Pasando mis palmas por mi cara, me senté, pensando que no había sido más que un sueño.
Él no me dejará en paz ni siquiera en mis sueños, ¿verdad? A pesar de que habían pasado tres días desde aquella noche y mi regreso a Nueva York, sus palabras todavía atormentaban mis sueños.
Sacudiendo la cabeza, miré la hora. ¡Mierda! ¡Ya son las ocho!
Saliendo a toda velocidad de la cama, agarré mi ropa para la entrevista y corrí al baño. Ese día tenía dos entrevistas y la primera era a las nueve. Si no llegaba allí a tiempo, perdería la oportunidad de tener el empleo de mis sueños en un excelente lugar.
La verdad era que ambos trabajos eran importantes para mí, y si consiguiera uno de ellos, sería un boleto de oro para mi carrera como diseñadora.
Mi primer destino era Summer Clothing House, una de las casas de moda más famosas de la ciudad.
***
"¿Qué? Pero, ¿cómo es eso posible? Me informaron que hoy tendría una entrevista a las nueve".
Dándome una mirada profesional de disculpa, la recepcionista me respondió: "Lamento la molestia, pero dado que ya encontramos al candidato perfecto para el puesto, cancelamos la entrevista. ¿No recibió el correo electrónico, señorita?".
Con el ceño fruncido, solté: "¿Cuál correo electrónico?".
"Le enviamos a todos nuestros candidatos uno acerca de la cancelación como disculpa", informó.
¡Ay, no! Mantuve mi teléfono apagado desde que salí de casa esa noche para evitar las preguntas de mi familia y los mensajes de una persona en particular. Y ni siquiera revisé mi correo electrónico durante algunos días.
¡¿Cómo pude ser tan descuidada?!
"Oh, tal vez me llegó a la bandeja de spam", dije antes de morderme el labio, "Bueno, supongo que tuve mala suerte".
"De nuevo, lo sentimos, señorita. ¡Que tenga un buen día!".
Asintiendo, le di una sonrisa tensa y salí de allí. Ahora debía ir a mi próximo destino, y lo único que esperaba era que todo saliera bien.
***
Mirándome por última vez en el retrovisor, dejé escapar un suspiro y me sequé las palmas húmedas con mi falda.
¡Vamos, Em! ¡Tú puedes!
Con ese mantra en mi cabeza, salí del auto y miré hacia el enorme edificio de cuarenta y tantos pisos, de cuya parte superior colgaba un gran "Coopers Fabrics".
Entonces respiré profundo, pues de veras no quería que esa oportunidad se me escapara de las manos. Esos dos eran los trabajos de mis sueños, y en vista de que uno ya no estaba disponible, dejé mis esperanzas en el segundo, de modo que haría todo lo posible para impresionarlos.
Ignorando el ataque de nervios en mi estómago, entré bastante erguida y con el mentón bien en alto.
No obstante, tan pronto como la multitud en el área de espera apareció ante mi vista, mi confianza se esfumó. Todos iban vestidos de forma sofisticada y con sus currículos en mano, dignos de la entrevista.
Y no era para menos, ya que esa era una de las empresas textiles más reconocidas del país. ¿Qué esperaba?
La recepcionista me guio para que esperara con los demás porque todavía faltaba un buen rato para que llegara mi turno. Al estar entre esas personas de aspecto inteligente y talentoso, mi nerviosismo simplemente se elevó a una nueva altura, por lo que elegí un asiento libre y me instalé en la esquina más alejada de la sala de espera.
De pronto, mi teléfono sonó en mi bolso, con lo cual algunos ojos se posaron sobre mí con irritación. Ante eso, lo saqué para silenciar el tono; era Warner.
"Hola", susurré.
"Em, gracias a Dios que por fin encendiste tu celular. Tus padres me han estado acribillando, preguntando por ti a cada rato. Están muy enojados porque te fuiste de la nada y mantuviste tu teléfono apagado desde entonces".
Cabizbaja, el sentimiento de culpa se apoderaba de mí, pues no les había dado muchas explicaciones de mi repentina huida, y luego bloqueé cualquier forma en la que pudieran conectarse conmigo. Solo para evitar a una persona, lastimé a mis seres queridos.
Desde que encendí mi teléfono esta mañana, ni siquiera había revisado las llamadas o los mensajes, y estoy segura de que mis de notificaciones estaban inundadas.
