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- Agnes, aparte de que debes aceptar a Theo como tú guardaespaldas. Queremos contarte que nos tomamos el atrevimiento de hacer eso que por los evidentes problemas has pospuesto.
Artemis con su voz gruesa y autoritaria. Me extendió una pequeña libreta azul rey y una bolsita negra.
>>Ten.
Al tomar lo que me estaba dando, de inmediato supe de que se trataba. Eran mis documentos, aquellos por los cuáles me encontraba en una mala situación ahora mismo y a punto de ponerme patitas en la cárcel.
Aunque sentía que ya no tenía más lágrimas que soltar, una rodó por mi mejilla. Mi hermana de inmediato se acercó a mí y me abrazo.
- Ya no tienes porque esconderte, ya no tienes que entregarle tus méritos, trabajos y esfuerzos a mi nombre. Ya vuelves a ser Agnes, al menos frente al mundo.
Lágrimas tras lágrimas rodaban por mis mejillas.
-... Dios... Gracias a ambos. - Dije con mi voz entrecortada.
No podía decirles que no me encontraba nada feliz con esto, solo callar.
- Shhhh... ¿Vamos a almorzar?
Mi hermana dio por terminada toda la pequeña reunión en el despacho de mi cuñado, para animarnos a almorzar. En realidad no me negué tenía mucha hambre y en definitiva las comidas en la cárcel no serán lo mismo que las de casa.
Theo se veía en extremo hermoso y cada que podía me sonreía, él era una persona que se podía leer fácilmente y yo ya sabía que él quería acercarse a mí y hablarme.
Dado a toda la situación que hay ahora no me ha dado tiempo de saludarle como se debe o al menos cortésmente.
Desde que tuve tres años mi abuela se encargó de cuidar de mi, Ainara en cambio vivía con mi madre, ella y yo no nos llevábamos muy bien.
Cuándo cumplí seis mi abuela se enamoró de un hombre, sus gustos eran exigentes así que aquel hombre era un poco menor que ella, él por supuesto era de este país.
Así que cuándo menos pensamos nos mudamos aquí. Yo me sentí muy mal, tenía muchos malos presentimientos, eso sin contar que estaba dejando atrás a mi mitad, mi hermana.
Me costó mucho adaptarme, pero lo logré. El esposo de mi abuela me pagó estudios intensos para así lograr adaptarme al idioma, en poco tiempo lo hice. Siempre fui inteligente.
Comencé a estudiar en un colegio muy prestigioso, pues Edward el esposo de mi abuela era un empresario algo influyente, debido a mi color de piel y a mi distinta nacionalidad se me hizo muy difícil crear nuevas amistades, la gente rica suele ser difícil siempre, eso lo sé.
Mis días grises dejaron de ser hasta que un lindo niño, un poco más alto que yo, cuidaba de mí. Nos hicimos muy amigos, salíamos a comer helados, solíamos citarnos en el pequeño parque de la esquina, dónde siempre sentados en los columpios le contaba de mis aventuras con mi otra mitad, le encantaba saber que en otra parte del mundo había otra niña igual a mi.
Él también se desahogaba conmigo, me contaba que solía tener siempre mucha presión ya que su padre quería que él fuera igual de responsable que su hermano. Sí, a pesar de su corta edad.
Le recriminaba por sus gustos por aprender a tocar piano, por querer cantar, por gustarle la medicina, por interesarse en algo tan poco a su parecer como un bombero o policía.
Al cumplir mis once años nuestra amistad era muy unida yo en secreto le amaba perdidamente, no había nada que no hiciéramos juntos, nunca quise confesarle lo que sentía por el miedo a perder nuestra amistad. A su hermano mayor nunca le conocí ya que estudiaba en un internado en otra parte de Europa.
Todo era muy lindo hasta que mi abuela enfermó.
Ella era una mujer muy fuerte, hermosa y comprensiva, respetuosa y generosa. En realidad la mejor persona que he conocido.
Era modista así que cuándo llegamos aquí, comenzó con trabajos pequeños para luego crecer y llegar a hacer desfiles muy lindos, aclamados y respetados.
