Capítulo 5 ¿En dónde estoy

Aria trató de zafarse de su agarre, pero fue en vano. El tipo era mucho más fuerte que ella y le ganaba en peso y estatura. Gritó, pataleó, pero nadie le hizo caso y sus gritos se vieron ahogados por el costal con el que le cubrieron la cara. La joven se cansó y se dio por vencida, pero en su mente estaba maquinando mil maneras para escaparse de sus secuestradores. No recuerda en qué momento se quedó dormida, pero lo hizo.

Una vez llegaron a la locación, el hombre barbado y trajeado con la mandíbula definida bajó a la maestra de primaria en brazos, como si de su amante se tratara. Ordenó a sus empleados desaparecer y acatar las órdenes que ya les había asignado con anterioridad. El tipo se tomó un tiempo para detallarle la cara, en verdad era hermosa, su rostro era único, con facciones muy femeninas que la hacían lucir muy maternal e incluso angelical.

El lugar era hermoso, pero de noche causaba terror. Ubicado a las afueras de Kensington, lugar de residencia de los Blackwood y no había manera de ser encontrado, nadie sabía de su existencia a excepción de los sirvientes, que eran obligados a firmar un contrato de confidencialidad, y si en algún momento se descubría, todos pagarían por ello. Era la llamada "guarida del lobo" y nadie se atrevía a averiguar que pasaría si el contrato se rompía; se hablaba de la desaparición del señor Williams, que era el confidente del señor Blackwood y desapareció misteriosamente después de haberlo traicionado, no se imaginaban lo que podía pasar si simplemente revelaban la ubicación.

Solía ser una propiedad abandona pero ahora contaba con todas las comodidades y había sido restaurada de acuerdo a las necesidades de Cassius.

Ató a la chica en una silla de madera. Era un cuarto obscuro que generalmente utilizaba para la ejecución de sus enemigos. Había herramientas de todo tipo, artefactos muy extraños que colgaban en las paredes.

El hombre tenía claro que debía hacerlo a su manera si la chica quería casarse en verdad con él, porque estaba dispuesto a un «para siempre» si ella se lo permitía. De lo contrario, si la chica salía corriendo, demostraría que era una cobarde y que no le quedaría el saco de contraer nupcias con un hombre de su calibre, por ende, no aceptaría su verdadera naturaleza, su verdadero yo. Buscaba el perfecto balance entre inocencia y poder, que fuera alguien capaz de defenderse pero mostrándose débil sólo ante él.

La chica abrió los ojos lentamente y recordó todo lo sucedido. Alarmada, buscó alguna manera de poder zafarse, pero se tranquilizó para que el secuestrador no viera que le tenía miedo. Su respiración se aceleró y sabía que podía tener un ataque de pánico, no pudo evitar pensar en su familia, en sus alumnos, en su mejor amiga y en que no se despidió de ellos.

-Por fin despiertas. -El hombre que estaba recargado en una pequeña mesa se acomodó la corbata y se acercó con cautela a la joven.

Aria miró a su alrededor para buscar alguna manera de huida, pero se encontró con algo que la aterrorizó mucho más: los instrumentos de castigo de su secuestrador, ¿será que utilizará alguno para terminar con su vida?

Ella resopló para quitarse el mechón de cabello que se le había pegado a la cara y lo miró rabiosa. Las venas del cuello se le exaltaron y el hombre lo notó de inmediato.

Se preguntó quién podría haberle hecho esto, pues no tenía enemigos aparte de los Rothschild, pues siempre había sido muy retraída y no le gustaba socializar. Se le vino en mente un maestro que la acusó de plagio en cuanto ganó el premio Nobel, de ahí surgieron bastantes envidiosos que no soportaban haber trabajado arduamente durante años para que una simple niña robara la atención que tanto anhelaban.

-Tranquila... -El hombre le tomó el mentón y se deslizó hacia la parte posterior del lóbulo de la oreja- No te voy a hacer daño.

- ¿En dónde estoy y quién eres? -Apretó los dientes y trató de sonar calmada. Sabía que alguna provocación podría resultar en algo grave-. ¿Qué quieres de mí?

            
            

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