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Abrí mis ojos y pude notar que el sol estaba en su máximo esplendor, creo que ya era medio día o un poco más. Sentí un martilleo en mi cabeza y mis ojos pesaban, me levanté de la cama, había dormido casi toda la mañana después de que se fuera mi jefe y de llorar como Magdalena abandonada, de solo recordar cómo se marchó después de su beso, ese beso que se repetía en mi cabeza y sentía aún en mis labios.
Dios me sentía triste y dolida ¿Cómo pude pensar que mi jefe podía sentir algo por mí? La única tonta en este juego soy yo, sí yo, que me estoy creyendo una super mujer irresistible que tiene el poder suficiente para tener a los hombres a sus pies, ¡Bah! Tonterías de niña.
Hoy limpiaré mi departamento, debo dejar muchas otras cosas organizadas para que a mí regreso todo esté limpio y en su lugar.
La tarde se fue rápido, eran las 7:30 de la noche y ya me encontraba en la parada de autobuses, tenía mi boleto en la mano y estaba lista para abordar, el viaje a casa de Salomón era de 3 a 4 horas así que un poco antes de la madrugada a su ciudad, gracias a Dios había conseguido un hotel para pasar los días, así le daría la mejor sorpresa, con lo que no contaba era con lo que el destino me tenía preparado.
-Listo señores, señoras, señoritas llegamos...
Bostecé y me estiré un poco antes de salir del autobús, por quedarme dormida no sentí el viaje, pero aun así me sentía agotada. Llegué al hotel, me dieron mi llave y a dormir.
La lluvia no paraba de caer, mi cuerpo temblaba por el frio que estaba haciendo, pero las personas a mi alrededor no se interesaban por eso.
Sentí sus manos tocar las mías, pude sentir su calor, su olor, su toque, pero él no estaba allí. Mis ojos lo buscaron con desesperación en los rostros de los presentes, todas aquellas personas que yo no conocía. Caras de cuerpos que no distinguía estaban sentados en elegantes mesas llenas de arreglos y lujosas vajillas. Música, había una hermosa melodía de fondo, gente riendo, brindando, comiendo, la lluvia no los tocaba, solo caía sobre mí.
-Bienvenida a mi fiesta Sara.
Levanté mi rostro y vi su mirada, su desafiante mirada. Que yo recuerde nunca me había mirado de esa manera.
-¿Tu fiesta? ¿Qué celebras?
Me miró con altivez y arrogancia, en su mirada pude ver triunfo.
-Mi matrimonio Sara, bienvenida ¿Por qué tardaste en llegar? Te esperábamos hace mucho.
-¿Esperaban? ¿Quiénes me esperaban y por qué?
-Todos Sara... todos.
Levanté mi rostro y lo vi, en el fondo del lugar, lejos de todos pude verlo, había derrota en su mirada, su cuerpo desparramado en esa silla con la mirada perdida hacia la nada, y la botella de licor en su mano.
-¿Qué le has hecho?
Mis palabras salieron llenas de dolor por verlo de esa manera, derrotado, acabado, sentí cómo mi pecho se oprimía al verlo por primera vez de esa manera.
-¿Qué te han hecho Charles, dime quién te hizo esto? -dije intentando llegar a su lado, pero la persona junto a mí me detenía sin tocarme. Llevé mis ojos hacia su silueta y vi que era ella-. ¡Tú, tú le hiciste esto, tú lo destruiste!
-¿Yo? Esto lo hiciste tu Sara, tu misma lo arrojaste al abismo, tu misma lo destruiste, tu y solo tu eres la culpable de su desgracia... solo tu Sara... solo tu... solo... tu...
Desperté asustada, mi respiración agitada y mi cuerpo frio, sentía mucho frio. Levanté mi vista hacia la venta de la habitación y la noté abierta, llegué tan cansada anoche que no me percaté de que estuviera abierta.
Que pesadilla más extraña, no recuerdo los rostros de mi sueño, aunque sé que vi algunos, pero no los recuerdo, espero que no sea nada malo.