"Sí, lamento que tuvieras que encargarte del bombardeo de mi familia. Hablaré contigo más tarde al respecto, pero ahora estoy en Coopers Fabrics para la entrevista. ¿Tienes algo más que decirme?".
"No es nada, Em, es solo que incluso a mí me preocupa tu repentino cambio. De todos modos, te llamé para darte una buena noticia. Te veré esta noche en tu casa". Su voz exudaba emoción.
"¿Cuál buena noticia? Y claro, esta noche estoy libre", dije, ignorando lo primero que había dicho.
"Esa es una sorpresa para más tarde, por ahora tengo que irme. ¡Buena suerte en tu entrevista!".
Con una sonrisa, me limité a decir: "Gracias. Hasta luego".
Tras un suspiro, colgué. ¿De qué buenas noticias estaba hablando?
"¿Emerald Hutton?", llamó en voz alta una dama de unos treinta y tantos años con un ajustado moño alto y vestida de traje mientras miraba a su alrededor buscando a la dueña del nombre.
"¡Soy yo!", exclamé, levantando mi mano y poniéndome de pie.
"Eres la próxima. El señor Cooper espera adentro", me informó en un tono profesional sin rastro de sonrisa.
Con un asentimiento, agarré mi bolso, mi currículo y la seguí.
Una vez que nos detuvimos ante un par de puertas blancas, ella tocó y esperó.
"¡Adelante!", exclamó desde adentro una intimidante voz, ante la cual me acobardé un poco. Solo Dios sabía quién iba a entrevistarme, y ya yo me sentía condenada.
Inclinando la barbilla, la mujer me hizo un gesto para que continuara, y ella se fue. Tomando una profunda respiración, entré, y los nervios se apoderaron de mi estómago.
Un hombre pequeño y no muy delgado de unos cincuenta y tantos años estaba sentado frente al enorme escritorio firmando algunos papeles al tiempo que murmuraba algo incoherente en voz baja. Un fuerte ruido hizo eco en la habitación cuando se inclinó ligeramente a su derecha y luego se volvió a sentar derecho.
Con los ojos muy abiertos, me congelé en el sitio.
"¿Te quedarás ahí para siempre? ¡Siéntate!", gruñó sin mirarme. No pareció darse cuenta de que se acababa de tirar un gas como si nada frente a alguien.
Tratando de no arrugar mi nariz por el mal olor en el aire, tomé la silla opuesta a la suya y coloqué mi currículo sobre el escritorio.
"¡Hola, señor Cooper! Soy Emerald Hutton", me presenté, manteniendo mi tono tan profesional como pude mientras aguantaba la respiración.
"¿Y? No estoy aquí para jugar a presentarnos. Dame tu resumen curricular ya, ¿quieres?". Tras cepillarse el bigote arqueado del labio superior, alargó la mano hacia adelante, de modo que yo le entregué el papel, y con los ojos entrecerrados, él lo examinó. A pesar de que yo había superado la mayoría de mis exámenes y mis otras calificaciones también eran buenas, todo dependía del juicio de este señor, y debido a la forma en que examinaba el papel, tuve la sensación de que fue juez en algún momento de su vida.
"¿Hablas español e italiano con fluidez o simplemente lo agregaste por adornar?". Si bien su tono insinuaba que yo era un fraude, mantuve la calma. "No, señor Cooper. Tomé un curso de italiano y mi segundo idioma en la escuela secundaria fue el español. Si quiere, puedo conversar con usted en cualquiera de ellos".
"No hay necesidad", gruñó al tiempo que agitaba la mano. "No es que yo entienda alguno de todos modos, así que podrías parlotear solo para hacerme creer".
Yo apreté los dientes, pero mantuve la compostura a pesar de que ese gordo gruñón ahora me estaba sacando de mis casillas. Es decir, ¿quién entrevista de esa forma? Me pregunto quién lo nombró CEO de esa gran empresa.
"¿Te alimentas bien?", preguntó, subiendo su mirada por primera vez.
Mi cara debió gritar confusión. ¿Acaso eso tenía relación alguna con el empleo? "Ehm, lo hago cuando tengo hambre. ¿Por qué?".
Con un resoplido, él argumentó: "A las chicas de tu generación les gusta tener el estómago vacío para mantenerse flacuchas, y como esté tu barriga, también lo estará tu cabeza. ¿Cómo diseñarías si tienes la cabeza vacía?".
