Capítulo 5 Miguel - Amigos

Decidí despejarme un poco e ir a la oficina de Gustavo. Es mi mejor amigo, o mejor dicho, un verdadero hermano, aunque no compartamos la misma familia. Somos amigos desde el colegio y desde entonces no nos hemos vuelto a separar. Cuando entro también me encuentro con Murilo y, otro de nuestro círculo de amigos. Nos llamamos el dúo de los 3, parece un término tonto, pero en su momento fue bastante divertido.

- ¿Qué pasa hermanos, piscina mañana? Necesito relajarme un poco en esta estresante semana. - digo, sentándome en la silla frente al escritorio de Gustavo.

- Dímelo a mí. Pensaba que esta semana no acabaría nunca. - Gustavo dice aliviado.

- He quedado con Bia después del trabajo e irá a mi casa. ¿Puedo llevarla mañana o será algo solo para los chicos? - pregunta Murilo.

- Puedes llevártela, Murilo. Incluso llévate a Lavinia también, Gustavo, al menos podremos disfrutar de la compañía de las chicas. Hacía mucho tiempo que no nos reuníamos todos. - Será bueno tener a las chicas allí también.

- Voy a avisar a Bia, seguro que cuando se entere de que Lavinia va, se va a emocionar. - dice Murilo y todos nos reímos.

- Y tú Miguel, ¿no has conocido a nadie interesante a quien invitar? - pregunta Nicolas y ambos me miran con curiosidad.

Al mismo tiempo me vino a la mente la imagen de Chloe. Sería una persona interesante de conocer, pero aún no sabía mucho de ella, pero ocupó mis pensamientos toda la semana. Gustavo no se perdió este momento de incertidumbre, me conoce muy bien y ya ha deducido que hay alguien.

- Escúpelo, hombre, dime ¿quién es? ¿Por qué no te la llevas también para que podamos conocerla? Para saber si está a la altura y si pasa la evaluación de nuestro grupito. Porque Antonella, desde el principio, ya sabíamos que no era la adecuada para ti. Perdona la sinceridad de mi amigo, pero ni siquiera a las chicas les gustaba y lo celebraron cuando se enteraron de que por fin habíais roto. - Gustavo me conocía muy bien.

- Ni me hables de Antonella, Gustavo. Han pasado cinco años perdidos y mi madre sigue dándome la lata para que vuelva con ella, como si su apellido fuera a cambiar mi vida. Por no hablar de que tampoco aceptó nuestro fin, siempre está molestando a mi secretaria para saber dónde estoy y qué hago. No lo soporto más. En cuanto a nuestra cita de mañana, no tengo a nadie a quien llevar, acabo de pensar en una chica que conocí en el gimnasio. De hecho, conseguí que se deshiciera de algunos tipos pesados y de mal carácter durante la clase externa que tuvimos en CrossFit. Supertrabajadora y por lo que aprendí, una excelente profesora. Y no lo negaré... ¡Es muy guapa! - dije con un brillo en los ojos.

- ¿Por qué no invitas a su hombre? - Nicolas volvió a preguntar.

- ¡De ninguna manera, hermano! No conseguí su número, aunque me la llevé a casa al final del entrenamiento. Durante la semana pensé en pasarme por el gimnasio, porque ella trabaja allí, pero no quería que pensara que lo que hacía era con segundas intenciones. Creo que solo la veré en la próxima sesión de entrenamiento, si tengo la suerte de encontrármela. La chica estaba conmocionada, pero delante de todos no lo demostró, no quiero ni imaginarme lo que le habría pasado si no hubiéramos estado allí para defenderla.

- Pero hermano, si crees que la chica merece la pena, no te rindas. Si no te la encuentras, búscala en el gimnasio y habla con ella. El "NO" ya lo tienes, corre detrás del "SÍ", por supuesto si ella no se ha comprometido ya. - Gustavo me animó.

- ¡No lo está! Soñé esto cuando fui a llevarla a casa. Necesitaba saber en qué me estaba metiendo. Seguiré tu consejo, estudiaré el terreno y veré qué puedo hacer. Confieso que se metió conmigo, pero volviendo al tema, nos vemos mañana en casa. Disfrutemos de nuestro día libre. - Termino la conversación y me levanto.

