Capítulo 10 El verdadero pez gordo

"Hola, señor Larson. ¿Qué puedo hacer por usted?"

Una voz masculina, suave y respetuosa, vino del otro lado de la línea.

El gerente del hotel, Newell, se quedó atónito por lo familiar que le sonaba esa voz.

¿No era esa la voz de Saulo Torres, el presidente de la sucursal local de Voz de los bancos, así como su jefe?

Los labios de Newell se abrieron por la sorpresa, pero no emitió sonido alguno.

Por un momento, no supo qué pensar ni qué decir.

Rowe, por otro lado, no reconoció la voz de Saulo. Como un pequeño gánster, no tenía el privilegio de conocer a un pez gordo como Saulo.

Solo se rió y se burló: "¡Vaya, qué listo eres! Hasta hiciste que tu amigo participara en tus pequeños trucos.

Lástima que no puedas engañarnos. ¡Hoy saldrás de aquí hecho pedazos!"

Mateo solo lo miró con una leve sonrisa antes de relatarle brevemente toda la situación a Saulo.

Antes de que pudiera terminar, Rowe lo interrumpió con un gruñido: "¡Maldito seas! Deja de fingir..."

La paciencia de Rowe ya había sido puesta a prueba demasiadas veces, y estaba a punto de perder los estribos.

Pero antes de que pudiera darle una lección a ese bastardo, recibió una fuerte bofetada en la cara.

La habitación pareció girar frente a sus ojos, pero alcanzó a ver vagamente que quien lo había abofeteado era Newell.

Tan pronto como Newell escuchó la voz de su jefe por teléfono y comprendió lo que estaba pasando, abrió los ojos de horror y no pudo evitar girarse y golpear a Rowe.

"¡Idiota estúpido! ¡Cállate!"

Rugió Newell, con el rostro contorsionado por la ira.

Luego, con una sonrisa respetuosa, se acercó a Mateo e hizo una reverencia.

Para ese momento, Saulo ya había escuchado más o menos toda la historia de boca de Mateo, y estaba furioso.

"Señor Larson, ¡es mi culpa que haya sufrido un incidente así en mi hotel! ¡Lo lamento muchísimo! Por favor, acepte mis disculpas", se oyó la voz de Saulo desde el altavoz.

"Bueno, será mejor que hable primero con el señor Cooper."

Mateo miró a Newell y le hizo una seña para que hablara con Saulo.

Newell asintió con una sonrisa servil en el rostro. "Por favor, solo llámeme Newell."

También quería disculparse, pero antes de que pudiera hacerlo, Saulo siseó: "¡Newell! ¿Quién te dijo que el señor Larson robó la tarjeta de otra persona?"

Escuchar la furia de Saulo irradiando desde el teléfono hizo que Newell rompiera en un sudor frío.

¡Saulo no era un hombre de corazón blando! Newell sabía que recibiría un castigo severo si no solucionaba este problema de inmediato.

Newell se abofeteó con fuerza para mostrar que había comprendido su error. "Señor Torres, fue mi culpa. Ofendí accidentalmente al señor Larson. ¡Por favor, perdóneme!"

Aún insatisfecho, Saulo exclamó: "¡Newell! Déjame decirte, el señor Larson es el huésped más distinguido de la Familia Torres.

¡Cualquiera que se atreva a ofenderlo sentirá nuestra ira!

No me importa lo que haya pasado antes, pero más te vale compensar al señor Larson.

¡De lo contrario, perderás más que solo tu trabajo!"

Después de amenazar a Newell, Saulo se disculpó una vez más con Mateo antes de colgar el teléfono.

"¡Señor Larson, lo siento muchísimo!"

Dijo Newell apresuradamente con una sonrisa de disculpa.

Luego, agitó la mano y pidió a los guardias de seguridad del hotel que rodearan a Rowe y a sus hombres.

Volviéndose hacia Mateo, Newell preguntó: "Señor Larson, ¿qué quiere hacer con estas personas?"

Antes de que Mateo pudiera decir algo, sin embargo, Rowe estaba tan aterrorizado que se arrodilló directamente en el suelo.

Puede que no haya reconocido la voz de Saulo al principio, pero basándose en la conversación y en el cambio de actitud de Newell, se dio cuenta de que el hombre al teléfono no era otro que Saulo Torres.

Saulo era un pez gordo en la ciudad.

Era un hombre poderoso e influyente que tenía conexiones tanto con el gobierno como con el bajo mundo. Un hombre así no tenía que inclinarse ante nadie.

Y, sin embargo, se había disculpado con Mateo con tanto respeto e incluso mencionó que Mateo era un huésped distinguido de la Familia Torres. Parecía que Mateo tenía un trasfondo misterioso que nadie conocía.

Además, Rowe había oído que quien se atreviera a ofender a la Familia Torres sería asesinado y arrojado al río.

"Señor, ¡todo fue mi culpa! Fui demasiado estúpido para saber quién era usted. ¡Por favor, perdóneme la vida!"

Rowe se inclinó hasta tocar el suelo con la frente mientras suplicaba por misericordia. Su arrogancia había desaparecido por completo, dejando solo a un hombre patético.

"¿No querías romperme la cabeza con la botella de vino hace un momento?"

Preguntó Mateo fríamente.

"Pero te daré una oportunidad. Rómpete la cabeza con noventa y nueve botellas. Si sobrevives, te perdonaré la vida."

¿Noventa y nueve botellas?

Rowe temía que su cabeza quedara irreconocible antes de llegar siquiera a la mitad.

"¡No, no, por favor perdóneme! ¡Señor Larson, por favor perdóneme!"

Del miedo, Rowe orinó involuntariamente sus pantalones, y el hedor pronto se esparció por la habitación.

Arrugando la nariz con disgusto, Mateo asintió a Newell.

Newell asintió de vuelta e inmediatamente pidió a sus guardias que trajeran noventa y nueve botellas de vino.

Una por una, las botellas fueron estrelladas contra la cabeza de Rowe, haciéndolo gritar de horror. La habitación se llenó con el estruendo del vidrio rompiéndose y esparciéndose por el suelo.

En cuanto a la cabeza de Rowe, pronto quedó ensangrentada y destrozada más allá de lo creíble.

Luego perdió el conocimiento en el acto.