Capítulo 3 01. La princesa del mundo mágico y el niño que vivió

ADVERTENCIA: El Tribunal de Custodias de Niños Mágicos Británicos e Irlandeses, no es un lugar canon aprobado por J. K. Rowling, fue creado por mí y es de mi completa invención. Así que, queda completamente prohibido su mención en otro Fanfiction sin mi previo consentimiento.

Ya aclarado esto, les permito disfrutar de su lectura :)

Sí le hubieran dicho a Severus Snape, que a sus veintiún años se quedaría a cargo de la custodia de una bebé de un año de edad; se habría reído en la cara de esa persona y luego, de forma muy mordaz, lo habría invitado muy amablemente a internarse en San Mungo. Porque él, que era la persona menos indicada para cuidar de otro ser viviente, que iba a requerir cosas como pañales, biberones, pociones nutricionales y un seguimiento de un medimago; eran aprietos en los que él no deseaba entrar nunca si es que eso era posible. Pero, como parecía que Merlín disfrutaba de hacer su vida más difícil, este deseo fue por completo ignorado. Ya que, como era algo normal en Albus Dumbledore, este había decidido ignorar por completo su petición a Merlín y le había dado como regalo de bienvenida a su casa de la calle La Hilandera, ubicada en el condado de Cokeworth; fue una bebé. Aunque, está no era cualquier bebé, era nada más y nada menos que la única hija de Cygnus Slytherin y Perseus Orwell-Drakonis, sus amigos, que terminaron teniendo el mismo destino que los Potter, morir a manos de Lord Voldemort. Esto fue un duro golpe tanto para él -que no podía creer que sus amigos ya no estuvieran con vida-, como para Regulus, que había decidido irse a trabajar como profesor de una escuela privada en Rumania; para olvidarse de todo lo que había pasado en la guerra. También le había dicho que estaba iniciando sesiones con un psicomago, para intentar dejar atrás todas las muertes y situaciones traumáticas por las que había transitado. Severus le replicó, en ese entonces, que nada de esto importaba mientras que tuvieran la prueba de sus culpas tatuadas en sus antebrazos. Regulus se limitó a apretar la mandíbula con una furia acumulada por casi diez años.

Y entonces, el más pequeño de los Black perdió los estribos y dijo que prefería buscar su redención por su cuenta, que venderle su alma a Dumbledore para obtenerla. Así fue como ambos ex Slytherins rompieron toda amistad que pudo haber entre ellos. Hubo meses en los cuales Severus supo poco y casi nada de él. Algunas veces escuchaba cotilleos de Lucius Malfoy, que se había convertido en su nuevo amigo; pero estos eran muy escasos y esporádicos, con casi una ínfima información. Y en otras ocasiones, recibía pequeños fragmentos de información por parte de Narcissa Malfoy, que era prima con sanguínea de Regulus y solía mantener una correspondencia fluida y bastante corriente con él. Así que, Severus ni siquiera se preocupó por contactarlo, hasta ese momento. Que tenía a una bebé de cabellos pelirrojos y ojos azules eléctricos, sentada en el destartalado sofá de su sala-comedor; mirándolo con una atención que le sorprendía, dada su corta edad.

Estaba esperando que la comunicación vía red-Flu internacional -que costaba más galeones de los que él podía llegar a permitirse-, para poder hablar con Regulus sin que terminarán gritándose entre sí.

-El señor Regulus A. Black, residente de la reserva natural de dragones en Rumania; desea comunicarse vía red-Flu con usted, ¿acepta la comunicación? -le preguntó una bruja, de cabellos castaños y lentes de montura redonda, que a claras luces; estaba disconforme con su puesto en el Ministerio de Magia.

-Sí, la aceptó-

respondió Severus, con cierta impaciencia, mientras que impedía a Cassiopeía se llevará el tapón de un vial de una poción a la boca-. No hagas eso, Cassiopeía; ¿Es que acaso deseas terminar con pústulas por toda tú cara?

Cassiopeía se rió, balbuceo algo inentendible y llevó su pequeña mano cubierta de saliva hacia la mejilla izquierda del joven de los ojos negros ónix. Que se detuvo a observarla con algo que muchos considerarían ternura.

