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"Es tu asistente, Cheryl".
Cassie volteó el cuerpo hacia Dylan y expresó consternada: "¿Qué? Voy a estar en casa, escribiendo. No necesito ninguna asistente".
Dylan barrió los ojos sobre ella y replicó: "Cuando nuestra relación quede expuesta frente al público, las esposas de mis socios te invitarán a distintos banquetes y meriendas. Ella será la responsable de organizar tus horarios. Si te crees capaz de hacerlo sola, no te forzaré a aceptarla. Pero... ¿podrás?".
Esa última frase estaba llena de dudas.
"¡No estaba estipulado!", se quejó Cassie frunciendo el ceño.
"Me parece que deberías revisar el contrato", se mofó Dylan, mostrando unas sonrisa ladina.
Aparte de los besos forzados, ¿ese también era otro término que habían pactado? ¿¿Pero cuántas cláusulas adicionales tenía el acuerdo??
Cassie solo pudo mirarlo con impotencia. Empezó a arrepentirse por no haber leído el contrato con atención.
"Más tarde, envía sus medidas a todas las principales marcas de ropa y calzado. Es hora de que empiecen a trabajar en su nuevo guardarropa", ordenó Dylan mirando a la asistente.
Al fin y al cabo, Cassie comenzaría a asistir a todo tipo de galas y eventos, e iba a necesitar un atuendo adecuado para cada ocasión.
"No hay problema, señor", respondió Cheryl mientras escribía en su computadora portátil.
Dylan tomó la mano de Cassie y la llevó escaleras arriba. Atravesaron un largo pasillo y vieron a algún que otro sirviente que los saludaba con respeto:
"¡Buenos días, señor. Buenos días, señora!".
Les tomó mucho tiempo llegar hasta el dormitorio principal. Las puertas contiguas a este daban lugar a un cuarto de invitados a su derecha y a un guardarropas a su izquierda. Toda la casa estaba muy bien iluminada. Corriendo la puerta del balcón, se podían sentir los agradables rayos del sol.
Cassie se paró allí. Sonrió, cerró los ojos y levantó la cabeza, como queriendo absorber todo el calor que necesitaba. La brisa levantó su pelo, dejando que el sol lo dorara con un ligero resplandor.
Dylan no se encontraba muy lejos de allí. Cuando la vio de esa forma, sus labios se arquearon sin darse cuenta.
Poco después, se acercó a ella y le entregó una tarjeta black, que sacó de su billetera. Ese tipo de tarjetas era conocido por todos como el "Rey de las tarjetas". Era una tarjeta especial: No tenía límite de crédito y otorgaba una serie de privilegios exclusivos. Solo podían tenerla los grandes políticos, empresarios y celebridades con gran poder adquisitivo. Y para acceder a la misma, se requería de una invitación particular que ofrecía la compañía crediticia.
"¿Qué pasa? ¿Y esto?". Cassie quedó pasmada por un breve instante.
"Para tus gastos", respondió Dylan.
Ella había oído hablar de esas legendarias tarjetas, pero nunca las había visto, y mucho menos esperaba tener una entre sus manos.
"No hace falta. Tengo un trabajo por el cual me pagan", rechazó con amabilidad.
No quería gastar el dinero de Dylan. Aunque estaban oficialmente casados, y no había nada de malo en que lo hiciera, le daba una sensación extraña.
"Lo que hagas con ella es tu problema. De todos modos, ya te lo di. Por cierto, no olvides que esta noche cenaremos con mi abuela", y dejó la tarjeta sobre la mesa.
"De acuerdo", asintió Cassie sin discutir.
Dylan extendió su mano y le ordenó: "Dame tu móvil".
Sin dejarle otra opción, ella sacó el teléfono y se lo entregó. "¿Qué harás?".
Luego de desbloquear la pantalla, Dylan ingresó una serie de dígitos. "Este es mi número. Guárdalo bien. No te atrevas a bloquearme, ni te niegues a contestar".
Ese hombre parecía arreglárselas para leer los pensamientos de Cassie. Sin embargo, ella fingió indiferencia y contestó: "Como digas".
"No olvides la historia: Nos conocimos el año pasado. Y como aceptaste mi propuesta de matrimonio hace unos días, decidimos oficializar nuestra relación".
