Me distraje con ellas en la clase, muy aburrida por cierto, por eso las dejé allí para leerlas más tarde, aunque, las olvidé. ¡Venga, que he sido tonta! , como olvidar algo tan importante. Corrí hacía el edificio de clase. Las puertas estaban abiertas al parecer de noche las dejaba abiertas por si alguien quisiera entrar por el dado caso de buscar algo, o ir a la biblioteca.
Al entrar al salón de clases, vi a Zero en su lugar, como si hubiera estado allí desde la mañana, estaba como de costumbre, mirando hacia la ventana. Volteó a verme.
-¿Qué haces aquí? -Me preguntó en un mal tono.
-Olvidé unas cartas debajo de mi mesa. -Caminé hasta mi lugar y allí estaban todas las cartas tal y como las dejé en la mañana. ¡Qué alivio! por un momento pensé que las había perdido para siempre, las primeras cartas con Sherlie, y nuestro único contacto con ella y Charlie. Vaya que Alice y Buckley se hubieran decepcionado. Las cogí, y las puse contra mi pecho soltando un suspiro de alivio.
-Bueno, ya las tienes. Te puedes ir antes de que cierren la puerta. -Siguió sin voltearse. No respondí, solo caminé hacia la puerta para salir de allí y leer mis cartas tranquila con Buckley y Alice, pero algo salió mal.
-Esto... no puedo abrirla. -Dije mientras forcejeaba la puerta con todas mis fuerzas.
-¡¿Qué?! ¡Te dije que la dejaras abierta!
-Eso lo acabas de decir. Antes yo no sabía...
-Imbécil, ahora nos quedamos encerrados. ¡Mierda!
Se mostró enfadado mientras se levantaba de su asiento y camina hacia mí. -Es por eso que siempre dejo esto abierto, para que noten que estoy aquí. -Bajo un poco el tono.
-Disculpa es que yo enserio no tenía idea de que podrían cerrar las puertas, enserio, disculpa. -Bajé la mirada. Estaba muy apenada, había cerrado la puerta sin pensarlo, lo menos que quería era quedarme encerrada ¡Y menos con él! -¿Y ahora que haremos? -Pregunté con miedo.
-No se tu, yo saldré por la ventana. -Me miro fijamente.
-¿Por la ventana? ¿Estás bromeando, cierto? Estamos en el quinto piso. -Solo pensé ''está loco'' o se inyecta algo.
-Como sea, no pienso quedarme aquí encerrado y menos con la chica de los lápices.
-¿La chica de los lápices? ¡Intentaba ser amable! -Fruncí el seño.
-Pasaste de ser amable a ser molesta. Y muchas lo han intentado, es estúpido. -Se apartó de la puerta y volvió a su lugar.
-¿Sabes? no me importa. Yo solo traté de ser amable, y ya veo que contigo no se puede. Lo entendí. -Me senté en el suelo, junto a la puerta en donde me encontraba parada. -Y si quieres, puedes tirarte desde un quinto piso, no me importa. -Miré hacia otro lado en muestra de indiferencia. Él no respondió. -¿Siquiera me estás oyendo?
-Ah, lo lamento. Me distraje con tanto discurso. De todos modos, tirarse desde un quinto piso es de locos. -Miraba hacia la ventana como si viera algo, de la misma forma que todos los días y todas las mañanas.
-¿Que es lo que tanto miras afuera? -Pregunté aún enfadada.
-Nada que te interese. -Respondió en seco.
-¡Como si me importara!
-Si te importa, si no, no hubieras preguntado.
-¿Que vamos a hacer ahora? -Volví a caer a la realidad, de que nos habíamos quedado encerrados.
-Pensaré en algo. -Volvió a mirar sobre la ventana. Sin darnos cuenta habían pasado las horas, nosotros seguíamos encerrados y sin ninguna idea pensada. ¡Estaba encerrada con Zero!, es cierto que quería acercarme a Zero, pero solo quería tener una charla con él. ¡Solo eso!, no quería quedarme encerrada, ¡y menos con él!, en cambio, me encontraba encerrada en un salón de clases con el chico mas frio de la clase y me atrevería a decir el mas antipático y antisocial de todos, si alguien nos encontrara quien sabe qué pensaría al vernos, y sin duda, el que nos encuentren al siguiente día no era una opción, ¿Qué dirían luego? Se harían rumores como de que nos estuvimos revolcando en la clase en la noche y nos quedamos encerrados o algo así. Ya los veía venir, la avalancha de chismes de nosotros. ¡Que horror! Definitivamente no era lo que tenía pensado, para nada.
