- ¿De verdad no tienes alguna idea? -El hombre la rodeó por detrás para que no pudiera verle la cara.
-No. No le he hecho ningún daño a nadie. -Contestó Aria, buscando los ojos de la persona que la tenía atada. El hombre era robusto, pero no lograba detallarlo debido a la oscuridad del cuarto en donde se encontraban.
- ¡Baja la vista! Tienes prohibido mirarme. Cuando me hables hazlo con la mirada en el suelo.
Aria, con un poco de miedo hizo lo ordenado.
- ¿Por qué no te defiendes? -El hombre preguntó con serenidad.
- ¿Tengo qué? -Resopló la chica, sin ánimos de desatar una pelea.
- ¡Por supuesto que tienes qué!
-Si obedezco podré salir muy fácil de aquí.
-No lo creo, estás atada a mí por el resto de tus días.
A Aria le recorrió un escalofrío por la espalda, por alguna extraña razón no había sarcasmo en sus palabras.
-Di lo que quieras. Yo sé que saldré de ésta.
- ¿Y qué te hace creer que no te asesinaré?
-Acabas de decir que estaré contigo para siempre.
-Así es, pero sólo si me eres leal.
- ¿Leal en qué aspecto?
-En todos los aspectos.
Aria dejó de hablar por un momento para que su secuestrador hablara, era un truco psicológico que había descubierto en la secundaria. Así las personas se veían obligadas a contestar y rellenar los espacios vacíos de cada conversación.
-Harás lo que yo te ordene, pero no estaré presente. Mis criados dejarán las instrucciones muy claras. Y cuidado con pensamientos suicidas o de escaparte, porque hallaré la mané de encontrarte.
- ¿Con qué finalidad? ¿Tú qué ganas con todo esto?
Cassius no respondió, pero resopló en su lugar. Aria ya estaba desesperada, pero tenía que calmarse, lograría escaparse de alguna manera.
-Ésta será tu temporada de entretenimiento. No admitiré personas débiles en mi clan.
Eso la dejó aún más confundida. ¡¿De qué rayos hablaba?!
-Haré lo que tú me pidas, en tanto me dejes libre para mi boda y también ver a mis padres.
-Tu padre es un bueno para nada, y tu madre una sumisa. ¿Por qué insistes en ayudarlos?
- ¡No hables así de ellos!
-Tu padre es un frustrado, que se rindió a la primera que le pusieron el pie.
Aria no sabía de dónde había obtenido esa información.
-Y apuesto a que no sabías de los lazos que tenía con la mafia.
- ¿De qué lazos me estás hablando?
-Por eso Rothschild lo obligó a firmar tantos papeles, lo embaucó mucho más sencillo. Tu padre es un tonto.
- ¿Me tienes aquí por ese maldito? -Preguntó Aria, un poco frustrada.
-No. -Respondió Cassius, a la vez que se acercó a la luz, dejando ver a Aria uno de sus ojos verdes que recordaría para siempre.
Cassius no necesitaba cubrirse la cara para presentarse a su futura esposa, que por cierto, le estaba agradando. Sabía que tenía que jugar con ella hasta el punto de desesperarla para sacar todo su potencial. Y ya tenía todo un plan para su estadía en la casona, mejor llamada «guardia del lobo». Así que por esta vez haría como que no la vio mirándolo, buscando respuestas.
- ¿Cómo sabes todo eso?
-Siempre me encargo de investigar a mis presas.
El hecho de nombrarla presa, hizo que se cuestionara su existencia entera.
-Pero dime, por favor... ¿Qué he hecho yo para molestarte? ¿Quién eres?
-Soy simplemente la persona más poderosa que haya pisado este planeta.
-Dime ya, ¿por qué me tienes aquí?
-Un secuestrador jamás revela nada a la víctima. No pareces ser tan inteligente como para ganar un Nobel. -Cassius la molestó.
Aria tragó grueso, quien fuese su victimario, sabía lo más relevante de su vida. Pero en lugar de responder, se quedó en silencio sin saber qué decir.
- ¿Quién te mandó? ¿Quién es tu jefe? -Preguntó al cabo de unos minutos.
-Yo soy el jefe. No hay ser más supremo que yo, aparte de Dios, claro.
Eso fue un poco confuso para Aria, las personas narcisistas solían ponerse como el centro de todo, y a nadie más por delante de ellos.
-No te creo, seguramente eres el subordinado de alguien más. Los jefes nunca hacen el trabajo por sí mismos, siempre utilizan a las demás personas para ello.
-Y no lo hice, ordené a mis "subordinados" como dijiste para que hicieran el trabajo sucio, que fue raptarte. Yo solo me encargo de darte instrucciones.
Aria resopló , indignada. El hombre tenía razón.
-Me voy a casar con un hombre mayor para solventar mis gastos. Mi vida de por sí es patética y no me harías mejor favor que acabando con ella.
