El Destino Nos Entrelaza
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Capítulo 5 Deja de llorar si quieres que salve a tu padre

¿Por qué volvió a llorar?

Cuando Dylan vio que Cassie estaba llorando, se levantó del sofá y se acercó a ella.

La llevó hasta el sofá, la sentó y mirándola fijamente le dijo: "Deja de llorar si quieres que salve a tu padre".

Cassie se esforzó por contener sus lágrimas, tomó su mano y le suplicó temblando: "Yo... Yo... No voy a llorar más, pero tienes que salvarlo".

Solo después de escuchar la voz de Dylan, Rita se dio cuenta de que había un hombre en la casa. "¿Cassie? ¿Quién es él?".

Dylan extendió su mano y contestó cortésmente: "Hola, mi nombre es Dylan Lu y soy...".

Volvió su mirada a Cassie y solo entonces pudo recordar su nombre: "Soy el prometido de Cassie".

Al observar la gran figura de ese hombre que tenía por delante, Rita se cuestionó un poco confundida: '¿No se supone que Cassie estaba de novia con Adam? ¿Por qué aparece de repente con otro hombre?'.

A pesar de sus dudas, extendió su mano, lo miró educadamente y saludó: "Hola, encantada de conocerlo".

Simon fue muy rápido y tardó solo media hora para encontrar a los secuestradores.

"Señor, he hallado a los hombres, ¿necesita que los suba ahora?".

Dylan asintió desde el sofá.

Dos hombres fueron traídos de inmediato, uno con una chaqueta verde militar y otro con un abrigo negro.

El de chaqueta verde entró y observó a Cassie recostada en el sofá completamente agotada.

Luego miró a Dylan de pies a cabeza, y este le siguió la mirada. Cuando sus ojos se encontraron, la atmósfera de la habitación se volvió más hostil.

Dylan fue directo al grano y les preguntó: "¿Dónde está?".

El de verde se burló: "¿De quién estás hablando? Antes de nada, se deberían pagar la deudas. Yo tengo mis propias reglas para hacer negocios. Además, ¿quién mierda eres tú? ¡¿Acaso te incumbe en algo?!".

Simon, que estaba detrás suyo, le dio una patada en el pliegue de la rodilla y le advirtió: "¡¿Sabes con quién estás hablando?!".

El maleante cayó de rodillas y lo miró furioso mientras se preparaba para levantarse.

Pero el guardaespaldas, vestido de negro, lo inmovilizó con rapidez presionándolo contra el suelo.

Como no podía moverse, miró a Dylan de mala manera y le dijo: "¡No me importa quién seas! ¡Tienes que pagar si debes dinero! ¡Eso es así en todas partes!".

Las frías yemas de los dedos de Cassie tiraron de la manga de Dylan. Su voz sonaba algo fatigada.

Dylan le devolvió la mirada con una compleja especie de ternura que la tranquilizó.

Luego de un rato, Simon subió una bolsa de lona y expresó: "Los cinco millones están acá. El dinero es para ti, pero debes liberarlo".

El bribón que vestía abrigo negro miró los billetes de la bolsa y le susurró al de la chaqueta verde: "Ey, hermano, parece que es real".

Ambos sonrieron con disimulo y cambiaron su actitud al instante mientras aseguraban: "Muy bien, lo dejaremos ir de inmediato".

Luego de hacer una llamada para confirmar la ubicación que ellos habían brindado, Simon les informó: "Pueden largarse".

Sin embargo, brilló un pequeño atisbo de picardía en los ojos de aquel hombre de chaqueta verde. Este miró a Dylan y expresó: "Amigo, tengo algo que decirte".

Simon observaba a su jefe con preocupación, pero éste concedió con calma mientras se enderezaba el traje: "Adelante".

El sujeto se acercó a Dylan.

Cuando Cassie levantó la cabeza, vio parpadear una fría luz frente a sus ojos. Casi una fracción de segundo antes de que la daga apuñalara a Dylan, un pensamiento repentino vino a su mente: 'No puede morir... Si muere, ¡nadie salvará a papá!'.

Se lanzó hacia delante, sin pensarlo dos veces, empujó a Dylan y gritó: "¡Cuidado!".

Simon quedó sorprendido. El guardaespaldas intentó quitarle la daga de la mano, pero era demasiado tarde.

La sangre brotaba instantáneamente desde el delicado brazo blanquecino de Cassie y su cuerpo yacía sobre el suelo como una rosa en flor.

Enfurecido, Dylan apartó al agresor con una patada y dijo: "¡¿Quieres que te mate?!".

Los golpes emocionales que recibió Cassie en los últimos dos días la habían agotado física y emocionalmente. Y entonces su visión comenzó a nublarse y se oscureció lentamente.

Dylan entró en pánico al verla de esa manera. La levantó, tomó varias servilletas de la casa para presionarlas sobre su herida y luego la bajó corriendo por las escaleras.

Los hombres que fueron retenidos por los guardaespaldas intentaron bloquearle camino.

Pero Dylan los esquivó y le dijo a Simon en un tono frío y autoritario: "Investiga a fondo la información sobre Cassie. ¡Y no quiero volver a ver a esos dos en Ciudad H!".

Simon comprendió al instante lo que quiso decirle y asintió secamente: "Sí, señor".

Más tarde, en el hospital, Cassie se encontraría acostada en la cama de una sala VIP.

El médico ya le había terminado de vendar la herida y le comunicó respetuosamente: "Señor Lu, esta dama ya está bien. Es solo una herida superficial. Si no necesita nada más, los dejo solos".

Asintiendo con la cabeza, Dylan contestó: "De acuerdo".

