Donde duermen las mariposas
img img Donde duermen las mariposas img Capítulo 2 Escondiendo mi corazón
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Capítulo 10 Tú y yo juntos, nada es mejor img
Capítulo 11 Estoy siendo cruel para ser amable img
Capítulo 12 Solo resiste img
Capítulo 13 Huir por qué ya no quiero que duela img
Capítulo 14 Costumbres img
Capítulo 15 No te dejaré acercarte lo suficiente para lastimarme img
Capítulo 16 No puedo evitarlo porque, nena, eres tú img
Capítulo 17 Es más que suficiente img
Capítulo 18 Mi pequeño amor img
Capítulo 19 Incluso pusiste mi mundo en movimiento img
Capítulo 20 Volveré a tiempo img
Capítulo 21 Me pierdo en el tiempo solo pensando en tu cara img
Capítulo 22 Tómame de la mano mientras hacemos lo que hacen los amantes img
Capítulo 23 Para hacerte sentir mi amor img
Capítulo 24 Iluminas mi corazón img
Capítulo 25 No sé quién sería si no te conociera img
Capítulo 26 No subestimes las cosas que haré img
Capítulo 27 Deja que el cielo se caiga img
Capítulo 28 Piensa en mí en lo más profundo de tu desesperación img
Capítulo 29 Ir hasta el fin del mundo por ti img
Capítulo 30 Solo quiero pasar toda mi vida contigo img
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Capítulo 2 Escondiendo mi corazón

Lucas condujo hasta el bar donde sus amigos y compañeros solían reunirse los fines de semana, el mismo bar desde el cual, a veces, se llevaba consigo a alguna chica para pasar la noche. Pero esa vez, no era la fiesta lo que lo atrajo, sino el alcohol. Se sentó en la barra y comenzó a pedir un tequila tras otro. Bebió solo, maldiciendo, hasta que su amigo Karl lo vio y se le acercó, intrigado por el comportamiento inusual de Lucas.

-¿Qué te pasa, amigo? -preguntó Karl, mientras se sentaba a su lado.

-Me rechazó, ¿puedes creerlo? -respondió Lucas, con incredulidad, como si aquello fuera un evento casi imposible.

-¡Dios mío! ¿Una mujer te rechazó? -Karl bromeaba-. Santo cielo... Ahora tienes que contarme todo.

-Le dije que se casara conmigo, que la amo... Es tan hermosa... ¡¿Cómo puede ser tan hermosa?! Pero no, ella y su estúpida moralidad y sus excusas... Casi la tuve, ¡mierda! -añadió, con rabia.

-¡Wow, amigo! Nunca te vi así por una mujer -comentó Karl-. Debe ser una muñeca para que estés en este estado. ¿Quién es?

-¿Muñeca? No... Es ella...

-¿Quién? -preguntó Karl, intrigado.

-¿Quién va a ser?... Adele

-¿Adele? ¿Tu Adele? -Karl lo miró, alarmado. No podía creer lo que oía.

-Sí... Mi Adele.

-Lucas, ¿es broma?

-No...

-Lucas, ¿qué te sucede? ¿Estás mal de la cabeza? ¡Es tu hermana, bastardo!

-¡No lo es! -gritó Lucas, golpeando la barra.

-Se criaron juntos, es como tu hermana. ¿Cómo no va a rechazarte, estúpido?

Pero para Lucas, no era una hermana. Era la mujer que amaba y que lo había despreciado. Bebió el resto de la noche hasta quedar inconsciente sobre la barra húmeda, y su amigo Karl tuvo que cargárselo en los hombros para llevarlo a su departamento.

No despertó hasta después del mediodía, con un terrible dolor de cabeza, la boca con un sabor metálico y el corazón hecho pedazos. Se levantó como pudo, tambaleándose, y la primera imagen que le vino a la mente fue la de ella, con su vestido azul. Se metió bajo la ducha fría para tratar de disipar los efectos de esa imagen en su cuerpo.

Para colmo, su teléfono no dejaba de sonar: era Norma. Sabía bien lo que le esperaba si contestaba: reclamos, gritos, quejas. Lo ignoró, pero después le llegó un mensaje que no pudo ignorar. Su padre le exigía que fuera a la casa para hablar sobre lo que había pasado. Así que, por la tarde, no le quedó más opción que enfrentarlo.

-Hijo, dime que lo que ocurrió anoche es una mentira -dijo Norma con un tono de súplica.

-No lo es, mamá, y lo sostengo -respondió Lucas.

El ruido de la silla al correrse rompió el silencio. Francis se puso de pie y lo miró, como si de repente ya no reconociera a su propio hijo.

-¿Sabes lo que ha costado tu... amor? -preguntó Francis.

-¿Por qué dudas de que es amor lo que siento por Adele? -

-¿Lo sabes? -insistió Francis, su voz ahora un poco más dura-. ¿Quieres que te diga lo que lograste?

