Empezar de nuevo
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Capítulo 9 Capítulo 9

El estudio de su padre era, quizá, el lugar más imponente de la mansión, debido a su mobiliario de color oscuro, y a los miles de libros distribuidos en estantes fijados a las paredes, que estaban revestidas con paneles de madera. Sin embargo, ése era, a la vez, uno de los sitios preferidos de Liam.

Recordó esas pocas veces en las que estuvo ahí, tirado en el piso, con Holly y Willow, leyendo o jugando con sus juguetes. Los tres se sentían felices, porque su padre estaba en casa, compartiendo con ellos el máximo posible, ya que sus ausencias eran frecuentes, y nunca sabían, cuándo estarían con él de nuevo. Clarke viajaba mucho, dentro y fuera del país, siempre en búsqueda de clientes importantes. Por ello, no estuvo presente en muchas de las grandes celebraciones familiares, y quizá, ése era el verdadero motivo, por el que habían colocado esa colección de fotografías, en la repisa de la chimenea.

Sin embargo, Liam y sus hermanas nunca le guardaron rencor, porque cuando Clarke estaba en la mansión, era el mejor padre del mundo, y cuando viajaba, los consentía, trayéndoles regalos increíbles, de todos los lugares del planeta que visitaba, a fin de compensar su ausencia.

"Gracias por honrarme con tu presencia, hijo", dijo su padre con ironía, interrumpiendo sus pensamientos, para traerlo nuevamente a la realidad.

Luego, apagó su MacBook, y se levantó del escritorio.

"Hola cariño", murmuró, al sentarse al lado de Lois, mientras la besaba en la mejilla. Acto seguido, le preguntó: "¿Te sientes bien?"

Lois sonrió, y se sonrojó tiernamente, como una muchacha en su primera cita, cuando la agarran de la mano.

Liam los miró nostálgico, y suspiró, porque siempre lo hacían sentir, como si sobrara. La mayoría de los padres de sus amigos se habían divorciado, y él sabía lo afortunado que era, al tener unos papás que seguían tan enamorados, como cuando se casaron, hacía más de treinta años. El compromiso, del uno con el otro, era realmente inspirador, y por ello, pedía a Dios todos los días, poder tener una relación duradera y profunda, como la de sus progenitores.

La señora Horowitz, uno de los miembros del servicio, tocó la puerta, que estaba entreabierta, y luego entró con una amplia sonrisa, trayendo con ella, una bandeja de refrigerios para la merienda.

Con cara de felicidad, Liam se sirvió una taza de café, y agarró varios macarrones dulces.

Su madre se disculpó, y salió, tras recordar que debía revisar el menú de la cena, que tendrían con los miembros de la junta, el lunes por la noche. Si las cosas salían, como Clarke las había planeado, ese día, Liam tendría su primer compromiso, como director ejecutivo.

Una vez a solas, su padre comenzó a decir, otra vez: "La reunión de la junta del lunes", y durante casi una hora, él se limitó a escucharlo hablar sobre la importancia de llevarse bien, con los miembros de la junta, ya que una relación sólida y sana podría consolidar su posición, dentro de la empresa.

"No necesito recordarte quiénes son tus primos", continuó Clarke, y añadió: "No sienten compasión por nadie. A ellos, sólo les interesa tu cargo, y están dispuestos a todo, con tal de lograrlo. Por eso, al menor asomo de debilidad tuya, te van a atacar. ¡No puedes bajar la guardia, ni un minuto!"

Liam no estaba de acuerdo, con lo que decía su padre, pues aunque sabía que Julian y Matthew eran muy ambiciosos, y que no se acobardarían, a la hora de ocupar uno de los cargos de alto nivel de la empresa, también era cierto, que habían logrado muchas cosas, por mérito propio.

Sin embargo, nunca le diría a su padre, que a su juicio, ellos también merecían tener una oportunidad, para ocupar un cargo en la directiva, ya que habían trabajado arduamente, dándolo todo por Anderson Logistics, Matthew, como director creativo junior, y Julian, en el cargo de Contador. Por ende, de asumir la dirección general, los convertiría en sus aliados. No entendía por qué su padre había dejado a un lado, a su hermano menor, hasta el punto de que su tío Sullivan, padre de sus primos, renunciara a tener cualquier participación en la compañía.

