Escucho pisadas en las escaleras y eso era señal de que su padre estaba ya se encontraba subiendo para echarle agua en la cara ¿Acaso tenía por padre a un pandillero? Odiaba madrugar, pero como todo un Kinzler que era, debía acostumbrarse a ser una persona proactiva y madrugadora. Evito revisar su celular, porque según su padre, aquel aparato le succionaba las energías que tendría durante el día y no lograría rendir como debería. Se puso de pie y se digirió al baño que se encontraba en su habitación, iniciaría el día con todas las de la ley.
Aplico shampoo en su cabello, que estaba demasiado largo, por cierto. Quizá debía visitar a Brendan para un buen corte y sobre todo ¡Gratis!
La puerta del baño fue tocada, acción que le hizo cerrar la llave de la ducha, para escuchar quien había entrado a su habitación.
- ¡Ya salgo! -Austin envolvía una toalla en su cadera.
- Papá dice que estas demorando demasiado -una pequeña pelinegra se encontraba cruzada de brazos.
- Me cambio y bajo enseguida -el pelinegro aviso a su hermana- Dile que no haga ninguna locura, prometo no demorarme -Daphne Kinzler observaba a su hermano con expresión de pocos amigos- ¿Qué sucede? -pregunto deteniendo sus pasos.
- No me has dado los buenos días -hablo formando un puchero con sus labios.
- ¿Con qué era eso?
Austin levanto en brazos a su hermana y la lleno de besos por todo el rostro, recibiendo fuertes carcajadas por parte de la pelinegra. Aceptaba que su hermana a veces era como un grano en el trasero, pero la amaba con toda su alma. Su relación de hermanos siempre había sido de ese modo, nunca pensó que llegaría a ser tan cercano a ese pequeño demonio y había prometido cuidarla siempre.
Entre risas dejo ir a Daphne y continuó arreglándose. Su uniforme se encontraba perfectamente planchado y sus zapatos brillaban, solo tendría que acomodar su cabello y salió para pintura.
- ¿Por qué demoras tanto arreglándote? -su madre pregunto besándole la frente a su hijo.
- Estaba dándole amor a tu hija ¿Y así me pagas? -pregunto sonriéndole a su madre- ¿Dónde está don gruñón?
- Leyendo el periódico como siempre -la castaña giro los ojos.
- ¡Mamá mira! -la menor de los Kinzler llego con una hoja y una gran sonrisa en su rostro.
Alejándose de las reinas de la casa, Austin se encamino hacia el comedor donde se encontraría a su padre. Nunca se había quejado por nada en la vida y es que no tenía ningún motivo para hacerlo. Su padre era Damián Kinzler, uno de los empresarios más importantes de la ciudad, siendo abogado y dueño de las empresas Kinzler´s. Su abuelo había fundado la empresa desde joven y cuando murió, dejo a cargo al padre de Austin. Quien a pesar de no saber nada sobre arquitectura y estructuras, le había entregado toda su dedicación a la empresa.
El pelinegro soñaba con ser el mejor arquitecto de todo el país y su sueño eran en parte gracias a su padre.
- Por fin haces acto de presencia, jovencito -el señor Kinzler hablo doblando el periódico y dejándolo en el comedor.
- Buenos días, papá -el pelinegro se acercó y beso la cabeza de su padre- Que me he despertado apenas me has llamado, pero un pequeño demonio me pidió darle los buenos días y como sabes que debo consentirla, no pude negarme -finalizo acomodándose en la silla, al lado de su padre.
- Esta bien, te lo paso solo por esta vez. Siempre que mi princesa pida los buenos días, se le debe dar demasiado amor.
- Lo sé.
- ¿Qué piensas sobre el proyecto del que te hable? -pregunto quitándose las gafas.
- Considero que no deberías arriesgarte -Austin respondió con simpleza- Revise la ubicación y los terrenos son muy flojos, muy blandos, sino quieres tener pérdidas de material, te sugiero encontrar un terreno más adecuado.
- Sabia que podría contar contigo -Damián se rio- Llamaré a Martinez para que te envié las verdaderas ubicaciones.
- ¿Qué? -el pelinegro miro a su padre confundido.
- Te di ubicaciones erróneas.
- ¡Lo dices enserió! -el menor se levantó de la silla, emocionado- Eso quiere decir que pase la prueba ¿Cierto?
- ¡Por supuesto! -su padre se rio de la reacción de su hijo- Tu tío insistió en que debía ponerte a prueba, yo sabía que pasarías, pero ya sabes cómo se pone.
- ¿Igual que tú? -pregunto sentándose nuevamente.
- No me compares con ese anciano.
- Pero es tu hermano, papá -menciono divertido.
