Capítulo 10 Capítulo 10

Apenas salió de la pista, sonó su teléfono.

Al ver quién llamaba, decidió no responder, y su hermana fue redirigida al buzón de voz. Liam no estaba de humor para seguir escuchando las críticas de Willow, sobre su comportamiento irresponsable y egoísta, porque en las últimas semanas, desde que su padre había revelado su intención de designarlo como su sucesor, muchas de esas llamadas habían sido para hablar de ese tema.

Su teléfono sonó de nuevo, pero esta vez, era un mensaje de texto de Holly, su hermana menor, y la niña consentida de la familia Anderson, y quizá por ello, la más mimada y autosuficiente de los tres.

Clarke y Lois nunca le negarían nada. Es más, Liam pensaba que el hecho de ser una bailarina afamada, habría contribuido a que así fuera, ya que sus padres siempre complacían sus deseos, sin importar lo excéntrico que fuesen.

Cuando dijo que quería su propio estudio de ballet, Clarke adquirió un almacén, y lo acondicionó, para satisfacer, expresamente, todos sus requerimientos.

Cuando exigió un "penthouse" de seis habitaciones, en la exclusiva zona de Rock Castles, un ejército de agentes inmobiliarios se movilizaron rápidamente, para conseguirle uno, sin importar que éste estaría vacío la mayor parte del año, porque ella casi nunca estaba en el país.

No obstante, el más estúpido de sus caprichos fue, cuando obligó a las tiendas de la calle 9 a cerrar sus puertas, al resto del público, porque ella quería elegir sus cincuenta mil pares de zapatos y los bolsos a juego, dejando boquiabiertos al resto de las personas.

Su texto era otra de sus exigencias, por cuanto que quería que él llevara a su alteza, lo antes posible, a la Clínica de Glen Eagles.

Willow volvió a llamar, pero esta vez, él activó el altavoz. Sin embargo, su corazón se detuvo, al escucharla sollozar desesperadamente.

Le tomó unos minutos lograr que se calmara, para que le explicara lo que estaba sucediendo.

"Es papá", gritó ella, y le dijo: "¡Tienes que venirte ya para la clínica!"

Liam trancó la llamada, y giró en U, haciendo caso omiso de la señal de tránsito que lo prohibía. En el trayecto, se saltó todas las luces rojas de los semáforos, e ignoró a los miles de vehículos que le tocaban la bocina, mirándolo fijamente, al verlo cometer una infracción. Tenía la vista puesta en la via, pero su mente se transportó al estudio de su padre, reproduciendo una y otra vez, la acalorada discusión que había tenido ese día, y las palabras que le había dicho, antes irse.

En sólo diez minutos, llegó a la clínica, pero había rezado más fervientemente, y por más tiempo, de lo que lo había hecho, en toda su vida. Hizo promesas en silencio, ofreció todo lo que tenía, e incluso prometió renunciar a sus sueños, a las carreras de autos, y a las competencias, si eso le permitía estar una hora más con su padre.

Liam no sabía cómo había llegado a la clínica, y salió de su aturdimiento, cuando se detuvo en el estacionamiento de visitantes, y escuchó las sirenas de las ambulancias, que salían, a toda velocidad, para salvar una vida en algún lugar.

Sus dos hermanas fueron a recibirlo a la entrada.

La mayoría de las veces, Holly y Willow, quienes llevaban nombres de árboles, debido a la pasión de su madre por las plantas, eran la viva imagen de una mujer con clase y aplomo. Gracias a su negra cabellera, sus enormes ojos verdes, su piel tersa, y su esbelta figura, la gente podría pensar que eran gemelas, a pesar de la diferencia de cuatro años de edad, que había entre ellas.

Sin embargo esa noche, fue todo lo contrario, pues sus hermanas estaban despeinadas, llorosas y con la nariz goteando, los ojos enrojecidos, y una mirada desencajada, por el pánico.