-Vaya, nunca creí que viviría lo suficiente como para ver a Severus Snape mirando a una persona con algo similar al cariño-dijo Regulus Black, desde la chimenea; con una sonrisa socarrona en el rostro.

-Cierra la boca, Black-

espetó Severus, con el ceño profundamente fruncido, a causa de lo que el otro había dicho-. Que estoy metido en esté embrollo por tú culpa, ¿Cómo se te pudo pasar por la mente que yo podría cuidar de una bebé? Mis horarios en Hogwarts son demasiado demandantes, tengo que encargarme de educar a treinta mocosos ajenos o más, por curso y además, no puedo llevar una niña de un año y medio entre ingredientes peligrosos y niños que parecen sólo saber explotar calderos con cosas mal hechas. No voy a exponer a una bebé de esa forma, Regulus; estás loco si crees que lo haré. Si continúas con esto, voy a internante en San Mungo.

-No exageres, Snape-

replicó Regulus, enseñando su blanca dentadura de colmillos sobresalientes, en un vano e infructuoso intento por convencerle, con su encanto marca Black-. Cuidar de un bebé no es tan complicado, Cassiopeía no es una niña malcriada, ella no va a exigirte más de lo que puedas darle.

Snape arqueó ambas cejas. Mirando de Regulus, que le sonreía con todas las intenciones de engatusarle; a Cassiopeía, que estaba muy ocupada en llevarse la punta de su túnica a su boca. Mientras le observaba con esos ojos azules eléctricos, tan similares a los de su padre, Perseus. Cerró sus ojos por unos segundos, intentando aclarar sus ideas, pero sin dejar de pensar que hacerse responsable de una bebé, requería tiempo, cosas como juguetes, ropa, biberones, etc. y galeones, de los cuales él no disponía en demasía. Iba a ser algo bastante difícil. Abrió sus ojos y entonces, dijo lo siguiente:

-Esta bien, me comprometo a hacerme cargo de ella-

dijo Severus, provocando que Regulus sonriera abiertamente, como si estuviera esperando esa especie de triunfo; aunque él se encargaría de romper sus ilusiones con rapidez-. Pero, si alguna vez la chiquilla se me sale de las manos, tú me ayudarás a ocuparme de ella, ¿me has comprendido, Regulus Black?

-Lo prometo por mi magia, Severus; si alguna vez durante sus años en Hogwarts se te sale de las manos, no dudaré ni un segundo en regresar y ayudarte a mantenerla en la senda correcta -respondió Regulus, con el sarcasmo, aderezado con un poco de cinismo, tiñendo el tono de su voz.

-Muy gracioso, Aracturus; me estoy desternillando de risa internamente-fue la respuesta de Severus, que intentaba apartar la dirección de las manos babeadas de la niña-. Cassiopeía, ni siquiera se te ocurra tocar mi cabello con esas manos llenas de secreción salival.

Regulus frunció un poco el ceño, en un intento de fingir que se encontraba serio, pero fue en vano; porque ya no pudo soportarlo más y fue en ese instante, que dejó salir una fuerte carcajada; que resonó por la pequeña salita de La Hilandera y contagió a Cassiopeía, que además tuvo el descaro de aplaudir encantada.

Severus estuvo a punto de replicar, pero las protecciones de la casa, avisándole que alguien estaba cerca de las inmediaciones, detuvo por completo cualquier tipo de protesta o reproche.

-Creo que Dumbledore llegó, Regulus; seguiremos esta conversación más tarde-dijo Severus, mientras ponía a la bebé contra su cadera, poniéndose de pie de un rápido salto.

-De acuerdo, Severus, suerte con la vieja cabra-respondió Regulus, para ipso facto, cortar la comunicación con la red-Flu.

Se dirigió a abrir la puerta, con Cassiopeía sostenida por un brazo, mientras que dentro de la manga de su túnica, tenía la varita ya a resguardo; tan sólo por si las moscas.

Tuvo un ínfimo alivio al ver que parecía tratarse de Albus Dumbledore, pero este se vio disipado al pensar que podría tratarse de la poción multijugos, así que antes de que el supuesto Dumbledore colocará un pie en el lumbral de su casa, iba a hacerle un pequeño cuestionario para comprobar su identidad.

Abrió cautelosamente la puerta, y mientras que sostenía fuertemente a la bebé contra su pecho; apunto al presunto Dumbledore con su varita.