Después de que Cassie asintió con la cabeza, Dylan continuó diciendo: "Indícale a Belle lo que te gustaría comer al mediodía. Deja que ella te lo prepare".
"¿Ah? ¿Te vas? ¿No vas a almorzar en casa?".
"Tengo asuntos que resolver en la compañía", se excusó Dylan mientras negaba con la cabeza.
Después de pensarlo un poco, levantó las comisuras de los labios y con picardía preguntó: "¿Qué ocurre? ¿Quieres compartir tu almuerzo conmigo?".
Sin esperar demasiado, Cassie se apresuró a rebatir: "¡Para nada! Vete de inmediato. ¡Te lo ruego!".
Entonces Dylan se dio la vuelta y salió por las escaleras.
Luego de mirar a su alrededor, Cassie también se dispuso a bajar. Como iba a almorzar sola, pensó que no habría ninguna necesidad de pedirle a Belle que le cocinara. En cambio, se preparó ella misma un sobrio plato de fideos con carne.
Justo cuando ella acababa de comer, Carter entró al comedor y sugirió gentilmente: "Señora, ya que ha terminado de comer, ¿qué le parece si le muestro los alrededores?".
Tras colocar los cubiertos en su plato, Cassie decidió consultarle: "Carter, ¿podrías llamarme por mi nombre? Me incomoda que me digas 'señora'. Además, puedes tutearme".
Carter se rehusó con una ligera sonrisa: "Señora, no puedo. Eso va contra las reglas".
'¿Tanto le teme a ese capitalista?', se preguntaba Cassie.
"Carter, ¿se me considera la anfitriona de esta casa?".
"Por supuesto".
"Ya que es así, ¿no deberías seguir mis órdenes?", contestó sonriendo.
Carter tardó en entender lo que había dicho, pero luego se rindió: "Está bien".
Cassie aceptó su invitación y se dirigió con él hacia el jardín.
Supuso que, dado que era invierno, no habría demasiadas flores. Esperaba encontrar un jardín desnudo, pero la realidad le dio una inesperada sorpresa. 'Los ricos son realmente únicos en su clase. Incluso su técnica de cultivo es mejor que la nuestra'.
Las cercas que protegían el jardín, al igual que la fuente de agua, estaban cubiertas de unos exuberantes rosales extraños. El lugar estaba repleto de flores rojas y follaje lleno de vitalidad.
Mientras Carter caminaba, le iba presentando todas las instalaciones de la casa: "La mansión cuenta con gimnasio y piscina. También hay un gran sauna. Si estás cansada, podemos descansar un rato".
Cassie sintió que sus piernas estaban a punto de quebrarse, y eso que no había llegado ni a la mitad del recorrido. Se sentó en el columpio que había allí cerca y comentó: "Carter, esta casa es demasiado grande".
Carter se rio al escucharlo y luego le confesó: "De hecho, el señor Lu me encargó tener preparado un GPS, por si lo necesitabas".
Cassie abrió la boca y su mandíbula se estancó. Se quedó mirándolo, petrificada por completo. "Eh... No, no hace falta".
Si hasta el propio Dylan lo había notado así, ¿por qué compró entonces una propiedad tan grande? ¿Para hacer ostentación de su inagotable riqueza?
Cassie, cansada de tanto caminar, entrecerró los ojos.
Se volvió hacia el hombre y le dijo: "Gracias por lo de hoy, Carter, pero tengo que ponerme a trabajar".
Luego de asentir con la cabeza, Carter la acompañó de regreso.
Dentro de la casa, Belle recibió a Cassie con un vaso de leche caliente. "Gracias", dijo ella.
Cassie acostumbraba tener abierta su cuenta de QQ en segundo plano. Tan pronto entró a la casa, le echó un vistazo a los mensajes del grupo de chat de sus lectores.
Chaqueta de Cassie: ¡Oh, Dios mío! ¡Esa gente ha ido demasiado lejos! ¡¿Cómo se atreven a decir esas cosas?!
Mosquito: Lo dicen porque envidian sus magníficas historias. Me dejaron sin palabras...
Pastry: ¿No deberíamos ir al foro para desmentirlo? Me da mucha rabia que se digan tantas mentiras. ¡¡Estoy furiosa!!
Cassie estaba algo confundida por sus extrañas conversaciones. Al parecer, estaban hablando de alguien...