Nunca quiso depender de un hombre, algo un poco loco ya que mis estudios, que eran elevados y costosos, los pago su entonces marido.
Pero en fin ella decía que esa era una de las peores bajezas que como mujeres podíamos permitir, entregarle toda nuestra vida, dedicación y esfuerzo a un hombre que luego quizás se iría con otra o simplemente mal pagaría para ella era una horrible bajeza. Yo no lo veo de esa forma claro está, pienso que si en la relación ambos son exitosos es algo bueno, disfrutar los logros el uno del otro.
Siempre me enseñó a ser independiente, me enseñó a que yo debía luchar por cosas que fuesen mías. Cosas que yo con mi propio esfuerzo me haya ganado. No esperar a que alguien viniera y me resolviera la vida.
Creía firmemente que una mujer si se lo proponía podría llegar a ser muy exitosa y eso no le impediría tener una relación fuerte y sana, no si la otra persona sabía lo que valías y te respetaba. A ti y tus principios.
En fin, ella enfermó y murió. Gracias a que su matrimonio con Edward estaba legal y establecido y yo estaba a su cargo. Osea en pocas y simples palabras ella tenía mi custodia, Edward se convirtió en mi tutor.
También se convirtió en mi infierno.
Desde ese momento mis esperanzas, mis sueños y mi querido amor de la infancia se fueron. Quedaron sepultados con el amor de mi abuela.
Después de su muerte nos fuimos de Winchester para mudarnos a Norwich. Allí ya no tenía aquel dulce niño que cuidara de mí o al menos que me escuchara. Ya no asistía a una escuela, era educada en casa.
Gracias a mi "buen comportamiento" al terminar mis estudios de preparatoria se me permitió elegir una Universidad dónde estudiar una carrera. Con muchas reglas pero se me permitió.
Eso es una parte de mi vida que en algún punto sabrán la historia completa.
Al fin, aire libre. Al fin libertad.
Ya podía comunicarme con Ainara a diario, eso me hacía feliz y me daba las fuerzas para salir adelante. Mi madre debía haberme ido a buscar, cuidar de mi pero nunca lo hizo.
Mi vida era gris y monótona, pero en un punto tenía esperanzas por las cuáles luchar. Anhelos que simplemente aún no estaban perdidos.
En medio de todo ese gris mi vida volvió a iluminarse, jajaja algo loco en un día gris. Por eso existen los colmos.
Era un día lluvioso, yo me encontraba esperando a que fueran a recogerme. Artemis en un lindo convertible negro pasó a recoger a aquel lindo niño que ya no era tan niño, había crecido mucho desde la última vez que lo había visto, al final de la calle quince con trece con dos paletas rojas de caramelo y su mirada impactada y triste por verme marchar.
Con cuidado me fui acercando, susurrando su nombre, hasta que por fin me di cuenta que sí, definitivamente sí era él. Fue con demasiada emoción y mi carisma loca que me eché a sus brazos gritando su nombre sin importarme nada, sin importarme si creyera que era una loca acosadora.
Primero no me reconoció hasta que me miro fijamente a los ojos y me dijo :
"La niña con la mirada revoltosa"
De ahí en adelante los problemas fueron muchos, pero me sentía viva.
Me hice muy amiga de ambos, siempre lograba escaparme a fiestas y cosas así. Todo acabó, bueno no todo en sí, mi amistad con Artemis siguió. Pero con Theo no, al menos no igual que antes. Él me confesó que le gustaba, mis demonios internos me hicieron alejarme.
- ¿Así que perdida en tus pensamientos?
La voz gruesa pero cálida de mi chico me hicieron salirme del trance de los recuerdos.
- Supongo que sí, mucho tiempo sin verte.
- Lo mismo digo, sigues igual de hermosa.
- Theo lo siento yo...
Iba a huir, lo juro. Ya me disponía a pegarme del brazo de mi hermana, a pesar de que en su momento lo rechace él en oportunidades intenta acercarse de nuevo a mi. Si mi pasado no me pegara tan fuerte como lo hace, quizás le daría una oportunidad.