-No puede ser que estemos encerrados y tu solo mires esa ventana. ¡Has algo! -Fruncí el seño.
-Venga que eres molesta. ¿Porque simplemente no te callas?
-¡No quiero!, al contrario de ti, estoy preocupada por salir de aquí. Por si no te has dado cuenta podríamos no salir hasta mañana en la mañana. -Levanté la voz. Zero se notaba despreocupado, él solo sonrió y soltó una leve carcajada. -¿Te parece gracioso lo que acabo de decir?
-No. Claro que no lo es. Me parece gracioso el hecho de que creas que no me preocupa estar encerrado contigo, como si quisiera tener una radio humana taladrando mi oreja. Pero no hay otra opción que esperar, es eso, o saltar por la ventana.
-¿Radio humana? ¡No soy una radio humana!
-Si lo eres, deberías callarte. No le caerás bien a nadie así.
-No lo haré porque tu lo digas.
-¡Dios! me estás dejando loco. Eres una máquina de decir estupideces.
-Cállate, tu no te quedas atrás. ¡Eres la última persona con la que quisiera estar encerrada. ¡Eres tan desesperante que estoy pensando en saltar por la ventana!
-¿Para qué pensarlo? -Se levantó de su asiento y comenzó a acercarse a mi, por un momento mis ojos se abrieron como platos. Me tomó del brazo y de un tirón me levanto del suelo. Me recargó en sus brazos, mi corazón latía tan rápido como podía. Comenzó a caminar, por un momento estaba extrañada, hasta que comenzó a acercarse a la ventana. -¡Espera, que haces! -Comencé a gritar.
-Dijiste que estabas pensando en saltar por la ventana, ¿Y para que pensarlo si puedes hacerlo? -Comentó muy seguro de lo que acababa de decir, cuando giré mi cabeza hacia un lado, el vacío estaba frente a mi. Fue cuando comencé a desesperarme. -¡Idiota! ¡No hablaba enserio, bájame!
-Yo creo que sí, hablabas muy enserio. -Comenzaba a inclinarse de adelante hacia atrás provocándome más miedo del que tenía. Estaba aterrada, pensé; ¡Este loco me va a tirar!
-¡Enserio, suéltame! ¡No lo decía enserio! -Pataleaba y forcejeaba.
-¿Enserio quieres que te suelte?
-No no! -Comencé a lagrimear, ¡con que clase de loco me había metido!
-Deja de moverte, podrías caerte enserio. -Se dio media vuelta y me dejó en el suelo. -Eres una llorona.
-¿Llorona? ¡Casi me matas! -Dije mientras me secaba las lágrimas.
-Deberías cuidar más tus palabras. De todas formas no te iba a soltar, no tengo intenciones de matarte, todavía. -Sonrió.
Habían pasado unas dos o tres horas desde ese momento, no habíamos dicho ni una sola palabra, yo temía decir algo y terminar al borde de la ventana otra vez. Así que simplemente me senté en silencio en un pupitre junto a la puerta, esperanzada de que alguien viniera y nos abriera, eso no sucedió. En un momento de la noche, comenzó a hacer frío, yo tiritaba. Zero lo había notado.
-Imbécil, si sigues así pillarás un resfriado. -Comentó él.
-¿Y ahora te preocupas por mi? -Dije abrazándome a mis rodillas para calentarme.
-Serás estúpida. Que no sea como los demás chicos, no quiere decir que no sea un hombre. Los hombres deben cuidar de las mujeres al menos eso me enseñó mi padre. -Dicho esto, se quito la chamarra y me tapó con ella. Parecía el típico comienzo de una novela romántica, yo no quería que pasara nada de eso, así que me quité la chamarra de encima, aunque tiritaba de frío conservé mi orgullo.
-Si pillas un resfriado, no será mi culpa. ¿Vale?
-Como sea, no me interesa tu ayuda. -Dije en seco.
Pasaron unos minutos, y aunque el frío me estaba matando, logré dormir. Unas cuantas horas después, comencé a abrir mis ojos, noté que el frío ya no era el mismo. Cuando me di cuenta, sobre mi, una chamarra negra, era la de Zero, lo curioso de esto, es que Zero no estaba en el salón. ¿Cómo había salido? me pregunté, y si salió ¿por que no me despertó?. No paso mucho desde que el conserje del colegio me encontró y me dejo salir. ¡Casi me castigan! , Mary al ver que no estaba en la habitación hizo un gran alboroto, y casi me castigaban por estar fuera de la habitación dentro del horario de toque de queda, pero con ayuda del conserje pude explicárselo todo al supervisor.