- No me lo recuerdes -giro los ojos con fastidio- ¿Dónde está mi desayuno, mujer? -pregunto recostándose en la silla.
- Si vuelves a decirme así, no te daré helado en las noches y dormirás en el sofá -su madre respondió con tranquilidad, mientras dejaba la bandeja en el comedor.
- Pero ¿Qué dices, cariño? -de inmediato su padre se enderezo- Solo estaba bromeando, ya sabes, jamás te diría de ese modo -hablo luciendo realmente preocupado.
- Más te vale Damián -respondió yendo a la cocina nuevamente.
- No me mires así -el señor Kinzler cerró los ojos-No mires la cara de derrota de tu anciano -finalizo tapándose el rostro.
- Papá es demasiado dramático -Daphne hablo mientras se subía a la silla con la ayuda de Austin.
- ¡Silencio, maldita sea! -grito poniéndose de pie y con ella tumbando la silla al suelo.
- A mamá no le gustara eso -susurro la menor de los Kinzler.
[...]
8:00 am y eso que había sido llevado por su padre al instituto. Austin no dejo de burlarse de su viejo en todo el camino y como evitarlo, si su madre sentencio que su padre debía dormir toda una semana completa en el sofá y no habría helado. Su padre quiso llorar, pero por no querer verse "débil" ante sus hijos, prefirió aceptar en silencio.
Su familia era un tanto particular y por nada del mundo la cambiaba. A lo lejos pudo divisar a Rafael, su amigo caminaba de manera lenta hacia el salón de clase. ¿Estaba desanimado o era su parecer? Corrió para alcanzarlo y no pudiendo lograr su cometida, fue a dar al suelo.
- ¿Cómo sabes que venía detrás de ti? -pregunto desde el suelo.
- Es obvio, Austin. Todas las chicas solo te miran a ti y cuando todas empezaron a murmurar "Ya llego Kinzler" -el más bajo imito la voz de las chicas de hace un momento- Claro que sabía qué harías alguna tontería. ¿Te ayudo? -pregunto estirando su mano.
- Gracia...
- ¡Mentí! -Rafael quito su mano y corrió hacia el salón de clases.
- ¡Me las pagarás! -el pelinegro grito.
- ¿Quieres ayuda? -una tercera voz hizo que Austin mirara hacia atrás.
- Ah, claro, g-gracias -respondió avergonzado.
- Menudo golpe ¿No? -un pelirrojo soltó su mano mientras reía- Soy Berek.
- Austin -respondió el pelinegro- ¿Eres nuevo o nunca te había visto en el instituto?
- Soy nuevo, voy ya en último año. Mi padre le ha dado por cambiarme a último momento y he dejado a todos mis amigos para venir a este instituto, fantástico ¿Cierto?
- Vamos al mismo curso - hablo pensativo.
- ¿Tienes amigos aquí? -pregunto nuevamente.
- Solo uno, no me interesa ser amigo de nadie más.
- Pero si eres el Henry Cavill del instituto ¿Qué dices? -pregunto con burla- Seguro todos quieren ser tus amigos.
- No me interesa y no soy ningún Henry Cavill -Austin quiso reírse por la ocurrencia del pelirrojo.
- Todas las chicas te miran con deseo, hasta los chicos -Berek miro a su alrededor- Para mí que si lo eres.
Habían llegado al salón de clase, Austin negaba ante las palabras del chico nuevo y busco con la mirada a su amigo el pálido.
- Como digas, amigo -el pelinegro le dio una sonrisa y camino hacia su mejor amigo, quien ya se encontraba revisando su agenda- Déjame llegar, hombre -el más alto se acomodó en la silla- Vaya amigo me he conseguido, me dejaste en el suelo a mitad de pasillo.
- Pero si te han ayudado -Rafael miro al pelinegro con burla- ¿Chico nuevo? -pregunto mirando al pelirrojo, quien conversaba con las chicas del salón.
- Si, demasiado hablador diría yo -Austin se recostó en el hombro de su amigo- ¿Cómo estuvo tu fin de semana?
- Un asco total -murmuro Rafael- Pero no quiero hablar de eso.
- ¿Sucedió algo malo? -de inmediato se acomodó y miro al pelinegro con preocupación.
- Me acerque a papá -comento suspirando- Tenemos gustos similares por la música ¿Puedes creerlo?
- Entonces ¿Por qué dices que fue un asco?
- Le confesé a Keven que me gusta...
- ¿Qué? -grito llamando la atención de todos sus compañeros del salón.
- ¿Quieres bajar la voz? -Rafael le dio una palmada en la frente a pelinegro- Ya vergüenza das, no me hagas pasar vergüenza a mí.
- Pero si soy el Henry Cavill del instituto -comento con gracia.