Puede que le haya entendido mal, ¿pero con "flacucha" habrá querido decir "atlética"?
Después de esto, ¿todavía quiero trabajar en su empresa? Por desgracia, sí.
"No, señor Cooper, prefiero estar saludable que ser... flacucha", respondí.
Entonces lanzó una mirada para observarme, y yo me moví nerviosamente en mi asiento. Acto seguido, él cerró la carpeta de mi currículo y la deslizó hacia mí. "Sal ya. Y dile a Lucinda que envíe al próximo dolor de cabeza".
Con una ceja levantada, no pude evitar dudar en si me acababa de rechazar. De pronto, comprendí que esa era su manera de decir "Puedes irte ahora", y asumí que Lucinda era la mujer que me guio hasta allí, y que el dolor de cabeza era el siguiente candidato.
Apretando mis labios con fuerza, le dediqué una sonrisa tensa y me puse de pie. El nerviosismo ahora se había convertido en miedo cuando le informé a la asistente y me alejé. Ella me dijo que recibiría un correo electrónico de mi resultado en esa entrevista, bien fuese rechazada o seleccionada, y hasta que me llegue, me queda esperar.
Apenas salí del ascensor, mi hombro chocó con alguien.
"¡Oh, lo siento mucho!". Al mirar hacia arriba, encontré a un hombre de aproximadamente la edad del señor Cooper. Sin embargo, este estaba lejos de ser pequeño y regordete, de hecho, era todo lo contrario: alto y en forma. Algunos mechones grises se asomaban entre su oscura cabellera.
Cuando me miró, algo brilló en sus profundos ojos oscuros, e inclinó la cabeza sin retirar su vista. Yo no sabía por qué, pero él me parecía familiar, y con tan solo mirarlo a los ojos, tuve una sensación de inquietud.
"No pasa nada, querida, la gente a menudo se tropieza cuando no ve hacia dónde se dirige o... hacia quién". Su voz sonaba como si escondiera algunos secretos, y su mirada siniestra se desvaneció repentinamente para ser reemplazada con una sonrisa. "Espero que tu entrevista haya ido bien, querida".
De inmediato miré hacia mi currículo, pero si estaba en una carpeta, ¿cómo supo que había ido allí por una entrevista?
"Ehm, estuvo bien. ¿Cómo sabe que vine aquí por un empleo?".
Entonces volvió a tener esa mirada cuando me dijo: "Sé muchas cosas, jovencita". Enseguida sus ojos se movieron por encima de mi hombro. "Si me disculpas, ahora mismo tengo prisa. Te veré luego". Y con un asentimiento, pasó a mi lado y entró en el ascensor.
"Pero...", balbuceé al tiempo que me daba la vuelta. No obstante, las puertas ya se habían cerrado.
¿Quién era él? Hablaba como si... me conociera de alguna manera. Eso no tenía sentido.
Bueno, de todos modos no quería volver a verlo porque ese hombre irradiaba algún tipo de energía negativa.
Con un suspiro, miré hacia el cielo una vez afuera. La primera entrevista fue cancelada y esta fue terrible, pues aunque mi entrevistador no me dio una respuesta, no parecía impresionado. Sin embargo, crucé los dedos porque no quería que esta oportunidad se me escapara de las manos.
Ni siquiera era mediodía y ya me sentía cansada.
Mi celular sonó de nuevo, y esta vez era mi mejor amiga.
"Lo descubrí, ella no es su novia ni nada de eso, ¡son solo amigos! Y si no te conformas con eso, debes saber que la mujer está felizmente casada", escupió Casie en una sola respiración.
"¿De qué estás hablan...?", no terminé mi interrogante cuando me di cuenta. Se refería a esa chica con él en la cafetería, la pelirroja. Al recordarlo, no pude evitar sentir una leve incomodidad.
Un momento... ¿qué acaba de decirme? ¿Son solo... amigos? ¿Nada más?
¿Por qué me sentí tan ligera de repente? Entonces sacudí la cabeza.
"Em, ¿estás ahí?".
"Sí, te escucho", respondí tras aclarar mi garganta.
"¡Oh, gracias a Dios! Pensé que habías muerto de alivio", bromeó ella.