-¿Qué fue lo que le pedí a usted, la noche fui al Bosque Prohibido a rogarle por obtener su indulgencia? -preguntó Severus, repasando mentalmente todos los encantamientos autorizados por el Ministerio de Magia, para aturdir a una persona.

El presunto Dumbledore, le miró por sobre sus anteojos de medialuna, estos brillaron cuando lo hizo y fue allí, cuando Severus supo lo que el anciano director de Hogwarts pretendía hacer, provocando que el joven pocionista activará sus barreras de Oclumante, impidiéndole así el ingreso a su mente. Dumbledore arqueó las cejas, en una clara muestra de su sorpresa, aunque prefirió hacer lo que el muchacho le pedía.

-Me suplicaste que te ayudará a salvar a Lily Potter, yo accedí a hacerlo. Siempre y cuando hicieras todo lo que yo te pidiera

-replicó Albus Dumbledore, mirando por unos escasos minutos a la pequeña de rizos igual que las brazas volcánicas-. Veo que la señorita Orwell y tú se llevan muy bien, pensé que estaría intranquila a tú alrededor, mi querido muchacho.

-Cassiopeía es una niña muy tranquila, Dumbledore; pero no es de eso de lo que deseabas hablarme, ¿no es así? Te he llegado a conocer lo suficiente, como para que justamente ahora me tomes por idiota-

espetó el joven de los cabellos negros, mirando al anciano con toda la suspicacia que era capaz de reunir en su rostro.

-Eres bastante listo, Severus; pero sí, hace unas horas estuve reunido con el nuevo Ministro de la magia y nuestros dos temas ha tratar fueron los lugares donde vivirían de ahora en adelante Harry y Cassiopeía. Al principio el Ministro creyó que la niña estaría más a gusto con sus parientes más cercanos; aunque después, llegamos a la conclusión de que ella... estaría más cómoda contigo-

dejo caer Dumbledore, como si estuvieran charlando del estúpido clima.

Obviamente, Severus le hizo saber rápidamente su opinión:

-¿¡ES QUÉ ACASO HAS PERDIDO LA CABEZA, DUMBLEDORE!? -

gritó Severus, asustando a Cassiopeía, que al no estar muy acostumbrada a los gritos de un adulto, se echó a llorar-. No llores... yo no sé qué... por favor, no llores.

La pequeña, que respiró e hipo al mismo tiempo, le observó con sus grandes ojos azules eléctricos enrojecidos por las lágrimas y con un pequeño puchero, que podría hacer derretir hasta el corazón más endurecido de todo el mundo mágico. Claramente, esto no le paso por alto a Dumbledore, que vio todo esto con un claro interés bien disimulado. Tal vez iba a poder sacar provecho de todo eso, por esa razón; fue que dijo lo siguiente:

-Fuiste nombrado su guardián mágico en el testamento de sus padres, ellos dijeron que prohibían terminantemente que su hija fuera dejada a cargo de los Malfoy y que tú debías ser quién cuidará de ella, así que tengo que felicitarte, Severus; eres el nuevo tutor mágico legal de Cassiopeía -dijo el director de Hogwarts, provocando que el joven pocionista, lo mirase como si le estuviera diciendo que era mitad tritón.

-¿Cómo fue que paso eso? -

preguntó Severus, un tanto sorprendido, sin creerse todavía lo que estaba ocurriendo; no podía siquiera pensar que tanto Perseus como Cygnus le hubieran nombrado el responsable de la niña-. Ellos nunca me dijeron nada, solamente me pidieron que fuera su padrino junto a Regulus; jamás creí que me tuvieran como posible tutor, si algo malo les ocurría. Pensé que Cygnus y Perseus me odiaban, ya que tomé decisiones que ninguno de los dos aprobaban.

Severus, que no era una persona de quedarse sin palabras; estaba bastante desorientado, no podía creer que sus amigos le tuvieran tanta confianza, menos después de lo que había pasado entre ellos; cuando decidió unirse al bando de Lord Voldemort.

-Bueno, creo que con el tiempo pudieron llegar a perdonarte, Severus; mi querido muchacho -dijo Dumbledore, con una mirada que se podía asemejar bastante al cariño; cosa que descolocó a Severus en cierta forma-. Y estoy seguro de que podrás cuidar a esta linda damita.

