Es mentira que no lo amo
img img Es mentira que no lo amo img Capítulo 1 ¿Una nueva doctora
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Capítulo 15 Nunca se acordaba de llevar su paraguas img
Capítulo 16 Súbete img
Capítulo 17 ¿Ya acabaste de mirar img
Capítulo 18 Fiebre img
Capítulo 19 Madre soltera img
Capítulo 20 Fiesta de cumpleaños img
Capítulo 21 Una llegada inesperada img
Capítulo 22 ¿Quiénes son img
Capítulo 23 La familia Treviño está de plácemes img
Capítulo 24 No tienen nada que ver contigo img
Capítulo 25 Tus habilidades para huir han mejorado img
Capítulo 26 Buena suerte img
Capítulo 27 Se había delatado ella sola img
Capítulo 28 Una vida sin ataduras img
Capítulo 29 Esto es venganza img
Capítulo 30 Los amigos deberían ayudarse entre sí ¿cierto img
Capítulo 31 Los enemigos estaban destinados a encontrarse img
Capítulo 32 La situación ha empeorado img
Capítulo 33 Vigilando img
Capítulo 34 ¿La había engañado img
Capítulo 35 Pródigo en atenciones img
Capítulo 36 Bella Dama img
Capítulo 37 Él Nunca Sonreía img
Capítulo 38 ¿Los cerdos podrían volar img
Capítulo 39 ¿Qué más quiere img
Capítulo 40 El que no pasa página. img
Capítulo 41 ¿De camino img
Capítulo 42 Rumores. img
Capítulo 43 Qué pasaría si... img
Capítulo 44 No puedes darte el lujo de hacerlo. img
Capítulo 45 No lo permitiré. img
Capítulo 46 Nunca vuelvas con tu ex img
Capítulo 47 No le temo a nada img
Capítulo 48 Harás que te mate img
Capítulo 49 No esperes mucho de la comida de mamá img
Capítulo 50 Los sabios saben cuándo detenerse img
Capítulo 51 No puedes mentirme img
Capítulo 52 Soy tu hermana img
Capítulo 53 Lo siento, hermana img
Capítulo 54 Él esperaba que ella lo hubiera hecho img
Capítulo 55 No necesito una doble img
Capítulo 56 Levanta la mano por encima de tu cabeza y ven conmigo img
Capítulo 57 ¿Everleigh ya no regresará img
Capítulo 58 Ninguno de los dos estaba obstaculizando el camino del otro img
Capítulo 59 ¿No pueden estar juntos solo porque se gustan img
Capítulo 60 Ella es diferente img
Capítulo 61 Mentiras img
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Es mentira que no lo amo

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Capítulo 1 ¿Una nueva doctora

En el hospital de Ocpeace City, la luz roja fuera del quirófano de emergencia permaneció encendida durante tres horas hasta que finalmente se apagó. De inmediato, Everleigh Trevino salió de la sala, se quitó los guantes y el barbijo y los tiró a la basura.

A su lado, su asistente le tendió el jabón y dijo con un tono de alivio y esperanza:

-Dra. Trevino, gracias a Dios usted está a cargo. Si se lo hubieran asignado a otra persona, el paciente habría muerto.

Everleigh agarró el jabón y se frotó las manos con parsimonia mientras le recordaba a su asistente los pasos a seguir:

-Tenemos que observar cómo evoluciona el estado del paciente luego de la cirugía. Debemos prestar especial atención a...

Mientras hablaba, la sonrisa de su rostro se desvaneció al ver a una enfermera corriendo por el pasillo. En el área de emergencias estaban todos muy bien capacitados, la única razón por la que esa enfermera podría estar corriendo era una urgencia muy grave.

No perdió un segundo de su tiempo, ni siquiera terminó de darle las indicaciones a su asistente, simplemente se enjuagó las manos a toda velocidad y caminó hacia la sala de emergencias sin secarse. Ni bien abrió la puerta, escuchó un par enfermeras charlando.

