Capítulo 8 Quiero un bisnieto

Al entrar a la amplia sala de estar, Lucian encontró a Magda Clifford, su abuela, sentada sola en el lujoso sofá de cuero.

La matriarca de los Clifford tenía el cabello plateado, pero emanaba un aura de vitalidad.

Ese día, la anciana vestía un elegante jersey verde oscuro y unos amplios pantalones grises. Sin embargo, su rostro mostraba un dejo de melancolía.

Cambiando sus zapatos por unas cómodas pantuflas, Lucian se sentó frente a ella y la saludó con el debido respeto: "Hola, abuela. Aquí estoy".

"¿Por qué viniste solo otra vez? ¿Dónde está Giselle?", preguntó la anciana con el ceño fruncido.

Su tono de voz, claro y vivaz, contrastaba marcadamente con su edad.

Desde el principio, la opinión familiar de los Clifford hacia Giselle fue siempre despectiva, viéndola como una mujer intrascendente. Pensaron que Lucian había sido víctima de sus artimañas, porque, ¿de qué otra manera podría una chica sin antecedentes casarse con él?

Sin embargo, Magda sentía cierta debilidad por ella.

Lucian se burló en silencio, el talento de Giselle para el engaño era impresionante, por eso había logrado ganarse el favor de su abuela.

Sacudiéndose esos pensamientos, suavizó su expresión, generalmente seria, y respondió en un tono más sereno: "Ella está ocupada con otros asuntos, así que no pudo asistir hoy. Pero esta noche yo cenaré contigo, abuela".

La anciana frunció el ceño, mientras le lanzaba una mirada fría a su nieto y preguntaba: "¿Está ocupada con algo? ¿O realmente decidiste no traerla contigo?".

Imponente, él dijo con paciencia: "Ella está ocupada".

Después de decir eso, ayudó a su abuela a levantarse del sofá. Dado lo tarde que era, llamar a Giselle en ese momento no sería nada práctico. Quizás ya había comido. Así que, a regañadientes, Magda no siguió con el tema.

La anciana no pudo evitar dejar escapar un suspiro. Su nieto, aunque obediente, mostraba siempre una indiferencia hacia su esposa.

Ella se sintió obligada a recordarle: "Giselle es una buena mujer. Ha hecho mucho por ti y por tu familia. Necesitas valorarla más, ¿entiendes lo que te digo?".

"Entiendo, abuela", respondió él, asintiendo dócilmente, pero con una pizca de odio evidente en sus ojos.

Si ese día no hubiera descubierto la verdadera naturaleza de Giselle, podría haber sentido cierta culpa por el inminente divorcio.

A continuación, Magda les ordenó a los sirvientes que pusieran la mesa.

Entretanto, Lucian la acompañó al baño. Luego de lavarse las manos, ambos regresaron al comedor y tomaron sus respectivos asientos.

En ese momento, el abuelo de Lucian estaba de viaje por negocios, dejando a Magda como la única ocupante de la villa.

Durante la cena, ella soltó un suspiro de frustración.

"Has sido demasiado terco toda tu vida. Entiendo que pasas tus días tratando los asuntos del negocio, pero no puedes concentrarte únicamente en tu carrera. ¡Quiero un bisnieto! Tu padre fue mi único hijo. ¡Eso significa que eres responsable de perpetuar nuestro apellido!".

De hecho, en la actualidad, estaban sucediendo muchas cosas en la empresa. Otros miembros de la familia Clifford competían por el control del negocio familiar, en particular su astuto primo. Por eso, Lucian tenía que permanecer muy alerta.

Él apretó los labios y respondió: "Entendido".

Al ver su actitud tan complaciente, una oleada de ira surgió dentro de Magda.

La anciana golpeó el tenedor contra el plato y declaró: "¿Piensas que no me doy cuenta de que solo tratas de apaciguarme? Creo que Giselle te ha mostrado demasiado respeto y tú solo la has dado por sentado. La llamaré ahora mismo. ¡Ustedes deben priorizar tener un hijo cuanto antes!".

Con eso, Magda sacó su celular y marcó el número de Giselle.

"¡Abuela, por favor no la llames!".

Enseguida, Lucian trató de detenerla. Sin embargo, para su consternación, la llamada ya se había conectado.

"Giselle, ¿estás ocupada ahora?".

Las cejas de él se fruncieron, sorprendido por la rapidez de su respuesta.

Desde el otro extremo de la línea, la anciana escuchó la voz tranquilizadora de la chica: "Abuela, ahora mismo estoy en la calle ocupándome de algunas cosas".

El ceño de Lucian se frunció aún más.

La voz de Giselle sonaba tan serena como siempre, sin revelar ninguna señal de su inminente separación.