A continuación, paso algo que lo sorprendió sobremanera, porque cuando Albus Dumbledore se acercó a ella; para el gran asombro de Severus, la niña miro al anciano director de Hogwarts con un desagrado inconforme a su temprana edad. Además, de que; acto seguido, procedió a enseñarle la lengua, con una expresión enfadada en su rostro.

-¡Cassiopeía! -gritó Severus, regañando a la niña al instante; mientras que esta seguía observando a Dumbledore con su ceño fruncido.

-Vaya, al parecer la pequeña Orwell ha heredado el carácter de su padre, aunque creo que eso no sería para nada extraño, teniendo en cuenta que el señor Orwell era todo un Gryffindor-

dijo Dumbledore, mientras transfiguraba un cojín del sofá en un pequeño oso de felpa, que levito hasta las manos de Cassiopeía, que lo tomó entre sus manos sin dudarlo ni un segundo.

«Creo que se equivoca, Dumbledore. Como una vez dijo Perseus; el lema de Hogwarts fue algo bastante acertado para describirse a si mismo». Y ciertamente, Perseus repetía ese lema justamente después de tener una pelea con Sirius Black. Que solía burlarse de él, diciéndole que tener un doble apellido en el mundo mágico era solamente para aumentar su ego y como era de esperarse, Perseus siempre le decía lo mismo: «Draco dormiens nunquam titillandus», que básicamente significa: «Nunca le hagas cosquillas a un dragón cuando esté dormido». El imprudente se burlaba de su amigo y este siempre averiguaba la forma de hacerle saber que por algo era un Orwell-Drakonis. Y parecía que la niña había heredado los caracteres de ambos padres. Algo que, Severus presentía, le traía más de un dolor de cabeza en el futuro, no muy lejano.

-Bien, Severus. No deseo seguir importunandote, solamente vine a decirte esto y también, que cada mes vendrá una encargada del ministerio, para ver como se encuentra la niña-

dijo Dumbledore, mientras que abría la puerta con un movimiento de su varita; cosa que solo hizo enojar aún más al joven pocionista. ¿Es que acaso hasta en su propia casa creía que iba a poder dar órdenes? Sabía que estás eran las consecuencias de tener que arrastrarse ante él hombre, pero esto era algo que sobrepasaba todos sus límites-. Buenas noches, muchacho.

-Buenas noches, profesor Dumbledore-

respondió Severus, con el rostro medio tenso, y cuando el anciano cruzó el lumbral de la puerta, sintió como toda la tensión que parecía estar acumulada en cada músculo de su cuerpo, se desvanecía repentinamente.

Aunque, jamás se espero que Cassiopeía sacase nuevamente su pequeña y rosada lengua, para hacer un sonidito bastante tierno y burlón en dirección a la puerta. Provocando que Severus hiciera algo que nunca creyó volvería a hacer en mucho tiempo: reírse a carcajadas, contagiando a la bebé, que también aplaudió encantada.

●●●

Dolores Umbridge llegó una tarde lluviosa de finales de Noviembre. A acaparar su casa -mejor dicho, a invadir la entrada de su casa-, para intentar intimidarlo con un sujetapapeles, una vuelapluma y su cara redondamente aplastada, muy similar a la de un sapo. Según lo poco que le había soltado la desagradable y rosada mujer, era enviada por el mismísimo Cornelius Fudge-sinceramente, Severus tuvo que contener, con mucho trabajo y grandes esfuerzos; sus ganas de vomitar cuando le escuchó su tonillo dulzón y almíbarado-, para evaluar su rendimiento como guardián mágico de Cassiopeía.

