Capítulo 10 ¿Quién eres

"¡Es un honor que todavía lo recuerdes!", Sheryl miró a Damon de arriba a abajo y lanzó un suspiro ante la imponente imagen que tenía frente a ella. La chica había asumido que él no llevaría el zafiro casualmente. Tal vez para Damon la gema podría ser insignificante, pero Sharyl no podía dejar de pensar en ella.

El hombre percibió que algo no estaba bien con esa mujer, así que le ordenó con tranquilidad: "Quédate aquí y sírveme cuando tenga mi almuerzo".

La orden era que ella se mantuviera parada a su lado, mientras lo veía comer y disfrutar la comida a solas sentado en la mesa.

'¿Le pasa algo?', pensó Sheryl.

Estaba un poco irritada por lo absurdo de su solicitud, pero trató de tranquilizar su temperamento para poder rechazarlo con la mayor educación posible. "Señor, le pido disculpas, pero necesito ir a la cocina para encargarme de algo", respondió.

"¿Ah sí? ¿Hay una nueva sirvienta en mi casa y yo no me había dado cuenta?", obviamente Damon podía ver más allá de sus mentiras.

"¡Tengo órdenes de su mamá!", respondió Sheryl rápidamente.

"¿Cómo así? ¿Qué órdenes te di yo?", el sonido de los altos tacones sobre el suelo se hizo más fuerte a medida que una mujer se acercaba a ellos. Cynthia entró en la habitación con su elegancia habitual, se paró frente a la chica y la miró con ojos penetrantes juzgándola.

Sheryl estaba demasiado aturdida para darle una respuesta.

Cynthia la examinó rápidamente con los ojos entrecerrados antes de voltearse hacia su hijo: "Damon, ¿qué estabas discutiendo con la sirvienta antes de que yo llegara?".

"No es nada", él no esperaba que su madre reaccionara de esa manera tan exagerada.

"Puedes irte ahora", le dijo Damon a Sheryl. "Por cierto, ¿cómo te llamas?".

Hubo un momento de silencio tenso entre los tres. La chica miró a Cynthia, pero el rostro de la señora no denotaba ninguna expresión. Finalmente, después de una breve pausa, respondió vacilante: "Mi nombre es Sheryl Shen, he estado trabajando para su familia desde hace algún tiempo, principalmente haciendo tareas en el jardín. Pero en la villa empecé a trabajar recientemente". Luego miró de nuevo a Cynthia con temor.

La madre de Damon cerró los ojos y respiró hondo mientras luchaba por dominar su ira.

Entonces, después de unos segundos, Cynthia soltó un suspiro de molestia antes de indicarle a Sheryl que se fuera.

Independientemente de si esa chica se había presentado ante su hijo a propósito o no, pensó que sería mejor permanecer alerta en sus acciones.

Sheryl solo era un peón que había elegido en su juego, un instrumento para obtener un nieto; Cynthia estaba decidida a elegir ella misma a la futura esposa de Damon.

"Ya puedes retirarte", dijo la señora. Sheryl bajó la cabeza obediente, asintió con comprensión y se fue en silencio sin decir nada más.

Durante todo ese tiempo, Damon había estado observando la interacción de las dos mujeres mientras se servía una taza de té. Con una mirada calculadora esperó hasta que la chica casi hubiese llegado a la puerta y, sonriendo astutamente, ordenó en voz alta: "Sheryl, quiero que a partir de ahora seas tú quien me despierte en las mañanas". Su voz arrastró las palabras como si estuviera bromeando, pero el rostro de Cynthia se ensombreció por lo que pedía.

Sheryl se detuvo abruptamente con el corazón latiéndole cada vez más fuerte, enderezó la espalda y se volteó con rigidez para ver a Cynthia de nuevo: como esperaba, el rostro de la mujer tenía una expresión indescifrable.

Sin mostrar la perturbación que la carcomía por dentro, su madre le respondió: "Hijo, ¿no tienes ya una sirvienta particular para ti? ¿Para qué necesitas a esta chica? Ella cumple otras funciones dentro de la casa".

La mujer empezaba a alarmarse, Damon nunca había permitido que nadie entrara en su habitación.

'¿Había descubierto que Sheryl es la mujer con la que se acostó?´, pensó.

"Ella es linda", dijo Damon en tono casual como si no le diera importancia. "Mamá, no exageres por favor. Solo estoy pidiendo que una sirvienta me despierte, ¿acaso no se me permite hacer eso?".

"¡Damon!", exclamó Cynthia advirtiéndole. "¡No necesito recordarte quién eres! ¿Ya se te olvidó por qué te fuiste al extranjero el año pasado?".

"¿En serio? De hecho, ya que sacas el tema, ¿por qué exactamente tuve que irme? ¿Algún día dejarás de hablarme sobre eso? Sabes perfectamente que todo lo ocurrido en el pasado es una debilidad que solo es mía. ¿Pretendes que lo tenga siempre presente hasta el día en el que me muera?", espetó él con un tono de burla. "Ya que tanto insistes en que lo olvidé, realmente no puedo recordarlo en este instante. Mamá, ¿por qué no me dices tú misma la razón por la que tuve que irme del país ese año?".

Cynthia se horrorizó al escuchar esa pregunta salir de sus labios, sus manos temblaron ahora rompiendo la calma que siempre parecía mantener. A pesar de esto, apretó los dientes para dominar su ira y le exigió a su hijo: "¡No quiero hablar de eso nunca más! ¡Pero tampoco quiero que la historia se repita!".

"No va a ocurrir nuevamente", Damon se puso de pie pateando su silla. Volvió a mirar el rostro furioso de Cynthia que ardía en indignación y dijo con voz suave: "Se me quitó el apetito, puedes comer tú sola. ¡Que lo disfrutes!".

Caminó a grandes pasos para salir y, cuando se acercó a Sheryl, le arrojó el abrigo en sus brazos ordenando fríamente: "Lava este abrigo a mano". Entonces se alejó de ellas como un fuego ardiente.

Sheryl se quedó quieta sosteniendo el abrigo sin saber qué hacer, abrumada por la escena de la que había sido testigo y con muchas preguntas dentro de su mente.

Cynthia giró la cabeza hacia Sheryl y la señaló agresivamente soltando un grito salvaje: "¡Sal de aquí ahora mismo! Luego arreglaré cuentas contigo", era evidente que había decidido desatar su ira contenida en ella.

Antes de que todo empeorara, Sheryl se dio la vuelta y salió del lugar lo más rápido que pudo para evitar recibir más gritos.

Después de todo lo que vio y escuchó hace unos instantes, entendió que la relación entre Damon y su madre era mucho más compleja y problemática de lo que parecía.