Que agradable resulta el poder hacer otra vez algo diferente. Llevo ya un mes completo encerrado en una base militar, realizando un continuo proceso de preparación física y psicológica. Los días aquí son siempre iguales, pero el ejercicio y las exigentes rutinas preparatorias hacen que el tiempo pase volando. Casi sin darme cuenta. Ante la situación que se me plantea en el futuro próximo, cualquier cosa que implique mantener la mente ocupada, ahora resulta imprescindible.
Había olvidado lo mucho que echaba de menos las rutinas. El estruendo del despertador a horas intempestivas; levantarse temprano, asearse y bajar al enorme comedor vacío a desayunar; ir al gimnasio durante varias horas, haciendo ejercicios aeróbicos y de musculación que me permitan poseer una completa movilidad y coordinación del cuerpo en gravedad cero; nutritivo almuerzo en el mismo comedor abandonado rodeado de los fantasmas de los militares que antes Vivian en este lugar; asistir a los cursos de preparación de pilotaje y mantenimiento aeroespacial. Estas últimas clases me resultan especialmente aburridas, pero las necesitaré, no queda otra opción, ya que es probable que lo que me resta de vida lo pase en el interior de un transbordador surcando las corrientes de vacío del espacio. Sesiones de psicólogo en las que se hace especial hincapié en como debo afrontar los interminables días que quedan por delante, donde insisten en la idea de que en mi nueva vida no seré el único viajero y que es de suponer que en una situación así será inevitable que se generen conflictos, así como las mejores maneras de afrontarlos y sobrellevarlos. Y para finalizar, más gimnasio y a descansar para poder afrontar al día siguiente una jornada nueva; distinta; igual.
Ya debe quedar poco para la fecha programada de despegue, ya que la rutina que presentan se vuelve cada día más exigente. La realidad es que el viaje no puede demorarse más, pues la humanidad vive su propia e inevitable cuenta atrás. Según pasan las jornadas noto como la semilla de la ansiedad se va acomodando en el interior de mi cabeza trayendo consigo aquellos olvidados sueños de infancia en los que llegaba a ser cosmonauta, y para contrarrestar el ansia, amplifico el esfuerzo al realizar cada una de las actividades preparatorias. Todo sea por aguantar hasta el ya visible final. De alguna manera me reconforta todo esto que está ocurriendo y la increíble oportunidad que recae sobre mis hombros, o mejor dicho, nuestros hombros.
«¡Ánimo! Nuestro día está ya al alcance de la mano».