- ¿Qué tratabas de hacerle a mi hija, jovencito?
- ¿Abrazarla? -aquello sonó más a una pregunta.
- Quería golpearme -la menor lo apunto- Vi el deseo en sus ojos, papi.
Austin cayó al sofá como peso muerto, se sentía demasiado abrumado y aquella no era la manera que pensaba despejar sus pensamientos, no con Daphne rondándolo y molestándolo en todo momento.
- Déjame a solas con tu hermano -el señor Kinzler se sentó en el sofá de igual manera.
Y de esa manera, quedaron solo ellos dos en la sala. Podía escuchar los latidos de su corazón y temía que su padre también los escuchara. Había llegado de casa de Rafael y se encontraba bastante agobiado, no porque había besado a su mejor amigo, sabía que de parte de ningún había significado algo "especial", sino por el hecho de haberse sentido bien besando a un chico. Eso quería decir que también le gustaban los chicos... Austin también era gay.
¿Cómo iba a decirle aquello a su familia? Aunque siempre ha tenido el apoyo de estos, no sabía cómo reaccionarían al saber que no solo se inclina por las mujeres, sino por ambos sexos.
Damián Kinzler palmeo el hombro de su hijo con suavidad.
- ¿Quieres compartir lo que te agobia?
El menor bajo la mirada, porque no sabía cómo mirar a los ojos a su progenitor. No quería hacerlo sentir decepcionado.
- Papá ¿Recuerdas al tío Roman? -Austin pregunto mientras jugaba con sus dedos.
- ¡Pero si es mi hermano! -respondió sin entender.
- Creo que soy igual al tío Roman... Bueno, no igual. Es decir, me gustan las mujeres ¿Sabes que he salido con un montón de chicas? -pregunto con nervios- Pero, resulta que he conocido a un chico y es tan precioso, papá. Es como un ángel, no -dijo pensando por un momento- Es un ángel y yo, no lo sé, sentí un flechazo y entonces me pregunté si también me gustaban los chicos y hoy, me ha besado uno...
El padre de Austin escuchaba de manera atenta a su hijo mayor, procesando cada palabra dicha y no podía negar no sentirse sorprendido, pero de alguna manera, escucharlo hablar de esa manera sobre otra persona, le resultaba demasiado tierno.
- Entonces ¿Te gusto?
- Me ha gustado.
Y no podía evitar pensar, como sería besar al señor Kannard.
Austin espero a que su padre dijera una palabra, pero este permanecía mudo a su lado.
- Entiendo -el mayor suspiro- Sabes que tu madre y yo te amamos por encima de todo ¿Cierto?
- Lo sé -el menor sonrió.
- Agradezco la confianza que tienes para decirme algo tan importante y quiero que sepas que sea cualquier cosa, mala o buena, yo estaré para escucharte. Te gusten las chicas o los chicos, quieras o no hacer la carrera de arquitectura, tu eres mi adoración junto a tu hermana, claro. Pero Austin, así como las chicas, existen chicos frágiles y no te permito que los vayas a lastimar ¿Entendiste? - Damián miro a su hijo con total seriedad- Nunca te des el lujo de jugar con los sentimientos de alguien, porque será en ese entonces donde me sentiré decepcionado de ti. Si te gusta alguien y estas completamente seguro de tus sentimientos, arriésgate y nunca entregues todo de ti si no es alguien como tu madre ¿Entendiste? -el padre de Austin sonrió.
- Entendido, papá.
¿Cómo no iba a sentir nostalgia con aquel discurso? Admiraba y amaba a su padre por cómo era.
- ¿Alguien como yo?
Amanda Kinzler ingreso a la sala y se acomodó en las piernas de su esposo- Alguien por quien daría mi vida -el señor Kinzler respondió mirando a su esposa con amor.
- Mejor los dejo solos -el menor se puso de pie- Gracias papá.
- ¿De qué han hablado ustedes dos? -la castaña pregunto intercalando mirada entre padre e hijo.
- Así como las chicas, también me gustan los chicos -Austin confeso mirando a su madre con temor.
Amanda se puso de pie y camino hacia su hijo. Ojos vidriosos y sonrisa en el rostro, se encargó de llenar de besos el rostro de su hijo, como hacia cuando este era solo un bebé.
- Nada cambia el Austin que eres aquí -hablo llevando su mano hacia donde se encontraba el corazón de su hijo- Tu padre y yo te amamos y a quien tu ames, será parte de nuestra familia ¿Cierto, cariño? -pregunto aun con la mirada fija en su hijo.
- Así es.
- No tengas miedo de amar, pero se cuidadoso y no le entregues tu amor a cualquiera. Mejor alguien que sea así como tu papá -asintió sonriente- Alguien que daría la vida por ti y que tú en su lugar, harías lo mismo.
Fue en ese momento en que entendió el significado del amor y sintió tantas emociones que sus ojos se llenaron de lágrimas, porque agradecía que sus padres se amaran tanto y de esa manera les enseñaran a amar, con intensidad, con respeto, con prudencia. Austin nació en la familia perfecta, nunca dudaría de aquello.
[...]
Y en cinco minutos Austin ya no podía más.
- ¡Corre! ¡Los niños de primero están listos para patearte el trasero! -gritaban- ¡Estás volando, Kinzler de avioncito! -se burlaba.
Ooh Dios, Rafael ¿Quieres callarte? Pensaba el pelinegro.
- ¡Mi abuelo tiene 80 y es más rápido que tú! -continuaba molestando.
Y Austin lo miraba feo, amenazante, pero continuaba detrás del balón, rápidamente alcanzo a Daniel, con agilidad lo sobrepasa, se acercó al área... pasa el balón a Leo; este tira a puerta, Axel recoge y saca un tiro largo que regresa a Austin quien se acerca por la banda, tira a puerta y mete un ¡Goooooool!
La euforia invade el cuerpo del pelinegro y sale corriendo, siendo seguido por sus compañeros, alegres, contentos y con la adrenalina bien alta.
- ¡Rafael! -empezó a gritar, cuando el pálido dejo de saltar para mirarlo de regreso- ¡Ni conoces a tu abuelo, desgraciado! -grito para luego tirarse al suelo, agotado.
A lo lejos el entrenador San sostenía el pálido cuerpo de Rafael, quien tenía todas las intenciones de abalanzarse contra Austin, cortarle la cabeza, de paso la lengua y pegarla en la puerta de la casa de los Kinzler- ¡Acabaré contigo, maldito!
Austin escuchaba los gritos, pero se sentía demasiado cansado como para ponerse de pie o siquiera mirar a su mejor amigo.
- ¡Kinzler, salite de la cancha pendejo! -Berek gritaba tratando de alentar al pelinegro- ¡No digas que no te lo advertí! -grito de nuevo.
¿Ah?