Le he pedido a sus sirvientes que le llamen, que por favor le digan que quiero que venga y necesito hablar con él pero la repuesta siempre es la misma: "Dice que vendrá pronto. Tiene mucho trabajo".
No puedo llamarle yo porque no me dejó su número y ningún empleado me lo quiere dar. Es un absoluto misterio todo lo que rodea la vida de Alessandro DiLucca.
No dejo de preguntarme para qué me trajo aquí. ¿Con qué intenciones si nunca le veo?
Es cierto -debo ser honesta-, que solo han pasado dos días, pero necesito saber si piensa mantener las cosas de esta manera porque sinceramente no encuentro el sentido a mi presencia en este lugar si él no está.
Si por lo menos fuera su amante podría decirse que me tiene aquí para usar mi cuerpo pero no es el caso y ya no tengo claro nada. No sé ni lo que pienso. No confío en lo que deseo. Y no he querido entrar a analizar la posibilidad de que sea casado, o peor...que tenga hijos y una familia en toda regla, porque eso me dejaría libre solamente la opción de que solo estaría aquí, para jugar conmigo. No tengo idea de a qué.
Mi madre está bien, la llamo todos los días y la chica que la cuida me informa de su estado. Es una preocupación menos pero extraño mi ritmo de vida y la extraño a ella.
No veo la hora de volver a la universidad y sigo pensando que estoy perdiendo el tiempo en este lugar donde solo la belleza del sitio me acompaña.
-¿Y por qué no sales a explorar la ciudad? No te quedes encerrada, olvida lo que diga nadie -propone Lyla a través de una llamada que le hice para no sentirme un extraterrestre perdido en medio de otro planeta.
Si supiera que es su hermano quien me tiene aquí aislada, no sé como reaccionaría.
-Estoy esperando que las cosas cambien pronto -solo eso digo -¡Te echo de menos!
-Oh, cariño. Sabes que yo también. Londres no es lo mismo sin tí -murmura del otro lado de la línea.
-¿Y como te va con tu amado badboy?
Siento que le escondo demasiadas cosas y es la única amiga que tengo. La vida que llevo no me permite hacer muchos amigos y a pesar de que ella es más bien la boya de nuestra amistad, también he aprendido a quererla en demasía y no sé como decirle después, todo lo que no le digo ahora.
-Lo hemos dejado -murmura triste.
Tal vez sea lo mejor. Eso me exonera de contarle sobre él y por otro lado la mantiene a salvo.
-¿Es definitivo? -me muerdo el labio nerviosa.
-Espero que no -espeta con congoja -. Me hace sentir cosas distintas a lo de siempre, Beth. Sé que no es una excelente persona pero me hace sentir...en fin -ella misma se corta -, que ya da igual. El resultado es el mismo: ya no estamos viéndonos.
La forma en que me habla me deja entrever que se está enamorando o por lo menos, enganchando de Jerry. Tengo que decirle lo que sé de él y que sea lo que Dios quiera. Si se enfada lo asumiré y si no pues por lo menos no dejo la puerta abierta a que siga creciendo lo que siente por él. Es tan complicado que suspiro hondo antes de empezar.
-Oye, escucha -la oigo resoplar pero sigo -, no es la mejor manera para decir esto pero...
-Bethany necesito colgar. Te llamo luego. ¡Cuídate!
Y me cuelga. Me quedo mirando el teléfono en mi mano y me cuestiono a mi misma si tal vez sea una señal para que no diga nada o una simple circunstancia.
Me dejo caer en la cama y siento que la inmensidad de este sitio me traga.
Así pasa todo el día y llega el final de la tarde y yo no me he parado ni a comer. Todo lo he hecho entre las mismas sábana...es agotador y una vulgaridad seguir matando el tiempo de esta manera.
Decido salir a que me dé un poco el aire aunque sea. Buscar algo para leer, no sé, lo que sea que me saque de este estado de cachaza.
Deambulo por los corredores del enorme y fastuoso lugar en busca de...nada en especial. Con los días he aprendido prácticamente a eso, a caminar por la soledad del sitio. Hay un reducido grupo de sirvientes que insisten en llamarme alteza, y el resto que no habita la casa ni siquiera me habla, se limitan a hacerme señas educadas y poco más.
Entro a la biblioteca, otro de los más frecuentados espacios por mí y enciendo la luz, intento localizar la escalera con la intención de subir a los más altos estantes de libros, y rebuzco con la vista hasta que finalmente muevo el artilugio y lo ubico al azar bajo un estante cualquiera. La idea es leer algo bien guardado, algp que igual me robe el suficiente tiempo como para entender que no hay mucho más que hacer aquí que eso.
La sorpresa llega de la mano de un grupo de hojas que salen volando en cuanto llego al final de la escalera y con resoplido comienzo a bajar otra vez para recoger el desastre.
La actividad no me toma ni diez segundos y cuando todo vuelve a estar sobre la tabla final de la escalera, una conocida imágen aparece ante mis ojos y me detengo a indagar.
Es un dibujo lo que sostienen mis manos. Un dibujo de una marca de nacimiento en el hombro de una mujer. No se ve nada más que eso en la hoja pintada con carboncillo. Curiosamente es idéntica a la que tengo yo en el interior de mi muslo derecho, pegada a la ingle.
Por más que doy vueltas a la hoja, que busco en su dorso alguna especie de información o firma de quien hizo el dibujo no hay nada. Solo esa mancha tan familiar para mí. Y es que cada detalle es como la mía, incluso el pequeño lunar menos nítido que queda debajo de ella, incluso eso está dibujado allí.
