Donde duermen las mariposas
img img Donde duermen las mariposas img Capítulo 8 Verano frío
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Capítulo 10 Tú y yo juntos, nada es mejor img
Capítulo 11 Estoy siendo cruel para ser amable img
Capítulo 12 Solo resiste img
Capítulo 13 Huir por qué ya no quiero que duela img
Capítulo 14 Costumbres img
Capítulo 15 No te dejaré acercarte lo suficiente para lastimarme img
Capítulo 16 No puedo evitarlo porque, nena, eres tú img
Capítulo 17 Es más que suficiente img
Capítulo 18 Mi pequeño amor img
Capítulo 19 Incluso pusiste mi mundo en movimiento img
Capítulo 20 Volveré a tiempo img
Capítulo 21 Me pierdo en el tiempo solo pensando en tu cara img
Capítulo 22 Tómame de la mano mientras hacemos lo que hacen los amantes img
Capítulo 23 Para hacerte sentir mi amor img
Capítulo 24 Iluminas mi corazón img
Capítulo 25 No sé quién sería si no te conociera img
Capítulo 26 No subestimes las cosas que haré img
Capítulo 27 Deja que el cielo se caiga img
Capítulo 28 Piensa en mí en lo más profundo de tu desesperación img
Capítulo 29 Ir hasta el fin del mundo por ti img
Capítulo 30 Solo quiero pasar toda mi vida contigo img
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Capítulo 8 Verano frío

Verano frío

Las cosas cambiaron un poco para Adele. Nunca más volvió a verlo en la universidad; al parecer, él la había dejado. Se metió de lleno en los estudios, evitando salidas con sus compañeros o reuniones, se quedaba hasta tarde en la biblioteca y solo se concentraba en preparar exámenes. Francis nunca supo lo que había sucedido con Jim; ella simplemente le dijo que no había funcionado cuando su padrino preguntó por él. No quería mentirle, pero si le decía la verdad, tendría que contarle todo, y eso solo traería un nuevo problema. Estaba harta de los problemas.

Por un tiempo largo, Lucas no volvió a aparecer; sin embargo, estaba segura de que en algún momento lo haría. Su impulsividad lo llevaba a hacer cosas impensables. Solo rogaba que se casara rápido y se ocupara de Sara; creía que así la dejaría en paz. Su rutina se transformó en un hábito difícil de romper: levantarse temprano, desayunar ligero, salir a sus clases, estudiar, seguir estudiando, y volver a cenar y dormir.

A pesar de eso, Adele no había perdido el impulso. Cuando tenía ratos de aburrimiento, salía a caminar por algún parque o iba al cine. Se acostumbró a que los sábados tomaba un libro y se sentaba en un pequeño café a pasar la mañana. Los domingos, miraba películas y hablaba con Lele por teléfono. No era tan mala la soledad después de todo.

Y entonces llegaron las vacaciones, pero ella no quería regresar a la casa, a Lucas. Extrañaba tanto a Francis, mucho. Así que se le ocurrió: ¿por qué no invitarlo a que pasara unos días con ella? Podía armar el sillón y convertirlo en cama; podrían comer juntos, charlar, o acompañarlo mientras se sumía en sus pensamientos. Lamentablemente, su padrino no contaba con tantos días, pero le prometió que iría un fin de semana; él también la extrañaba.

-Iré, solo si me prometes que luego regresarás conmigo y te quedarás todo el verano, Adele -le había dicho, y ella no pudo hacer más que aceptar.

Lo esperó en la puerta, y cuando Francis bajó del auto, no le alcanzaron las piernas para correr y abrazarlo. La montaña sonrió de oreja a oreja con su pequeña en los brazos; era la niña de sus ojos. Lo ayudó a acomodarse para pasar esos dos días en su pequeño departamento y, como bienvenida, le cocinó pastas. Y él se sentía el rey de Java. Fueron a tomar helado, a pasear; la llevó a comprar vestidos y libros. Adele volvía a sentirse como cuando tenía 8 años, y eso le reconfortó el corazón; su alma se entibió otra vez.

Regresó con él a la casa. Lele estaba enloquecido; otra vez su hermana pasaría el verano con ellos. A Norma ya no le preocupaba tanto que estuviera de vuelta; Lucas y Sara se habían convertido en una pareja de enamorados y vivían pegados el uno al otro constantemente. Poco sabía que a su hijo se le había dado por costumbre actuar y fingir. La única que sabía que todo era una fachada para disimular era Adele. Estaba tan cansada de todo aquello; cansada de tener miedo a que él hiciera algo fuera de lugar; cansada de tener que esconderse y cansada de tener que mantenerse alejada. No servía de nada; Lucas ya le había demostrado que, sin importar qué, se aparecería en su vida a robarle algo.

