Amor prohibido: mi "padre adoptivo" me robó el corazón
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Capítulo 6

Las pupilas de Jerald se contrajeron de repente mientras miraba los ojos de Cathleen, llenos de locura.

La habitación cayó en un silencio inquietante, solo roto por el sonido del goteo.

Cathleen miró su actitud silenciosa, su corazón agitado por el dolor y el resentimiento.

Se odiaba a sí misma por enamorarse de él.

Jerald quedó impactado por las palabras de Cathleen, tambaleándose hacia atrás hasta colapsar en una silla, volviendo momentáneamente a la realidad.

Al segundo siguiente, se levantó de un salto de la silla, imponente sobre ella, su voz cargada de una ira contenida desconocida para Cathleen: "¿Qué tonterías estás diciendo?".

Cathleen inclinó la cabeza, encontrando su mirada, sus ojos aún salvajes, ahora teñidos de una determinación resuelta.

"¿Tonterías?". Soltó una risa amarga. "Sé que puedes beber sin perder el conocimiento. Esa noche, te besé. Lo sabías, ¿verdad?".

Se acercó más, sus ojos llenos de caos y locura. "Así que me castigaste, ¿no? Al día siguiente, trajiste a Evelina a casa, mostrando deliberadamente tu intimidad frente a mí, ¡solo para castigarme porque tengo fantasías sin esperanza hacia ti! ¡Querías mostrarme que tu corazón pertenece a otra persona, para aplastar mis esperanzas de que algún día me amaras!".

La respiración de Jerald se volvió rápida, su pecho se elevaba bajo su traje.

Miraba a la chica histérica frente a él, sintiendo como si su mano hubiera alcanzado su pecho, apretando su corazón tan fuerte que apenas podía respirar.

"¡Soy amigo de tu padre!", jadeó, su voz frenética. "¿Cómo pudiste enamorarte de mí? ¡Y lo que pasó esa noche no debe mencionarse nunca más!".

"¿Amigo de mi padre?". La locura de Cathleen solo se intensificó al oír esto. Arrancó abruptamente la aguja intravenosa del dorso de su mano, la sangre brotando instantáneamente.

Ignorando la mirada horrorizada de Jerald, corrió descalza hacia él, chocando contra él por la urgencia de su acción.

Miró sus ojos, su voz temblando: "¡Jerald, mírame a los ojos y dime que nunca sentiste nada por mí!".

Jerald se sintió profundamente conmocionado por la obstinación y el sufrimiento en sus ojos, dando un paso atrás instintivamente para evitar su mirada.

Pero Cathleen fue implacable, avanzando y agarrando su cabeza, obligándolo a enfrentarla.

El aire de la habitación parecía congelarse, dejando solo la pesada respiración de los dos y el sonido de la sangre goteando de la mano de Cathleen.

Jerald cerró los ojos, reabriéndolos para revelar solo frialdad.

Apretó los hombros de Cathleen con fuerza, su voz helada: "¡Soy amigo de tu padre! ¡Ese hecho nunca cambiará!".

Su agarre era fuerte, causando que los hombros de Cathleen dolieran, aunque ella parecía insensible al dolor, mirándolo intensamente mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

No importaba cuánto preguntara, la respuesta seguía siendo la misma.

¿Realmente no la amaba?

La cordura de Cathleen fue completamente consumida por la respuesta gélida, sus ojos llenos de una furia descontrolada.

Se puso de puntillas, su mano ensangrentada tirando del cuello de Jerald hacia abajo, besándolo con una urgencia que distaba mucho del beso tentativo y tímido de aquella noche.

Era como un alma desesperada, decidida a fundir al hombre ante ella en su propio ser.

La colisión de sus labios y dientes llevaba una intensidad feroz, el sabor salado de las lágrimas y el gusto de la sangre hacían que Cathleen se sintiera tanto loca como desesperada.

El cuerpo de Jerald se tensó, queriendo instintivamente empujarla, pero al ver la súplica y el anhelo en sus ojos, sus dedos tocaron su hombro tembloroso, y perdió su fuerza.

Sintió su desesperación, su negativa a ceder, y su amor que amenazaba con consumirlos a ambos.

Desgarrado entre la razón y la emoción, giró la cabeza para escapar, pero Cathleen sostuvo su cuello con más fuerza, su beso desmantelando gradualmente sus defensas, incluso haciendo que su aliento se volviera caliente y pegajoso.

Justo cuando sus brazos estaban a punto de rodear su cintura, listo para rendirse a la intimidad y pasión incontrolables, un grito agudo rompió la tensión de la habitación: "¡Oye! ¿Qué están haciendo aquí?".

            
            

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