-¿Qué? -respondió Lucas, fastidiado.

-¡Que Adele decida irse de la casa!

-¿Qué? ¿A dónde va a irse?

-¿Eso era lo que querías conseguir? -le reprochó Francis, con una mirada dura.

-¿Dónde está?

-¡Siéntate! Aún no hemos terminado... -ordenó Francis-. Adele decidió irse a estudiar fuera de la ciudad. No puedo retenerla ni negárselo. Ahora puede disponer de lo poco que le dejó su padre. Voy a seguir apoyándola como si fuera mi hija, ¡porque es mi hija! Y tú... tú la dejarás en paz.

-¡No puedes dejarla hacer eso! ¡Nunca ha vivido sola!

-¿Ahora te preocupas? -dijo Francis, con un sarcasmo gélido.

La cara de Lucas se contrajo, casi desencajada por la inminente separación de Adele. Nadie creía en sus sentimientos.

-Lucas, es lo mejor para todos... -intervino Norma, intentando calmar la situación.

-¡No, mamá, no lo es! ¿Cómo va a ser lo mejor para Adele? ¡No tiene a nadie allá afuera!

-Tiene que irse, así te calmarás... -trató de decir Norma, pero Lucas la interrumpió de golpe.

-¡Iré tras ella a donde sea que vaya! -gritó, incapaz de controlarse.

-¡No lo harás! -le gritó Francis, acercándose un paso hacia él.

-¿Y cómo piensas detenerme?

-Te vas a comprometer con Sara -sentenció Francis.

-Claro que no... No me comprometeré con ella -respondió Lucas, riéndose amargamente.

-¿No te das cuenta, hijo, de que ella es igual que su madre? -intervino Norma.

-¡No digas eso, Norma! -exclamó Francis.

-¡Es cierto! -replicó Norma, su voz cargada de desprecio.

-¡NO LO ES! -gritó Francis.

Francis odiaba esa referencia. Detestaba que compararan a Adele con su madre cuando, en realidad, era un reflejo del carácter de su padre. Sí, se parecía a su madre en el cabello rizado, en la sonrisa serena y en los ojos brillantes, pero nada más. Su lealtad, su voluntad y su actitud reservada eran de su padre, su mejor amigo.

-Harás lo que te digo... -ordenó Francis, sin más discusión.

-¡No me comprometeré y, mucho menos, me casaré con Sara!

-¡Es eso o, así como Adele se va de la ciudad, tú te irás a estudiar fuera del país! -declaró Francis, endureciendo su posición.

-¡Francis! -intentó Norma.

-¿Qué? ¿Acaso no dijiste que poner distancia era lo mejor? ¿O eso solo aplicaba a la niña? -replicó Francis, sin mirarla.

-¿Por qué no me dejas quererla?

-¡¿A quién vas a querer tú?! -explotó Francis, furioso-. ¡Todas esas mujeres que han venido a reclamarte, aun cuando tienes novia! ¿Así piensas quererla? ¡Harás lo que se te dijo!

Lucas iba a gritar, a negarse, pero sabía que no tendría sentido. Si lo obligaban a marcharse, sería aún más difícil verla. Pero si se quedaba y se comprometía, al menos tendría una oportunidad. Sabía que cuanto más luchara, más alejaría a Adele. Y, en su mente, la única novia que quería llevar al altar era ella. La única mujer con la que quería dormir todas las noches era ella.

Acostumbrado a tomar lo que quería y a que nadie se le negara, en su amor por Adele se había mezclado algo más: el orgullo herido por el rechazo. Un gusano negro que se alimentaba de la frustración, capaz de devorar sus sentimientos en una sola mordida.

Adele había decidido que era mejor irse a estudiar lejos; quería ser enfermera. Un sueño sencillo a pesar de haber crecido rodeada de privilegios en la casa de los Martin, pero, al fin y al cabo, ella era una muchacha sencilla.

Francis se enojó, tal como ella había pensado, pero no tuvo más remedio que aceptarlo. Todavía le quedaba su casa de la infancia y, si quería, podía rentarla para sacar algún beneficio. Pero Adele no quiso; le dijo que trabajaría, a lo cual Francis, con su ternura característica, le aseguró que no sería necesario.

-Te voy a extrañar...

-Yo también.

-Lamento tanto todo lo que ocurrió... Lamento no haberme dado cuenta a tiempo.

-No es tu culpa, padrino... Yo tampoco me di cuenta.

-Tu padre confió en mí y siento que lo defraudé.

-Papá estaría muy contento de todo lo que me has dado, de cómo me has cuidado, lo sé.

-Estaría muy orgulloso de ti... Yo lo estoy.

