Solíamos ir a ese prado al menos una vez a la semana. Bueno, al menos papá, Tobias y yo. Mamá y Tess siempre fueron demasiado perezosas para apuntarse. Era como una tradición para nosotros. La misma que mi abuelo comenzó con papá. Pero cuando me mudé a Nueva York, dejé de ir con ellos.
"Yo también, princesa. Nuestras visitas no eran lo mismo sin ti". Su tono se llenó de nostalgia.
"Sí, ese idiota estuvo disfrutándolo solo todo este tiempo", bromeé, mencionando a mi hermano, quien tenía una reunión importante esta noche y no pudo acompañarnos. "Pero estoy contenta de que hayas venido conmigo. Hoy me toca a mí disfrutar". Sonreí.
Riéndose por lo bajo, él sacudió la cabeza. "No te creas, fue bastante aburrido. Achilles dejó de venir después de que te fueras a la escuela secundaria".
Mi sonrisa desapareció al nombrarlo.
Él solía acompañarnos a ver los amaneceres y atardeceres. Pero tras la muerte de su padre, fue yendo cada vez menos hasta que dejó de hacerlo definitivamente. Todavía recuerdo lo emocionada que me ponía cada vez que viajaba hasta allí y lo veía. Verlo a él era más importante para mí que ver cualquier otra cosa.
Escuché a papá suspirar. "A veces tenemos que dejar atrás el pasado para vivir nuestro presente, Emerald. Hasta que no vivas tu presente, no podrás aceptar tu futuro".
Sabía a lo que se refería. Aunque mi familia no había hecho alusión al tema, todos se habían dado cuenta de mi distanciamiento con Ace. Sin embargo, por mucho que quisiera, no podía aclarar nada. Ellos no estaban al tanto de toda la verdad y no podían comprender la situación.
"¿Y qué pasa si resulta muy difícil dejar atrás el pasado?".
Su mirada azul se cruzó con la mía. "Nada es imposible, cariño. A veces nos entregamos tanto a nuestro dolor que no vemos más allá. Lo que tienes que hacer es abrir un poco más tu corazón, ser más fuerte y dejar ir los rencores. No dejes que el pasado te impida ser feliz en el presente".
Apoyé la cabeza en su hombro sin decir nada.
¿Era capaz de hacerlo? ¿Podía ser tan valiente como para olvidarme de todo y seguir adelante? No he podido en años.
El zumbido de mi teléfono interrumpió mis pensamientos.
"¿Quién es?".
Guardé el celular. "Casie. Ella y Beth quieren que cenemos juntas en el lugar de siempre".
Asintiendo con la cabeza, su mirada se volvió hacia el horizonte cromático.
Después de pasar un rato charlando y recordando viejos tiempos, regresamos a casa. Una vez que dejé a mi padre en casa, conduje hasta Nova's Diner, donde las chicas me estaban esperando.
Me pasé todo el camino pensando en las palabras de papá. Sabía que tenía razón. No podía dejar atrás el pasado porque guardaba rencor. Rencor contra mi hermana, contra Ace, contra mí misma.
Me culpaba a mí misma y a Tess por ser tan ingenuas. Pero Ace no se merecía mi odio. Él nunca prometió cuidar de mi corazón, y yo lo acusé de romperlo. El caso es que... mi corazón no sentía otra cosa que dolor. Era consciente de que, tratando de evitar el sufrimiento, lastimaría a otros.
Después de hablar con Tess la noche anterior, decidí darnos otra oportunidad. Quizá era hora de olvidarlo todo. Era un pequeño paso, pero al menos lo iba a dar. No era sano aferrarme a algo que había sucedido años atrás.
Tal vez no era todo lo que yo pensaba. La conversación de anoche pasó por mi mente.
"¿Lo amabas?".
Sus ojos no parpadearon al responder: "No".
"¿Entonces por qué lo hiciste? ¿Por qué si sabías que me ibas a lastimar?", pregunté con desesperación.
