Capítulo 6 Reconociendo Errores.

Charles Brown.

Los días sin Sara eran tormentosos, su sola presencia me hacía falta, tan solo quería saber que ella estaba allí en su lugar, en su oficina dispuesta a acudir a mi llamado en cualquier momento, pero no, se había marchado.

Ya había pasado una semana desde el incidente en su departamento y yo no paraba de ir a su edificio después de las visitas al terapeuta, que por cierto me estaban ayudando mucho. Todos los días llegaba con la seguridad de poder verla, pero nada, ella no estaba.

A los dos días de haber tenido el incidente con ella regresé a su departamento, el conserje me dijo que había salido con maleta en mano. No saben lo que sentí en mi corazón, allí supe que la perdí. La extrañaba, la necesitaba, en realidad necesitaba su apoyo, sus palabras, sus consejos, sus ideas. Que mierda ¿Quieren la verdad? La necesitaba a ella, quería volver a sentir su olor, ver sus lindos ojos oscuros, contemplar su rebelde cabello y sobre todo sus labios, quería volver a probar el sabor de sus besos.

Sara... solo bastaron unos besos para sentirme adicto a ti.

-Señor Brown, disculpe la interrupción, llamaron para confirmar su cita de las 3 de la tarde.

-Gracias Lucrecia, eres muy amable.

Esa era Lucrecia, la secretaria que me asignó el área de personal hasta que llegara Sara. Aunque ella me había gritado que no iba a regresar, yo no la iba a dejar ir, informé al área de personal que si Sara llegaba a radicar una petición de renuncia la revocaran de forma inmediata.

Me levanté de mi lugar para asistir a mi cita. Las visitas al terapeuta que me recomendó mi madre habían sido de gran ayuda, quería mejorar mi autoestima y mi amor propio para poder recuperar a Sara, pero primero debía recuperarme a mí mismo.

Tomé mi auto y me dirigía hacia el consultorio cuando la vi. Sara volvió, pero la veía triste, desencajada, su semblante no era el mismo. Intenté orillar el auto, para hablar con ella, pero no, asistiría primero a mi cita y luego llegaría a su departamento.

La sesión duró dos horas, pero fue provechosa, al igual que las anteriores, en las que un profesional me ayudaba a darme cuenta de que durante mucho tiempo permití que decidieran por mí. Me hizo ver con palabras crudas que, aun siendo un hombre mayor, no tengo la madurez suficiente o el valor para afrontar las consecuencias de mis propios actos.

Escarbó con determinación en mi subconsciente y me hizo ver porque me aferro a pedir opinión por todo lo que hago, me mostró que soy como libro abierto ante los ojos de mi padre, permitiéndole elegir por mí el camino que debo seguir.

Palabras más, palabras menos "si algo malo sucede en la decisión tomada tengo a quien echarle la culpa y no afrontar las consecuencias".

Pese a que soy un hombre adulto y que tengo el control de mí, demostré que soy fácil de manipular, porque, aunque demuestro que tengo carácter, en realidad con mi padre soy un cobarde, que teme en llevarle la contraria y demostrarle que ya no soy un niño manejable, sino un adulto con derecho a equivocarse y asumir los resultados de mis acciones.

Al salir de la consulta me sentía mucho mejor. No lo pensé mucho y como un insecto atraído hacia la luz arribé al edificio de Sara, no supe cómo, pero mis pies ya me habían dejado frente a su puerta.

Toqué varias veces, pero no abrió. De seguro no quería verme, lo que le hice fue muy vil. No sabía que hacer, por un momento sentí miedo y me senté en el piso junto a su puerta para pensar por un momento en cómo pedirle disculpas. Cerré mis ojos y dejé que mi mente viajara buscando las palabras adecuadas para implorarle perdón, estaba tan absorto en mis pensamientos que no me di cuenta en qué momento ella apareció frente a mí.

-¿Qué hace usted aquí? ¿Le recuerdo que mi regreso al trabajo es el lunes y hoy es sábado?

Y allí estaba ella, mis ojos recorrieron por completo su hermoso cuerpo, se veía tan bella como siempre, pese a que su semblante mostraba que le sucedía algo, porque me pareció ver sus ojos hinchados y con señales de ojeras. Me coloqué en pie y le hice frente por primera vez a mis temores.

-Sara, hola, vine a disculparme contigo, no merecías que te tratara de la manera en qué lo hice ese día y...

-Por favor no sigas, en verdad no quiero escucharte. Lo que hiciste me dolió, pero no me rompió. Tus actos me demostraron cuan equivocada estaba contigo. Por favor vete.

Ella pasó de mí hacia su puerta, me hice a un lado para ver como la abría y entraba, pero cuando la iba a cerrar coloqué mi pie trabando la puerta, debía arreglar el daño que hice.

-Sara, sé que en este momento soy tu peor enemigo, pero quiero remediar lo que hice, yo... ese día venía a disculparme contigo por lo que había dicho...

-No quiero oír tus disculpas, es más, no te quiero ver.