-Cómo usted sabe, señor Snape; la situación de la niña es muy delicada. Su linaje sangre pura y su posición actual, es una cosa que le preocupa en demasía al Ministro Fudge. El creía que dejarla con usted, era un gran error y que ella debía quedarse con gente de su misma... clase social-dijo Dolores Umbridge, con toda la intención de hacerlo enfadar; pero el joven pocionista no iba a caer en su juego, sabía que todo esto era por la apelación ante el Tribunal de Custodias de Niños Mágicos Británicos e Irlandeses (abreviado como el TCNMBI), que hicieron Lucius y Narcissa Malfoy por causa del testamento de Cygnus y Perseus, que les prohibían todo contacto con Cassiopeía. Lo que hizo que los Malfoy se pusieran cuál basiliscos enfurecidos. Ya que, la niña no tendría por qué haber estado involucrada en los conflictos de intereses que pudieron tener los adultos. Pero, obviamente; parecía que ni Cygnus ni Perseus pensaban que eso fuera una minucia, porque habían especificado que su hija no iba a relacionarse con esas personas no gratas. Y por lo que Walburga Black, le había dicho a Kreacher cuando salieron de la oficina del goblin encargado de la lectura testamentaria, -

también de paso hacían un pequeño retiro de galeones para enviárselos a Regulus, que estaba realizando su maestría en Historia de la Magia en Rumania -; Lucius había dicho que averiguaría donde se encontraba su sobrina y que le haría la vida imposible a la persona que la estuviera cuidando, porque nadie se atrevía a desafiar a un Malfoy sin sufrir unas graves consecuencias. Claramente, la sorpresa fue grande cuando supieron que el guardián mágico de la bebé era Severus Snape; como era algo bastante anormal, Lucius fue a quejarse directamente a Cornelius Fudge. Que así mismo, fue a llevarle la respectiva queja a Albus Dumbledore; que se presentó en su casa, para informarle de todo esto y también, para decirle que los Malfoy presentaron una petición formal de custodia mágica sobre Cassiopeía ante el TCNMBI. Su alegato, era que Severus no estaba en óptimas condiciones de ser el tutor mágico legal de una niña pequeña. Ya que, su condición como profesor de Pociones en Hogwarts, no le daba la estabilidad suficiente como para encargarse de cuidar a una niña de la edad de Cassiopeía. Por eso, ahora estaba ese ser desagradable y rosado, toqueteando las cosas que alguna vez pertenecieron a su madre e inspeccionando dos veces todos los minúsculos rincones de su casa. Escribiendo en un enorme pergamino, con esa ridícula vuelapluma.

-¿Sigue trabajando actualmente como profesor de Pociones en Hogwarts, señor Snape? -

preguntó Umbridge, con toda la intención de marcar algo negativo en su informe, añadiéndole esa voz que le provocaría una fuerte migraña a cualquiera.

-Sí, aún soy profesor de la materia Pociones, en el colegio Hogwarts, señorita Umbridge -

respondió Severus, con toda la intención de hacer molestar a esa mujer, todo eso causado por la furia y la indignación que estaba siendo en ese momento-. ¿Hay algún problema con ello?

-Bueno, uno de los reclamos que hizo el señor Malfoy, para obtener la custodia mágica de Cassiopeía Metis Orwell, fue y lo citaré: "El señor Snape, no está capacitado para hacerse cargo de una bebé de un año de edad, ya que no dispone del tiempo necesario como para ocuparse de ella y de sus necesidades principales; durante las veinticuatro horas del día". Creo, señor Snape, que esto es sólo la confirmación a lo dicho por el señor Malfoy -replicó Umbridge, como si esa situación le diera pena, algo que Severus ni siquiera consideraba remotamente posible.

-La niña se quedará conmigo en Hogwarts, hasta que pueda ingresar en una guardería mágica privada-

le dijo Severus, haciendo que a la mujer se le borrase la sonrisa triunfal del rostro, de una forma automática-. De hecho, ayer he visitado unas cuantas posibles opciones, que creí de lo más factibles.

Umbridge apretó los labios en una fina línea, que dejaba ver su inconformidad y furia -

aunque él apostaba, a que era porque tenía un salario apestoso de profesor y además, era un mestizo-, ya que la hija de Perseus Orwell-Drakonis, difunto rey del mundo mágico; había caído en las garras de él, un impuro sangre mezclada, y ex seguidor del que-no-debe-ser-nombrado. Esto era como una afrenta política, era como si tanto Cygnus como Perseus se hubieran burlado del Ministerio de Magia, antes de morirse. Y en cierta forma, Severus no dudaba ni un segundo de que así había sido. Cada palabra del testamento-

desde las cláusulas de custodia por si algo les pasaba, hasta quién administraría las arcas familiares; que esa parte le correspondía encargarse a Regulus, para gran disgusto de Dumbledore, según Walburga Black, que también decía que no podría echarle las manos encima a los abundantes galeones y las reliquias familiares que había dentro de estás-, era una enorme bofetada en los rostros de todos los ilusos que habían osado desprestigiarlos.

