Capítulo 7 Capítulo 7

Ya era más del mediodía cuando finalmente Liam emergió de su coma, esperando encontrar a Eden en su cama, ya que no sería la primera vez que una de sus conquistas se quedaba más tiempo del esperado.

Pero al encontrar vacío el lugar junto a él, se sintió extrañamente confundido.

Así que se sentó gimiendo a causa del dolor de cabeza, el cual estaba empeorando gracias a la deslumbrante luz que irrumpía con fuerza a través de los amplios ventanales, que iban desde el piso hasta el techo de su recámara, luego de que su mayordomo pulsara el interruptor de la pared para correr las persianas.

"¡Cielos! Dave. ¿Te importaría dejarme dormir?".

"Lo siento, señor, pero su padre quiere verlo de inmediato".

"Dile que no puedo", respondió Liam, mientras tomaba con gusto el vaso con agua y las dos aspirinas que le ofreció Dave para curar su resaca. Tenía la sensación de que, si su padre se salía con la suya, necesitaría algo más fuerte que esa simple medicina.

"Su padre dijo que necesita que llegue en una hora", anunció Dave y se dio la vuelta para irse.

Pero entonces, Liam lo detuvo. "Atiende a Eden, por favor".

"Ella se fue, señor".

"¿Qué quieres decir con eso?", preguntó Liam atónito, por el anuncio de su mayordomo.

"Exactamente eso, señor. Salió de la casa, muy temprano".

"¿Hizo una escena?". Siempre la hacían, por eso, no le sorprendería que ella hubiera tenido esa reacción.

"No, señor. Más bien parecía ansiosa por irse. Prácticamente salió corriendo de la casa y de ser por ella, habría llamado a un chofer de Uber".

'Eso no tiene sentido', pensó Liam moviendo la cabeza. Su vida en las pistas de carreras lo mantenía bastante ocupado, por eso, no era común que llevara mujeres a su casa. No obstante, las chicas que habían ido con él, en especial al enterarse de que era corredor de autos, se instalaban sin la menor intención de retirarse. A veces había sido necesario que interviniera el personal de seguridad para sacarlas.

"¿Estás seguro de que era Eden? ¿Cabello castaño, menudita, muy linda, así de alta?", preguntó Liam, describiéndola y demostrando su altura con la mano.

Dave asintió.

Él estaba seguro de que debía existir algún problema de comunicación entre él y su mayordomo. Entonces, extendió la mano para agarrar su bata y, tras ponérsela, se deslizó afuera de la cama. Sin embargo, estaba sumamente desconcertado por lo que estaba pasando.

Bajó las escaleras sin hacer ruido y revisó la sala de estar, luego fue al comedor y, como no encontró a Eden, salió al patio, convencido de que ella debía encontrarse tomando el sol junto a la alberca.

Pero no había el menor rastro de la pequeña bibliotecaria por ninguna parte; y eso lo conmocionó. Era algo que no vio venir. ¡Eden había escapado mientras él dormía! Probablemente debía sentirse feliz de que ella le hubiera ahorrado la molestia de una charla incómoda luego de su aventura; pero no lo estaba. Probablemente porque no parecía alguien que simplemente se levantaría y se marcharía. No con aquel temperamento y la forma tan audaz con que ella se le había acercado.

En realidad, él pensó que la chica desearía repetir aquella única experiencia, con miras a volverla una relación permanente. De hecho, ya había pensado cómo acabaría con sus esperanzas... La llevaría de compras, para que eligiera el collar de diamantes más brillante que pudiera encontrar y después la dejaría en su pequeña vivienda. Ya que ella emanaba vibraciones de vivir en un pequeño apartamento de una habitación.

¿Quién diablos se creía esa chica? Liam iba echando chispas, mientras volvía a su dormitorio. La sola idea de que una mujer lo hubiera utilizado para tener sexo y luego lo hubiera abandonado lo llenó de una ira que no creía haber conocido. Sobre todo, porque pensaba que ella no estaba a su altura, ni en riqueza ni en apariencia.