Al verlo llegar, se arrojaron a sus brazos, y él las abrazó con fuerza, e intentó protegerlas, lo más que pudo, aunque no sabía con exactitud, lo que estaba sucediendo.

"¿Qué pasó? ¿Dónde están nuestros padres?", preguntó, mientras se soltaba, para continuar caminando hacia los ascensores, que los llevarían al ala VIP.

"Papá está muy enfermo, Liam", dijo Willow sollozando.

"Eso no puede ser cierto", exclamó él, moviendo la cabeza, negándose a aceptar que su padre tuviese un problema de salud. Después añadió: "Tiene que haber un error, porque yo lo vi hoy, y estaba perfecto como siempre". En realidad, Clarke nunca había faltado un día a la empresa, por causa de alguna enfermedad o padecimiento.

"Eso era precisamente, lo que quería que pensaras, aunque ya tiene tiempo enfermo", murmuró Holly.

Liam hizo una pausa, y las miró frunciendo el ceño, con desconfianza, y agregó: "¿Qué quieres decir con que lleva tiempo enfermo, y qué es lo que tiene?"

"Desde hace aproximadamente seis meses", respondió ella.

Mientras que Willow afirmó: "Tiene cáncer de colon".

Liam expulsó todo el aire que tenía en los pulmones, y aún sorprendido por la noticia, sintió que se hundía en arena movediza. Luego comenzó a jadear, convencido de que estaba a punto de asfixiarse, con esa "bomba" que le habían lanzado. Sin embargo, era todavía peor, ese terrible e interminable silencio, durante el cual, sólo le retumbaban en el oído, las palabras de su hermana menor.

Cáncer de colon.

Pero, ¿acaso esa enfermedad no sólo afectaban a personas de mucha más edad?

Clarke aún era joven, ya que apenas tenía 58 años, y toda una vida por delante. Además, era la persona más sana, que había conocido en toda su vida.

Su padre se cuidaba mucho, hacía, por lo menos, una hora diaria de ejercicios, jugaba golf los sábados y practicaba boliche los domingos. De hecho, su pecado más grande era comerse una pequeña rebanada de pastel, y eso lo hacía, sólo en ocasiones especiales.

Por eso, para él, las palabras de Willow carecían de todo sentido.

"¡No!", negó con la cabeza, sintiendo que le faltaba el aire, y luego gritó: "¡Estás equivocada. Papá nunca tendría cáncer, porque su salud es de hierro!"

"Liam", dijo Holly, mientras se acercaba para abrazarlo, y evitar que se desplomara en pleno pasillo, y susurró: "Nuestro padre no está bien".

"Si fuese cierto, sin duda, me lo habría dicho", afirmó él, apartando su mano, para poder seguir caminando.

"Él no quería que te preocuparas", explicó Willow, y añadió: "Porque después de que asumieras el cargo, pensaba irse al extranjero, con mamá, para someterse a un tratamiento".

"¡Pero debió decírmelo antes!", exclamó furioso Liam, y prosiguió: "De haberlo sabido, no habría discutido con él, de esa manera. Pero, ¿su estado es grave?"

"Su caso es bastante delicado, ya que debe someterse de inmediato a una cirugía, para extirparle una parte del colon", contestó Holly.

Liam miró a sus hermanas, incrédulo, porque a su modo de ver, ambas estaban muy bien enteradas de la enfermedad de su padre.

"¿Entonces, soy el único que no estaba al tanto?", preguntó delicadamente.

"Pensábamos decírtelo, pero papá nos hizo prometer que no lo haríamos, porque sabía que habías estado entrenando duro para la competencia, y quería que te concentraras en eso", murmuró Millow, mientras se frotaba sus hinchados ojos.

"¿De verdad creen, que eso me preocupa en este momento?", preguntó. Afortunadamente, justo cuando estaba a punto de salirse de sus casillas, la puerta del ascensor se abrió, y detuvo, al menos por un momento, la que habría sido la mayor pelea de su vida.