-Ya te he dicho que no te haré ningún daño. Estás segura conmigo. Y deja de llamarte patética, que me das pena.
El hombre parecía tener sentido del humor, pero sin dejar de ser arrogante y sin dejar de lado su autoridad.
Aria era una persona sensible, aunque no lo pareciese, siempre aguantaba los malos tratos de su padre y los comentarios con ápice de desprecio por parte de su amiga Isabella.
- ¿Podría ver a mis padres una última vez? Me quiero despedir de ellos.
-Eso tendrás que ganártelo, pero no te preocupes que ya mandé avisarles que no vas a regresar.
-Entonces, te pediré algo más sencillo.
- ¿Qué te hizo pensar que puedes pedir cosas? ¿Es que no te haz dado cuenta que estás en una situación de desventaja?
- ¡Es que ya me cansé! Quiero levantar la cara.
- ¡Eres una niña mimada y fastidiosa! Entiende que aquí el que manda soy yo, no tú.
Aria tenía los ojos aguados. Ya le había pasado demasiado ese día y lo único que quería era descansar de esa postura tan incómoda.
- ¿En serio vas a llorar por eso? ¡Pero no te pusiste reacia por el secuestro! Qué patético.
Al ver que Aria seguía llorando, procedió a quedarse de nuevo por detrás suyo para que la mocosa pudiera voltear al frente.
-Gracias. -Sonrió Aria al ver que pudo manipular con facilidad al "hombre más poderoso" con una simple lloriqueada.
Cassius puso sus manos en la barbilla de Aria para que no pudiera voltearse ni intentar alguna jugarreta.
-Aquí hay reglas que vas a cumplir. Y antes que nada, tendrás que dirigirte hacia mí con respeto, deja de hablarme de tú, porque no soy tu amigo. -Cassius bajó una de sus manos hacia el cuello de la joven, mientras presionaba con un poco de fuerza, haciendo que Aria se estremeciera- Siempre vas a tener la mirada gacha, queda prohibido mirarme. ¿Entendido?
Aria sólo asintió, temerosa.
-Acabo de preguntarte algo, responde.
-Entendido. -Contestó a regañadientes.
-Harás todo lo que la moza principal te pida, por medio de ella entablaremos una relación. A mí me verás sólo para tu evaluación y para la última práctica.
¿Evaluación? ¿Práctica? ¿De qué rayos hablaba? Se refería a ello como si fuera algo de la escuela. Y por más imbécil que le pareciera, sabía que tenía que acatar si quería salir con vida.
La joven tenía mil preguntas y mil cosas más en la cabeza, pero sabía que debía de olvidarse de todo ello a partir de ahora, pues su vida cambiaría drásticamente.
-Tercer punto, queda prohibido hacerle preguntas al amo. No te metas en mi vida y todo saldrá bien.
A la joven se le escapó una risita, fijándose en lo patético que era que se refiriera a sí mismo como el «amo», o el «ser más supremo de todo el planeta».
- ¿De qué te ríes? ¿Te parece que esto es gracioso?
-No, tú eres gracioso. Dijiste que eras el más poderoso. Aún así, logré lo que yo quería con unas cuantas lagrimitas. Mírate, no eres tan "imponente" como supones.
Cassius se vió en una situación en la que nunca antes había estado, esa desgraciada tenía razón. Logró doblegarlo y obtuvo lo que quería. ¡Una niña logró manipular al Gran Jefe!
Aria ganó confianza con su pequeño logro, dejando ver que su secuestrador era un simple humano más que podía ceder ante las personas más convincentes.
Harto, Cassius le propinó una cachetada por atreverse a retarlo. La desató de la silla y le ordenó que no intentara escapar, pues había doscientos guardias custodiando el lugar. Todos sanguinarios, entrenados para matar.
-Si hubieras podido obtener alguna consideración de parte mía, puedes olvidarlo. No eres tan débil y frágil como creí. Ahora, pon tus manos detrás de tu espalda, rápido.
- ¡Dijiste que estaba a salvo contigo! ¿Me vas a golpear siempre?
-Siempre no, cada que hagas algo impropio. -Cassius tomó los brazos entrelazados de Aria y la guió para tomar algo de la mesa que tenían enfrente.
- ¿Qué me vas a hacer? -Comenzó a sentir el verdadero poder que Cassius tenía.
-Por ahora, nada. Los castigos vendrán después. Por hoy estás perdonada, pero sigue haciéndome enojar y tendré que castigarte.
-Haré lo que tú me ordenes.
-Así me gusta. Pero, ¿qué pasó con el respeto? Dijimos que me hablarías de usted.
-Como usted ordene, señor.
-Mucho mejor. -Cassius sonrió, era una sonrisa malévola- Te voy a vendar los ojos, te llevaré a tu habitación y esperarás indicaciones.
Aria asintió, dejándose guiar por el eminente Cassius Blackwood.