Sinceramente he convertido en una persona poco amigable y podría decir hasta irracional. Quisiera decir que no entiendo lo que dicen aquí, pero para mi sorpresa, si lo hago y eso es extraño también. No tengo ni la menor idea de como es posible que entienda noruego. O sea, si por lo menos usaran el inglés para comunicarse conmigo, estaría perfecto, pero no... acá todos hablamos el mismo idioma.
¿Por qué dijo que acá es más seguro que en la calle?
O sea, sí, es peligroso porque no conozco nada y puedo morirme de hambre en cualquier momento del día, pero no me siento muy segura con ninguno de ellos. Yo respeto los gustos de cada quien, pero por el amor de Dios, este lugar es extraño y la gente parece loca, las conversaciones aparecen de la nada y la mujer de aspecto extraño es otro bonus de locura.
Definitivamente esto es un cuento horrible.
-Entonces, ¿explícame como mantenemos estas conversaciones? -la voz de una mujer en mi mente, me hace sobresaltar.
Fui cambiada de habitación por el dueño del circo y me siento menos cómoda que en el lugar anterior... Es grande, paredes beige, una cama en el centro con sabanas azules, una pequeña mesita de noche color beige, un tocador y un espejo del mismo color. Hay una televisión en frente de la cama pantalla plana que abarca la pared entera y podría sospechar que este tipo tiene dinero... las ventanas corredizas están cubiertas por unas cortinas azules.
La habitación azul... falta que se crea Christian Grey.
-Supongo que con eso no tendríamos problema -vuelve a hablar la mujer, suspiro y cierro mis ojos tratando de comprender que hice para merecer semejante maldición.
Abro mis ojos y la mirada de otra persona parada frente a mí me recuerdan a alguien. Es una hermosa chica, más o menos contemporánea con mi edad. Supongo que tendrá 27 años, tal vez un poco más. Es bajita, de tez morena y su cabellera café es ondulada.
Te me pareces a alguien...
-¿Todo en orden conmigo, señorita Isabella? -la chica con acento francés, se dirige hacia mí.
-Sí, discúlpeme, es que me recuerda a alguien -respondo con una sonrisa.
-Me llamo Tibisay, un gusto conocerla, señorita Isabella -mi boca se abre haciendo reír a la chica.
Esto es el sueño más extraño que he tenido en toda mi vida.
-¿Eres mi nana? -empiezo a llorar-. No podía pasar por alto esa mirada -admito, la chica me sonríe confundida-. Sonríes igual que ella... oh, por Dios, lo siento mucho.
Antes de poder dar un paso para abrazarla, la puerta de la habitación es abierta de golpe.
-¿Qué demonios hiciste? ¿No podías dejar las manos quietas? -el vikingo le habla a la versión más joven de mi nana-. Te lo pregunté tantas veces y mira lo que lograste, Tibisay. Por eso no contrato a jóvenes inexpertas.
Me trago el nudo en la garganta y me paro frente al vikingo, limpiando mis lágrimas.
-No hay razones para que hables de esa manera tan grosera -me da una mirada fría-. El problema aquí fue que tenía ganas de llorar porque me recordó a mi familia.
-Claro... Tibisay, déjame solo con la llorona -dice, sin dejar de verme-. Después continuaremos la conversación.
-¿Como que llorona? Pero que persona más desagradable eres... Tibi no hizo nada malo.
-No se preocupe, señorita Isabella -me mira con dulzura-. Después hablaremos, tranquila -me da una sonrisa y sale de la habitación.
Suspiro resignada y me siento en la silla que había en mi tocador. El vikingo pasa sus manos por su rostro y termina de entrar dejando la puerta abierta.
«Digno de un vikingo cavernícola de la era pasada», admito en mis pensamientos mientras lo veo sonreír de lado.
¿Será que estoy en la dimensión de los vikingos? Estoy segura de que sí.
Controla el chakra, vikingo.
