Perseguida por la Mafia
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Capítulo 10 10

Marianne despertó al amanecer, en su cama, en una habitación muy bien amueblada, en un bonito hotel con vista al lago St. Clare. Tenía puesto un pijama blanco y transparente, su cabello era una maraña de pelo. Se llevó la mano al pecho, estaba agitada, su corazón latía con fuerza. Recordó y pensó en aquella noche, deseando que fuera una pesadilla de tantas, pero no era así, el corte cicatrizado en el labio inferior la devolvía a la cruda realidad.

«En esa misma noche, mientras se encontraba de pie en el andén número tres de la Estación Rosebury. Se preguntó si estaría soñando y sonrió irónicamente al pensar que su pesadilla estaba a punto de comenzar. El lugar estaba frio y silencioso. Marianne seguía estando tensa, con las manos entrelazadas a la altura de su abdomen, frotándose los pulgares. Miraba alrededor, en las esquinas y lugares oscuros. Deseando que Edward no la haya perseguido cuando hubo salido de aquella Isla».

De vuelta en su habitación. Marianne se sentó en el borde de la cama, con vista al ventanal. Una franja anaranjada en el horizonte le avisaba que estaba amaneciendo. Otro día más. Estaba muy desmotivada para levantarse y presentarse a trabajar.

«No soy el único hombre poderoso que te odia».

Se levantó de la cama y caminó hacia el ventanal, que más bien era una pared de cristal sin balcón. Miró el amanecer, el lago, los edificios bonitos que rodeaban el lago, las calles empezando a llenarse de tráfico y peatones. Estuvo de pie frente al ventanal unos segundos antes de dirigirse a la mesita de noche al lado de su cama, allí había un comunicador.

Marianne presionó el botón azul y esperó que se encendiera la bombilla roja.

-Buenos días, Srta. Cooper -una voz femenina y estática salió del parlante-. ¿En qué puedo ayudarle?

-Agéndame una reunión con Gabriel Baker para el mediodía. -respondió Marianne inclinándose levemente al comunicador para que aquella mujer escuchara con claridad.

-Enseguida, Srta. Cooper. -dijo la voz femenina y estática.

Marianne volvió a pulsar el botón azul y la bombilla roja se apagó. Se apartó del comunicador y caminó hacia el armario y los estantes a su izquierda para alistarse y comenzar su rutina del día. Primero se tomó una ducha larga y serena en su baño bien amueblado. Luego se vistió de un traje de lino color gris, calzó zapatillas bajas de color negro, un broche para el cabello, un reloj de pulsera, y maquillaje suave, sobre todo ocultar lo mejor posible el corte cicatrizado de su labio inferior. Cuando ya estuvo lista para salir, eran las nueve de la mañana.

Salió de su habitación y bloqueó el cerrojo electrónico en una combinación que ella solamente sabía. Y mientras caminaba por el largo pasillo hacia el ascensor. Tres hombres vestidos con chaquetas negras de cuero salieron de una esquina y le bloquearon el paso, causándole una repentina impresión.

                         

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