Evelina se detuvo en la puerta, su rostro se volvió pálido de sorpresa mientras miraba a los dos entrelazados en la cama.
Jerald volvió en sí y empujó con fuerza a Cathleen.
Cathleen, ya débil, cayó hacia atrás hasta el borde de la cama tras el empujón, haciendo que la herida en su mano volviera a sangrar.
"No es lo que parece...". Dijo Jerald.
"¿Qué no? ¡Eres como un tío para ella!". La voz de Evelina temblaba, lágrimas corrían por su rostro. "¡Jerald, ella es como tu sobrina! ¿Cómo pudiste hacerle esto?".
Cathleen levantó la cabeza: "¿Sobrina?"
Se limpió la sangre de la comisura de su boca y miró a Evelina con ojos fríos: "¡No estamos relacionados por sangre!".
Evelina se enfureció completamente con esta declaración, lágrimas inundaron sus ojos.
"¿Qué importa si no están relacionados por sangre?". Su voz estaba cargada de dolor e ira: "¿Jerald, es así como me tratas? ¡Haciendo algo así con una chica a la que criaste tú mismo!".
Señaló a Cathleen en la cama, su dedo temblaba ligeramente: "¿Recuerdas lo pequeña que era cuando la trajiste a casa por primera vez? ¿Recuerdas que dijiste que la cuidarías como lo haría un tío biológico? ¿Cómo puedes traicionar la confianza que sus padres pusieron en ti? ¿Y tu propia conciencia?".
Cathleen inicialmente quería discutir, decir que sus sentimientos hacia Jerald no eran solo un impulso pasajero, pero de repente estaba curiosa sobre cuál sería la reacción de Jerald.
Al ver el silencio de Jerald, Evelina sacó su teléfono de su bolsillo, lo desbloqueó y se preparó para tomar una foto: "Bien, si vas a ser tan desvergonzado, ¡voy a publicar el escándalo en internet para que todos lo juzguen! ¡Que todos vean cómo el CEO del Grupo Dobson trata a la hija de un amigo fallecido!".
"¡No!", el rostro de Jerald cambió drásticamente, y corrió a sujetar su mano, "Evelina, cálmate, no hagas esto".
"¿Calmarme?", Evelina soltó su mano, lágrimas caían sin control, "¿Cómo puedo calmarme? ¡Mira cómo están actuando ustedes dos ahora! Si lo revelo... ¿crees que Cathleen volverá a tener el valor de mostrarse en público?".
Dio unos pasos atrás con el teléfono, sus ojos fríos: "Puedo elegir no publicarlo, pero debes prometerme una condición".
Jerald frunció el ceño, mirando el teléfono en su mano, luego a Cathleen en la cama con su rostro pálido, su voz ronca: "¿Qué condición?"
Evelina respiró profundamente: "¡Debes prometer no volver a ver a Cathleen nunca más! No importa lo que pase, no importa dónde esté, no puedes tener ningún contacto con ella".
La habitación quedó en silencio.
La mirada de Jerald se posó en Cathleen. Ella lo miraba con ojos abiertos.
Recordó cuando la llevó a casa por primera vez, cómo se escondía tímidamente detrás de él, sus ojos claros observando el mundo desconocido.
Recordó la primera vez que ella tocó el violonchelo para él, sus manos temblando de nervios.
Recordó su sonrisa radiante cuando recibió el violonchelo que él le regaló por su decimoctavo cumpleaños.
Esos recuerdos pasaron por su mente como escenas de una película.
Miró a Cathleen, luchando por respirar.
Evelina notó su vacilación y levantó su teléfono como si fuera a tomar una foto: "¿No estás de acuerdo?".
"Te lo prometo". Dijo Jerald.
Todo el cuerpo de Cathleen se estremeció, mirándolo incrédula.
Jerald evitó su mirada y le dijo a Evelina: "Te lo prometo, nunca volveré a verla".
Finalmente, una sonrisa apareció en el rostro de Evelina. Guardó su teléfono, caminó al lado de Jerald y envolvió su brazo con el de él, su tono triunfante: "Lo dijiste, no hay vuelta atrás".
Jerald no dijo nada, solo asintió.
Cathleen observó sus gestos íntimos y de repente sintió como si su pecho se hubiera desgarrado: vientos helados rugían a través de la grieta, el dolor tan intenso que deseaba poder morir en el acto.