Después de tomar un baño y vestirme más decente, salgo y me siento en la silla del tocador. Peino mi cabello dejándolo suelto y me pongo algunos productos para el cabello que me habían dejado acá. La vestimenta era bastante salvaje para mi gusto, pero todos tenían el mismo estilo...
Me pondré lo que hay porque estaré poco tiempo aquí.
Veo entrar al vikingo a la habitación, disimula muy bien el hecho de que me miró de arriba abajo haciendo que una fugaz sonrisa le apareciera en su rostro.
-¿Disfrutando la vista? -pregunto con un poco de molestia.
-Podría decir que sí -me ve con diversión-. Siempre es bueno imitar a las personas.
Idiota.
Lo miro mal haciéndolo reír.
-¿Qué pasó con Tibi? -ignoro sus ganas de ser idiota.
Su ceño fruncido me hace sentir incómoda y no termino de hablar.
-Yo soy Austin, vicepresidente de Noruega -asiento asombrada, entonces el vikingo es un político-. Disculpa por lo que te diré, pero tu país no existe.
Alzo las cejas porque nunca aprendí a levantar una sola.
-Que tú no lo conozcas no quiere decir que no exista -me vuelve a ver con diversión-. ¿Te parece gracioso? Me estás diciendo que mi país no existe, ¿y a ti mi situación te hace sentir bien y por eso te burlas de mí?
-En ningún momento me pareció divertida tu situación -admite-. Solo estoy respondiendo a tus preguntas. Tu país, ni tus padres, ni nada de eso que dices, existe.
Me levanto de dónde estaba y lo señalo, él alza una ceja con esa estúpida sonrisa de medio lado.
-¡Claro que existen! -lo miro con indignada-. ¿Cómo me puedo ir de aquí? Saldré ahora mismo en busca de mi familia.
Se levanta de la cama y con total calma saca su celular, teclea unas cosas y me lo muestra.
Antes de verlo, suspiro y con el corazón a mil por horas, miro lo que me estaba enseñando.
Resultados no encontrados.
-¿Seguro googleaste bien? -pregunto, frunciendo el ceño.
-El país que dices que es tuyo no está -responde obvio.
Vuelvo a ver el celular y lo tomo para revisarlo esta vez yo. No confío en él y por eso tecleo yo misma todo lo que conozco, pero la respuesta es igual.
Resultados no encontrados.
-¿Cómo es eso posible? -lo miro asustada-. Tal vez mi prometido...
-¡No existen! -me grita, me tenso completamente-. Nada que venga de ese lugar existe aquí. Tengo conocimiento de muchas cosas al ser politólogo y nada de lo que hablas existe.
-No estoy loca... déjame ir de aquí -respondo nerviosa-. Te lo dije hace rato, yo tengo que irme y encontrarme con mi familia.
Un fugaz destello en sus ojos, color amarillo, pasó por su iris cambiando su tamaño redondeado.
-Como... -frunzo mi ceño, él parpadea varias veces haciendo que volvieran a la normalidad-. ¿Cómo hiciste eso? Por un instante eran diferentes...
-Es peligroso -con incomodidad se aleja de mí-. Te irás de aquí cuando yo sepa que no eres una espía, pero jamás dije que estuvieras loca.
Su anatomía y no sé cómo o por qué, pero la estaba viendo más grande.
-¿De qué estoy corriendo peligro? -dejo de verlo-. Oye, no soy una espía. Entonces, ¿puedes explicarme el fulano peligro para no pasar de ignorante?
No me da buena espina y creo que el vikingo tiene problemas mentales. Yo también tuve que escuchar muchas cosas, pero este hombre es primera vez que lo veo.
-Al ser vicepresidente, suelo tener muchos enemigos -admite, y hago una mueca de fastidio haciéndolo reír-. No soy un hombre con dinero o algo parecido. Al ser vicepresidente me encargo de cuidar la nación, mantener a salvo a las personas y especies en peligro de extinción.
-Ajá, muy hermoso todo, pero no veo el porqué debo quedarme aquí y mucho menos el peligro que dices que hay -respondo tajante.
Se vuelve a reír.
-Fuiste encontrada en medio de un bosque que es zona roja. Digamos que te salvé de un futuro incierto o probablemente estas conspirando en mi contra para que no llegue a ser presidente -suspira-. Isabella, tal vez eres de otra dimensión, pero aquí las cosas son muy diferentes.
-¿Perro de tres cabezas?, ¿los vikingos nos gobiernan? -me burlo.
-Posiblemente -dice serio-. Isabella, le he pedido a mi gente que busquen pistas para saber cómo llegaste aquí. Por eso no puedo dejarte ir hasta estar seguro de todo -me cruzo de brazos-. El peligro que acecha a tu alrededor son cosas sobrenaturales. Ya lo viste en el bosque. Aquí hay hadas, lobos, brujas y tal vez algunos vampiros.
Parpadeo varias veces y sin entender nada, me empiezo a reír como si escucharlo decir eso hubiese sido el mejor libro de comedia que leí. Me detengo al ver su rostro serio y ese destello en sus ojos.
Eso hizo acelerar mi corazón y que mi miedo despertara.
-Solo quieres intimidarme, Austin -me mira sin expresión-. ¡Eso no existe y esto debe ser un terrible sueño del cual despertaré algún día! -empiezo a caminar de un lado al otro en la habitación.
