La mujer lo escudriñó con la mirada de arriba abajo, sin vergüenza alguna, le dio una sonrisa que prometía mucho más que simple cordialidad.
-¿Puedo ayudarle en algo? -preguntó la mujer, el italiano le regaló una sonrisa con la que casi había podido escuchar cómo caían las medias de la mujer, sus ojos azules se fijaron en los ajenos con una promesa vacía de lo que la mujer quería buscar con su generosa coquetería, se le hacía increíblemente desagradable aquella actitud vulgar y completamente falsa y desvergonzada, pero él estaría dispuesto a proponerle matrimonio y luego dejarla plantada sin un abismo de culpa, si así, podía conseguir de forma rápida la ubicación y el acceso a la fiesta donde se encontraba su futura esposa.
- Sí, vengo por mi hermana pequeña, está en la fiesta de la señorita sophie Hernández en el penthouse – dijo apoyando sus antebrazos en el mesón, poniéndose casi a la altura de la mujer.
-Cla... Claro- Dijo la joven y tomó el teléfono bajo el mesón principal.
- Ella no sabe que estoy aquí, estudio fuera de la ciudad – mintió -¿Podrías darme acceso al edificio, por favor, si das aviso arruinarías la sorpresa y hace meses que no nos vemos...? - Dijo con un carisma fuera de sí y su voz unas octavas más bajas de lo normal.
-El ascensor privado de la derecha, pasa...- dijo finalmente la rubia en un suspiro dispuesta a eliminar la poca distancia entre ambos. Un bufido seco salió de los labios del mayor y se dio la vuelta para ir al ascensor, señalando que ya contaba con las puertas abiertas para él, gracias a su nueva... víctima.
Un piso... dos pisos... diez pisos ... Malditos edificios... quince pisos ... Las puertas se abrieron al llegar finalmente al diecinueve y penthouse, la ira del joven heredero se había cocinado a fuego lento, el reggaetón y la música de ritmos latinos inundó sus oídos, la marea de pubertos en el enorme piso lo hizo soltar un suspiro con hastío y arrugar la nariz ante el olor de sudor, cigarrillos, marihuana y muy probablemente otras sustancias ilícitas. Algunos bailaban, bebían, otros jugaban fútbol, además de otros deportes claramente no adecuados para el fino piso de mármol, comenzó a caminar entre la masa buscando a la menor.
-¿Dónde está Emma?- preguntó a una chica al azar tomando de su brazo.
-¡hey! -se quejó dándose la vuelta para mirar al patán que había tomado su brazo sin cuidado alguno, pero al segundo de verlo su expresión cambio en una sonrisa ladina- Soy Kathina, pero puedes llamarme como quieras.- Dijo la chica con suma coquetería. Adriano soltó a la chica sin esconder su expresión asqueado y continuó caminando entre los mocosos demasiado alcoholizados para su corta edad, Finalmente, luego de diez incesantes minutos entre la gente, logró divisar primero la bella melena rebelde de su hermana junto a la piscina apoyada en el barandal del balcón, conversaba animadamente, una bella sonrisa enmarcaba su rostro, mientras caminaba en su dirección pudo divisar su atuendo, apretó su mandíbula, iba a quemar aquel maldito bikini celeste, además de ello pudo divisar que como eran sus sospechas, el chico con el que conversaba pensaba de la misma forma, sus dientes tronaron en su boca al apretarlos un poco más, el chico rubio, claramente mayor que ella, probablemente en los diecinueve años la devoraba con la mirada, caminó directamente hasta ella ignorando todo lo demás a su alrededor.
-Fuera – gruñó llegando al lado de la morena, se había quitado la chaqueta mientras caminaba y la había posado sobre los hombros de ella, nada más llegar junto a ellos, luego giró su altura hacia el chico poniéndose entre ellos, delante de la morena- Fuera- Volvió a repetir con una mirada que prometía sangre y dolor.
-¿Qué mierda? ¿Conoces a este imbécil? – preguntó el pobre chico tratando de pasar la montaña de hombre en la que se había convertido el italiano, manteniendo en su espalda a la morena mientras ignoraba sus gritos y alegatos de molestia. A punto de perder el control, tomó al mocoso del cuello de la sudadera y lo jalo hacia arriba hasta su altura.
-Vuelve a acercarte a ella hijo de puta y te mato- amenazó en una tranquila voz llena de promesas sangrientas y dolorosas, escupiendo cada palabra en una ira contenida y una mirada que podría haberle cortado la garganta, el chico asustado por la amenaza del mayor, trato de zafarse inútilmente del agarre ajeno. Emma había quedado atónita ante la actitud de su hermano mayor, finalmente, soltó al mocoso, quien en un esfuerzo por mantener la compostura perdió el equilibrio tropezando hacia atrás, cayendo de lleno en la piscina, todo se volvió un alboroto, luego, los chicos comenzaron a gritar y reír emocionados mientras varios de ellos se lanzaban a la piscina en una competencia de salpicaduras.
-¡¿Qué mierda ha sido eso?!- Exigió la morena indignada y enfurecida una vez que el mayor se volteó para mirarla.- ¡Adriano!- exclamó elevando su furia ... Esa ira pasional y enceguecida ... Era simplemente suya, jamás permitiría que pudiera sentir tal pasión por nadie más, todo, lo quería todo de ella y solo para él.