Y yo me pregunto: ¿cómo puede algo mío, estar plasmado en papel entre los archivos o libros o como quieran llamarle del castillo de un Duque que en mi vida había visto hasta que me abordó en aquel casino de su propiedad?
Doblo el dibujo y lo guardo en el bolsillo de mi jean, con kntenciones de compararlo luego con mi propia piel y me estiro para alcanzar de regreso los demás papeles y soy interrumpida.
-Su alteza no puede estar aquí, por favor salga. El Duque no permite que nadie entre ¿Cómo ha abierto la puerta?
Un señor que nunca había visto me recoge los papeles que sostengo en las manos. Me resulta extraño y misterioso su arrebato, teniendo en cuento el ringo rango con el que me tratan todo por aquí, incluso él.
-La puerta estaba abierta -explico y me callo que ayer también lo estuvo.
-Por favor, salgamos de aquí, su alteza.
Me hace un gesto con la mano invitándome a salir y no tengo más remedio que obedecer. No es mi casa para estar husmeando y si el dueño dió ordenes precisas, es necesario a la par que intrigante continuar mi exploración; pero sé que debo salir. Sin embargo queda bajo mi poder el dibujo que tantas dudas me causa.
Viendo como el señor con total alopecia y traje y corbata tan extraño al mirarme desde su enorme altura se aleja de mí y me regreso a la habitación, otra vez. Empiezo a hartarme de esto.
No puedo entrar siquiera en Internet porque no tengo acceso al servicio de la casa, y mi móvil no pertenece a este país, solo me ha abierto un servicio de llamadas incorporadas a su sistema personal para que pueda hablar con mi madre pero poco más.
Trazo en mi mente la intención de volver a ese sitio y ver el resto de las hojas que no pude revisar y para eso necesito alguna clase de acceso que me temo que solo podré conseguir a través de Alessandro.
Pasan las horas y el día muere y con él caigo rendida entre las sábanas que me han acogido durante horas. No podría precisar cuánto tiempo pasa hasta que siento una humedad en mi rostro, algo suave contra mi frente y en medio de la penumbra me despierto un poco asustada.
-¡¿Alessandro?!
Gime aceptando que es él quien esta inclinado sobre mí, besándome el rostro.
Este hombre me confunde. No consigo entender lo que quiere conmigo o de mí y en ocasiones si ternura y cariño me enternece pero vuelvo a estar confundida al no poder entender por qué hace lo que hace. Y me refiero a lo bueno y lo malo.
-Hueles tan bien -se inclina un poco más apoyando su torso en el mío -. Solo quería decir: "hola". Pero no he podido parar de mirarte..., parecías la princesa Flora, y me he sentido el príncipe al tener la necesidad de despertarte con un beso.
-¿Dónde te habías metido? -susurro subiendo mis manos a su rostro.
No puedo resistir el deseo de pasar un dedo por las arrugas en su frente. Luce preocupado y sé por el aliento etílico, que ha bebido pero estoy adormilada, recién despertando con un hermoso Duque besándome los ojos y la nariz, las comisuras de mi boca y hablándome de cuentos de hadas tan cerca que me siento en un sueño mágico. Él me produce cosas que no se pueden justificar pero que me hacen sentir así, en un mundo mágico dónde reinamos felices y todo es color.
-Castigándome lejos de tí...eres una tentación muy arriesgada para mí, Beth.
Me gusta como suenan las letras de mi nombre en el acento de su lengua.
-¿Por qué has vuelto?
-Te echaba de menos.
Pasan algunos segundos en los que solo nos observamos imagino que en su caso como en el mío, sopesando lo que nos está pasando.
Somos dos adultos en extrañas circunstancias en la vida del otro, que se gustan sí, pero esto que pulula entre los dos ahora mismo es más que una simple atracción física. Puede que sea el típico tópico de lo inalcanzable. Eso que no puedes o no debes tener te seduce mucho más que aquello que te ofrecen cuantas veces quieras pero sea lo que sea el resultado es el mismo: estamos embelesados en el otro sin remedio aparente.
-¿Qué quieres de mí, Alessandro? -cuestiono y él se sonríe de lado. Es adorable en este momento -Sé honesto.
-Quiero hacerte el amor hasta que olvides como te llamas, quiero amarrarte a mi vida y no dejarte ir hasta que me sepa de memoria todos tus secretos y quiero tener aquello que sé que no puedo, contigo. ¿Puedes tú hacer que deje de quererlo?
Hago gestos inconexos, ademanes sin sentido y se me quedan a medias un montón de reacciones que podrían indicarle lo que quiero pero no puedo.
Para mí no es más sencillo que para él.
-Si supiera qué estoy haciendo en tu vida, en tu castillo y en tu cama sería más fácil todo -tiro de él para que se acueste a mi lado y rebota haciéndome reír al caer -. Sin embargo no me dejas más opción que averiguarlo por el camino y mientras, te enloquezco tal y como tú haces conmigo.
-Pero..., ¿puedo hacerte el amor? -espeta alzando una ceja.
-Puedes dormir conmigo -delimito.
-Eres mala y estás muy buena -se muerde una comisura y cierra los ojos cansado.
-Hasta mañana, Aless.
Le beso los labios rápidamente y me dejó caer a su lado mirando hacia el dibujo en mi mesa de noche dispuesta a descubrir que ha hecho que este Duque me encierre en este lugar y me aisle del mundo mientras jugamos a enamorarnos, peligrosamente.