"¿Estás escuchando lo que te estoy diciendo?", preguntó Clarke, y añadió: "Ese Julian es un gran mentiroso"

"Papá, por favor", negó él, con la cabeza, porque no quería ahondar en ese tema, ya que ese gran mentiroso y su hermano, no sólo eran sus primos, sino sus mejores amigos. La noche anterior, lo había llevado a Crush, para animarlo un poco, y siempre asistían a las carreras de autos, para apoyarlo, tanto en las victorias, como en las derrotas. Incluso, lo motivaron mucho, para que obtuviera el permiso para competir, y hasta le costearon los cursos sobre carrera de autos, cuando su padre congeló sus cuentas, para que desistiera de eso, y se enfocará únicamente en el negocio familiar. Por eso, siempre estaría agradecido con ellos, porque era consciente de que sin su apoyo, nunca habría logrado obtener ese lugar, en el equipo del circuito de Rock Union.

"Sí entiendo", respondió, cauteloso, mientras bebía su café, que por cierto, ya se había enfriado. Para colmo de males, tampoco pudo comerse todo el macarrón, porque estaba demasiado dulce.

"No creo que me hayas entendido", afirmó Clark, respirando fuertemente, como señal de que ya estaba perdiendo la paciencia con él.

A fin de que calmarlo un poco, Liam asintió con la cabeza, y se recostó en su silla, cruzando los pies. No era la primera vez que escuchaba ese discurso, y después de todo, ése había sido el único tema de conversación de su padre, desde que él tuvo edad suficiente, para entender lo que decía Business Insider. No obstante, esta vez era distinto, porque él ya no era aquel niño de nueve años, y el lunes, al entrar a la sede principal de Anderson Logistics, se convertiría en el director ejecutivo y miembro de la junta, más joven en la historia de la compañía.

Por más que detestara asumir esa responsabilidad, y en el fondo, deseaba poder manejar mucho mejor esa situación, su destino siempre había sido encargarse del negocio billonario de su familia, ya que él era el hijo mayor, y único varón.

Los tres Clarke Liam Anderson que habían dirigido la empresa, antes de él, tuvieron que administrar el negocio de logística de la familia, en situaciones económicas muy desafiantes. De hecho, fueron capaces de diseñar miles de productos innovadores, que convirtieron a Anderson Logistics, en el gigante que es hoy en día, consolidando, de esa manera, su posición en esa industria. Pero ahora, había llegado el momento de que Liam diera un paso al frente, y empezara a dirigir el grupo.

No obstante, no le incomodaba convertirse en el director general del grupo, sino lo que eso involucraba, y el precio que tendría que pagar, porque implicaba renunciar a su acostumbrada libertad, y más aún, a sus sueños. Llevaba tiempo batallando consigo mismo, para enfrentar ese momento, y por ello, había ido a parar, la noche anterior a Crush, ante la desesperación de tener que olvidarse de esa vida que había conocido hasta ahora.

"Pero acordamos que me darías tiempo para adaptarme", le recordó Liam, cuando ya habían discutido todos los puntos, y agregó: "Me apasiona lo que hago, y aún no estoy listo para renunciar a las carreras de autos".

Desde que su tío Sullivan, le compró su primer auto grande de juguete, a la edad de cinco o seis años, Liam supo de inmediato, que quería pasar el resto de su vida detrás de un volante, compitiendo con el mejor equipo automovilístico del mundo. Era un sueño que siempre anheló, y por el que había luchado toda su vida, a pesar de la constante oposición de su padre. Por ello, tuvo que recorrer un largo y arduo camino, sobre todo sin el apoyo de su progenitor, de ahí que haya tenido que hacerse un nombre por sí solo, en el mundo de las carreras de autos, hasta llegar a ganar, recientemente, la icónica competencia de 9 horas del circuito del Grand Prix de Rock Union.

"¿Tú crees que yo estaba preparado, cuando tuve que relevar a mi padre?", preguntó Clarke, mientras levantaba rápidamente la cabeza, con mirada iracunda, y después añadió: "¿Crees que quería asumir esa obligación? ¡Créeme, hijo! Yo sólo quería vivir feliz, al lado de tu madre y de ustedes, pero había ochocientas personas que dependían de mí, para vivir. Por eso, Liam, lo quieras o no, debes aceptar esta responsabilidad!"

