Su ahora hermano mayor se había mantenido a su lado en cada paso de forma inamovible, pero con una presencia casta, sin palabras de apoyo, desde las sombras, había dejado resúmenes para ella, libros de estudio y pedido a los tutores que reforzarán en las áreas más difíciles para ella, la ayudó a entrenar, su madre no le dio tregua alguna sobre la importancia de las artes marciales, ella debía saber defenderse y llevar el negocio familiar si sus padres se lo ordenaban.
Algo había cambiado en el interior del pequeño Adriano desde que la viva risa había llenado su habitación la tarde que habían llegado a Colombia, Aquello se hizo mucho más palpable a través de los años, la cálida presencia de su pequeña bola de ira, -como la había bautizado para sí mismo-, lo ponía en un desconcierto y ansiedad constante, una sensación extrañamente agradable cuando se trataba de su Emma. Ella aparecía diariamente a su lado y él se sentía gratificado con su presencia, su fuerza, su ira. Él nunca había se había sentido cómodo con la presencia de otros niños, ni siquiera sus primos en Europa, por aquella misma razón odiaba la escuela, cada niño que conocía parecía más idiota que el anterior, ajenos por completo a la realidad existente fuera de sus burbujas, Al principio pensó que su dulce Emma se sentiría igual, ella conocía la Ira, el dolor y la sangre probablemente incluso mejor que él, pero al paso de los días la vio más y más integrada en el ambiente infantil teniendo nuevos amigos, Aquello le molesto, no porque él quisiera tener la misma suerte, ¡Joder no!... Si no, porque ella era suya, y ahora su atención era captada por otras personas, ¿Y como no?, ella era magnífica, pero era SUYA, odiaba que su sonrisa cálida fuera para alguien más que, únicamente para él, fuera de sus habitaciones, del entrenamiento, sus pequeñas charlas y jornadas de juegos.
"-¿Por qué?- Le preguntó solo una vez, necesitaba entender por qué ella buscaría amistad en aquellos niños tan ajenos a la realidad de ambos, La mirada esmeralda de la pequeña amargada con una madura nostalgia lo hizo entender que había cometido un error en cuestionar.
-Cuando vengo aquí solo debo pensar en jugar- respondió la pequeña con un alivio que en aquel minuto había desgarrado el inmaduro corazón de Adriano, ¿qué clase de pensamientos la habían estado preocupando antes de comenzar a vivir con ellos?, Por primera vez en su vida sintió vergüenza de sí mismo y su propia inmadurez. "
A lo largo de los próximos días había tomado una decisión, debía ser mejor, EL mejor, estudiaría y entrenaría para que nada pusiera en riesgo la hermosa sonrisa de su Emma.
Pasaron los años y la pequeña cada vez se apegaba más a su hermano, a pedido de sus padres Adriano fue cambiado de escuela a una más exigente, Emma esperaba ansiosamente la llegada de su hermano todas las tardes desde la puerta de entrada, una hermosa sonrisa se dibujaba en sus labios cada vez que el coche que traía de Adriano desde la escuela entraba por la curva del camino hacia el frontis de la enorme propiedad, corría hasta el coche y rodeaba la cintura del mayor en un apretado abrazo.
"-Bienvenido a casa, te extrañé- Eran las palabras diarias que la dulce pequeña le dedicaba, al contrario, luego su madre solía ir a buscarla para su entrenamiento."
A los 23 años Adriano se graduó de la escuela de Economía y decidió junto a sus padres pasar un año aprendiendo sobre las bases del negocio familiar, En aquel tiempo Emma con dieciocho años se convertía en una bella dama, su desarrollo llegó de golpe a la temprana edad de dieciséis años. Generosas curvas asentaron su figura repentinamente, sus caderas adoptaron un suave compás en el movimiento de la generosidad de su anchura. Su generoso busto y diminuta cintura se ceñían, y se apretaban en la que había quedado pequeña pijama de conejitos de la pre adolescencia, su melena rizado azabache, algunos mechones rebeldes caían sobre sus finos rasgos y gruesos labios, mientras sus ojos de color esmeralda contrastaba con el color canela de su piel.
"-oh vaya...-Había exclamado su madre una mañana al notar el obvio cambio en el cuerpo de su hija – Creo que es momento de hacer cambios en tu guardarropa cariño..."
Su padre, por otro lado, había hecho una serie de muecas mientras analizaba la posibilidad de poner seguridad extra para su hija de camino a la escuela, y en realidad, en cada segundo que no estuviera en la seguridad de su hogar. Por último, su hermano había soltado un gruñido de disgusto para luego sujetar su taza de café y retirarse antes de terminar su desayuno, la estancia se había vuelto extremadamente asfixiante en aquellos pocos segundos con la nueva figura de su Emma.
La mente de Adriano había divagado todo día en la gloriosa visión que había encontrado aquella mañana mientras se convencía a sí mismo que debía mantener la cabeza fría, Emma aún era una niña, independiente de lo sensual que se viera físicamente o su reciente cumplida mayoría de edad, el amor que había cocinado por ella a fuego lento desde hace más de diez años y las hormonas propias de sus veinti tantos años le estaban haciendo pasar un muy mal rato. Aquel día, por primera vez desde que había llegado la pequeña morena a su vida, le había negado la entrada a su habitación, cancelando su tradicional "noche de películas" cada sábado por la noche, usando como excusa lo cansado que estaba por el trabajo con su padre.
