- ¿Quieres salir? - preguntó.
- ¿A dónde iremos?
- A dónde tú quieras.
- Porque no mejor vamos a mi cuarto.
- ¿Enserió? - dijo, viéndome con ojos pícaros.
- No pienses mal, es que no quiero salir.
- Claro, solo déjame traer a mi chica.
- ¿Tú chica?
Él salió y fue directamente a su camioneta, yo miraba por la ventana sin que él se diera cuenta, luego de unos minutos escuche el timbre, mi corazón estaba listo para una decepción.
- Te presento a mi chica - dijo.
- ¿Una guitarra?
- Si, vamos a tu habitación entonces.
Él me tomo de la muñeca de la mano y subimos las escaleras, al pasar por un pasillo, se quedó parado viendo una foto que tenía con él, apenas tenía 8 años.
- Eres muy linda desde que eras niña - dijo.
- No puedo decir lo mismo - dije sonriendo.
Entramos a mi habitación y el ambiente era agradable, tenía una cama con miles de almohadas y un conejo, una mesa de estudio, una computadora, audífonos y mi clo-set.
- Eres muy ordenada, me gusta tu habitación.
- Es prácticamente mi hábitat - dije sonriendo.
- Bueno, ¿Dónde nos sentamos?
- Aquí - dije en señalando una alfombra rosada que estaba cerca de mi cama.
William se sentó en la alfombra rosada y saco su guitarra.
- ¿A parte de tocar que más haces?
- Soy escritor, camarógrafo y cantante - dijo riéndose.
- Me sorprendes.
- Bueno comencemos.
Tomo su guitarra y empezó a cantar una canción que él mismo escribió.
No es tu sonrisa es tu ser, el que me hace caer
Oh, oh, oh, oh.
No es tu cuerpo es tu arte, déjame ayudarte.
Oh, oh, oh, oh, oh.
No es tu culpa amarte.
William se queda callado y me ve llorando, porque nadie viene a verme a casa y mucho menos un chico.
- ¿Por qué lloras? - preguntó.
- Porque nunca nadie había venido a mi casa, peor a verme a mí.
- Me alegra saber que soy el primero y en todos los sentidos.
- Déjame preguntarte algo.
- Claro, con que no me preguntes cuantas novias he tenido - se ríe.
- Dices que Arthur es tu hermanastro, ¿no es así?
- Así es, mi padre se casó con su madre cuando él aún era un bebé.
- Ya decía yo - dije.
- Te refieres a que él es de piel blanca y yo moreno, ¿verdad?
- Claro que no.
William se siente frente a mí, viéndome fijamente, se acerca y me quedé sin respi-ración.
- Ahora cuéntame tú.
- ¿Qué cosa?
- ¿Te gusta?
- Arthur, ¿a mí?
- Claro, él es más joven que yo y quizá sea más inteligente - dijo haciendo puche-ro.
- ¿Y yo te gusto? - pregunté uniendo mis cejas.
- ¿Tú que crees?
Él se acercó y sacó de un bolsillo del pantalón unos auriculares.
- ¿Quieres? - preguntó.
- Claro que sí - dije lanzándome a sus brazos.
- ¿Cuál quieres escuchar? - preguntó.
- Auto Rojo de Vilma Palma e Vampiros - respondí.
- Sabes siento que eres mi alma gemela.
Nos pusimos los auriculares y nos acostamos en el suelo, su cabello extendido en el suelo junto al mío, aunque yo lo tenía más corto que él.
- Me gusta esto - murmuro.
- A mí también.
- ¿Quieres ir al cine mañana? - preguntó.
- ¿A qué hora?
- Cuando salga de trabajar supongo.
- Está bien, solo avísame para alistarme.
- Bueno, y bien tengo que irme, ya son las once de la noche.
- Quédate - dije.
- ¿Dónde me quedaré? - preguntó.
- Aquí - dije con vergüenza.
- Corazón y mañana ¿Cómo haré para cambiar me? Me encantaría, pero no puedo, además no sería apropiado.
- Claro, es cierto.
William se puso de pie, arreglando su cabello se hizo moño y dejó al descubierto su rostro, era muy guapo, me fije en todo, menos en sus ojos, eran demasiado negros, me encantaba.
- Te veo mañana entonces.
- Hasta mañana - dije, sonriendo.
Él se marchó, se subió a su camioneta y se fue, cuando él desaparecía en la carre-tera, mi vida seguía siendo la misma, me puse más triste porque sé que William solo me ve como una niña y nada más.
Querido papá, no sé cómo enfrentarme al mundo, siento que cada día soy una decepción más para mamá, desde que te fuiste nuestro mundo cambió a ser peor.
En los momentos más horribles de mi vida recordaba los momentos en que mi papa solía venir a mi habitación.
- ¿Cómo está mi pequeña?
- Papá, ¿saliste temprano hoy?
- Ser el director es difícil, pero para ti siempre estoy mi pequeña.
- Nunca me dejes Papá.
- Nunca jamás mi pequeño retoño.
- Bajen, la mesa ya está servida.
Los recuerdos más tristes son los que más recordamos, quizá es porque dependemos de nuestros pensamientos.
- Hermana ya regresé.
- Mamá aún no llega.
- Bueno entonces cenemos juntos.
- Claro, déjame servirte.
- Te amo.
- Yo más.
- ¿A qué hora se fue William?
- Hace una hora creo – respondí.
- Pobre su agenda es muy apretada.
Los minutos pasaban y ambos terminamos de comer y nos dirigimos a nuestras habitaciones, nuestra madre solía escribirnos, pero hoy no se había reportado con ninguno de los dos, aunque su vida es muy ocupada siempre está pendiente de nosotros, a ella también le dolió y le cambió la vida porque mi padre era el director del hospital nacional y cuando falleció mamá tuvo que regresar a trabajar porque, aunque nuestro padre nos dejó una herencia eso nunca será para siempre.
- Jaz, debemos de ir al hospital.
- ¿Por qué? - pregunté asustada.
- Tengo un mal presentimiento.
- Mamá no - dije llorando.
- Vamos hermana, aún no sabemos que paso.
Las palabras de mi hermano me aliviaron, pero aun así decimos ir al hospital.