-No puedo intimidarte o engañarte cuando tú viste a una hada -responde, su estúpida calma me hace enojar.
Me detengo en el medio de la habitación y caigo en cuenta.
¿Vine a parar en una dimensión de bichos raros?
-¿Qué clase de espectro eres tú? -mis ojos los empiezo a sentir picosos-. ¿Todos en esta casa son unos bichos raros?
Lo veo tragar fuerte y darme una sonrisa falsa.
-No todos. Solo te estoy diciendo el motivo por el que debes esperarte para irte -suspira y va hacia la puerta de la habitación-. En esta casa todos somos personas y...
-Nada de eso existe. Son solamente mitos y leyendas para llamar la atención de las personas -digo nerviosa, interrumpiéndolo-. Esas cosas no existen y eso no es normal.
-¡Ya lo entendí, Isabella! -me habla con frialdad-. Descansa, le diré a Tibisay que sea tu guía mientras estás aquí -toma la manija de la puerta-. Ya regresarás a tu casa después de verificar que no eres una espía que desea matarme.
Se va de la habitación.
Me quedo parada viendo por dónde él acaba de irse y varias lágrimas empiezan a correr por mi rostro y perdiendo la fuerza de las piernas, caigo al suelo.
¿Otra dimensión? Debe pensar que soy tonta.
¿Mi hogar no existe? Claro, se la tragó Saturno.
¿Cosas sobrenaturales? Ajá, eso obviamente si lo podemos creer.
¿Por qué debo admitir esas cosas y no que ese hombre está loco?
¡Me niego a pensar que esos bichos raros existen!
¡Los cuentos de camino solo son eso, cuentos!
***
No he tenido tiempo suficiente de asimilar lo que sucede desde que llegué aquí. No, mejor dicho, mi cerebro se niega rotundamente a creer las palabras del vicepresidente vikingo.
Primero, al parecer estoy en Noruega. Eso lo acepto porque yo más de una vez he venido aquí. No fui secuestrada ni traída a la fuerza. Debido a lo débil que me encontraba, me desmayé y por eso fui traída a la casa de los espantos.
Esa conclusión la saqué yo, es muy entendible y es posible porque es basas en mis hechos reales. Eso es lo único que yo aceptaré.
Hay algo que tampoco comprendo.
Mi personalidad aquí es totalmente diferente a como era antes. Aquí nada más quiero pelear y yo soy fiel creyente de que la sociedad necesita más amor y menor guerra. Mejor empecemos a nombrar lo que no es aceptable, lo que no se cree, lo que no es admisible, lo que, simplemente, no existe. Es increíble que aún estando tan avanzados con la tecnología, le vean la cara de idiota.
Conmigo las cosas no son así.
Segundo, Austin... así se llama el vikingo, ¿cómo me va a decir que mi país no existe?, ¿qué mi propia gente no existe? De acuerdo a su maravillosa lógica barata, solo me dijo que debo venir de otra dimensión y están investigando que no sea una espía.
¿Mi aspecto es de una espía asesina? Claro...
Y eso no es todo... esperen que hay más.
Estamos en el mismo año, pero aquí conviven entre los humanos y en total armonía, ángeles, demonios, lobos, vampiros, hadas y brujas.
O sea, bichos.
¡Eso es imposible y lo más absurdo que he podido escuchar en mis 24 o 26 años de vida! No sé qué edad tengo aquí. ¿Hasta dónde es capaz de llegar la gente con tal de hacer su voluntad y mentirle a los demás?
No es justo que digan eso solo por intimidarme. No estoy secuestrada, pero no me permite irme porque aquí estoy segura o soy espía. No me siento segura y mucho menos a salvo con ese señor.
Aquí pasan cosas muy extrañas.
-Que tú no aceptes las cosas, no quiere decir que no existan, Isabella -habla la voz masculina, haciéndome sobresaltar.
¿Se dan cuenta? Cuando no aparece la mujer, lo hace el hombre.
-Estoy en tu mente y me llamo Ulf. Soy el compañero de la mujer que escuchas en tu mente -vuelve a hablar.
Tal vez si lo ignoro lo suficiente desaparezca la alucinación.
No me he acostumbrado a nada acá.
Tal vez me estoy volviendo loca también. Digo que son voces, pero no soy una niña. Claramente sé que la voz está en mi mente y no es producto de mi imaginación.
-Puedo ayudarte a aceptarnos y también puedo darte las respuestas que desees -negocia.
-Tú no existes y quiero que desaparezcan de mi mente -me empiezo a reír al darme cuenta de que le estoy respondiendo-. Me iré a dormir. Déjame sola, por favor. Que pesadilla tan horrible...
-¡No me da la gana de dejarte sola! Estuve sin ti más de 1000 años y no me iré, Marili -responde.
-¡Que me llamo Isabella! -grito exasperada, me acuesto en la cama después de ponerme el pijama y arroparme completa.
El aire acondicionado hizo que la pequeña habitación se pusiera helada.
Me di cuenta de que no hay aire acondicionado, pero toda la casa es fría. No me gusta el calor, pero estar aquí tan sola y asustada por todo esto, me hace querer tener algún contacto con alguien para que me diga que esto es un sueño.
Quiero ese calor que solo la familia es capaz de darte.
Quiero volver a casa.