Enderezándome, repliqué: "¡No es eso! No me importa si es su novia o solo una amiga. ¿De verdad me llamaste para informarme eso?".
En ese instante me la imaginé volteando sus ojos azules.
"¡Sí, claro! Fue por eso que desapareciste de la nada después de esa noche. ¡No me mientas, perra! Sé que le puedes dar demasiadas vueltas al asunto, de modo que, cumplí con mi deber de mejor amiga al aliviar tus pesares".
Debido a eso, fue mi turno de voltear los ojos. "¡Cállate! No estoy mintiendo. Y justo ahora que estoy al borde de los nervios por si me rechazan o me seleccionan para el empleo, no quiero hablar de ese hombre".
Dado que eso llamó su atención, le di un breve resumen de todo lo que pasó desde la mañana y lo único que hizo fue reírse de mi miseria al desearme suerte con el señor pedo Cooper.
***
"¿Y? ¿Cuáles son las buenas noticias que me vas a dar?", le pregunté a Warner al tiempo que agarraba un bocado de la pizza que nos había traído para la cena.
"Primero cuéntame tú cómo te fue en tus entrevistas", dijo antes de masticar su trozo.
Mis hombros se levantaron. "Excelente... La primera fue cancelada y la segunda fue horrible".
"¿Por qué? ¿Qué sucedió? Tu currículo es muy bueno, así que todo el mundo querría darte una oportunidad", afirmó.
"Gracias. No obstante, el señor Cooper no era todo el mundo". Sacudiendo mi cabeza, le expliqué todo excepto la parte de ese hombre espeluznante con el que me topé, y se rio tan fuerte que casi se ahogó con la comida.
"¡Eso no es divertido! ¡Estoy preocupada por mi carrera!", exclamé mientras le daba un vaso de agua.
"¡Lo siento! Es solo que todavía no puedo creer que se haya tirado un pedo frente a ti", dijo, riéndose entre dientes y secándose las lágrimas que le salieron de la risa. Al ver mi expresión de consternación, se puso serio y sonrió. "No te preocupes, Em. De seguro se comunicarán contigo pronto. Créeme, el trabajo será tuyo, lo sé".
"Eso espero. Bueno, ya, ¿podrías darme tus buenas noticias ahora?".
Dejando el vaso a un lado, él se sentó derecho, y aunque sus ojos brillaban de alegría, parecía vacilante. "Ehm, ¿recuerdas que apliqué para un empleo el mes pasado?".
Yo solo asentí.
"Bueno, me aceptaron para trabajar directamente con el gerente general allí".
"¿Qué? ¡Eso es genial, Warner! ¡Felicidades!", exclamé, dándole un fuerte abrazo.
"¡Gracias! Pero hay otra cosa...".
Al escucharlo, me alejé y lo estudié con la mirada. "¿Y qué será?".
"Bueno...", balbuceó, rascándose la cabeza. "Esa empresa está en Seattle, y pues... tengo que ir allí y comenzar la semana que viene".
"¡Ve! ¿Por qué estás tan indeciso al respecto?", cuestioné.
Con un resoplido, él explicó: "Eso significa que tengo que irme muy lejos de ti, Em, y no puedo".
Agarrando su mano, le dije: "Sé cómo te sientes, y yo también te extrañaré. Sin embargo, no puedes perder esta oportunidad, ya que siempre ha sido tu sueño trabajar en ese lugar, y ahora que por fin tienes la oportunidad, definitivamente debes aprovecharla".
"Pero Em, no puedo dejarte aquí sola...".
"No soy una niña, Warner, puedo cuidarme sola. Además, no debes preocuparte porque hablaremos todos los días. ¡Haz las maletas ya!". Dicho eso, le di un puñetazo en el hombro enseguida, haciéndolo reír, y nos abrazamos de nuevo.
Mi celular sonó desde el sofá, provocando que me alejara y mi corazón retumbara. ¿Sería un correo electrónico de ellos?
Warner me miró, y estoy segura de que pensó lo mismo porque me dio un asentimiento alentador que me animó a comprobarlo.
Con emoción y nerviosismo agarré mi teléfono esperando ver el ícono que podría significar la buenas noticias, pero no bien vi la pantalla, mi corazón se detuvo y se aceleró al instante; no se trataba de nada de lo que yo esperaba.
"Te di tiempo, y se te acabó.
Ya no puedes escapar de mí.
A".