La aeronave que nos ha de albergar durante generaciones es la de mayores dimensiones jamás diseñada y construida por la humanidad. Un interminable e intrincado laberinto de corredores y salas con paredes de color blanco inmaculado iluminado con un sistema de tiras LED de eterna duración.
Hay estancias destinadas a cualquier tipo de uso imaginable: cocinas, comedores, dormitorios, aseos, vestuarios, salas de estar, jardines interiores, laboratorios, observatorios, almacenes, talleres, huertos, salones de ocio, salas de cine, filmotecas, bibliotecas... Todas parecen estar colocadas sin ningún sentido y con accesos de lo más variopintos. Desde ascensores a escaleras pasando por retorcidos pasillos. Su distribución parece haber sido tomada a partir de una maqueta del subconsciente de un demente.
Tal es el caos de la disposición, que recordar el camino a algún lugar en concreto resulta una tarea casi imposible. En ocasiones da la sensación de que las salas intercambian sus posiciones. Quizá la intención de quien ideó el interior era evitar la rutina de los pasajeros, que sin duda se acabará haciendo patente en un viaje cuya duración estimada es de cientos, sino miles de años, y dónde convivirán incontables generaciones hasta dar con un nuevo planeta que reúna las condiciones necesarias para ser colonizado.
En algún momento he llegado a pensar que sería una locura, pero he descubierto de manera casual una guía en la cabina de control donde se explica que la navegación por el interior de la aeronave es más sencilla de lo que a primera vista aparenta. Basta con pronunciar en voz alta el destino deseado y la inteligencia artificial de la nave te guía mediante un sistema lineal de luces parpadeantes desde tu posición hasta tu destino por el camino óptimo. Me sorprende comprobar que a pesar del aparente desorden con que parece trazada la distribución, todas las salas acaban hallándose a menos de diez minutos caminando. La guía incluye además un enorme listado con todas las salas que conforman la nave, mil una en total, quizá un numero basado en el enorme cuento de las noches de Arabia. De alguna manera, me reconforta la idea de que se trate de un inútil homenaje realizado por alguno de los participantes en el inmenso proyecto a la maravillosa compilación de cuentos orientales.
La última de las salas que aparecen listadas aún no he llegado a visitarla.
«Criogenización».
¡Allí debe estar mi compañera de viaje!