Capítulo 2 2

-Vamos, nena. Tus cosas no se están poniendo más ligeras, aquí - Él rió. Este niño siempre fue feliz. Nunca lo había visto molesto o enojado por nada. Tal vez solo escondió bien las cosas. Pero, por lo que había visto, y había estado mucho con él, estaba muy contento. Esperaba haberlo ayudado con eso. Solo en raras ocasiones lo vi frotarse la parte superior de los muslos como lo había hecho cuando lo conocí.

Lo agarré de la mano, eché un último vistazo a lo que había sido mi hogar durante los últimos 8 meses y lo seguí hasta la puerta.

Cuando llegamos al auto, su Volvo plateado que su padre le dio como regalo de despedida en agosto pasado, recordé nuevamente por qué Edgar era el hombre perfecto para mí. Tenía la mitad de sus maletas en el asiento trasero y la otra mitad en la cajuela, así que había espacio para mis cosas. Puso mi maleta en el maletero y mi bolsa de lona en el asiento trasero con mi mochila encima.

-¿Algún rompible, azúcar?

-No. Estamos bien - Respondí apretando mi diario contra mi pecho.

-Sí lo estamos, mi hermosa Mariabella - Edgar respondió, cerrando la puerta del auto, luego inclinándose para besar la parte superior de mi cabeza.

-Eres tan lindo, Edgar - Respondí, mirándolo, entrecerrando los ojos por el sol.

-Lo intento - Me guiñó un ojo y me atrajo hacia su pecho - Ahora deja de demorarte y sube tu lindo trasero al auto. Tenemos un par de horas en el camino, y mi familia se muere por conocerte - Abrió la puerta del lado del pasajero y me dio una palmada en el trasero juguetonamente, antes de caminar alrededor de la parte delantera del auto para entrar al lado del conductor.

Cuando entré, noté dos botellas de Coca-Cola, tres bolsas grandes de papas fritas y una tina gigante de ositos de goma, todo sentado en la consola entre nuestros asientos. Miré a Edgar, para verlo sonriéndome.

-¿Qué es un viaje por carretera sin bocadillos? - preguntó.

Pasamos las siguientes tres horas hablando, riendo y comiendo. Nos detuvimos en Port Cross para que pudiera ir al baño. Edgar se rió de mí porque no pude contenerme, pero me di cuenta de camino al baño de la gasolinera que él se dirigía al baño de hombres. ¡Niños!

Cuando salí y caminé de regreso al auto, él estaba apoyado contra el capó, con las piernas cruzadas, esperándome.

-Mi hermano me llamó.

-¿Cuál? - Pregunté mientras me acercaba y me inclinaba a su lado.

-Richard. Es el más joven. Tranquilo, reservado. Algo así como tú - Empujó mi hombro con el suyo - Él es el más sensible de todos nosotros. Creo que realmente me ha extrañado. Solía venir a pasar el rato en mi habitación solo para hablar a veces.

-¿Que dijo el?

-Oh, solo cosas de la escuela. A veces chicas. Ya sabes, charla de chicos - Edgar sonrió ante el recuerdo.

-No, Edgar. ¿Qué dijo en el teléfono hace un momento? - Me reí.

Empezó a reírse conmigo.

-Oh. Um, se preguntaba dónde estábamos. Quiere que vayamos a mi casa primero. ¿Está bien?

            
            

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