuera llevado en otra de las camionetas. Dos de los hombres tomaron a Mafer y la cargaron hasta la camioneta donde él estaba. Vicente yacía en el puesto de atrás, justo del lado del chofer y sentaron al otro lado del mismo puesto a la chica. Ella cayó hacia Vicente, posando la cabeza en las piernas de él. El Gocho iba en la misma camioneta donde montaron a Josué. El muchacho no dejaba de botar sangre de su cabeza y el aberrado andino no dejaba de maldecir y culpar a sus hombres por no ponerle algo en la cabeza. Les gritaba enfurecido: "esta ensuciado todo el hijueputa carro, nojoda". Damarys se montó en otra de las camionetas junto con los demás hombres. Prendieron los autos y se retiraron del lugar por la única carretera que había para llegar y salir de esa casa campestre.

Mientras salían de ese inmenso campo Vicente acariciaba el rostro y los cabellos de la inconsciente muchacha. Le tocaba los labios con sus dedos y recordaba los delicados y húmedos besos que sabía propinar Mafer

            
            

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