Saliendo de la habitación de Gustavo pensando en la conversación que tuve con ellos. Chloe ha ocupado mis pensamientos toda la semana. Por lo poco que pudimos hablar, es que es totalmente diferente a Antonella. Incluso en los momentos en que estábamos en silencio era reconfortante estar a su lado.

El sábado me preparé y me dirigí a la zona de la piscina de la mansión, necesitaba comprobar si todo estaba organizado para recibir a los chicos. Casi a la hora de comer, llegaron los chicos acompañados de las chicas. El único soltero que había, como yo, era Nicolas. Llevaba unos años saliendo con una chica, Emilly, pero le confesó que lo que sentía no era tan fuerte como para dar un paso más en la relación, así que antes de que las cosas evolucionaran rompió. No podría pasar el día mejor acompañado. Le dije a mi madre que estaría en la zona de la piscina, después de todo sigo viviendo con mis padres, aunque puedo permitirme comprar mi propia casa. Mi madre conoce a los chicos desde hace mucho tiempo, todos la llaman tía y la respetan mucho. Gracias a Dios nunca interfirió en mi amistad con ellos, como intentó interferir en mi vida amorosa, siempre intentando mi acercamiento con Antonella. No entiende que no puedo más, no voy a hacer de mi vida un infierno para hacerla feliz por un apellido.

Invité a mi hermana Sarah y a mi sobrino Felipe a disfrutar de la barbacoa con nosotros. Mi hermana también necesitaba divertirse. Después de casi dos horas allí, aparecieron mi madre y Antonella. El ambiente en nuestra mesa cambia y parece que son los únicos que no se dan cuenta.

- ¿Qué haces aquí, Antonella? - pregunto molesta.

- ¡Yo la invité, Miguel! Sé más receptivo con Antonella, todavía le gustas mucho. - Mi madre responde creyendo que es el mejor plan del mundo.

- Pero, madre, si no te lo he dejado claro, lo mío con Antonella se acabó. Puede que le siga gustando, pero yo no siento lo mismo por ella, y lo que estás haciendo es forzar una situación que no es buena para nadie, incluso avergonzando a todos los presentes. - Mi paciencia ya se estaba agotando con este tema.

- Miguel, no me importa la opinión de todos, sólo la tuya. Y como tengo entendido que algunos de tus amigos están acompañados, ¿por qué no puedo hacerte compañía? - pregunta Antonella, ignorando a todos los presentes.

- ¡Simple, Antonella, porque no quiero tu compañía! - afirmé sin piedad.

- Miguel Almeida, esa no fue la educación que te di. No hagas daño ni ofendas a Antonella delante de todos. Ella es mi invitada. Tú eres el que está causando vergüenza a todo el mundo en este momento. - Mi madre, una vez más, decide interferir en esa conversación.

- Muy bien, Antonella, ¿quieres quedarte? Entonces quédate, pero no te hagas ilusiones con una reconciliación porque eso nunca ocurrirá entre nosotros. Y esta información también es válida para ti, Mama. - Dije y me alejé de los dos.

Mis amigos y mi hermana fueron demasiado educados para excluir de la conversación a Antonella y, sobre todo, a mi madre. Las chicas a veces las incluían en la conversación, aunque ninguna de ellas simpatizaba con Antonella. Incluso a mi hermana no le caía muy bien, decía que lo aceptaba porque me apoyaba, pero que Antonella no le había parecido muy creída, y a mi hermana no le gusta ese tipo de gente. Aunque teníamos un alto nivel económico, éramos gente sencilla, con la excepción de mi madre, a la que siempre le gusta quedar en evidencia. Antonella aún intentó algunos acercamientos en la piscina, pero los atajé todos sin piedad. No sé por qué sigue pasando por esto, y mi madre sigue animándola a toda esta humillación. Luana me ve como el marido trofeo, el ricachón que todo el mundo conoce en nuestro entorno y que, de alguna manera, financió algunas de sus futilidades.

            
            

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