- ¿Henry Cavill? ¿De qué hablas? -pregunto confundido.
- Olvídalo, ya no seré el mismo Austin a partir de hoy -susurro rendido- ¿Qué te dijo Keven?
- No quiero hablar de eso ahorita.
- Entonces vamos a la cafetería -sugirió.
- No me voy a perder la primera clase, idiota.
- Pero si ni es tan importante -hablo tomando de la mano al pálido y arrastrándolo fuera del salón.
- Para ti no es importante -bufo el pelinegro- Yo necesito pasar todas las asignaturas en las máximas notas.
- Esta bien, hablemos en el almuerzo entonces -hablo levantando las manos en señal de rendición- Y, por cierto, de verdad me alegro de que hayas podido acercarte al señor Kannard, se le nota que te ama demasiado.
- Gracias -Rafael sonrió.
La clase transcurrió de manera lenta, habían presentado al chico nuevo claramente. Berek Krog, era el nombre completo del pelirrojo, 18 años y venia de la Ciudad vecina, un chico hablador y risueño, que al parecer quería hacerse amigo de todos. Rafael pensaba que era alguien gracioso y su color de cabello era realmente genial, pero Austin no pensaba de ese modo ¿Cómo se le ocurría pintarse el cabello de aquel color?
Tuvo que aguantarse las ganas de saber cómo había sido la confesión de Rafa, pues sabía que su mejor amigo no era bueno expresando sus emociones, sentirse ansioso por saber el chisme le estaba costando demasiado, porque hasta distraído de la clase se estaba sintiendo.
Escucho la risa escandalosa del chico nuevo y su mirada viajo hacia esa dirección, había algo que Austin no descifraba con aquel chico, pero parecía querer ocultar algo y aunque le daba mala espina, no quería darle demasiada importancia.
- ¿Por qué tan distraído? -Rafael lo empujo para llamar su atención.
- Necesito mi dosis de chisme, sino no seguiré viviendo -murmuro suspirando- ¿Quieres acabar con mi agonía?
- ¿Por qué diablos eres tan dramático? -se rio- Pero, está bien, acabaré con tu agonía -dijo quitándose las gafas.
- ¡Eres tan comprensivo! -el pelinegro limpio sus lágrimas imaginarias- Sabia que por algo éramos mejores amigos.
- ¡Idiota!
El docente se encontraba en su escritorio revisando informes y sus compañeros de clase se encontraban metidos en sus propios asuntos, algunos estudiando, otros jugando, otros conversando, por lo que no veía ningún problema conversar con tranquilidad.
- ¿Te rechazo? -Austin pregunte de repente.
- Demasiado directo -el pálido cambio de expresión- Era de esperarse ¿No?
- Rafa...
- Me rechazo porque soy como un hijo para él -hablo interrumpiendo a Austin- Dijo que apreciaba mis sentimientos y que lo hacía demasiado feliz, pero que debía entender que era algo imposible.
- ¿Imposible?
- Soy el hijo de su mejor amigo, prácticamente me crio junto a mi padre -quiso reírse por sus palabras- Sabíamos que no era posible desde un inicio, pero quise ser valiente y terminé encerrándome en mi habitación todo el domingo.
- Pero ahora él es consciente de tus sentimientos, no es una batalla perdida -Austin miro a su amigo- ¿No quisieras arriesgarte un poco? -pregunto con curiosidad.
- ¿Arriesgarme? -repitió dudoso- Yo... no quiero salir lastimado.
- Entonces ¿Quieres que hagamos una gran fiesta este sábado? Así olvidas por un momento tu amor no correspondido.
- No ayudas nada con tus palabras -Rafael giro los ojos.
- Lo digo enserió. Hacemos la fiesta, conoces a algún chico -hablo moviendo las cejas de abajo hacia arriba.
- Sabes que no bebo alcohol y además ¿Dónde diablos encontraras un sitio para la fiesta?
- Ay Rafa -Austin se recostó en el asiento- Tengo todo bajo control.
Habría fiesta el fin de semana, sí o sí.
No quería animar a su mejor amigo a arriesgarse y quizá con el tiempo pudiese ganarse el amor de Keven, pero no quería ilusionarlo, era arriesgarse demasiado y no quería ver a Rafael sufriendo, mucho menos por amor. Trataría de animarlo, hablaría con algunos chicos del instituto, conseguiría un buen sitio para una fiesta y haría que su amigo pálido se olvidara de Keven aunque sea por un día.
- ¿Escuche que habrá una fiesta? -el chico nuevo pregunto mirando a Austin con una sonrisa- ¡Fiesta en mi casa el sábado! -grito el pelirrojo, ganándose los aplausos y sonrisas de todo el salón de clase.