-Bien, señor Snape; veo que tiene todo en orden y que la niña se encuentra en perfecto estado, aunque eso no quiere decir que yo no vuelva a visitarlo nuevamente. Espere mi visita, buenos días-

dijo Dolores Umbridge, para acto seguido, abrir la puerta de su casa y desaparecerse tan rápido como había llegado.

Cuando se fue, Severus se dejó caer en su sofá predilecto, con un vaso de whisky de fuego en la mano; dispuesto a tomarse a lo sumo dos vasos, hasta que Cassiopeía se despertase de su siesta. Había sido todo un logro de su parte que la niña se durmiera, porque parecía tener un grave conflicto con dormir a media tarde. Y durante la madrugada, era otro conflicto; porque la niña no podía conciliar el sueño sin que él le diera su mano, para que la sostuviera. Severus cerró momentáneamente los ojos, dejando que la paz y la quietud le inundarán... aunque, como casi todo en su vida, esto duro poco; porque el sonido de la puerta siendo golpeada le sacó de sus cinco segundos de calma. Se puso de pie, gruñendo y maldiciendo en su interior, mientras que tomaba la varita con una rapidez alarmante. Abrió la puerta, con su varita alzada hasta la mejilla y se quedó congelado al notar que se trataba de nada más y nada menos que Narcissa Malfoy. Con la capucha de su capa color negra con bordes dorados, cubriendo su cabeza, sus ojos negros resplandeciendo y una tímida sonrisa esperanzada, plasmada en su rostro.

-Hola, Severus -dijo Narcissa Malfoy, quitándose la capucha con delicadeza -. Se que no debí haber venido, pero me preguntaba si me permitirías ver a Cassiopeía.

-Pensé que no podías verla hasta la decisión del tribunal en nuestra audiencia preliminar

-le respondió Severus, evasivamente; mientras guardaba su varita dentro de la manga de su túnica-. Pero, creo que no le hará daño a la niña que la veas.

Le hizo el espacio suficiente como para que pudiera pasar sin ningún tipo de problema. Y la rubia pasó con una media sonrisa dirigida hacia él. Aunque, a Severus no le paso por alto que arrugó la nariz. Como si todo lo que le rodeaba, fuera inferior a ella. Pero, era normal, ya que esa era su sangre Black saliendo a la superficie.

-Iré a buscar a Cassiopeía, si quieres puedes esperarme aquí -dijo Severus, con sus manos colocadas tras la espalda.

-Claro que si, Severus-

respondió Narcissa, aún observando a su alrededor, con cierta cautela; mientras retorcía sus manos enguantadas con cierto nerviosismo.

Severus suspiró entre dientes, dirigiéndose acto seguido, a la habitación donde estaba Cassiopeía, durmiendo tranquilamente su siesta. Y cuando el pelinegro la encontró, está tenía su dedo pulgar metido en la boca y también, tenía las mejillas tiernamente sonrosadas. El joven pocionista la observó, sintiendo que la ternura le embargaba por completo. Nunca había sentido algo así por nadie, ni siquiera por su propia madre, y mientras más tiempo transcurría, aún más se encariñaba con la niña.

La bebé se removió un poco en la cuna, porque parecía molestarle la luz que entraba por la ventana, que daba a la calle de La Hilandera, ubicada en el condado de Cokeworth.

Severus Snape fue a cerrar la dichosa ventana, tratando de hacer el menor ruido posible. Pero, tal parecía que sus esfuerzos fueron en vano, porque Cassiopeía le miraba por entre los barrotes de su cuna; mientras se sujetaba de estos con toda la fuerza de la que sus pequeños bracitos eran capaces. Estaba allí parada, observándolo con curiosidad.

-Sevy-dijo la niña, con una dificultad propia de su edad-. Sevy, toma Cass.

-Eres bastante exigente, niña -

dijo Severus, mientras acomodaba a Cassiopeía contra su cadera; y la niña se tomaba la libertad de dirigir sus manos hacia la melena suelta del joven -. Hay una persona que quiere conocerte, ¿sabes? Creo que ella vendría a ser como una tía tuya.