Aquel año Emma sentía que había hecho algo mal o estaba tal vez haciendo algo mal, su hermano había estado evitando a toda costa estar en su cercanía, sabía que podría estar cansado, acompañaba a su padre diariamente en el trabajo y supuestamente estudiaba por las tardes, o eso le había dicho él, ya que ahora, no tenía permitido entrar a su habitación, Adriano se convertiría en la próxima cabeza de su familia, debía comenzar a tomar las responsabilidades de ello, ella lo sabía, su madre se lo había dicho millones de veces durante sus entrenamientos, pero, ¿eso significaba que no tendría tiempo para ella nunca más?, un nudo en la boca del estómago se asentó unos segundos ante aquel egoísta pensamiento, por aquella razón, o la que fuera en realidad ya no tenían sus noches de películas, no entrenaba con ella, no tenía tiempo para las tardes de piscina, solo lo lograba ver en los desayunos, almuerzos y cenas. Luego de dos meses de constantes rechazos, dejó de insistir sobre sus noches de películas que tanta ilusión le hacían cada semana y no con mucha ilusión había aceptado la invitación de una compañera de su salón para asistir a su fiesta de cumpleaños que se realizaría aquella tarde en la playa. Bajo las escaleras, cuando estuvo lista para salir cerca de las cinco de la tarde, iba de traje de baño, un bello bikini celeste bajo un ajustado vestido de hijo tejido que deja apreciar a la perfección las dos piezas del bañador y la bella figura morena, Su larga melena negra caían en rizos sueltos sobre su espalda y unas bajas sandalias blancas que su madre le había comprado el día que su guardarropa necesitó una intervención urgente. Sus padres habían decidido darle permiso para asistir luego de ver lo deprimida que había estado la menor el último tiempo. Emma encontró a su familia en la extensa oficina de su padre que contaba con una pequeña sala de estar, a su madre le gustaba beber el té de la tarde ahí para estar cerca de su esposo, se acercó a su madre sentada cerca de la ventana.
-¡Estoy lista!, ¡Los veo más tarde!.- dijo la morena entrando en la estancia para besar la mejilla de su madre.
-Pasa un buen rato cariño, no vuelvas muy tarde. - Dijo la bella rubia, su padre le dio un asentimiento de cabeza sin mirarla mientras leía unos documentos sentados tras su escritorio junto a su hijo de pie a su lado.
Pero mientras Emma intercambiaba algunas últimas palabras junto a su madre la mirada azulada de Adriano se encontró hipnotizado por la perfecta visión de su hermana, sus ojos recorrieron cada centímetro de la piel canela de la menor, solo entonces y como un balde de agua fría el entendimiento lo golpeo fuerte y claro, su hermosa Emma saldría así "desvestida" fuera de su alcance, a vista y paciencia de todo aquel imbécil que se encontrara donde se supone que pensara ir, la ira junto a un sentimiento primitivo de posesión pura y desgarradora lo asentó con fuerza en la boca de su abdomen... SOBRE SU CADÁVER.
-¡No!.- Exclamo de forma tajante y como si fuera un gruñido, la vista fija en la morena que se encaminaba fuera del salón, casi tropezó con sus propios pies ante la fuerza de aquella exclamación, muy rara escuchaba a su hermano así de... ¿Enojado?. Su padre levantó la mirada con molestia de su lectura, una ceja alzada y una expresión que exigía una buena explicación mientras su madre miraba molesta el desastre que había quedado en su falda mojada por el té que se le había desparramado debido a la sorpresa.
-¿No qué?- preguntó finalmente algo molesta la menor, mirando fijamente a su hermano. Adriano aclaró su garganta buscando recuperar la compostura y dejó a su padre con los papeles y las palabras en la boca mientras daba un par de pasos hacia el frente.
- A menos claro que no quieras salir conmigo...- Dijo disimulando desinterés cruzando sus brazos sobre el marcado torso- Se cancelaron algunas reuniones por la tarde y pensé que podríamos ir al cine – Explicó el mayor habiendo recuperado por completo el temple y tranquilidad en su voz y postura.
La sonrisa que se dibujó en el rostro de la reciente mujer podría haber iluminado la mansión completa en pleno apagón.
-¿¡Es en serio?!, ¡Dame diez minutos y estaré lista! – Exclamo con un entusiasmo que no consideró jamás ocultar, tomo su bolso y echo a correr escaleras arriba para cambiarse, Adriano soltó un suspiro reprimido de alivio puro que hasta ese mismo segundo no tenía la menor idea que aguardaba en su pecho.
-¿Las reuniones con los nuevos distribuidores para el sector norte se han cancelado?- preguntó su padre con una ceja alzada y una expresión de curiosidad. Un cuestionamiento sobre la actitud sobre protectora que había dado a entender sin que las palabras, que no se decían, denotaran lo obvio de la situación.
-Lo están. - Dijo de forma tajante el joven heredero, con una expresión fría y gélida, sin dar mayores explicaciones, se retiró rápidamente del salón para el mismo dirigirse a su habitación y cambiar su atuendo para su nueva cita.