La dulce sirvienta y el millonario
img img La dulce sirvienta y el millonario img Capítulo 2 El Mundo de Mihai
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Capítulo 6 La Primera Confusión img
Capítulo 7 Los Secretos del Pasado img
Capítulo 8 La Intervención de La Familia img
Capítulo 9 El Encuentro Secreto img
Capítulo 10 La Fiesta de San Jorge img
Capítulo 11 La Visita a la Iglesia de Moldovia img
Capítulo 12 La Presión Social img
Capítulo 13 La Promesa No Dicha img
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Capítulo 2 El Mundo de Mihai

Mihai caminó por los pasillos de la mansión con paso firme, pero su mente estaba lejos de allí. El bullicio de los sirvientes moviéndose rápidamente para preparar la cena, el olor a madera pulida y los adornos dorados que brillaban bajo la luz de los candelabros, todo eso le resultaba ajeno en ese momento. Como siempre, el peso de la mansión sobre sus hombros lo aplastaba, pero no de la forma en que sus padres esperaban.

Él, el heredero de los Ionescu, tenía que estar preparado para todo lo que implicaba ser el próximo líder de la familia. Eso significaba asistir a reuniones aburridas, manejar negocios, cumplir con las expectativas de un apellido que llevaba siglos en la alta sociedad rumana, y, sobre todo, encontrar una esposa adecuada. Al menos, esa era la única verdad que le repetían una y otra vez, como si fuera una oración que debiera aprender de memoria.

La mansión, con sus enormes salones decorados con cuadros de antepasados y su colección de muebles antiguos, le parecía cada vez más una prisión dorada. Mientras cruzaba el vestíbulo, donde el eco de sus pasos resonaba, Mihai pensaba en el lugar que lo rodeaba y en la vida que se esperaba de él. La lujosa sala de estar, con sus cortinas de terciopelo y la chimenea siempre encendida, había sido su refugio durante años, pero ya no era suficiente.

El reloj de la entrada marcó las seis de la tarde, y eso significaba que era hora de enfrentarse a su padre, el Señor Ionescu, un hombre al que siempre le había costado mirar de frente sin sentir una presión insoportable sobre su pecho. Su padre no aceptaba excusas ni debilidades. Desde que Mihai había tenido la edad suficiente para entender las expectativas, su vida había sido una constante lucha por ser el hombre que su padre deseaba, aunque él, en su interior, nunca había compartido esa visión.

-Mihai -lo llamó su madre desde el salón principal, su voz suave pero firme-, tu padre quiere hablar contigo.

Al entrar, Mihai encontró a su padre sentado en su gran sillón de cuero, con las manos entrelazadas y una expresión grave. El aire en la habitación estaba cargado de una tensión palpable. La luz de la tarde se filtraba a través de los grandes ventanales, iluminando el rostro serio de su padre.

-Siéntate -dijo el Señor Ionescu, su voz profunda y autoritaria.

Mihai se sentó sin decir una palabra, su mente corriendo a mil por hora, buscando una excusa, una forma de esquivar la conversación que sabía que se avecinaba. Pero nada podía detenerlo.

-Es hora de que empieces a asumir tus responsabilidades -dijo su padre de manera directa, mirando a su hijo con una severidad que hacía que Mihai se sintiera pequeño a pesar de su altura-. Este año cumpliste los veinte, y ya no puedes seguir jugando a ser un niño. La mansión, los negocios, todo esto, lo que tenemos, es tu legado. Y es hora de que comiences a prepararte para tomar las riendas.

Mihai sintió cómo una oleada de incomodidad lo invadía. El tono de su padre era tan serio que no dejaba lugar a dudas: había llegado el momento. Pero él no estaba listo. No quería, ni podía, ver su vida reducida a una serie de reuniones y decisiones económicas. No podía imaginarse a sí mismo tomando el control de todo eso.

-Lo sé -respondió, intentando mantener la calma, pero el malestar era evidente en su voz.

Su padre no pareció notar la vacilación. En su mente, Mihai ya estaba listo para todo eso, o al menos eso pensaba.

-Además, ya tenemos a la joven Elena esperando. Su familia es perfecta para un matrimonio con los Ionescu. Es una buena elección para tu futuro, Mihai. Ella es educada, tiene una familia respetable y un apellido que complementará el tuyo.

Las palabras de su padre fueron como una puñalada en su pecho. Elena era todo lo que Mihai no quería: una joven perfecta, adecuada para el matrimonio, pero completamente ajena a sus deseos y sentimientos. De alguna manera, la idea de pasar su vida con alguien como ella lo aterraba. No quería una esposa que fuera simplemente un accesorio social.

Mihai se obligó a morderse el labio para no mostrar su frustración. ¿Cómo le explicaba a su padre que no podía vivir de acuerdo con sus planes? ¿Cómo podía decirle que sus expectativas de un matrimonio arreglado, lleno de promesas de dinero y poder, no eran lo que él deseaba para su vida?

-¿Y qué pasa con mis propios deseos? -preguntó finalmente, la voz temblorosa de ira contenida-. ¿Qué pasa con lo que yo quiero?

El Señor Ionescu lo miró como si acabara de decir una barbaridad. Su mirada era fría, pero en ella había un destello de desaprobación que quemaba.

-Lo que tú quieres no importa, Mihai. Lo que importa es lo que la familia necesita. No estás aquí para jugar con tus sentimientos. Necesitas tomar en cuenta lo que te hemos enseñado. -El rostro del padre se suavizó ligeramente, pero su tono permaneció implacable-. No tienes opción. El destino de esta familia está en tus manos.

Mihai no pudo evitar soltar un suspiro de frustración. Sabía que la lucha contra su padre era inútil. Nada de lo que dijera cambiaría el curso de los acontecimientos. Las expectativas de su familia siempre lo habrían definido, independientemente de lo que él quisiera.

Con un movimiento brusco, se levantó de la silla, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba de rabia contenida. ¿Era esto lo que quería para su vida? ¿Un futuro sin ninguna posibilidad de escape?

Salió del salón sin decir una palabra más, y cerró la puerta con fuerza detrás de él. En ese instante, la mansión, que antes había sido su hogar, ya no le parecía acogedora. El lujo y la riqueza que siempre lo habían rodeado ahora parecían una cadena, algo que lo ataba a una vida que no deseaba.

Y así, mientras caminaba por los pasillos elegantes de la mansión, sintió el peso de todo lo que se esperaba de él. Las expectativas de su padre, de la sociedad, del apellido Ionescu, lo aplastaban con cada paso que daba. Y en ese momento, algo en su interior cambió. A partir de ese día, algo se agitó en su corazón, algo que no podía controlar. Algo que había comenzado a germinar en él el día en que conoció a Loana.

Pero eso aún estaba muy lejos de ser comprendido.

            
            

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