Una mirada de tristeza cubrió su rostro. "No quise hacerte daño, Em. Nunca lastimaría a mi hermanita de esa manera, independientemente de lo diferentes que seamos".
"¿Entonces por qué?".
Ella me lanzó una mirada de disculpa. "Lo siento, Em. No puedo decirte el motivo. Pero lo sabrás pronto".
No dijo nada más, solo que pensara en su propuesta. Y ahí me dejó, sola y confundida.
¿Qué escondía? No lo sabía.
***
"¿Decidiste perdonarla?", preguntó Casie, arqueando una ceja.
Me encogí de hombros, haciendo girar el tenedor en mis espaguetis.
"Estoy feliz de que estés resolviendo tus problemas con tu hermana, Em. La vida es demasiado corta para guardar rencor eternamente. Estoy de acuerdo con tu papá". Beth sonrió.
Casie se mofó: "Estas cosas solo suenan bien en tus estúpidos libros. La vida real es otra cosa. La mona vestida de seda, mona se queda".
"¡Casie!". Le lancé una mirada de reprimenda, lo que hizo que pusiera los ojos en blanco y le diera un trago a su batido de frutas.
"Yo no perdonaría a mi hermana si me hiciera algo así. ¡Gracias a Dios no tengo!", remarcó ella.
Beth la miró con el ceño fruncido. "¡No la escuches, Em! Haz lo que te dicte el corazón". Ella se movió en su asiento. "Ahora que perdonaste a Tess, ¿considerarías hacer lo mismo con Achi...?".
"No quiero hablar de él ahora mismo, Beth. Déjenme disfrutar de la cena con ustedes, ¿sí?". En primer lugar, no había nada que perdonarle a Ace, pero tratar de mejorar mi relación con él significaba sacrificar mi corazón de nuevo. Y lo sabía bien. Solo unos días más, y luego me iré. Lejos de él.
"Bueno, veo que no se cumplió tu deseo", comentó Casie mirándola.
"¿De qué estás hablando?". Mis ojos se abrieron de par en par cuando seguí su mirada hasta el rincón más alejado del restaurante.
Beth soltó un grito ahogado. "¿Qué está haciendo aquí?".
Tres hombres vestidos con traje y una mujer de unos veinte años se sentaron en una de las mesas. Ella a su lado; no tenía pinta de ser una simple socia. La chica era hermosa; cabello rojo, piel de porcelana y rasgos suaves.
Ante algo que dijo uno de los hombres, ella se rio delicadamente y colocó una mano sobre su hombro. Él le correspondió con una sonrisa, una que rara vez mostraba.
Sentí una punzada en el pecho en el momento en que mis ojos se posaron en su mano sobre su hombro. Dándome la vuelta, me tragué el nudo de la garganta.
"Oye, pensaba que no había barbies en su vida". Casie silbó.
"¡Casie!", exclamó Beth al mismo tiempo que me miraba con inquietud.
La otra se enderezó. "Lo siento, Em. No quise.... podemos irnos si quieres".
Hice un gesto con la mano en señal de desaprobación. "No hace falta. Me da igual si está aquí o no, o a quién ha traído. Vinimos a pasar un rato agradable y eso es lo que haremos". Miré de nuevo hacia atrás. La chica ahora estaba susurrándole algo al oído, y sujeté con más fuerza el tenedor.
"¿Estás segura?", susurró Beth.
Asentí con la cabeza metiéndome una cucharada de espaguetis en mi boca, sin querer prestarles atención. Era difícil, porque su risa penetraba en mis oídos.
Beth y Casie los fulminaron con la mirada.
"¡Míralo! Tan a gusto con esa sanguijuela; y yo que pensaba que las flores y los mensajes que te envió significaban algo".
"¿Quieres callarte, Cass?". Beth le lanzó una mirada asesina y luego me miró. "Puede que sea solo una amiga. Además, después de lo que hizo y dijo en el hipódromo, está claro que le gustas. No creo que sea tan frívolo como para perseguir a una y tontear con otra".