Después de ese pequeño intercambio, el médico dejó la sala acompañado por Simon.

Cassie se encontraba durmiendo profundamente. Su rostro mostraba una leve palidez.

Dylan la observó mientras se preguntaba extrañado:

'¿Esta mujer es estúpida? Claramente, el cuchillo se dirigía hacia mí, pero ella se abalanzó sobre él sin dudarlo, ¿por qué?'.

Simon regresó al cuarto después de despedir al médico. En voz baja, le informó: "Señor Lu, he enviado la información que me pidió a su correo electrónico".

Dylan se frotó las sienes y le indicó: "Está bien. Averigua también qué fue lo que realmente pasó anoche".

Inclinando la cabeza, Simon respondió: "Entendido, señor".

El sol de la tarde brillaba sobre la gran habitación del hospital cuando la mirada de Dylan se posó en el rostro fruncido de Cassie.

Abrió su correo electrónico y leyó el archivo que le había enviado su asistente.

Cassie no era la hija biológica de sus padres. Debido a la infertilidad de Maggie, ellos decidieron adoptarla.

Su madre adoptiva se había vuelto adicta al juego y por eso había contraído muchas deudas. Cada dos por tres, los acreedores venían y tocaban la puerta para reclamarles el dinero.

Cassie hizo una fortuna tras publicar su novela "100 días de dulce amor", pero se lo dejó todo a su madre para que saldara las deudas. Sin embargo, fue en vano. Solo era una pequeña gota para un inmenso balde.

Además, Sean sufría de esclerosis lateral amiotrófica, ELA, cuyo tratamiento requería de una enorme cantidad de dinero. Las grandes deudas de su madre junto con el alto precio de los gastos médicos de su padre recaían enteramente sobre sus hombros.

Era de noche cuando Cassie despertó y abrió los ojos aturdida. La colcha que tenía encima se deslizó por sus movimientos.

En cuanto Dylan escuchó los ruidos, miró a Cassie y cerró su computadora portátil.

Se aclaró la garganta y preguntó: "¿Te despertaste?".

Cassie asintió con la cabeza, pero percibió un fuerte dolor punzante. Solo entonces notó que su brazo estaba herido.

"Gracias", dijo susurrando.

La voz ronca que se escuchaba llegó a sus oídos, haciéndola sentir ligeramente incómoda.

"No hace falta", expresó él.

"Han dejado ir a tu padre. Ahora está en el hospital".

Cuando Cassie escuchó eso, se dispuso a saltar de la cama y dijo: "¿Cómo está mi papá?".

Dylan, tomando su mano, le dijo con serenidad: "No te preocupes, él está bien. Ya le pedí a la enfermera que lo cuidara. Ahora deberíamos hablar sobre las condiciones".

Cassie exhaló aliviada al escuchar esas palabras.

Agarró su mano y le preguntó angustiada: "¿Cuáles son las condiciones?".

Dylan sacó un contrato que tenía guardado y se lo entregó. Dos grandes palabras llamaron su atención: "Acuerdo matrimonial".

Cassie lo miró con los ojos bien abiertos y tartamudeó: "¿T-Tú? ¿Quieres que me case contigo?", preguntó consternada.

Dylan se apoyó elegantemente contra el respaldo de la silla y cruzó las piernas. Se abotonó la camisa y explicó: "Así es, tendremos un matrimonio contractual. Te daré cincuenta millones de dólares al cabo de tres años. Si pido el divorcio antes de que finalice el plazo, puedes conseguirlos antes y marcharte por adelantado. Durante esos tres años, puedo limpiar a la gente que te desagrada, desarrollar la propiedad intelectual de tu novela, encontrar al mejor médico para que trate a tu padre, y si quieres, puedo ayudarte a encontrar a tus padres biológicos".

Cassie quedó atónita y lo miró con cierta incredulidad.

Pagar sus deudas, curar a su padre, desarrollar plenamente los derechos de su novela, encontrar a sus padres biológicos... Todo eso era lo que había tratado de hacer con mucho esfuerzo durante bastante tiempo. Y además, en tres años, ganaría 50 millones de dólares.

Viéndolo de cualquier manera, era un trato extraordinariamente bueno.

Luego de quedarse en silencio durante un tiempo, levantó la cabeza y preguntó: "Entonces, ¿qué tengo que hacer?".

Cuando Dylan volvió la mirada, se topó con los profundos ojos de ella. La miró y le dijo con ligereza: "Ocúpate de los medios y de mi abuela".

Bueno, eso no parecía muy difícil, al fin y al cabo, era solo una actuación.

Al principio, Cassie asintió, pero luego dio un giro inesperado:

"Puedo aceptarlo, pero... pero necesito agregarle algunas cláusulas".

Dylan preguntó con entusiasmo: "¿Podrías contarme más?".

"No debes interferir en mi vida privada".

"Por supuesto".

"No debes tener contacto físico más allá de lo necesario".

"Bien".

"No me obligarás a hacer cosas que no quiero".

"No hay problema. ¿Algo más?".

La cabeza de Cassie tuvo como un cortocircuito que le impidió seguir pensando.

Pero después de un rato, gritó de forma súbita: "¡Oh, hay uno más! En el caso de que descubra que tienes algo con otra mujer que me hace pensar que es hora de lavarme el pelo, puedo iniciar el divorcio. Esto es todo lo que se me ocurre ahora. Si surge algo nuevo, lo añadiré más tarde".

"¿Lavarse el pelo? ¿Qué quisiste decir?", preguntó Dylan, un poco anonadado, mientras entornaba ligeramente sus largos ojos.

Cassie lo miró sorprendida y le preguntó:

"¿Nunca surfeaste en las olas de Internet?".

            
            

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