Esto no podía estarme pasando, pero me tenía bien merecido su desprecio, ahora debía encontrar dentro de mí el valor para enfrentar mi realidad y confesar lo que mi corazón sentía.

-Por favor, yo también me estoy enamorando de ti, y no supe como decirlo. No sé qué me pasó. Me porté de la peor forma y te herí. Por favor, perdóname, tú me gustas, es solo que tengo miedo, este sentimiento es nuevo para mí, desde el primer día que te vi, quise que lo supieras y no supe cómo hacerlo, mi padre se encargó de todo lo que has visto en mi vida, así que soy un cobarde que no sabe cómo decirte que me gustas y mucho. Y el beso... Oh Sara, he querido besarte y tocarte desde el primer día que te vi.

Mis palabras salieron sin pensar, lo dije tan rápido que me sorprendí cuando la vi llorar, no sabía si había dicho algo que la hiriera. Quise tocarla, pero me contuve.

-Sara no llores, en verdad no sabía que te molestara tanto mi presencia, o bueno sí, porque te hice daño, no quiero que sufras me voy, no te molestaré más. No tienes por qué regresar al trabajo sino quieres, aceptaré tu renuncia, aunque me dolería mucho que lo hicieras porque fue por mi culpa, pero igual tienes derecho a ser feliz, tu cheque te llegará aquí, así no tendrás que verme. Adiós.

Cuando iba a retirar mi pie y darme la vuelta e irme, ella tomó mi brazo y me hizo detener.

Miré por un momento su mano, debía cerciorarme de que no era un sueño. Su toque fue maravilloso.

-¿En serio te gusto?

-Y no sabes cuánto. Tardé mucho en darme cuenta, creo que fue necesario que me sacaras de tu casa y de tu vida para poder ver que yo también me estoy enamorando de ti.

-¿Quieres tomar un café conmigo? U otra cosa, es que...

-Me encantaría, pero no quiero incomodarte.

-No lo haces, es más, me gustaría charlar contigo un poco, si no es mucho pedir.

La miré directo a los ojos y vi mucha tristeza en ellos, de un momento a otro estaban acuosos y listos para desbordar una cascada de llanto.

-¿Estás segura de querer charlar conmigo?

-Por favor, yo... necesito hablar con alguien.

Feliz, así me sentía, mi corazón estaba hinchado de felicidad por saber que ella no me rechazaba, creo que me estaba dando la oportunidad de redimirme. Entré tras ella a su departamento, era hermoso, bien organizado, tenía pocas cosas, pero se sentía cálido y acogedor, me ubique cerca al sofá que estaba en la pequeña sala y esperé a que ella me indicara que hacer, en realidad estaba avergonzado y apenado, demasiado estaba haciendo con recibirme.

-Siéntate, por favor, traeré algo de tomar, quieres...

-Agua estaría bien.

-Ok.

Vi que hacía un gran esfuerzo por no derrumbarse frente a mí, seguía pensando que mi presencia le incomodaba. Antes de verla perderse por un pasillo hacia lo que imagino sería la cocina levanté la voz y la detuve.

-¿Me indicas donde puedo lavar mis manos?

Estaba asustado, tenso, no sabía cómo reaccionar a hora que estaba cerca de ella, por eso le pedí un lugar donde controlar mi respiración y pasar un poco los nervios.

-Eh, sí por esa puerta al fondo encontrarás un baño.

Miré la puerta que me señalaba, tenía su nombre en ella adornado con hermosas flores y estrellas hechas en goma eva: «Sara Johnson. Favor no molestar», sonreí al darme cuenta de lo tierna que es, parecía una niña. Me coloqué de pie y salí directo hacia donde me indicó. La habitación estaba a oscuras, pero con la poca luz que entraba por la ventana pude ver que era su habitación.

Aspiré el aroma que emanaba todo el lugar, olía a flores, a rosas, era un olor dulce, delicioso, igual que ella. En cuanto abrí los ojos, pues no me había dado cuenta en qué momento los había cerrado, me dirigí a lo que era el baño.

Era pequeño y bastante organizado. Sara era así, muy organizada.

No fue necesario cerrar la puerta, solo entré para estar solo y tranquilizarme, no podía permitir que los nervios y el estrés que estaba viviendo en este momento me jugaran una mala pasada. Sara me ponía nervioso, estaba jodido, parecía un adolescente temeroso por la chica que le gusta, porque ella me gusta y mucho.

Escuché el timbre, pensé que había pedido algún delivery, pero después de unos segundos escuché gritos de su parte y la voz enojada de un hombre.

Salí del baño lo más rápido que pude y logré ver a un hombre sosteniéndola con furia y violencia por el cuello, ella intentaba fallidamente quitárselo, pero el sujeto era más fuerte y le gritaba crueldades en su cara.

-Qué creíste pequeña ramera, que con un papelito te librarías de mí, pues fíjate que no, porque a Salomón Red, nadie lo deja.

La escena me causó tanta furia que me abalancé sobre el sujeto propinándole un golpe directo a su cara. El tipo se tambaleó y soltó a Sara.

El sujeto se tocó la mandíbula y dibujó en su rostro una macabra sonrisa.