Norma no pensaba lo mismo; la veía tan igual a su madre que temía por su hijo, por el destino que tendría si se involucraba con una mujer así. Cuando escuchó que Adele quería alejarse, no tardó en darle mil razones a Francis para que no se opusiera, ni en acordar una fecha para el compromiso con los padres de Sara; era mucho mejor en todos los aspectos que Adele.

A Sara no le importaba demasiado si Lucas era un mujeriego o si tenía aventuras pasajeras, porque no había mejor partido que él. No había nadie más guapo ni más intenso en la intimidad, y nadie con un futuro brillante y acomodado asegurado como el de él. Así que, cuando su madre le dijo que querían que se comprometiera, pegó un salto de alegría. Estaba convencida de que luego del casamiento, su novio cambiaría de hábitos. No sabía ni sospechaba nada de los verdaderos sentimientos que él guardaba por su "hermana".

Al enterarse de que su hermano iba a comprometerse, Adele dudó, pues sabía que ese compromiso apresurado era consecuencia de los acontecimientos de aquella noche. Aun cuando Lucas había resquebrajado su relación, ella seguía preocupándose por él y queriéndolo como siempre. Pero entendió que no podía decirle nada, no podía preguntarle, o tal vez su inquietud la tomaría como algo más. Y Adele no era así; ella nunca había tenido miedo de enfrentarlo y cuestionarlo, de hecho, siempre se atrevía a hacerlo.

Sus discusiones eran proverbiales y podían durar días. Lucas hacía algo mal, muy mal, y Adele estaba en primera fila para ponerlo en su lugar. Él no se aguantaba e iba al choque. Pero luego volvían a amigarse, como si nada. Ahora que lo pensaba mejor, entendía muchas otras cosas: como la vez que llevó a su novio para que Francis lo conociera y Lucas había estallado, gritándole delante del muchacho que era muy joven para andar en romances; no eran celos de hermano.

O cuando, en una fiesta con sus amigos, se la llevó casi a rastras porque, según él, el tipo que preparaba los tragos quería pasarse de listo con ella; ahí tampoco eran celos de hermano. Por eso, a veces no la dejaba salir sola con las amigas, argumentando que las acompañaba para cuidarlas porque eran un grupo de niñas tontas. O la fastidiaba hasta hacerla llorar cuando quería usar faldas cortas. Ni siquiera su padrino la cuestionaba por esas cosas. Pero él sí, la cuestionaba por todo. ¿Quién hubiese pensado que lo que pasaba por su cabeza no era un sentimiento de protección?

Ahora, Adele se acobardaba para evitar más situaciones. A su manera, estaba buscando mantener el fino equilibrio que había dejado de existir para protegerlos. Cuando ella se fuera, volverían a ser la familia que eran antes de que llegara. Pero eso no era cobardía, como ella pensaba, era valentía. Era muy joven, muy optimista y muy soñadora para el mundo que la esperaba afuera; sabía que intentaría comérsela viva, pero volvería a cuadrarse de hombros y a enfrentar lo incierto. Y, de alguna manera, eso la entusiasmaba.

Cuando llegó la fiesta del compromiso de Lucas y Sara, Francis impartió una sola orden a Lele y Norma: Adele no podía quedarse nunca sola. Conocía a su hijo y sabía que era proclive a dejarse llevar por sus instintos y emociones. Desde aquella noche no habían vuelto a verse; él permaneció en el departamento y no regresó a la casa. Se verían de nuevo en la fiesta, y no quería que tuviese la oportunidad de volver a "declararse".

Un acontecimiento enorme, lleno de invitados de ambas familias: una futura esposa radiante y un futuro esposo opaco. Ni siquiera se habían saludado; Adele permanecía flanqueada por Lele y Francis, y Lucas no se atrevía a acercarse, solo a mirarla de reojo cuando creía que nadie se daba cuenta. Y para torturarlo aún más, ella eligió un vestido muy parecido al azul de aquella vez, pero gris, y la imaginación de Lucas se disparó. Sara le hablaba y él no la oía; su futura suegra le hablaba y él no la oía.

Karl estaba presente y meneaba la cabeza con frecuencia al observarlo. Su amigo era muchas cosas, y la peor de ellas era que se transformaba en un monstruo cuando quería. Unos días antes, le había pedido que lo acompañara, que tenía algo que hacer y necesitaba que lo ayudase. Como buen compinche, lo hizo, para enterarse cuando llegaron al lugar que todo lo que Lucas quería era intimidar al novio de Adele lo suficiente para que la dejara. Y lo había conseguido; el muchacho se asustó tanto que, apenas Lucas se fue, la llamó para decirle que no la quería más.

Eso se reflejaba en la cara caída de Adele, que trataba de disimular su tristeza, y en la de satisfacción de Lucas, que al menos podía quedarse tranquilo de que, si ella se iría, lo haría sola. Al menos, el tiempo suficiente hasta que pudiera encontrarla de nuevo.

            
            

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