Capítulo 4 4

- ¿Dónde está Josué? Dime que no le has hecho nada.

-Por los momentos no, pero algo tendré que hacer con ese marica.

Mafer tomó impulso y se sentó. Vio a los dos hombres que estaban sentados en la parte de adelante de la camioneta. Miró por la ventana de su lado para ver dónde estaban y rápidamente se ubicó. Sabía que iban de salida de la casa de campo, casi llegado a la carretera principal.

-Tenías todo, no te hacía falta nada. Te ayudé hasta más no poder, ayudé a tu mamá, a tus hermanos, vivías como una reina y todo lo cambiaste por unos simples brincos en la cama con él -Vicente sonaba molesto, pero a la vez cabizbajo-. Sólo te pedí que estuvieras solamente para mí, que fueras sólo mía y de nadie más. De paso no pudiste elegir a un cabrón cualquiera para montarme los cuernos. Tenías que cogerte a mi sobrino. Me pones en una situación de impotencia que no sé cómo resolver. Si fuera otro ya estuviera lleno de moscas.

-Me canse de ser un objeto, me canse de ser vista como un cuerpo dispuesto y destinado a sólo dar placer a hombres que no piensan ni por un segundo como se siente la otra persona -Mafer le contestó con su voz cansada y recién recobrada.

-Yo no sólo te veía como algo que da caricias y con quien te puedes revolcar. Te dije desde el primer día que te quería para mí, porque en ti vi algo diferente que quiero o quería que estuviera a mi lado. Ese día firmaste un contrato conmigo de exclusividad que si llegabas a romper sabias que lo pagarías caro -ya empezaba a sonar su voz nuevamente violenta y fuerte como siempre-. Te cagaste en ese contrato, o sea, te cagaste en mí. Rompiste tu palabra y eso para mí es importante.

- ¿De qué palabra hablas? ¿Con qué moral puedes decir eso? Si no te has dado cuenta tú eres un bandido; tú eres un narco; tú eres un supuesto político que se ríe de la gente, robándose todos los recursos de una gobernación para su propio beneficio mientras la gente no tiene que comer; tú eres un asesino; tú eres lo peor de este mundo -Mafer fue tomando un tono mucho más fuerte hasta gritarle con todas sus fuerzas: "¡hijueputa viejo asqueroso!"

Vicente la cacheteo casi que al instante de haber finalizado su insulto. Sacó la pistola automática con incrustaciones de oro que siempre cargaba en la cintura y le dijo: "Maldita puta, por qué no te quejabas antes, cuando con ese dinero te ibas de viaje y comías en lugares caros".

-Porque antes era como tú, porque antes nunca había sentido verdadero cariño, porque antes nadie me había enseñado que el amor existe. Vivía creyendo que el exceso era lo único que merecía y que era lo único que existía -su voz se quebraba mientras hablaba con un arma pegada de su frente-. Por esa razón me enamoré de Josué, él me dio algo que nadie me ha dado, él me dio verdadera atención. Por eso hice todo lo que hice, porque me sentía feliz. Ya te dije antes, mátame, ya no me importa -agarró con sus dos manos la punta del arma y se la posicionó en su sien izquierda y dijo: "pégame el tiro aquí, ya estoy lista. Ya sé que fui feliz".

La ciudad se siente calurosa y bastante movida. Sus calles llenas de gente que va de acá para allá buscando que ropa comprar para los estrenos de diciembre. Estrenar ropa es prácticamente un rasgo cultural de muchos países latinoamericanos y en Venezuela la vanidad y el deseo de verse bien le gana a cualquiera de las necesidades básicas, el país de las mujeres más bellas no se puede quedar atrás. Miles de personas que comprar y miles de personas más que trabajan en tiendas, boutique y puestos de buhoneros que venden desde ropa original hasta ropa fabricadas en galpones clandestinos de Cúcuta y China con marcas famosas pegadas a calor o bordadas a mano. En la temporada de navidad miles de jóvenes recién graduados de bachillerato buscan su primer trabajo en esas tiendas que se llenan a reventar por compradores compulsivos. Era comienzos de diciembre y el centro de la ciudad que es donde se ubican todos los locales comerciales estaba lleno, pero se notaba que no era como los años anteriores. Era un año difícil como ningún otro, pues los salarios estaban por los suelos gracias a la gran depresión económica que arrinconaba la nación y que desde meses atrás había comenzado a menguar una migración que en poco tiempo había dejado familias, trabajos, escuelas, universidades, hospitales, calles y al país en general vacío, pues muchas personas emprendían camino a otros países para buscar mejorar su vida o mejor dicho, para construir una nueva.

Entre ese tumulto de gente caminaba una chica alta de piel morena con el cabello ondulado y con un cuerpo que era el vivo resultado del mestizaje de muchas razas que se consigue en las costas del atlántico latinoamericano, cuerpos de ensueño y rostros sensuales. Ella pasaba de acera en acera con una carpeta llena de currículos que no decían más que su nombre, su edad y un montón de datos falsos sobre trabajos que nunca tuvo, el típico currículo de un joven que apenas se gradúa del colegio. Aunque a simple vista la chica parecía tener más edad era una muchachita que escasos días atrás había superado la mayoría de edad. Comenzó a repartir hojas de vida desde tempranas horas de la mañana, pasaba de local en local recibiendo no más que la típica respuesta que dice todo empleador: "Si quieres, deja tu currículo y nosotros te llamamos" Esas mismas palabras cuando te las repiten más de diez veces el mismo día caen como un balde de agua fría en la moral de quien con desespero busca un empleo. Cuando ya eran más o menos las cuatro de la tarde ya sólo le quedaban tres hojas y en su mente pasaba la idea de que con una de esas tres consiguiera el trabajo. Tres hojas de vida y tres locales en los cuales podía entrar y preguntar por si estaban buscando personal.

            
            

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