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Con mis manos apoyadas en el volante de mi querida Romi, lloró. Mis lágrimas mojan de más las mangas de mi camisa.
Maldito.
Quién sabe desde cuándo no lo sabría, y yo como una estúpida, jugando su juego. Me dispongo a prender a Romi y vaya sorpresa, no prende.
Maldita sea Romi.
Prende, por favor.
Pude ver a Palmer acercarse a mí desde el retrovisor, supe que pasaría si no lograba irme ahora mismo.
Prende Romi. Te lo suplico linda.
Palmer estaba cada vez más cerca, pude ver que traía un sobre en su mano. Romi nunca prendió y él me alcanzó.
- Señorita Bachelet, necesito que salga del coche. Debo entregarle un mensaje.
No pude aguantar la frustración y empujé mi cabeza fuerte contra el volante. Me di fuerte, me arrepentí.
>> No la dejaré salir de la empresa hasta que se baje del auto y me reciba el sobre y el mensaje que debo darle.
Limpie mis lágrimas y con mi cara de culo bien montada me baje del auto.
- ¿Qué quiere?
- Señorita, mi intención no es incomodarla.
Sentí pena por el hombre frente a mi. Sé que el ogro es el ser que tiene por jefe y yo que lo creía una florecita inocente, será una pero una marchita.
- Sí, lo sé... Lo siento, dígame lo que tiene por decirme.
- En este sobre hay un contrato del señor, tiene vigencia de tres meses. Él dijo que podía darse el tiempo de pensarlo. Que esperaba una respuesta.
¿Hasta dónde es capaz de llegar alguien nada más por llevar a la cama a una persona? La gente rica a menudo es totalmente loca y oscuramente creativa.
Él me extendió su mano y aunque moría por dejarle la mano extendida y decirle que le dijera a su jefecito que se comiera tres hectáreas y media de caca, me contuve. Palmer no tiene la culpa.
- Dígale a su jefe, que no debo pensar nada. Soy una mujer adulta y sé afrontar mis problemas y que tampoco soy una ofrecida que por algo tan estúpido como no afrontar sus problemas va a terminar en la cama de un loco como él y también dígale que es un maníaco en busca de atención y yo no le voy a dar la mía.
- Está bien señorita, sólo puedo aconsejarle algo. Él suele ser muy difícil pero no es una mala persona.
- Señor Palmer, hasta ahora me he contenido de no soltar cualquier cantidad de improperios en contra de usted porque sé que no tiene la culpa de nada, no me haga arrepentirme y le aconsejaré algo: por favor no se queme las manos por una persona que no se las quemara por usted.
- Comprendo, no le diré nada más. Puede irse.
- Gracias.
- Una cosa más señorita, el auto no prendera sin esto.
Alzó su mano y me enseñó la pequeña bujía.
- ¡Dios mío santo! Hijos de...
Arranqué el pequeño repuesto de su mano y abrí el capot de mi pequeña Romi.
- Yo le ayudo a ponerla.
- ¡NO GRACIAS! Ustedes ya han hecho suficiente. Además sé ponerlo sola.
Él se dio la media vuelta para irse y yo supe que no saldría de aquí si no aceptaba su ayuda.
>> Palmer, ¿Puede por favor colocar la bujía?
Él volvió a darse vuelta y con una sonrisa amable asintió.
Después de casi cinco minutos la bujía estaba puesta y Romi rugía. Tomé el maldito sobre y me subí a mi lindo auto. Ya mis lágrimas hacía mucho tiempo que se habían secado en mi rostro, aquella tristeza que sentía ahora solo era una furia desmedida.
Y es que algo tengo muy presente, ese ogro me las pagará. ¿Porque hacerme algo así?
Conduje alrededor de una hora para llegar a la casa de mi hermana, se suponía que debía venir para la cena pero bueno. Sé que se alegrará de verme, lástima que solo sean malas noticias.
Al llegar a su hogar el señor Germán me recibe.
- ¡Señorita, que alegría verla! Bienvenida.
Abre el extenso portón para dejarme entrar y si... Mi hermana vive en una casa muy muy grande.
Estaciono a Romi en el Garaje de invitados y procedo a bajarme de ella. Antes de hacerlo veo el sobre tirado en el asiento del copiloto. Cierro la puerta con fuerza, ahí se quedará. No tengo ganas de saber su contenido.
Y es que quizás las personas pensarán que tonta soy por no aceptar dicha propuesta, pero en realidad sé lo que valgo, sé los valores que me inculcaron. No porque un hombre lindo y con una cartera excesivamente llena de dinero me ofrezca una noche en su cama voy a caer redondita.
No señor, bastantes cuentos escuché de mis tías y ninguno tenía final feliz, eso lo puedo asegurar.
Inconscientemente agitó mi mano frente a mi como si estuviera espantando mosquitos, ya no pensaré en eso. Iré a ver a las mujeres de mi vida.
Iba a tocar el timbre, pero mejor entró por la cocina y les doy una sorpresa.
Al llegar a la puerta de la cocina quito mis tacones, saludo a la nana Rosa con un abrazo y le preguntó por mi hermana y mi sobrina:
- Hola guapa, ¿Cómo te ha ido sin mí?
- ¡Niña Agnes! Usted siempre con sus cosas.
- Nana, jajaja ¿Cuántas veces te he dicho que no me digas Agnes? Hieres mis sentimientos. Prefiero seguir siendo solo tú niña.
La abrazo por detrás y ella sonríe.
- Loca que eres, ese puesto de ser la niña consentida ya te lo arrebato Alina.
- Eso no es justo nana, yo estaba primero.
- Ya dejas tus locuras, jajaja tú hermana está hablando con el señor en su despacho y mi reina Alina está dormida.
Tome una manzana del frutero que había en el mesón y coloque mis tacones en el rincón dónde siempre los dejaba, cada vez que venía.
- Chao nana, en un rato vuelvo a ti guapa... Te ailoviu.
Ella negó con su cabeza riendo.
- Cada día más loca. Espero con ansias el día en el que madurez.
- Nana la maduración se la dejamos a las frutas.
Salí como loca de la cocina riendo.
Con sigilo me dirigí al despacho.
Antes de llegar al despacho, al final del pasillo vi aquella imponente figura que conocía tan bien.
Él se veía tranquilo y sereno mirando no sé qué por el gran ventanal. Moría de ganas de salir corriendo a saludarle, pero el llanto de mi hermana salía claro del despacho.
Mis alarmas se encendieron y fui corriendo a pegar mi oreja a la puerta.
- Ella debe de aceptar nuestra ayuda Ainara. Ella corre peligro, esa gente es muy poderosa y silenciosa.
- Yo no quiero preocuparle Artemis, ya tiene tanto con el problema de sus documentos. Podemos pedirle a los guardias que la cuiden de lejos sin que ella sepa.
- Si hacemos las cosas así entonces cuándo nos descubra será peor.
- Amor...
- Lo sé mi cielo, es fuerte pero si la amamos entonces será mejor contarle...
- Agnes ya ha sufrido mucho, eso solo... la destrozara. Puede volver a pasar... va a recaer, tu sabes lo duro que fue verla destruida por él. No puedo soportar verla así. No puedo.
Sin darle más tiempo a seguir hablando abrí las puertas del despacho.
Sin darme cuenta mi cara estaba igual que la de mi hermana, empapada en llanto.
- ¿Qué es lo que tienen por contarme? Díganme ahora mismo.
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