Capítulo 7 Un hombre desagradecido

Cuando la mirada gélida de Giselle se fijó finalmente en Lucian, su voz destilaba indiferencia.

"¿Qué importancia tiene discutir eso ahora?".

"Me has tomado por estúpido durante estos tres años, ¿y me dices que no tiene sentido hablar de eso ahora?", respondió él, con una sonrisa amarga.

Al notar el ceño fruncido de Giselle, indicando su renuencia a tocar más ese tema, Lucian dirigió su atención a Collin, quien parecía más incómodo a cada segundo.

"Señor Stark, debería marcharse ahora. Podemos conversar sobre el proyecto en otro momento".

Collin jamás se había sentido tan aliviado. Asintiendo repetidamente, dijo: "De acuerdo. Ocúpense de sus asuntos. Podremos hablar de la cooperación otro día. Me marcharé ahora mismo".

Con eso, el hombre prácticamente huyó de la sala, evitando cualquier otra interacción con Giselle.

Por su parte, los dos asistentes compartieron una mirada cómplice y luego dudaron, antes de retirarse silenciosamente también.

Pronto, la puerta se cerró suavemente.

La pareja quedó sola en la sala privada.

La mirada furiosa de Lucian se fijó en la mujer, mientras escupía fríamente: "Realmente te superaste a ti misma, Giselle. Me engañaste durante tres años. ¿Cómo te atreviste a decir que me amabas y que todo lo que hacías era por mí? Te casaste conmigo con un motivo oculto, solo para sacar algo del grupo Clifford, ¿no?".

¿Motivo oculto?

Giselle estaba tan indignada que casi se echó a reír histéricamente.

Si de verdad hubiera querido sacar algo de él, podría haber aprovechado su posición de ventaja cuando donó su sangre para Erin. Sin embargo, ella no había pedido nada a cambio. ¿Y ahora ese hombre tenía la osadía de acusarla de mentirosa y oportunista?

De hecho, ¡resultaba imposible influir en un hombre sin corazón!

Su terrible ingratitud resultaba asombrosa. ¿Cómo podría esperar que un hombre así confiara en ella?

Giselle se burló en silencio, renunciando a cualquier explicación.

"Jamás confiaste en mí. Entonces, ¿por qué tendría que compartir algo contigo? Ahora que nos estamos divorciando, no hay necesidad de sacar a relucir el pasado".

Lucian soltó otra risa amarga.

¿No era necesario sacar a relucir el pasado?

¡Esa mujer era realmente excepcional!

"Dentro de tres días nos vemos en el juzgado a las nueve de la mañana en punto", le espetó él con frialdad, apretando los puños.

Mordiéndose el labio inferior, Giselle no dijo nada.

A ella le parecía bien, una vez que ellos cumplimentaran los trámites oficiales, no tendrían nada que ver el uno con el otro.

Con un empujón contundente, Lucian salió furioso. La puerta se cerró de golpe detrás de él, dejando a Rylee, sorprendida. Después de unos segundos, ella lo siguió a toda prisa.

Pronto, estaban de regreso en el auto, Lucian se hundía en el asiento del pasajero, mientras sus rasgos mostraban cierto agotamiento.

Rylee titubeó antes de abordar el tema con cautela: "Señor Clifford, seguramente puede haber algún malentendido".

La asistente estaba al tanto sobre el matrimonio secreto de su jefe y Giselle.

Entonces ella encendió el motor y condujo el auto fuera del estacionamiento. Por el espejo retrovisor vio a Giselle y a su asistente salir del restaurante.

Mientras pensaba sobre la posibilidad de intentar persuadir a Lucian de nuevo, la risa burlona de él la interrumpió.

"Desde el principio me ocultó su identidad. ¡Nuestro matrimonio fue solo una farsa! Como no logró derribar al Grupo Clifford en tres años, obviamente se marchó".

La expresión de Rylee cambió casi de forma imperceptible. Ella no pensaba que eso era lo que pasó.

"Señor, después de tres años de matrimonio, ¿no siente nada por la señorita Murphy?", preguntó.

"¿Sentir algo por ella?".

Lucian se rio sombríamente.

"Dentro de tres días me divorciaré de esa maldita mujer. Luego no tendré nada que ver con ella".

Su tono era escalofriante, desprovisto de calidez o compasión. A lo largo de sus tres años de matrimonio, él no había albergado nada más que desprecio por Giselle, y la perspectiva del divorcio le parecía un alivio.

Rylee intentó formar palabras, pero no pudo.

Frotándose la frente en un intento de calmar su dolor de cabeza, Lucian murmuró: "Vámonos ya".

Al final, la asistente permaneció en silencio y se marcharon de allí.

A las seis y media de la tarde del día siguiente, un elegante Rolls-Royce negro entró en el jardín de la mansión de los Clifford.

Siendo llamado urgentemente por su abuela, Lucian hizo acto de presencia.