"Pues yo no pienso lo mismo. Míralos, tienen una actitud muy íntima como para ser solo colegas", declaró Casie.
Otra punzada en el corazón me hizo apretar los dientes. "No me importa si son amigos o no. ¿Por qué debería? No soy su novia ni nada. Y lo que hizo ayer no significó nada. Olvidémoslo".
Mi tenedor seguía jugando con la comida; estaba perdiendo el apetito. Por mucho que no quisiera, mis ojos se desviaron hacia ellos.
El brazo de chica estaba entrelazado con el de él, y la mano de él acariciando la de ella. Mi corazón se encogió.
Un trueno sonó, proclamando el próximo aguacero.
Cuando sus ojos se encontraron con los míos no aparté la mirada. Él puso una expresión de sorpresa, luego algo que no pude descifrar. Al ver su falta de atención, la chica siguió su mirada y, cuando se dio cuenta de a quién miraba, abrió los ojos ligeramente y se soltó de él. Ace no pareció inmutarse, como si le diera igual.
En realidad, ¿por qué debería importarle? No es que se preocupara por mí de todos modos. Todo lo que dijo e hizo fue fingido.
De repente sentí que me asfixiaba.
Entonces, me volteé, agarré mi bolso y me levanté. Casie y Beth iban a seguirme, pero las detuve.
"Terminen su cena. Yo ya he acabado". Cuando intentaron protestar, negué con la cabeza. "No lo hagan. Las veré más tarde. Adiós".
Una tormenta se estaba formando en mi pecho, queriendo desatarse. Mis dedos se aferraron a mi bolso con fuerza. Apreté la mandíbula, reprimiendo las emociones que amenazaban con salir a la superficie.
Necesitaba irme. Necesitaba aire.
Justo cuando me dirigía a la salida, un hombro chocó contra el mío.
"¿Em? Qué bueno verte... ¿estás bien?". Caleb puso su mano sobre mi hombro con una expresión de preocupación. El relámpago cayó sobre nosotros.
Sin responderle, me alejé y salí.
"Espera, ¿a dónde vas? ¡Está lloviendo!", gritó detrás de mí. Hice caso omiso.
Gotas de lluvia golpearon mi cara junto con una ráfaga de aire. Se me puso la piel de gallina. Pero no me detuvo, esa tormenta no era nada en comparación con la mía interior.
La rabia que hervía dentro de mí no tenía ningún sentido. Pero me molestaba. Me fastidió verlo con esa chica aunque no tenga ningún derecho sobre él.
Me dolió. ¡Me dolió mucho! Y eso es precisamente lo que me frustró. No quería sentir, pero no pude evitarlo.
Mi auto no estaba aparcado donde lo dejé. El aparcacoches debió haberlo estacionado en el aparcamiento. Así que, ignorando la lluvia y el viento, caminé hacia allí.
¿Qué necesitaba para superarlo? ¿Qué hacía falta para que mi corazón sanara la herida?
Unas lágrimas cayeron por mis mejillas, la lluvia torrencial las barrió. Esperaba que también pudiera llevarse mi dolor.
De repente, una luz cegadora hizo que me tapara los ojos con las manos. Alguien gritó mi nombre al mismo tiempo que se escuchó el sonido de unos neumáticos frenando, y unos fuertes brazos me apartaron del camino.
El conductor maldijo alejándose; yo tenía la mirada perdida y el corazón que se me salía por la boca.
"¡Qué demonios te pasa! ¿Por qué ibas tan despistada? ¡Podrías haber muerto, maldita sea!". Su sacudida de hombros me sacó del shock. Los ojos grises ardían bajo las frías gotas de lluvia.
¿Terminó con su amada y ahora venía a mí?
"¿Y qué?", espeté empujándolo. "¡Acaso te importa si muero! ¡Disfruta de la cena con tu novia!".