Revisé la hora en mi móvil y vaya... las 2:30 de la tarde, debo apresurarme si quiero verme con Salomón.
Me di un merecido baño y me coloqué algo ligero, estábamos en la mejor época del año, ni frio ni calor, bueno solo las noches son un poco frías. Bajé al restaurante comí algo y subí nuevamente para terminar de tomar mis pertenencias. Creo que llegaría primero a la fábrica, él debe estar allí.
En cuanto entré la recepcionista me miró como bicho raro.
-Hola, buenas tardes, sabes si ¿Salomón se encuentra?
Ella me reparó de arriba abajo como si tuviera peste.
-¿Tiene cita?
-¿Cita? No. Eh, yo solo vine a verlo. Dígale por favor que Sa...
-¿Y tú quién te crees que eres para venir a dar órdenes? ¿Su novia?
Órdenes, nunca le he dado una orden, pero esta peliteñida que se cree.
-Mire señorita...
Estaba esperando que me diera su nombre para poder hablar claro con ella, pero me vi interrumpida.
-¿Sara? Por Dios Sara ¿Qué haces aquí? Que gusto verte.
Y allí frente a mi estaba la señora Lucía, la mamá de Salomón.
-Señora Lucía, también me agrada volver a verla. Vine a ver a Salomón.
-Pero mírate como estás de hermosa. Lástima que mi hijo no está hoy aquí.
Oh no, creo que perdí mi viaje, pero bueno no importa, tomaré estos días como vacaciones.
-Bueno, no lo sabía, solo vine para verlo y charlar con él.
-Ah, pero si gustas puedes ir a su departamento, él debe estar allí. Es que estuvo ayer hasta muy tarde adelantando trabajo porque próximamente llevaremos a cabo nuestra reunión anual y él estuvo preparándose hasta tarde.
Sonreí por esa respuesta, al menos no estaba fuera de la ciudad.
-Gracias señora Lucía, claro que iré, me gustaría darle la sorpresa.
La madre de Salomón no tardó en regalarme la dirección del departamento de su hijo, mientras revisaba la ruta en mi móvil la señora Lucía le pedía a la peliteñida un Uber.
-Hija, me encantó verte. Espero que antes de irte vengas a despedirte o nos visites por unos días en la fábrica, será un gusto darte un tour, pronto serás mi nuera.
Sus palabras hicieron que mi corazón saltara de ¿emoción? ¿preocupación? No lo sé, pero me sentía entre la espada y la pared.
-Claro que vendré, igualmente me encantó volverla a ver. Espero regresar y dar ese tour. Gracias. Hasta pronto.
-Adiós hija.
Tome el Uber y salimos directo a los edificios donde vivía Salomón. Estaba nerviosa, mis manos sudaban y mi corazón latía en mis orejas, sentía que se me saldría por la boca.
En cuanto llegué a su piso, busqué el número de su departamento. Bingo, pero la puerta estaba entreabierta.
Que extraño, Salomón nunca había sido tan confiado.
No sabía si tocar el timbre o entrar. Creo que estuve casi horas parada frente a su puerta con el dilema en mi mente, pero solo habían pasado unos cuantos segundos. por Dios Sara, nunca has sido una miedosa. Empujé la puerta y metí la cabeza, todo se veía en orden ¿será que no hay nadie? Seguí con mi exploración, pero no encontré a nadie.
No lo pensé mucho y subí al segundo piso. Nada, no se veía ni se escuchaba nada. Creo que mejor me voy.
Escuché unos pasos por el pasillo así que bajé rápido y me ubiqué en la puerta, no quería que me vieran como una entrometida, respiré profundo para calmarme por la carrera, y toqué la puerta como si acabara de llegar.
-Hola, ¿Salomón estás en casa?
Miré a todos lados y lo vi bajar la escalera con un pantalón de pijama.
Qué raro, él nunca usa eso durante el día.
Pero inmediatamente recordé que su mamá dijo que había trabajado hasta tarde, así que supuse que estaba dormido.
-Sara, ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste?