Cuando entró en su recámara, él se sentó en el borde de su cama para pensar en la noche anterior.

Era cierto que no había sido el mejor sexo que había tenido, pero le encantó la manera en que ella le respondió. Cualquiera pensaría que era una locura, pero, aunque acababan de conocerse, el cuerpo de ella parecía conocerlo. Con solo tocarla había cobrado vida, y a él le gustó la forma en que ella había pronunciado su nombre entre gemidos, como ninguna mujer lo había hecho antes. Parecía feliz de estar enredada en sus brazos. Así que el hecho de que ella hubiera escapado sin dar las gracias o cuando menos despedirse le destrozó el alma.

Se sintió no solo utilizado, sino también extrañamente traicionado. Eran dos emociones que nunca pensó que podría sentir después de una aventura.

Un poco después, Dave regresó con más revelaciones asombrosas, ya que se acercó para colocar un bulto de ropa sobre la cama. "Señor, ella dejó esto".

"¡Vaya! ¿Tenía tanta prisa por alejarse que se fue desnuda?", preguntó el joven, casi gritando.

¿Quién era esa mujer? Pero lo que más le preocupaba era que, tal vez, su forma de hacer el amor fuera tan terrible que ella no pudo esperar a cubrirse el cuerpo antes de marcharse. En ese momento él se sentía vulnerable y un poco inseguro. Ninguna mujer se había escabullido de aquella manera luego de pasar una noche con él.

"No, señor. Llevaba puesta su camisa de mezclilla y una gabardina", explicó Dave. "La señora Stone lavó la ropa de la señorita cuando ella se fue".

Liam respiró aliviado al escuchar esa explicación. Por lo menos, ella no había salido corriendo desnuda. Sin embargo.

Mientras reflexionaba, él miró a su mayordomo: "¿Dices que se llevó puesta mi camisa?".

Dave asintió, encogiendo los hombros, y Liam negó con la cabeza. '¡Qué mujer tan audaz', pensó. Tenía que encontrarla y pedirle una explicación.

Observó el vestido y su ropa interior de encaje rosa sobre su cama. ¿Qué demonios se suponía que debía hacer con eso?

Sin poder olvidar su resaca y sin el menor deseo de ver a su padre, Liam regresó a la calidez de su cama, donde perdió el sentido de nuevo. Allí se sintió extrañamente reconfortado por el aroma de Eden, que persistía en sus sábanas.

Después de las tres de la tarde, Dave volvió a despertarlo con un ultimátum de parte de su padre. Si no se presentaba en su casa dentro de una hora, sería el propio Clarke Liam Anderson quien acudiría a buscarlo para discutir algunos asuntos pendientes con él.

Él sabía que su padre no bromeaba, por lo que, de mala gana, se arrastró fuera de la cama para ir a ducharse. Pasó una ridícula cantidad de tiempo bajo el relajante chorro de agua de la ducha, tratando de retrasar un poco más esa temida reunión.

Decir que él y su padre tenían una relación de amor odio era quedarse corto. Cuando las cosas iban bien entre ellos podían ser los mejores amigos. Pero cuando ambos se aborrecían, como lo habían hecho durante las últimas semanas, cualquiera juraría que eran los peores enemigos.

Y la fuente de su conflicto era el plan de sucesión de la empresa familiar. Su padre había decidido dejar el cargo de director ejecutivo, por lo que Liam tendría que calzarse aquellos enormes zapatos ese mismo lunes.

Irritado todavía porque su padre insistía en verlo, Liam salió de la ducha y, mientras se secaba frente al espejo, notó por primera vez el chupetón que tenía en el cuello. Le enojó nuevamente la audacia de esa chica. Como si no hubiera sido suficiente abandonarlo, además tuvo que dejarlo marcado.