-Pase y tome asiento. -El hombre trajeado me invita a sentar señalando con un gesto una silla sin levantarse de su mesa. Estamos reunidos en un despacho con todos los elementos blancos y una enorme cristalera a la espalda de mi interlocutor. Afuera el agua cae a mares resbalando por el cristal. Me siento donde me indica y mientras lo hago el hombre, con un rostro imperturbable, parece analizar cada uno de mis movimientos. Me incómoda su atenta mirada. Estas situaciones, al igual que los interrogatorios policiales cuando sacas a pasear un perro, siempre resultan incomodas.
Mira fijamente mis ojos y con voz profunda continúa hablando mientras yo callo con el corazón encogido en mitad del pecho-. Hemos analizado su currículum y los resultados de las pruebas físicas y psicológicas que realizó durante el proceso de selección. Usted es joven, fuerte, ambicioso, inteligente, sin rastro en su sangre de «el virus»... No voy a andarme con rodeos. Usted es el candidato con mayor puntuación de cuántos aspirantes se presentaron a la candidatura. Usted es el elegido. Le aconsejo que aproveche el escaso tiempo del que dispone antes de incorporarse a la misión para despedirse de todos sus seres queridos. Recuerde las condiciones para el puesto, una vez que esté todo preparado no volverá a verlos jamás.
Me ha dejado de piedra y apenas soy capaz de articular palabras.
-Mu... Muchísimas gracias. Lo cierto es que... Bueno... Me gustaría solicitar el incorporarme lo antes posible al periodo de adaptación para la misión. Como ya os comenté durante el cuestionario de situación social y familiar, no tengo ningún lazo que me ate a alargar la espera. Le voy a ser franco, aquí nadie me echará de menos.
-Perfecto. En realidad, debido a la situación en la que nos encontramos, no esperábamos menos de usted. Preséntese mañana a primera hora en las instalaciones que le indicarán en secretaría para comenzar de forma inmediata la formación obligatoria. En cuanto el otro sujeto esté preparado, despegareis sin demora. El viaje no se puede postergar más. Sois la última esperanza de la humanidad. Las semillas que germinarán y harán florecer de nuevo a la humanidad a millones de años luz en algún lugar indeterminado entre las estrellas. ¡Deje que yo sea el primero en darle la enhorabuena por su nueva ocupación!
Con otro gesto inalterable me invita a abandonar la sala. No puedo evitar sonreír y sentir una embriagadora sensación de triunfo durante el trayecto bajo la lluvia hacia el cubículo carcelario que ha sido mi hogar todo este interminable tiempo, mientras, imagino que alrededor, donde no alcanza la vista, agonizantes personas de rostros grisáceos y enfermizos siguen con extrema atención mi victoriosa marcha hacia la eternidad.
¡Mañana comienza mi nueva vida!
«Mañana comienza nuestra nueva vida».