-¿Otra emergencia? -dijo una.

-Así es. Acabamos de recibir a un paciente que perdió el conocimiento. Hasta notificaron al decano del hospital, Benedict -explicó la otra.

-¿Quién es? ¿Quién podría atreverse a molestar al decano del hospital? -cuestionó la primera.

-¡Theodore Godfrey! -exclamó su interlocutora.

-¿Theodore Godfrey? -volvió a interrogar con algo de asombro.

Al escuchar ese nombre, Everleigh se sobresaltó. Contuvo la respiración, intentando que así disminuyera su sorpresa.

-Así es. ¿O hay otro Theodore más importante que él en Ocpeace City? -continuó la enfermera-. Escuché que estaba en una tienda de vestidos para novias con su prometida cuando se desmayó...

En ese punto, Everleigh ya no podía oír lo que conversaban. Su corazón se había acelerado y de pronto sintió un dolor sordo en el pecho.

-¿Dra. Trevino? ¡Es usted! ¡Qué fortuna que esté aquí! Rápido, revise a este paciente.

Quien hablaba era la enfermera que estaba monitoreando la frecuencia cardíaca del recién llegado. Cuando vio a Everleigh se llenó de alegría y le entregó el informe del análisis de sangre de inmediato. Ni siquiera notó el rostro pálido de Everleigh.

-Dra. Trevino, el recuento de glóbulos blancos del paciente está aumentando. Su nivel de azúcar en sangre es bajo y le hemos dado un goteo de glucosa. Creemos que podría ser gastritis aguda -notificó la enfermera.

Everleigh agarró el informe con cierta vacilación. Miró los números y respiró hondo antes de decir:

-Yo me encargo.

-Muy bien, lo dejo en sus manos. Gracias, Dra. Trevino -respondió la enfermera.

Ella se limitó a emitir un sonido con la boca en señal de afirmación. Cuando la enfermera se fue con el carrito médico, Everleigh tomó un estetoscopio de la mesa y caminó hacia la cama del paciente.

Ni bien llegó a la camilla, sus ojos se posaron en el hombre allí recostado y al instante sus emociones comenzaron a descontrolarse. Ya no contaba con su serenidad de siempre.

Theodore continuaba inconsciente. Tenía los ojos cerrados y eso lo hacía ver débil y cansado. Sin embargo, conservaba, incluso en esas circunstancias, su aura helada e indiferente que lo hacía un hombre inaccesible.

De pronto, el dolor que sintió en el pecho volvió. ¡Pasaron siete años! Pensó que nunca volvería a verlo. En ese instante, de forma instintiva, levantó la mano para acariciar el rostro del hombre delante suyo. Sin embargo, se detuvo justo cuando estaba a punto de tocarlo y se apresuró por retirar la mano.

-Everleigh, ¿qué haces? -se preguntó a sí misma en silencio.

En ese momento, ¡él no era más que su paciente! Finalmente, recuperó sus sentidos, ocultó la tristeza en su mirada y apartó la vista del rostro de Theodore. Con unos dedos temblorosos le desabrochó el traje y un aroma familiar llegó a su olfato.

Ni bien sintió el perfume, contuvo la respiración y rápidamente agarró el estetoscopio, se inclinó y lo colocó en el abdomen del hombre. Escuchó un sonido ahogado y al instante estuvo segura de que se trataba de una gastritis aguda.

De inmediato, Everleigh se puso de pie y observó preocupada al hombre, sin darse cuenta de que casi se le cae el estetoscopio. De repente, Theodore abrió los ojos. Sus fríos ojos color avellana se fijaron en ella.

Súbitamente, él levantó el brazo y le agarró la muñeca a Everleigh. La aguja pegada con una tira de cinta adhesiva en el dorso de su mano se desprendió y la sangre brotó al instante.

Los ojos de Theodore se hundieron cuando leyó la placa en su pecho: ¡Jefa de cirugías, Everleigh Trevino!

            
            

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