Él apretó la mandíbula y me agarró del brazo. "Ella no es mi novia. Y no te atrevas a hablar...".
"¡Me da igual! ¡Déjame en paz! ¡Y no me vuelvas a tocar, te lo advierto!". Solté mi mano y me volví hacia mi coche.
Un grito ahogado salió de mis labios cuando mi pecho chocó contra el suyo, con un brazo en mi cintura y otro en mi nuca. "No te dejaré sola, métete eso en tu hermosa cabeza. Y sobre lo de tocarte...". Él se inclinó y rozó su nariz con la mía. Después continuó: "Nadie puede evitar que lo haga. Ni siquiera tú, capullito. Porque eres mía".
Su frente contra la mía, nuestras narices rozándose, el gris de sus ojos y mi azul, y sus fuertes brazos que me apretaban posesivamente.
El aire se quedó atorado en mi garganta, mi corazón se aceleró. Incluso bajo la fuerte lluvia fría, mi sangre corría caliente por mis venas. Mi respiración salió entrecortada cuando me acercó más a él con una mano en mi mejilla.
La lluvia caía sobre su cabeza hasta sus espesas pestañas mientras me miraba con profundo deseo. Ante el calor de su cuerpo contra el mío mis labios se separaron. Estaba ardiendo por dentro.
"Mía, solo mía", dijo con voz ronca, colocando su boca caliente en la esquina de mis labios. Mis párpados amenazaron con cerrarse, embriagados de su calor.
Mi corazón susurró su nombre.
Deteniendo su boca ahí por un momento, cuando sus labios se encontraron con los míos... el bocinazo de un auto me sacó del trance. Tan pronto como recobré el sentido, lo alejé.
En su rostro apareció una expresión de sorpresa y decepción. Su mano quiso alcanzarme, pero se contuvo. Cerró los ojos por un segundo y los volvió a abrir. Esta vez dijo con calma:
"Emerald, yo...".
Sacudiendo la cabeza, me di la vuelta y corrí hacia mi auto. Busqué a tientas las llaves con manos temblorosas, me las arreglé para entrar y me fui. Su figura silenciosa y rígida se fue distanciando en el retrovisor a medida que me alejaba hasta que finalmente desapareció de mi vista.
Entonces, pisé el freno y me detuve en una esquina. Agarré el volante con fuerza y sollocé. Dejé que las lágrimas salieran y apoyé la cabeza en el asiento.
Mi corazón seguía acelerado.
¿Cómo pude dejar que sucediera? ¿Cómo pude dejarlo estar tan cerca de mí? Después de todo lo que pasó, ¿cómo pude dejarme llevar? ¿Cómo?
¡Eres mía! Mía, solo mía.
Sus palabras resonaban en mi cabeza.
La sacudí. ¡No! ¡No, no! No puedo permitir que pase. No puedo permitir que me lastimen de nuevo. ¡No puedo dejar que me haga lo mismo otra vez! No lo soportaré.
Mi celular sonó en mi bolso, y lo saqué limpiando mis mejillas.
Tess.
"¡Oye, Em! Perdón si te molesto. Papá me dijo que estás con tus amigas", se escuchó al otro lado de la línea.
Tengo que hacer algo.
"¿Em? Emerald, ¿me escuchas?".
Parpadeé. "Sí, dime".
"Bueno, te llamé para decirte que vamos a tener una cena familiar en casa de Caleb mañana por la noche. Sería una gran oportunidad para que nuestras familias se reunieran nuevamente. También vendrá su tío. Me gustaría mucho que vinieras", le explicó. "Te apuntas, ¿no?". Su voz transmitía esperanza.
Silencio.
"¿Em? ¿Vas a venir o qué?".
"Lo siento, Tess. No puedo".
"Pero...".
Corté la llamada y marqué el número de Warner. Después de dos timbres, contestó.
"¿Hola?".
"Reserva dos boletos, haz las maletas".
"¿Qué? ¿Ahora? ¿Pero por qué?".
"Nos vamos. Esta noche".