Pero los demonios nunca se van, solo se apagan y cuándo deciden encender de nuevo lo hacen muy fuerte, tan fuerte que logran romper. Nosotros solemos ser una bombilla, exactamente la bombilla que explota debido a la magnitud de la fuerza de ellos encenderse de nuevo. Algo simplemente letal.
Él me detuvo, mi hermana y mi cuñado no se percataron ellos siguieron su camino al comedor.
- Agnes no... sólo quiero pedirte que hagamos las paces, olvidemos lo pasado y tratemos de no hacerlo más tedioso.
- Theo...
- Sólo quiero hacer bien mi trabajo, sería incapaz de molestarte. Trabajaré poco tiempo, solo necesito reunir algo de dinero para unas cosas, sólo serán dos meses.
Solté todo el aire que tenía contenido.
- Si es solo eso, está bien. No te daré problemas. Además no entiendo aún porque necesito un guardaespaldas.
- En su momento lo sabrás Agnes. Sólo acepta la ayuda.
Me abrazo, su frente se pegó a la mía. Me era imposible reaccionar ya que su imponente figura me lo impedía.
>> Yo cuidaré bien de ti.
Dejó un beso en mi frente y se alejó, me quedé ahí de pie mientras lo veía alejarse al comedor.
Más tarde en el comedor.
Ya habíamos terminado de almorzar cuándo una vocecita chillona me sacó de orbita.
- Tiiiitaaaa.... ¡Tiitaaa!
Aquella pequeña y dulce voz me hizo saltar primero del susto y luego de alegría.
- ¿Quién es la princesa de tía? ¿Quién?
- Yiiiooo...
Los brazos de mi pequeña Alina se envolvieron en mi cuello. La alce y juntas dimos vueltas.
- Te vas a vomitar mocosita.
La voz de mi hermana nos hizo detenernos y sacarle la lengua.
>> Mocosas irrespetuosas.
Mi pequeña niña y yo reímos con fuerzas. Mi cuñado se unió a la risa y mi hermana solo negaba, Theo solo aguantaba la risa. Está era mi familia. El lugar que me hacía mantener los pies en la tierra y no lo cambiaría por nada en el mundo.
- Tía ¿te vas a quedar conmigo?
Con unos tiernos pucheros y una mirada suplicante me preguntó mi pequeña. La nostalgia me invadió, sabía bien que dentro de poco llegarán policías a encarcelarme, no había sido capaz de contarle a Ainara. Ya tenía suficiente con todo lo que hoy le dije.
- Sí mocosa, quedate hoy. Prepararé tú habitación, ¿me acompañas amor?
Mi hermana le pidió a Artemis que la acompañara y sé que su invitación a quedarme no había sido tanto una respuesta si no una afirmación. Debía quedarme.
- Bueno mi princesa, parece que hoy sí me quedaré contigo.
- Siiiiiiii... ¿Tía jugamos hasta tarde?
Asentí. Hoy mismo por la madrugada me escabulliria y me iría a entregar yo misma a la estación de policía. No haría una vergüenza más para mis seres queridos.
"" "" "" "
Mientras tanto en la oficina de la sucursal.
- Palmer ¿Hiciste lo que te pedí?
- Sí señor, la señorita está en la mansión Van De Place.
- ¿Van De Place, dice? ¿Ese no es el apellido de la familia dueña del Banco Place?
Dijo el magnate algo intrigado.
- Sí señor, la señorita Ainara... Es decir la señorita Agnes es cuñada del Señor Artemis.
- ¿ Por Qué no me dijeron eso cuándo mande a investigar?
- La señora de Place ella usaba sólo sus apellidos, no usaba el de casada. Por eso de que la señorita Agnes usaba su identidad.
- Quiero programar una cita con Artemis, él es un viejo amigo después de todo.
Palmer asintió ya que una llamada telefónica le impidió contestarle a su jefe.
- Haré todo lo que esté a mi alcance para tenerte Agnes Sofía.
Palmer viendo a su jefe le interrumpió su pensar en voz alta y le comunicó :
- Señor la señorita Agnes fue a la estación de Policía a entregarse.
Una carcajada brotó de la garganta del magnate.
- La pequeña pulga cayó Palmer, ella cayó. Ahora vamos a salvarla.
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