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La mañana siguiente, la ciudad despertaba con la luz suave del sol filtrándose a través de las grandes ventanas de la oficina de Isabela. La calma que seguía a la tormenta de la noche anterior era casi inquietante. Isabela se encontraba sola en su despacho, observando la ciudad desde su escritorio. Los ecos de las decisiones tomadas la noche anteri
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