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Estoy arrastrando por el suelo de la mansión, se que me arrastro por qué siento el frío en mis manos y mi pecho, estoy en una situación lamentable.
-¿Kay estás bien? -me pregunta la voz de mi mamá.
Balbuceo cosas sin sentido y siento la baba caer por mi cara. Las luces se enciende y veo en el sofá a mi padre.
Su rostro lo dice todo.
Pasa por mi costado evitando pisarme la mano y sube las escaleras en silencio.
-Emanuele llamemos a una ambulancia -dice ella.
-Apagate -ordena mi padre y de inmediato todo queda a oscuras. No recuerdo cómo es que llegue a mi cama, pero cuando abro los ojos estoy ya cambiado.
No pienso mucho y como se me ha hecho habitual, salir a correr es el mejor método para quitarme el malestar que dejan las drogas después de ingerirlas.
Nosotros le llamamos el bajón, yo me evito todo eso saliendo a correr. Bajo las escaleras rápidamente hasta la cocina veo a Julieta limpiar lo del desayuno y arreglar la mesa.
-¿Sobró algo Julieta? -le pregunto. Ella asiente con la cabeza. La sigo hasta la cocina.
-Tome un jugo, veo que saldra a correr, le prepararé algo más delicioso.
-Dale está bien.
Tomo todo el jugo y me marcho a pasos lentos hasta la puerta y luego comienzo a trotar hasta el lago que está al final de la residencia.
Escucho a Michael Jackson a todo volumen, es de día pero este horario entre las nueve y diez de la mañana siempre es el adecudaod para salir a correr, no hay niños, no hay adultos, no hay nadie.
Voy cantando, mientras voy ingresando al parque y me voy adentrando. Aún no estoy del todo lucido, pero necesito estarlo.
Ya estoy cerca del lago y ya se escucho el ruido de los autos pasar por la autopista de arriba. Sigo el ritmo recordando aquella noche loca de universidad.
Mis amigos organizaron hasta ahora la mejor fiesta de todas, hubo chicas desnudas, muchas droga y sexo indiscriminado por todos lados, anoche no me importó con quién liarme sino cuántas drogas aguantaba mi cuerpo. Pues aguanto y muchas.
Cuando llego a la orilla del lago, como es común le doy unas tres vueltas para estar más lúcido, pues he sudado todo el líquido de mi cuerpo, realmente no sé si esto sea real, pero en mi caso me ha funcionado.
Me quito los audífonos al escuchar gritos.
-Sueltame -grita.
-Solo matala -grita otra persona.
Escucho voces. Mi cabeza no procesan las palabras que acaba de escuchar, escucho que gritan.
-Aun debo estar drogado.
Continuó corriendo.
No veo la piedra que hay en el piso, entonces tropiezo torpemente y caigo.
Caigo y mi celular se desconecta de los audífonos. Entonces escucho sus gritos lastimeros que claman ayuda, pero no hay nadie, solo yo.
-Cobardes, ven peleen -grita. La veo correr entre los arbustos, entonces escucho el primer disparo.
Ya no escucho su voz, pero escucho el ruido que causa que se muevan, el ruido que lleva el viento y me pone la piel de gallina.
Me quedo en el piso, realmente no sé si mi cerebro me está jugando en contra o realmente está pasando está situación.
Sigo en el piso, miro hacia el otro extraño del lago y entre los arbustos la veo salir, dos hombre tras ella. Ella corre hacia el lago, va metiéndose lentamente.
Un hombre la sigue y otro apunta con un arma, ella intenta nadar, está hablando en un idioma que entiendo.
Veo al hombre tomarla del cabello, la hunde. Me arrastró para tomar mi teléfono pero está lleno de tierra y el táctil no me responde. No sé si Dios exista pero en ese momento existió. Policías.
Se escuchaba más sirenas de las policías acercándose, él salió del agua y el cuerpo de la mujer estaba flotando sobre el agua.
Los veo subir rápidamente hacia la carretera, no dudé ni un segundo en arrastrarme y nadar hacia donde estaba ella, la tomo por el tórax y la arrastró mientras con mi brazo derecho doy fuertes brazadas para impulsaeme hacia adelante.
-Oye despierta -grito.
Veo que si ropa y el agua está con un rojo oscuro. La saco del agua y ella abre los ojos, escupe algo de agua y me mira.
-¿Cómo te llamas? -le pregunto tomando su rostro.
Ella entre abre y cierra los ojos.
-Soy ...
Me acerco a ella.
-Soy Amelia Albuquerque, mis padres fueron asesinados y yo estuve cautiva. Mi organización...-susurra cerca de mi pedido.
No logra decir más. Tomo mi teléfono entre mis manos y llamo a mi padre. Ella está con los ojos cerrados y tomo su pulso, sus latidos son lentos.
-¿Estás bien? -me pregunta.
-Papá llama a una ambulancia -le digo todo agitado.
-Kay -grita.
-LLAMA A UN PUTA AMBULANCIA PAPÁ -Grito con todas las fuerzas que tengo en mi interior. Miro el reloj y me lo quito rápidamente, se lo pongo el la muñeca.
-Alerta ritmo cardíaco muy bajo.
Apenas es un prototipo pero si funciona.
-Emitiendo una llamada de emergencia, emitiendo...
Repite, veo si ropa sucia, un pantalón gastado y unas zapatillas viejas y rotas, el disparo logro alcanzarla. Me quito el polo y ejerzo presión en la herida.
Miro a todos lados y los segundos en este momento se hacen horas.
-No detectamos latidos, no detectamos latidos -dice.
Algo que me han enseñado en la universidad es a dar primeros auxilios y eso hago con ella. Pongo mis manos sobre su pecho y ejerzo presión.
Con todas mis fuerzas.
-Latidos detectados, ritmo cardíaco inestable.
Escucho a la ambulancia a lo lejos, a la policía también. Los veo bajar rápidamente por los arbustos y árboles, veo a varios paramédicos venir corriendo en nuestro rescate.
El corazón me late muy fuerte, nunca he alegrado de ver a mi padre, pero hoy esa sensación de alivio que me dio al verlo es única.
-Hijo -llama. Me acerco a él, mientras que atienden a la mujer.
-¿Qué paso?
-Papá dime qué aún sigo drogado.
Mi papá me abraza y luego se aparte de mi, me observa sin polo y con un olor a lago y con manchas de sangre.
-Kay Franklin -me llaman por mi nombre y volteo.
Mi padre me pone detrás suyo como símbolo de protección, los policías están con una mini cámara grabando todo.
-¿Qué desean? -les pregunta con la voz gruesa.