No se presentó hasta después de su viaje con Sara. Muy campante, entró vestido con unos pantalones claros y una camisa blanca; venían del Caribe y se había traído un pedazo de él en la actitud. Saludó a su madre con un beso en la mejilla, a Lele con un movimiento de cabeza, y a su padre con un "Hola". Para Adele fue un "Hola" acompañado de un obsequio de sus vacaciones. Obsequio que ella dejó olvidado en una silla. El primer desprecio de ese verano. Detrás de él, Sara, también con un estilo relajado y la sonrisa abierta.

Francis podía ir y venir, pero mientras su hijo estaba allí, no le quitaba los ojos de encima. Al igual que Adele, no creía demasiado en su repentino enamoramiento. Pero Lucas se comportó; no mostró señales de absolutamente nada y solo se dedicaba a mimar y atender a Sara. El problema para él se presentó una noche en la que Adele se reencontraría con sus amigas en un bar. Luego de la cena, se distendieron todos en la terraza para aprovechar la brisa cálida. Ella bajó para avisar que ya se iba, y a Lucas se le puso el mundo de cabeza; no se aguantó, no pudo.

-¿A dónde vas así vestida? -no obtuvo respuesta.

Eligió una falda corta y una blusa negra que se le ceñía un poco de más. De eso también se había cansado: de no poder ponerse lo que le gustaba y de esconder su cicatriz. Lele la miró y también se sintió algo incómodo. Pero Francis no le dijo más que se cuidara, que no volviese muy tarde y que le avisara si algo surgía. Saludó y se encaminó hacia la puerta, y de nuevo lo escuchó de fondo.

-¡Ey, mocosa! ¿A dónde vas así vestida?

-No empieces -le advirtió Norma.

-Déjala en paz, Lucas; es joven y tiene bonita figura -la defendió Sara.

-¿Y eso qué? -le respondió molesto.

-Déjala -fue todo lo que Francis tuvo para acotar. Creyó que sería suficiente, pero Lucas ya había pasado esa barrera.

Se apresuró a alcanzarla antes de que llegase a salir.

-Te pregunté a dónde vas vestida así.

-No te importa -y su voz era cortante.

-No vas a salir semidesnuda a la calle.

-No eres mi padre para decirme lo que puedo o no hacer.

-No, pero soy tu hermano... -el viejo discurso lo traicionó.

Ella solo lo miró; su cara demostraba que quería morirse por lo que acababa de decir. Adele había vuelto, pero esta vez, preparada para el contraataque. Si no se defendía y marcaba límites, Lucas nunca iba a detenerse.

Adele levantó una ceja y se fue. Él se quedó ahí parado, sintiéndose como un payaso. Francis sonrió satisfecho y se levantó para irse a la cama; la niña estaba demostrando coraje. Pero Lucas, además de sentirse un payaso, se estaba muriendo de celos y rabia. ¿Cómo hizo para engañarlo tan fácilmente? Era la costumbre: él le reclamaba, ella lo cuestionaba, y él argumentaba que era su hermano para defenderse.

Sara se paró a su lado y lo tomó del brazo. Con un tono condescendiente, le dijo:

-Vamos, Lucas, Adele creció. No puedes pasarte la vida "cuidándola". -Se lo decía a propósito y con malicia.

-Tiene razón, Sara -añadió Norma.

Bien, si ella había salido así, él se quedaría a esperar que regresara. Quería ver qué cara pondría cuando lo encontrara. Hizo que arreglaran su cuarto para pasar la noche allí con Sara.

-Sara, no quisiera decirte esto, pero... Debes cuidar a Lucas de Adele -se habían sentado de nuevo afuera, solas, Sara y Norma.

-¿De Adele? -fingió ella.

-Es una buena niña, pero es como su madre.

-¿Qué quieres decir, Norma?

-Ah... La madre era una mujer de... reputación ligera, por decirlo de alguna manera. Se casó con el padre de Adele para salir de su país, pero cuando llegó aquí, continuó con su manera de ser. ¡Pobre John! ¡Lo que padeció ese hombre por su culpa! Por eso te digo que lo cuides de ella... Mira cómo se viste ahora y esas actitudes y contestaciones que tiene...