Le sonreí con timidez, nunca supe por qué me sentía temerosa a su lado.
-Hola Salomón, solo vine a visitarte, es que... necesito hablar contigo. ¿Puedo pasar?
Lo vi ponerse nervioso, pero le resté importancia.
-Eh, sí claro, que descortés soy, pasa ponte cómoda.
-Gracias, estuve en la fábrica, tu mamá me dijo que estabas aquí, por eso vine. Disculpa mi intromisión, pero la puerta estaba abierta.
Noté que tenía el torso desnudo y unas marcas rojas en su piel, parecían arañazos. ¿Qué raro?
-Tranquila, voy a vestirme ya regreso.
Y subió rápido las escaleras. Mis nervios se apoderaron de mí, y eso no me gustaba, porque actuaba sin pensar, y pasó lo que no sé si tenía que pasar. Fui impulsiva, y subí también las escaleras.
No sabía cual era su habitación, así que me dejé llevar por el instinto y los nervios.
Bingo.
Escuché ruidos de pasos y cajones abriéndose, me aventuré y abrí la puerta con cuidado, en verdad no quería verlo desnudo, pero la curiosidad era más grande. No sé por qué, pero quería ver más allá de lo que ya había visto en la sala.
Con discreción asomé mi cabeza y... NO LO PUEDO CREER... EMMA.
Sí esa es Emma, estaba a medio vestir frente a Salomón, abrazados, besándose cómo es posible. ¿Salomón y Emma?
Saqué mi móvil y tomé una foto de ese beso y de esas medio caricias que se dieron. Ya tengo mi decisión tomada. Cerré con cuidado y con dolor en mi corazón bajé las escaleras. No fue necesario correr ni hacer drama, no tenía ganas de hacer escándalos innecesarios, Salomón y yo no es que tengamos la mejor relación, bueno, yo lo respetaba, es mi... o era mi novio, le debía respeto a la relación, no lo hacía por él, lo hacía por mí.
Llegué al estante de libros que estaba junto a la ventana y tomé una libreta con un bolígrafo. No soy de dejar notas, porque todo lo hago de frente, pero no quiero que ella me vea. Eso no sería bueno.
Salomón, lo nuestro no tiene porqué seguir.
Aquí dejo el anillo que me unía a ti.
No preguntes por qué, eso tu ya lo sabes, en tu habitación está la prueba de esta decisión.
Gracias por ayudarme a tomarla.
Saben creo que todo lo que nos pasa en esta vida no es por algo, es porque Dios tiene planes para todos nosotros y lo que sucedió con Salomón es prueba de eso. ¿Me duele? Sí, dolió y mucho, porque me siento traicionada, herida, burlada, pero saben algo, fue lo mejor. No tuve que hacer algo para enfrentarme a Salomón, él solito se alejó de mí.
Cerré la puerta, guardé mi móvil en mi bolso, y bajé por el ascensor, en cuanto estuve fuera respiré con ansias, como si el aire me faltara. Caminé rápido hasta perderme entre las personas, sentía como unas lágrimas salían de mis ojos, pero me di cuenta de que no me dolía el corazón porque lo amara, creo que me dolía por sentirme engañada.
Me detuve al lado de un edificio, no sabía dónde estaba, pero no me importó, solo me tomé un momento para llorar en silencio y pensaba qué hacer. Respiré hondo y revisé mi reloj, ya había pasado media hora desde que encontré a Salomón.
Saqué mi móvil y llamé un Uber antes de apagarlo, llegué hasta el hotel en el que hospedaba y guardé en mi maleta las pocas cosas que había sacado. Llamé a la recepción por la cuenta mientras iba buscando el itinerario de los autobuses, quería irme lo más rápido.
En cuanto estuve en mi asiento, volví a sentir el nudo en mi garganta, pero esta vez no lloraría, él no se lo merecía, ningún hombre se merecía nuestras lágrimas, ninguno se merece nuestro amor, pero somos unas tontas, o más bien es la ley de la vida, enamorarnos, pero de la persona correcta. Y no sé si yo encuentre a esa persona correcta.