"Está grave". Su tono era tenso mientras se giraba para tomar las llaves del auto. "Deberías habérmelo dicho antes".
En ese momento, Evelina salió del dormitorio, vistiendo la camisa de Jerald, el dobladillo cayendo sobre sus muslos.
Insistió en ir al hospital con ellos. "Jerald, eres un hombre. ¿Cómo podrías saber cómo cuidar a una chica? Iré contigo".
Dicho eso, Evelina se cambió rápidamente de ropa y cariñosamente rodeó con un brazo a Cathleen mientras salían.
A mitad de camino hacia el hospital, el teléfono de Evelina sonó de repente.
Echó un vistazo a la pantalla y su rostro inmediatamente se llenó de ansiedad. "¿Sí? ¿Qué? ¿Qué pasa con Snowball? ... Está bien, ¡ya voy!".
Colgando, Evelina agarró el brazo de Jerald con urgencia. "Jerald, mi gato está enfermo. El veterinario dijo que es grave. ¿Puedes llevarme allí?".
Jerald frunció el ceño, mirando entre la pálida y temblorosa Cathleen y la ansiosa Evelina, su mirada vacilando entre las dos.
El corazón de Cathleen se hundió más.
Se desplomó débilmente contra la fría ventana del auto, mirando a Jerald, su voz teñida de lágrimas. "Jerald, me siento tan mal...".
Los ojos de Jerald se posaron en su rostro enrojecido por la fiebre, su garganta se movió como si quisiera decir algo.
Pero al final, simplemente respiró hondo, evitando su mirada, su tono apologético. "Cathleen, baja del auto por ahora. Haré que un amigo venga a recogerte y te lleve al hospital".
Cathleen lo miró incrédula, las lágrimas instantáneamente nublando la visión. "Jerald, ¿realmente vas a llevarla a ella?".
Jerald no respondió, solo sacó su teléfono del bolsillo como para hacer una llamada.
En ese momento, Cathleen sintió que su mundo se derrumbaba por completo.
Vio al hombre que una vez la había apreciado, eligiendo abandonarla en su momento más vulnerable por otra mujer. Sentía que su corazón se rompía en mil pedazos. Ese momento no fue menos doloroso que cuando estuvo atrapada en el fuego furioso de ese año.
"No hace falta". Cathleen sonrió de repente. "Jerald, ve tranquilo. Yo puedo arreglármelas sola".
Salió del auto y llamó un taxi.
Cada paso era como caminar sobre fragmentos de vidrio, el dolor casi la hizo desmayarse.
Sabía que desde este momento, las cosas entre ella y Jerald nunca podrían volver a ser como antes.
Una comprensión fría la invadió, helándola hasta los huesos.
Cathleen sintió que su conciencia se volvía cada vez más tenue.
Parecía como si estuviera de nuevo en su infancia, en medio de aquel incendio abrasador, gritando por Jerald mientras él corría entre el humo para abrazarla fuertemente.
En aquel entonces, él prometió protegerla para siempre.
Pero ahora, por el gato de Evelina, dejó a Cathleen ardiendo de fiebre en la carretera en plena noche.
Al instante siguiente, Cathleen cayó en la oscuridad.
El olor a desinfectante del hospital era abrumador.
Cathleen le había tenido miedo a los hospitales desde niña.
Después de un rato, sus pestañas se agitaron.
Abrió sus ojos para ver una bolsa de suero colgando encima, el líquido claro goteando lentamente por el tubo hacia el dorso de su mano.
Un escalofrío la recorrió.
"¿Despiertas?". Una voz familiar sonó junto a su oído. Cathleen giró la cabeza y vio a Jerald sentado en la silla junto a su cama, con el ceño fruncido y los ojos inyectados en sangre.