Es mentira que no lo amo
img img Es mentira que no lo amo img Capítulo 3 No necesitamos una dama de honor
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Capítulo 15 Nunca se acordaba de llevar su paraguas img
Capítulo 16 Súbete img
Capítulo 17 ¿Ya acabaste de mirar img
Capítulo 18 Fiebre img
Capítulo 19 Madre soltera img
Capítulo 20 Fiesta de cumpleaños img
Capítulo 21 Una llegada inesperada img
Capítulo 22 ¿Quiénes son img
Capítulo 23 La familia Treviño está de plácemes img
Capítulo 24 No tienen nada que ver contigo img
Capítulo 25 Tus habilidades para huir han mejorado img
Capítulo 26 Buena suerte img
Capítulo 27 Se había delatado ella sola img
Capítulo 28 Una vida sin ataduras img
Capítulo 29 Esto es venganza img
Capítulo 30 Los amigos deberían ayudarse entre sí ¿cierto img
Capítulo 31 Los enemigos estaban destinados a encontrarse img
Capítulo 32 La situación ha empeorado img
Capítulo 33 Vigilando img
Capítulo 34 ¿La había engañado img
Capítulo 35 Pródigo en atenciones img
Capítulo 36 Bella Dama img
Capítulo 37 Él Nunca Sonreía img
Capítulo 38 ¿Los cerdos podrían volar img
Capítulo 39 ¿Qué más quiere img
Capítulo 40 El que no pasa página. img
Capítulo 41 ¿De camino img
Capítulo 42 Rumores. img
Capítulo 43 Qué pasaría si... img
Capítulo 44 No puedes darte el lujo de hacerlo. img
Capítulo 45 No lo permitiré. img
Capítulo 46 Nunca vuelvas con tu ex img
Capítulo 47 No le temo a nada img
Capítulo 48 Harás que te mate img
Capítulo 49 No esperes mucho de la comida de mamá img
Capítulo 50 Los sabios saben cuándo detenerse img
Capítulo 51 No puedes mentirme img
Capítulo 52 Soy tu hermana img
Capítulo 53 Lo siento, hermana img
Capítulo 54 Él esperaba que ella lo hubiera hecho img
Capítulo 55 No necesito una doble img
Capítulo 56 Levanta la mano por encima de tu cabeza y ven conmigo img
Capítulo 57 ¿Everleigh ya no regresará img
Capítulo 58 Ninguno de los dos estaba obstaculizando el camino del otro img
Capítulo 59 ¿No pueden estar juntos solo porque se gustan img
Capítulo 60 Ella es diferente img
Capítulo 61 Mentiras img
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Capítulo 3 No necesitamos una dama de honor

-Theodore, ¿escuchaste eso? De ahora en más tendrás que desayunar -comentó Josephine-. Siempre dices que estás ocupado, rara vez comes los desayunos que te preparo.

En ese momento, un frío intenso atravesó el cuerpo de Everleigh, era como si alguien le hubiera arrojado un balde de agua helada. Un instante después, levantó la cabeza y sin querer se encontró con una mirada poco acogedora; de inmediato su corazón empezó a latir salvajemente.

Tiempo atrás, creía que podría mantener la calma si en algún momento de sus vidas se volvían a encontrar. Después de todo, habían pasado siete años, estaba segura de que 2560 días eran suficientes para borrar cualquier cosa, incluso al más profundo de los amores.

En lo más profundo de su ser estaba convencida de que podía dejar toda su historia atrás, hasta pensó que ya no sentía nada por él. Sin embargo, no pudo prever que unos pocos comentarios de Josephine le provocarían una enorme confusión.

En ese momento, Everleigh observó muy bien a Theodore y, al notar sus gestos indiferentes y distantes, un dolor agudo se hundió en su pecho. ¿Podría ser que se negaba a comer los desayunos de Josephine por la promesa que le hizo a ella? Pero, ¿cómo podía mantener las esperanzas?

-Por cierto, Everleigh -continuó Josephine, pero ella no la oyó-. ¿Everleigh? ¿Estás escuchando?

Finalmente, la melodiosa voz de Josephine entró a sus oídos.

-Hay algo más que quisiera comentarte -prosiguió Josephine-. Theodore y yo nos vamos a casar el próximo mes, ¿puedes creerlo? Y dado que nosotras solíamos ser mejores amigas, me gustaría que fueras mi dama de honor.

La propuesta fue tan repentina que Everleigh no pudo reaccionar. Al instante, su cuerpo se tensó bajo su guardapolvos blanco y abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiera hacerlo, Theodore intervino:

-No necesitamos una dama de honor. Contigo como novia será suficiente.

En su voz se oía a la frialdad en persona. Luego de hablar, miró hacia arriba, directo a Everleigh.

-Dra. Trevino -continuó con desdén- ¿planea quedarse aquí a vernos a mí y a mi prometida?

Si guardaba alguna esperanza en su interior, ¡el frío sarcasmo de aquel hombre la hizo añicos en un segundo! Aquellas palabras la sorprendieron y no pudo evitar dirigir sus ojos a Theodore.

Su gélida mirada y sus delgados labios fruncidos debieron darle un indicio de que él seguía molesto con ella y le guardaba cierto rencor. Sin dudas, fue una tontería de su parte pensar que él todavía sentía algo por ella.

Everleigh no pudo evitar apretar los puños. Recordó lo que una vez, hace siete años, él le había dicho: «Durante el resto de mi vida, no comeré otro desayuno que no sea el tuyo». Además, también le prometió: «Everleigh, tú serás quien me acompañe en el altar».

Sin embargo, ahora Josephine ocupó su lugar. Después de pensar así, Everleigh tuvo que luchar por recomponerse. Se le estaban acabando las ideas, pero finalmente logró encontrar una excusa. De inmediato, abrió los labios y dijo con indiferencia:

-Bueno, estoy muy ocupada con el trabajo, me temo que no podré asistir. -Hizo una pausa y concluyó-: Haré que una enfermera cambie el goteo más tarde.

Si bien su voz era clara y firme, por dentro sentía que estaba a punto de derrumbarse. No dilató más las cosas, reprimió el dolor en su corazón y se dispuso a irse. Volvió a tapar su bolígrafo lentamente, se dio la vuelta y se fue con un rostro inexpresivo.

En el momento en que se volteó, escuchó un cristal rompiéndose detrás de ella. Al instante se detuvo, pero decidió continuar su marcha y salió de la habitación, conservando en sus ojos una tristeza palpable.

En el instante en que le dio la espalda, el rostro de Theodore se oscureció. Sintió un fuerte impulso de golpearla con la taza, pero lo reprimió y en su lugar apretó los puños instintivamente, haciendo que más sangre salpicara la sábana.

-Theodore, no te enojes. Everleigh es tu doctora ahora, te está cuidando -comenzó Josephine-. Puedo pedirle al decano que busque a alguien más si lo deseas...

Mientras tanto, Everleigh salió de la sala de emergencias y fue directamente al baño. Se aseguró de que no hubiera nadie alrededor y cerró con llave. Un segundo después, apoyó la espalda contra la puerta mientras en su interior las emociones la inundaban como un tsunami.

De repente, sintió un dolor intenso en el pecho. Instintivamente se llevó la mano al corazón y apretó con fuerza, pero el dolor sofocante no desaparecía.

            
            

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