-Cállate Emma – gruñó el mayor tomando su nuca para jalar de ella y poniéndose a su altura chocó sus labios con los carnosos de la morena, quien tardó un par de segundos en entender finalmente lo que sucedía, puso sus manos sobre el torso del mayor buscando separarse en el principio de la lógica y cordura, pero Adriano jalo de su cabello con fuerza arrancándole un pequeño jadeo de dolor, aprovechando la apertura de su boca, sumergió su lengua de forma demandante, inspeccionando cada rincón de la cavidad. Para ella, todo había desaparecido alrededor, el caos, la música, no quedaba nada más que ellos enfrascados en aquella lucha de voluntades que Adriano claramente ganaba al someter su lengua.
- A casa- indicó sin mayores explicaciones unos segundos después al separar sus labios. La llevó hasta su coche ignorando por completo las señas que la recepcionista le había hecho cuando los vio bajar del ascensor y cruzar el amplio hall del edificio, Emma miró extrañada a la desconocida mientras trataba de no gemir cada vez que los dedos del mayor se apretaban en la piel desnuda de su cintura, una sensación de suave dolor y expectación enviaba desconocidos latigazos a zonas sensibles, que no había descubierto, podía sentir de aquella forma. Abrió la puerta del copiloto y la ayudó a acomodarse dentro antes de ir a su lugar. El trayecto fue en completo silencio, Adriano seguía enfurecido y Emma sumamente confundida.
Finalmente, en el garaje, Emma logró reaccionar.
- ¿Qué van a decir papá y mamá?- preguntó ansiosa, nerviosa y con algo de miedo. Adriano levantó una ceja cuestionando.
-¿Sobre qué? – preguntó el mayor con una tranquilidad inhumana que hizo que la mandíbula de la morena cayera al suelo con sorpresa e indignación.
-¡¿Sobre qué?! – Exigió e interrogo, ahora se sentía iracunda, avergonzada y estúpida, mientras Adriano permanecía imperturbable y sereno, pero internamente, completamente divertido por su pequeño manojo de ira, finalmente, cuando la menor se quitaba el cinturón de seguridad y se disponía a huir lo más rápido posible, Adriano sujeto su mano, Emma se detuvo de golpe y le miró expectante, el Italiano entrelazo suave y lentamente sus dedos con los color canela y llevó ambas manos hasta sus labios para solo besar la palma de ella, Emma enrojeció a una velocidad que no creyó posible y su corazón comenzó a golpear como loco contra su pecho, iba a morir de un infarto ahí mismo y sinceramente no le importaba si el mayor seguía sosteniendo su mano de aquella manera, su boca se abrió con la intención de decir algo, pero no fue capaz de verbalizar nada, ni una sola idea, se había vuelto una imbécil, su cabeza había fundido cada neurona en aquel segundo.
- Ellos saben que eres mía Emma, yo te pedí, no hay nadie en esta casa que cuestione el hecho de que me perteneces y que, eventualmente, serás mi mujer- Dijo con una certeza, obviedad y seriedad que la morena no creyó fuera posible y se había dado cuenta, que nada de lo que había pensado tenía sentido, si aquellas palabras eran sinceras, realmente podría morir aquella noche en completa paz. Pero en aquel segundo necesitaba salir de aquel coche, necesitaba espacio lejos de la fragancia de su hermano para poder procesar toda aquella información que había recibido. Trago duro y se soltó de un jalón del agarre del mayor, la mirada del mayor se endureció, pero un brillo hambriento que no había percibido hasta aquel minuto, se dibujó claro y fuerte ahora en sus ojos, llevó su mano a su espalda mientras lo veía inclinarse hacia él – No sirve de nada escapar, aunque dudo que quieras hacerlo, me quieres... te gusto. - afirmo con suma seguridad... maldito cabrón. Logró encontrar la manilla de la puerta y jaló de ella, cayendo sobre su trasero en el suelo del garaje, se puso de pie rápidamente y miró al contrario con una obstinación implacable que no dejaba rastro de la creciente seguridad que había comenzado a crecer en su pecho desde hace mucho tiempo atrás.
-No puedes simplemente afirmar que te pertenezco- Dijo ella con una seguridad que no creía realmente tener.- Si quiero salir con alguien más lo haré.- dijo sorprendiéndose a sí misma, al escucharse mucho más tajante de lo que se sentía realmente. Una mirada gélida y dura cubrió los ojos de su hermano al escucharla luego de salir del coche, pero ella no esperó, no era estúpida, sabía que en temas de fuerza y lucha, no era rival para él, por eso, actuó como cualquier mujer desesperada y poco racional hubiera hecho, corrió dentro de casa y escaleras arriba encerrándose en su habitación. Miró la puerta cerrada unos segundos mientras recuperaba el aliento, cuando la tranquilidad comenzaba a llenarla, la manilla de su puerta se movió como si fuera a abrirse, dio un paso hacia atrás en un respingo, pero el seguro hizo su trabajo.
- soy una persona paciente Emma, eventualmente vendrás a mí. - Adriano le aseguró al otro lado de la puerta antes de marcharse a su propia habitación, sabía que la morena seguía siendo una niña, le daría espacio para obtener su propia madurez y que se diera cuenta, sola, que no había nadie mejor que él para ella, pero no podría hacerlo a su lado o terminaría por volverse loco.