"¡Yo no pedí asumir ese cargo!", respondió Liam, pues ya no quería seguir callando. De hecho, esa reunión del sábado por la tarde, que debió ser una conversación rápida y amigable de veinte minutos, se había salido de control, a medida que ambos empezaron a gritar, cada vez más molestos por esa discusión.

Clarke era el que más levantaba la voz, mientras que Liam optó por agarrar la botella de whisky, que estaba sobre la repisa de la chimenea, y empezó a beber desmesuradamente.

Su padre estaba harto de la vida de libertinaje e infidelidades de su hijo, y tras cada escándalo, publicado semanalmente en la prensa, se sentía cada vez más decepcionado de él.

"¿Acaso no puedes hacerme sentir orgulloso de ti, aunque sea una vez, y alcanzar méritos para aparecer en la portada de Business Insider? ¿Es mucho pedir, eso?"

"Y tú, por primera vez, ¿podrías sentirte orgulloso de mis logros? Acabo de ganar mi séptimo campeonato, y aparecí en la portada de Motor Mag. ¿Eso no cuenta entonces?"

Por supuesto, que no era importante para él, porque su padre pensaba que era un pasatiempo, y que ya era hora de que comenzara a trabajar para ganarse la vida, como el resto de las personas.

"¡Estar en un oficina de 9 am a 5 pm, acabaría conmigo, porque no estoy hecho para eso!"

Su meta no era tener una oficina en una esquina, con una envidiable vista de 360°. Por el contrario, eso acabaría con él, tal vez no físicamente, pero sí doblegaría su espíritu, el tener que pasar el resto de su vida, detrás de un escritorio.

Nada podía compararse con la adrenalina que sentía, cada vez que se ponía el traje, se abrochaba el casco, y se sentaba detrás del volante. Tampoco había nada parecido, a esa emoción indescriptible que producía conducir su Porsche 911 GT, hasta llevarlo al límite, y salir ileso de esa hazaña. Era algo que no podían igualar, el s*xo, unas cuentas bancarias billonarias, o incluso el hecho de levantar un trofeo, frente a miles de personas, que están celebrando ese tu triunfo contigo. En fin, era un sentimiento único e incomparable, que no soportaría dejar de experimentar.

"¡Bueno, ese trabajo de 9 am a 5 pm, que tanto odias, pagó la educación de primera que recibiste, y por eso creo, que ya es hora de que le des alguna utilidad, a esa maestría en administración de empresas!"

Liam se mantuvo firme en su posición, negándose a entrar a un mundo, para el que no se sentía listo aún.

Si su padre le diera un argumento más convincente, de sus motivos para retirarse, no tendría ningún problema en asumir ese cargo.

Pero, él sólo quería dedicarse exclusivamente a la familia, la cual ya habría padecido las consecuencias de sus grandes logros, durante los últimos veinte años, y quizá él también quería recorrer el mundo con su esposa e hijos.

Se sentía feliz por él, pero únicamente pretendía que su sueños no se viesen perjudicados.

"Hijo, tu nombramiento es un hecho, porque ya se hizo todo el papeleo, y la junta está de acuerdo. Tendrás tu primera cita a las 6:00 a.m. ¡La Sra. Gibson te va a llamar, para darte los detalles!", dijo Clarke, para dar por terminada la conversación, y nada de lo dijera su hijo, le haría cambiar de opinión.

Liam se puso de pie, con expresión de derrota, agarró las llaves de su auto y la billetera que estaban en la mesa, y caminó hacia la puerta.

"¡Nunca te voy a perdonar por hacerme esto!", juró, mientras salía rápidamente del estudio.

Estaba tan enojado, que decidió alejarse de todos, para no descargar su ira contra ellos. Se subió al vehículo, y se dirigió, a la brevedad, al circuito de Rock Union, ubicado al sur del distrito comercial. Una vez ahí, se quedó varias horas, dando vueltas a la pista, consumiendo el tanque de combustible, a una velocidad superior, al ritmo de apaciguamiento de su rabia.

Mucho después, cuando toda su ira había desaparecido, y se aprestaba a tratar de analizar las cosas, desde la perspectiva de su padre, Liam recibió esa llamada, que cambiaría su vida para siempre.

            
            

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