Sara no conocía ese pedazo de la historia de la familia. Un poco se sorprendió; a su entender, Adele no era más que una jovencita un poco tonta e insulsa, corriente. Jamás la había considerado de esa forma. Pero si Lucas se había fijado tanto en ella, por algo sería. Tal vez debía escuchar a Norma.

Adele estaba lo más contenta con sus amigas, poniéndose al día y bebiendo cerveza. Algunos muchachos se acercaron a la mesa donde estaban, y dos de sus amigas salieron a bailar, pero ella rechazó todas las invitaciones. No tenía interés en conocer a nadie. Una de las jóvenes se veía un poco apagada, la miraba apenas, hasta parecía nerviosa.

-Adele... ¿has visto a tu hermano?

-¿Mi hermano?

-A Lucas...

¿Lucas? ¿Por qué preguntaría por él?

-Sí, estaba en la casa esta noche.

-¿Es verdad que se va a casar?

-Eso parece, está comprometido... ¿Por qué me preguntas por él?

La muchacha suspiró profundamente y le contó todo. Cómo Lucas había estado rondando por su casa, cómo le había hablado, las palabras que usó para convencerla, el hotel a donde la había llevado y que le había pedido su dirección. ¡De ahí la había sacado! ¡Qué desgraciado! No tenía límites ni reparos; estaba llegando demasiado lejos. Su amiga se veía tan triste; se había sentido halagada y entusiasmada por el interés que él le demostraba, como si fuera un sueño. Pero luego se dio por completo contra la pared de concreto que él levantó cuando obtuvo lo que buscaba.

Se enfureció con él, todavía más. Recordó la cara de Grace con el niño en brazos y miró a su amiga. ¿A cuánta gente pensaba lastimar para conseguir lo que quería? ¿Ese era el Lucas que ella conocía? No, este Lucas era una bestia. Se disculpó por él y le pidió que no volviera a hacerle caso nunca más, porque era un mujeriego y no le importaba nada. La muchacha lloró, desilusionada; esto tenía que terminarse ya.

Había salido con la intención de pasarla bien y divertirse, de distraerse; pero otra vez, él lo había arruinado. Cuando volvió, su ánimo no era muy festivo.

-Mira nada más a la hora que llegas... -la esperó sentado en los primeros escalones de la escalera, jugando con las manos, frotándose el pijama de los nervios. Cuando por fin oyó la puerta abrirse, estaba con la paciencia al límite.

-¿Qué haces aquí?

-Quería verte volver... así vestida -la señaló e hizo un gesto de desagrado.

-¿Sabes? Es bueno que te hayas quedado... Hablé con Tatiana esta noche.

-¿Con quién?

-Con Tatiana, mi amiga... la que te llevaste a un hotel para sacarle mi dirección.

-Ah...

-En serio, Lucas, ya basta. ¿Cuántas personas piensas lastimar? Lloró casi toda la noche por tu culpa.

-Eso fue por tu culpa, porque quisiste irte a jugar a la casita por tu cuenta. No me lo tires a mí. -Parecía un chiste, pero se lo decía en serio. Para él, todo lo que hacía o haría para llegar a ella solo eran consecuencias de que lo hubiera abandonado.

-Si te hubieras quedado aquí en la casa en vez de salir huyendo para después revolcarte con ese infeliz, no habría tenido que buscar a tu amiga o la esposita de tu "novio".

-¿No te das cuenta de que hieres a las personas con las cosas que haces? No puedes solo alterar la vida de los demás a tu antojo.

-Dejaré de hacerlo el día que me aceptes.

No había caso, no quería escuchar. No le interesaba nadie, nada, solo él y lo que "sentía" por ella. Adele suspiró, no tenía ganas de discutir; sentía que le hablaba a un mueble. Trató de subir las escaleras, pero él se le paró enfrente.

-Ahora dime... ¿te divertiste esta noche mostrándote como un pedazo de carne?

-Me voy a dormir... -intentó esquivarlo, sin éxito.

La miró con deseo: esas piernas largas, ese escote ajustado, el cabello suelto. Y a Adele le repugnó esa mirada.

-¿Quieres que te cuente cómo me pone verte así de hermosa? -le dijo con un tono bajo.

-Me das asco -su respuesta sonó con desprecio, con rechazo, y Lucas la resintió.

-Seguro que con ese maldito no te daba asco, ¿verdad? -estaba herido.

Adele por fin lo esquivó y subió dos escalones antes de voltearse y mirarlo.

-No, no me daba asco... Me gustaba -le respondió con veneno.

Siguió subiendo hasta que se encerró en su cuarto. Lucas se quedó pasmado por su respuesta; ella no era así, nunca decía esas cosas.

            
            

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