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Ya muchos locales estaban bajando sus portones, otros seguían aun llenos de compradores. Vio una tienda que estaba en todo el centro de una cuadra y se acercó. La tienda era de ropa interior, estaba pintada de blanco casi en su totalidad y todas las paredes estaban a reventar de pantaletas, medias, interiores, bóxer y toallas de baño. Entró como pudo esquivando a la gente que entraba y salían del local con bolsas a cada lado, en esa danza para no chocar con nadie vio que al final de la tienda se encontraba la caja registradora y una cola de gente que esperaba para pagar los productos.
Se paró a un lado de la caja y le preguntó a la cajera: "¿Están buscando personal?". La chica no la escuchó y siguió cobrándole a una señora regordeta que tenía una montaña de pantaletas de encaje encima del mostrador. La chica dejó que se desocupara con la señora y le preguntó nuevamente, esta vez la chica si la escuchó y le dijo que esperara a un lado que ya la atendería. En eso unas señoras que estaban en la cola comenzaron a gritar y a hacer bochinche "Se está coleando, se está coleando" "haga la cola, jovencita".
La Muchacha se retiró a uno de los lados de la caja sin responderle a las señoras que parecían unos monos aulladores de tanto que gritaban. Se estuvo caminando a paso lento por casi toda la tienda viendo los sostenes y las pantis imaginándose lo divina que se vería con esas diminutas piezas de encaje, hasta que una señora de unos cuarenta y pico de años salió de una puerta que estaba atrás de la caja registradora y la llamó. Rápidamente ella se acercó y la señora la invitó para que la siguiera a la oficina que estaba pasando la puerta. Entró y era una oficina sencilla, con su escritorio, una computadora, dos sillas y con muchas cajas que seguramente eran de mercancía. La señora la invitó a sentarse mientras ojeaba unos papeles que tenía en la mano.
-Cuéntame Rosa ¿Dónde has trabajado antes? Acá dice que tienes experiencia como vendedora -Le dijo la señora sin presentarse, parecía estar muy apurada.
-Disculpe, señora, pero esa no es mi hoja de vida. Mi nombre es María Fernanda Rojas, pero me puede decir Mafer, me gusta mucho más -le respondió la chica con un ímpetu y semblante encantador-. Tengo experiencia como vendedora, antes había trabajado en una boutique y en una zapatería -Mafer nunca había trabajado en ningún otro lugar, pero si tenía dieciocho años mintiendo y eso la hacía hablar con una seguridad con la que nadie dudaría de su palabra.
-Está usted de suerte, señorita. Necesitó alguien de inmediato, hoy renuncio una de nuestras trabajadoras sin avisas y por eso estamos tan estresados en el salón ¡No nos damos abasto! Así que no voy a estar haciendo llamaditas a otras chamas. Ya usted está acá y es la que necesitamos -le habló con picardía y a la vez se notaba que la veía como quien analiza una obra de arte-. Me gusta su actitud, muchacha. Esperó no nos hagas problema.
-Ya verá que no será así. Le pondré muchas ganas y pues la verdad estoy bastante urgida de trabajo -con voz agradecida y con una sonrisa que embellecía su rostro aún más le respondió-. Disculpe, pero no sé su nombre todavía. ¿Cómo se llama usted?
-Me llamo Sofía Graterol. Soy la encargada de este local, y bueno, también la dueña se puede decir, porque mi familia es la dueña de la cadena de locales -dijo con un tono de jocosidad-. ¡Epa! No me había dado cuenta que ya es tarde, estamos a punto de cerrar. Ya te tocara venir mañana, Mafer. Te quiero aquí a las siete y punto de la mañana. Abrimos a las siete y quince, así que por favor sé puntual. Eso si te pido, puntualidad-. Con un tono serio, pero agradable dijo: Bienvenida a Skinshop, será un placer trabajar con usted. Hasta mañana Mafercita.
-Perfecto, quedamos así entonces. Feliz día y hasta mañana -contestó Mafer disfrazando las ganas de saltar de felicidad que tenía.
Salió de la oficina y se despidió de la cajera que esta vez sí se dio cuenta de su existencia. Caminó disimulando su alegría por el salón del local y cruzó el marco de la puerta principal. Pisó la acera de la calle, camino unos metros en dirección a ningún lugar, sólo con la intención de que no la vieran desde el local donde al día siguiente comenzaría a trabajar. Volteo a ver hacia atrás y no vio a nadie conocido y casi al instante empezó a saltar de la felicidad mientras cantaba: "Tengo trabajo, tengo trabajo, ¡nojoda! Tengo mi primer trabajo, fliu fliu, tengo trabajo". De la emoción que tenía pensó en lo feliz que estaría su mamá al enterarse, así que se dispuso a llamarla. Caminó unas dos calles hasta que encontró uno de esos teléfonos tarjeteros, lo descolgó y revolvió su cartera hasta encontrar la tarjeta para hacer llamadas. Marcó el número de su madre, repicó varias veces y no contestaba. Pensó "de seguro está muy ocupada", pero la emoción no la hizo rendirse. Volvió a llamar y esta vez sí atendió su madre.
- ¡Aló! Mamá ¿Me escuchas?, aló mamá -se escuchaba un poco mal, pues los teléfonos tarjeteros de la calle estaban en muy malas condiciones, pues ya habían pasado de moda y todo el mundo usaba celulares inteligentes, menos Mafer que no tenía celular.
-Sí, mi amor, te escucho ¿Qué paso?
-Mami, ponte contenta. Ya tengo un trabajo, mi primer trabajo. Vas a ver que ya todo va a mejorar. Te espero en la casa, mami. Te amo muchísimo.
- ¡Ay mi amor! Qué chévere noticia. Yo también te amo. Nos vemos en la casa -su voz se escuchaba melancólica y quebrada.
-Comien...-de repente se colgó la llamada. Se había acabado el saldo de la tarjeta.
Mafer colgó el teléfono y empezó a caminar entre las personas en busca de la parada de autobuses. Ella sabía que la parada iba a estar full de gente y le tocaría regresar parada en el bus a casa.