-¿Tita? -preguntó Cassiopeía, haciendo una extraña y tierna expresión, que enterneció completamente a Severus.

-Sí, pequeña, ella es tú tía-le replicó Severus, no pudiendo contener la sonrisa que se plasmó en su rostro-. Ven, te llevaré a conocerla.

La bebé gorgeó feliz, y agitó sus pequeñas, regordetas y sonrosadas piernitas, mostrando lo contenta que se encontraba en ese momento.

Severus la sujeto contra su pecho con firmeza, mientras que Cassiopeía apoyaba su cabeza en su hombro, babeando su túnica en el proceso. Aunque, a él no le importaba, no mientras ella fuera verdaderamente feliz.

Cruzó el pequeño pasillo que conectaba la habitación de la niña con el saloncito de las visitas y cuando estuvo allí, se encontró a Narcissa aún de pie, mirando todo lo que se hallaba a su alrededor, con cierto resquemor mal disimulado. Pero, está expresión cambió, al ver a la bebé entre sus brazos; provocando que una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla. Y lo que pasó después de eso, lo sorprendió muchísimo más; porque Cassiopeía, una bebé que había demostrado ser muy selectiva con el resto de las personas, estiró sus bracitos hacia Narcissa, para que está la tomará entre los suyos. Cosa que la ex Slytherin no dudó ni por un segundo en realizar.

-Es idéntica a Cygnus, pero con los ojos de Perseus-dijo Narcissa Malfoy, mientras que la pequeña le daba una gran sonrisa-. Gracias por permitir que la viera, Severus; no tienes idea de lo mucho que desee que esto ocurriera. Sabes, he tenido un hijo, su nombre es Draco y tiene la misma edad que esta pequeña ricura. Y pensé, que tal vez podríamos concertar una cita de juegos, solamente para que ellos se conozcan, al fin y al cabo, ambos son primos.

-Creo que podría considerarlo-

respondió Severus, sin comprometerse a na realmente, al menos no mientras estuviera el proceso legal tan en puerta; así que no daría su brazo a torcer por ahora. Pero, como buen ex Slytherin que era, supo sacarle provecho a la situación-. Obviamente, si el pedido de custodia mágica legal por de Lucius sobre Cassiopeía, se anula totalmente.

Narcissa, que sostenía firmemente a Cassiopeía sujeta contra su pecho; observó a Severus Snape con sus ojos entrecerrados en una fina ranura, claramente analizando la proposición que el joven pocionista había hecho. Mientras tanto, Severus realmente esperaba que la respuesta de la rubia fuera razonable, porque lamentaría profundamente prohibirle ver a la niña. Los hombros de la joven cayeron repentinamente, como si se estuviera rindiendo sin dar ningún tipo de pelea.

-De acuerdo, yo me encargaré de Lucius-

aceptó Narcissa, para gran alivio de Severus-. Pero, tú me debes prometer una cosa. Que jamás permitirás que la apartaren de mi lado.

-No puedo prometerte eso, Narcissa; porque si la niña crece y comienza a tomar sus propias decisiones, eso ya no será mi responsabilidad, escaparía por completo de mis habilidades persuasivas-

zanjó Severus, saliendosé magistralmente por la tangente.

La rubia estuvo por replicar, pero tanto ella como el joven pocionista, se distrajeron cuando la pequeña dio un dulce gorgeó, que enterneció completamente sus corazones.

Y mientras tanto, en Surrey; más específicamente en Privet Drive número 4, Harry Potter, que sería despertado por los agudos gritos de su tía Petunia, que había salido a recoger la leche dejada en su puerta y terminó encontrándose con un bebé, que también se pasaría los siguientes meses siendo pellizcado por su malcriado primo Duddley. No tenía ni la más remota idea de tres cosas: 1) Era el bebé más famoso del mundo mágico, 2) muchos magos y brujas, alrededor de Inglaterra, Escocia e Irlanda, brindaban con voces quedas, diciendo: «¡Por Harry Potter, el niño que vivió» y 3) su destino y el de la princesa del mundo mágico, tenían demasiadas cosas en común.

Claramente, ninguno de los dos bebés lo sabía.

            
            

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