-Isabella... -se sienta en la cama en silencio-, antes no eras así -murmura, pero lo logré escucharlo.
-Fuiste tú quien me obligó a quedarme -alza una ceja-. Todos me confunden aquí y están locos. Me han secuestrado en un bosque. Te pedí amablemente que me dejes ir y no quieres, y cuarto, pero no menos importante, me dices que aquí estoy a salvo -sonríe después de que dejé de enumerar sus problemas-, pero este lugar es el que da más miedo y creo que necesitas un psiquiatra.
No me había dado cuenta, pero no cargaba su saco. Llevaba una camisa roja con mangas dobladas hasta el codo. Varios tatuajes se veían en sus brazos y pude ver un poco más el tatuaje de su cuello.
Hay unas orejas de perro, pero no logro ver bien.
¿Tiene un fetiche con los perros?
-¿Si terminó de verme podemos continuar? -lo miro sin expresión, él tensa la mandíbula-. Hay algo que se llama sentido común. Estoy seguro de que no lo conoce, pero normalmente las personas lo usan si llegan a ver a alguien en una situación de peligro y le salvan la vida -me encojo de hombros sin importancia-. No me pidió alojo y tampoco la secuestré, solo la mantengo aquí hasta que me dé las gracias por mi buena voluntad.
-Muy bien, gracias por tu honorable voluntad -digo con sarcasmo-. ¿Ahora me puedo ir? Me resulta incómodo quedarme en este lugar más tiempo.
-Mi casa es acogedora -me mira serio y después suelta un suspiro-. No se puede ir hasta que se averigüe su procedencia -me señala-. Definitivamente no eres la misma persona.
-¿Por qué deben averiguar algo de mí cuando no fui yo la que me metió en su casa? -lo miro con cautela-. Estoy en Noruega, solo debo llamar a mis padres o a mi prometido y en cuestión de horas llegarán.
Vuelve a tensar la mandíbula, sus ojos tienen un fugaz destello de color azul claro. Su mirada es fría, pero a la vez me hace sentir segura.
¿Segura? Síndrome de Estocolmo, no nos vamos a enamorar del secuestrador de la historia.
«Nos debemos enamorar del sapo que convertiremos en príncipe, no del vikingo», pienso, mordiendo mi lengua para no reírme. Él si suelta una carcajada antes de volver a hablar y ponerse serio ante mi mirada de confusión.
¿Escuchó mis pensamientos?
-No te puedes ir sola porque las reglas dicen que las mujeres deben ir acompañadas hasta llegar a su destino -asiento, por primera vez estoy de acuerdo en algo-. Estás en Noruega, pero no es la misma Noruega que conoces.
-No conozco Noruega lo suficiente como quisiera, pero hay muchas cosas diferentes y extrañas por aquí -admito-. ¿Viajé a la era de los vikingos?
Eso último se me escapó de la boca.
-Estoy casi seguro de que vienes de otro lugar -me río incredulidad-. Anda a darte una ducha y luego hablamos de lo que desees.
Suspiro y me levanto de la silla.
Él no deja de mirarme esperando alguna reacción de mi parte.
-¿Seguro que terminamos de hablar? -pregunto, él niega con la cabeza- En cuanto a Tibi y este lugar...
-Bien, lo hablaremos en su momento -se levanta de la cama-. El baño está en ese lugar que ves ahí -señala una puerta beige cerca de la televisión-. Aunque es compartido, nadie está usando este piso.
Empieza a salir de la habitación y vuelvo a hablar.
-Gracias por salvarme, lo digo en serio -me sonríe con amabilidad-. Y también disculpa todo lo que te he dicho, es solo que...
-No estaremos de acuerdo en muchas cosas y nuestras personalidades al parecer son repelentes el uno del otro, Sería ilógico que me des la razón nada más porque no quieras una discusión -termina lo que yo quería decir.
Cierro mi boca y no digo nada más, él sale de la habitación y yo me fui a dar la merecida ducha que tanto anhelaba sin saber.