Ahora el sujeto se dirigía a mí, allí fue donde me di cuenta de que era Salomón, su novio o era su novio.

-A mí, no me dejas acercarme, ni llegar a tu departamento, pero a este ya lo tienes instalado. Si que eres rápida Sara.

-Oye imbécil, no la trates a sí, ella es una dama.

-¿Dama? Esta ramera está a pocos días de casarse conmigo y a ti te mete en su cama, eso no es de una dama.

El hombre frente a mí se veía muy diferente al Salomón que conocí hace 5 meses atrás cuando sara nos envió la invitación a su matrimonio. El dulce y amoroso rostro de su novio había desaparecido por completo, este era el de un completo sicópata.

Llevé mi mirada hacia ella quien estaba completamente aturdida, sus ojos llorosos y su respiración agitada, la vi llevarse las manos a su cuello intentando disipar el dolor del agarre. Pese a que su piel no era blanca pude ver las marcas en su cuello, los dedos del tipo estaban marcados.

-Maldito, es que nadie te enseñó a tratar a una mujer.

Lo tomé con fuerza por las solapas de su chaqueta y lo empujé con todas mis fuerzas hacia la pared más cercana. Él era alto, pero yo lo era un poco más. No medí mi fuerza en ese momento, así que con la furia contenida por lo que sucedía lo volví a golpear contra la pared. Él se quejó y como pude lo arrastré hacia afuera.

En cuanto salimos lo golpee nuevamente entre las costillas y el estómago, él se retorció de dolor.

-No vuelvas nunca más, Sara no está sola, y si vuelves te las veras conmigo.

El tal Salomón como pudo se colocó en pie, aunque lo vi tambalearse.

-Dime mi amor, ¿Este es el sujeto por el que me cambiaste? Por eso tuviste el coraje de terminar conmigo, porque ¿te crees invencible con él? ¿Contéstame?

¿Sara terminó con él? En qué momento sucedió todo.

No me había dado cuenta de que me había perdido en mis pensamientos, sino hasta que sentí a Sara tras de mí, pero en cuanto escuchó las feas palabras de su ex la vi estremecerse y tensarse, pero ella era muy fuerte porque se colocó en medio de los dos.

-¡Ya basta! ¡Lárgate, Salomón! Te lo dejé bien claro. No quiero volver a verte, tú y yo terminamos y no me importa lo que pienses de mí porque yo no vivo de eso. Así que vete y no vuelvas.

El rostro del hombre se tornó desafiante y pude ver en su mirada enojo e ira.

-Esto no se va a quedar así, pequeña Sara, me las pagarás y bien caro. Si creíste que te librarías de mi para meter a otro entre tus piernas estás bien equivocada.

Intenté golpear nuevamente al sujeto, pero ella me lo impidió.

-Qué esperas, ¡Vete! Y no regreses.

-Los dos pagarán lo que me han hecho. Eso se los juro.

En cuanto el tal Salomón se fue, pude ver como ella bajaba la mirada, se veía bastante afectada.

Ella entró al departamento y yo la seguí, me mantuve quieto en la puerta mientras ella se ubicaba en el sofá de la sala.

-Si gustas puedo irme para que descanses y...

-No, sé que suena descabellado, pero... podrías hacerme compañía esta noche, es que... tengo miedo.

Y allí se derrumbó por completo. Sara soltó el nudo que la atormentaba desde que llegué. Lloró amargamente, con dolor en su alma. Intenté acercarme, pero me detuve a mitad de camino, no quería abrumarla.

Ella levantó el rostro y sus lindos ojos estaban bañados en lágrimas.

-¿Me podrías abrazar, por favor?

Y allí estaba lo que tanto quería hacer desde que llegué, tenerla en mis brazos.

-Claro.

Me acerqué a ella y me senté a su lado, la miré a los ojos antes de estrecharla entre mis brazos. Fue el mejor momento porque pude sentir su calor, su olor, ese que me hacía soñarla despierto. La sujeté con fuerza, quería que sintiera cuanto me había hecho falta.

-Oh, Sara, cuanto quisiera borrar estos feos momentos de tu vida y que nunca más los vivieras.

Ella levantó su mirada y se clavó en mis azules ojos. La observé con detenimiento y quise congelar ese momento, no quería perder detalle de cada parte de su rostro, porque mi memoria estaba grabando cada pequeña porción de su linda cara.

Con cariño acaricié su espalda y me costaba mucho porque sentía que mis manos quemaban con tan solo tocarla, sentía miles de hormigas recorriéndome, era como si una electricidad me sacudiera por dentro.

Pude ver que ella acercó un poco más su rostro hacia mí, y me susurró esas palabras que tanto había esperado escuchar.

-Bésame Charles, bésame hasta que sienta que has borrado sus besos y el mal recuerdo.

Que obediente fui ante su pedido, porque sin mucho esfuerzo mi boca buscó su boca y mis labios los suyos, nuestros alientos se mezclaron y nuestras lenguas se juntaron.

Era el beso más necesitado, más anhelado, era el beso más caliente de los pocos besos que nos habíamos dado.

            
            

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