Habían pasado varios días desde que llegué acá y estoy muy segura de que mi familia debe estar preocupada. No tanto por mí, más que todo porque el matrimonio con el príncipe se ha cancelado al no presentarme. No es que se canceló como tal, digamos que estará en pausa hasta mi regreso.
«Bueno, si es que regreso algún día», pensé desganada.
-Tal vez no lo hagas jamás... -otra vez es esa mujer...
-No estoy para aguantarte el día de hoy. Dame un respiro, me tienes cansada...
Suspiré cerrando los ojos y esperando a que ella saliera de mi mente. No había pasado un segundo cuando me di cuenta lo que sucedía.
Definitivamente yo llegué a este lugar a hacer el ridículo y pasar vergüenza...
«¿Puedo morir el día de hoy?», pensé, mordiendo mi lengua para no decirlo en voz alta.
Abrí los ojos lentamente tratando de parecer normal y más vergüenza siento al ver esa cantidad de personas en el comedor. Tal vez omití algunas cosas en esta historia... solo estoy aquí para desayunar con unos desconocidos que desconfían de mí.
Y bueno, ahora estoy muerta de vergüenza con muchas personas que creen que soy una tal Marili.
-¿Todo en orden por allá, Isabella? -pregunta Austin con una sonrisa-. No creo que mi familia te haya hecho algo para que nos hables así. Estabas tan aislada de aquí que no te diste cuenta de que te los he presentado.
No sé cuál de los dos es peor entre la idiota voz de la mujer, o el vikingo musculoso, porque los meteré en el mismo saco. Me resultan insoportables y agobiantes.
No comprendo por qué estoy tan a la defensiva con estas personas si yo no soy así.
Honestamente iré directo al sanatorio.
-Sí, claro, tal vez... no escuché -le doy una sonrisa fingida, sentándome en la silla que él me indica-. Supongo que los idiotas abundan por mi mente -respondo, Austin pierde su sonrisa y la reemplaza por un rostro serio.
-No creo que sea necesario eso que dices... -alza una ceja-. La comida es sagrada en esta casa. Por favor, controla tu vocabulario en mi casa -frunce el ceño.
Ja, ¿ahora soy mala y él el hombre educado? Que absurdo.
Hay algo más que me asusta un poco más. Soy bipolar aquí y me siento incómoda por ello.
-Lo siento -me disculpo sinceramente, llevo la mirada a mi desayuno y siento un hambre exagerada-. Me estoy adaptando un poco.
Sé que significa esta hambre y como terminará.
-Nosotros también lo intentamos contigo -dice, vuelvo a verlo-. Te mentiría si dijera que no estamos dando lo mejor de nosotros para hacerte sentir cómoda, pero teníamos mucho tiempo sin recibir a nadie. Estos días todo ha sido un poco más claro y nos encontramos un poco más felices.
Él está sentado a mi lado, su rostro puede pasar en cuestión de minutos de alegría a molestia con facilidad. Tiene una mirada profunda y es diferente a la que vi la primera vez. Sus ojos brillan y lo noto más relajado, y aunque yo esté vuelta un completo asco con mi personalidad, su tranquilidad me la transmite.
No lo quería admitir, pero Austin me transmite paz.
Su mirada es un calmante para mí, aunque odie su personalidad extraña. Un destello pasa por sus ojos haciéndome fruncir el ceño. Las pupilas de sus ojos se empieza a dilatar y su iris está empezando a ponerse violeta.
¿Pero como es eso posible?
-¡Austin, basta! -la voz de alguien suena por el lugar- ¡Austin, aquí no hagas eso!
El rugido de una persona hace que Austin deje de mirarme, sus fosas nasales se dilataban rápidamente, las manos que él tenía sobre la mesa están perdieron el color, ya que se formaron puños, su pecho subía y bajaba con rapidez y logré ver una vena sobresalir de su sien.
-¿Nadie te enseño a respetar lo que no es tuyo? -su voz es fría, ronca y está muy cabreado-. Vuelves a gritarme de esa manera y juro que tus alas...
-¡Austin, por favor, deténgase ahora mismo! -esta vez era Tibi la que habla, me giro a verla, su rostro está tenso y su iris está empezando a ponerse rojo-. Tu mismo dijiste que tenemos que mantener la calma, pero estás perdiendo la cabeza por algo que no deberías.
El golpe en la mesa y una silla caerse es el estruendo que Austin hace al levantarse.
Su fisionomía estaba creciendo y su rostro era totalmente diferente al que vi cuando llegué al comedor hace un rato.
-Que... -es lo único que logro susurrar, mis ojos se abren por la sorpresa que me dio al ver las uñas de Austin, me levanto de la silla con rapidez y sentía como mi corazón quería salirse de mi pecho.
Estaba asustada... mucho.
-¡Ninguno de ustedes me dirá que hacer! -él le gritaba a todos, el resto de las personas se levantan de sus sillas poniéndose a la defensiva-. Soy Austin, no lo olviden. Ustedes me deben obedecer porque soy su...
-¡Suficiente! -otro hombre musculoso lo intenta agarrar sin éxito-. ¡Joder, llamen a Marili antes de que mate a alguien!
Doy varios pasos hacia atrás cuando el hombre musculoso es golpeado por Austin con mucha fuerza, un rojo empezó a teñir sus ojos, el iris era amarillo y sacudía la cabeza mientras veía a Austin.
Mi miedo era muy grande y por no sé qué número de vez, deseé estar en casa.
-Es hora de dar un bonito paseo -el toque de alguien me hace apartar la vista de lo que sucedía-. Esto no es necesario que lo veas, es un poco turbio y la explicación no te la podemos dar ahora -la confusión invadió mi ser-. Dylan es el nombre de los ojos amarillos y es el ministro de alimentación -vuelve a sonreír-. Me alegra saber que saben mantener el control de la situación.
Toma mi mano y me jala para salir del comedor.
Yo no tenía fuerzas para caminar, mi cuerpo no reaccionaba y mi mente estaba completamente en blanco. El cielo se nubló y escuché el ladrido de un perro. Creo que era un llanto, pero no me importa.
Solo quería irme de aquí y no volver nunca más.
Deseo regresar a casa con mi familia, dormir en mi cama, estar con mi gente y por primera vez en mucho tiempo, casarme con el príncipe que mi padre quería. No me importaba obedecerlo y echaba mucho de menos lo que tuve. Esta gente no son ningunos políticos y es obviamente son unos bichos raros que son todo menos humanos.
Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, eso me dijo mi nana una vez cuando no quise comerme unas galletas de chocolate que les rechacé por tener demasiadas calorías.
Ni siquiera pude tener el desayuno que iba a vomitar después.