Capítulo 4 4

-¿Que esperas que yo haga? -pregunté confundida a la mujer que tenía enfrente, la cual se había sentado frente a propósito para empeorar la situación en la que estaba hundida.

Me había concentrado esa mañana que tenía libre, en sacar las cuentas que debían ser necesarias para los gatos del mes, como hacia siempre al final de cada incio de mes.

No debía pagar ningún arriendo gracias a mi abuelo, ya que podía vivir con él y no era capaz de darme a vivir en otro lugar de mala muerte, incluso peor de lo que era su comunidad.

No podía decir que eso me definía como persona, pero si tuviese la oportunidad de ir a otro lugar, lo hubiese tomado desde el principio. No habían personas muy buenas rondando los alrededores y se acostumbraba a escuchar más los disparos de armas y discusiones entre las personas, que el agua; se iba cada tanto y no lograba entender aún por qué, si pagábamos a tiempo los recibos.

Era muy difícil tratar de sobrevivir en un lugar así, pero me mantenía neutral.

Ni había necesidad de buscar lo que no se me había perdido y eso lo tenía ama que claro.

Por alguna razón tenía estrechas relaciones con gente de interés.

-Que no te puedo ayudar con los servicios de este mes, me han dado poquitos trabajos ocasionales -aseguró mi tía y la miré fijamente sin tener buen humor.

No era la primera vez que trataba de evadirme sus responsabilidades, con la excusa de que no le daban trabajos, cuando en realidad sabía que ella lo quería para usarlos en sus gastos.

Aún no sabía por qué mi abuelo no la había sacado de la casa.

Claramente era una vividora y le gustaba comportarse como una pobre víctima de la vida, a la que nadie quiso, por qué por alguna razón que desconocía, no había conseguido un hombre que la mantuviera a ella.

Aveces nos preguntábamos la realidad.

-Siempre me has dicho eso. El abuelo ha hecho poco trabajo este mes, tendrás que buscar debajo de las piedras si es necesario -ordené y me puse de pie.

Suspiré, antes de marcharme a mi habitación con mis libros.

Esa era la parte difícil.

Que no podía hacer nada para cambiar las cosas si quería vivir en paz. Mi estudio no me permitía darme el lujo de trabajar en algo que no fuese a arriesgar mi propia dignidad, más de lo que ya lo había hecho desde la infancia.

Tal vez vivía en una ilusión, donde creía tener todo bajo control y no mas estaba sumergida en lo que en realidad quería.

Puse mis manos en la frente al no poder descifrar cómo hacer para estirar el dinero del mes, sin arriesgar la salud de mi abuelo; él era demasiado importante y había sido el pilar para que yo pudiese establecerme bien en la ciudad. Tenía el espacio para estudiar, dormir; tenía donde llegar sin arresigar mi vida y donde no tenía que soportar a mis padres fingiendo que tenían una armonía de padres, cuando en realidad eran todo lo contrario.

Había sido muy difícil tomar una decisión de ese tamaño, ya que tuve que abandonar a mi madre con ese hombre que no podría jamás ganarse el hombre de padre y odiaba más el hecho de que ella no se fuese de su lado por temor a quedar sola cuando yo ya me estableciera con una familia.

¿A que mujer el daría miedo quedar sin un hombre?

Eso era estupido.

No los necesitabamos, yo no necesitaba a nadie.

Lo que menos quería en mi vida era pensar en hombres que no fuesen más que para satisfacer mis necesidades básicas, como todo ser humano, pero estaba totalmente prohibido para mi misma ver más allá de lo que podía alcanzar a soportar.

¿Que si alguna vez me enamoré?

Era obvio que si, un amor de infancia y uno que no debió pasar.

El cual me dejó marcada por el resto de mi vida, al punto de temer a sentir algo que no podría controlar.

No me gustaba nada de lo que estuviese fuera de mis manos, cuando tenía todo sumamente detallado y lo que estaba dispuesta o no a hacer por lograr mis sueños.

No pretendía quedarme toda la vida encerrada en una burbuja de joven, creyendo que la vida solo tenía eso preparado para mí.

No, era todo lo contrario.

Estaba preparada para dar cualquier golpe a quien fuese por lograr mis metas; la conclusión de mi carrera solo era el primer paso para definir lo que sería de mi en la vida.

Gracias al cielo había nacido con una habilidad para dibujar y se me veían bien los diseños, por lo que no tuve más opción que escoger algo parecido.

Lamentablemente en el mundo actual, un título valía demasiado y las calificaciones lograban definir la capacidad que tenías, a pesar de que no era así.

Respiré profundo sin poder dar a lo que estaba haciendo.

Si estaba estudiando administración, también tenía que servirme de algo como manejar el presupuesto, pero para mi lamento cada vez quedaba más poco y no trabajaba; sobrevivía con parte de mis ahorros, el trabajo del abuelo, que era vender cestos hechos a mano con un tipo de material que desconocía, y los trabajos esporádicos de mi tía.

Pero al parecer ella llegaría al punto de que no aportaría nada y mi abuelo no sería capaz de decirle nada, por qué ella no podía vivir de nadie más.

Le temía a dejarla en la calle sola y que le pudiesen hacer daño por ser una señora mayor.

Rodé los ojos al pensar en la forma que ella lograba manipularlo.

Por supuesto que podía salir adelante por si misma, solo se estaba aprovechando de la ingenuidad y amabilidad del pobre hombre que no podía hacer nada por qué era su hija.

¿Seguía manteniendo a su hija, después de que ella pasara de los cuarenta?

Bufé.

Tendría que buscar algún empleado esporádico, pero seguramente se me iba a hacer complicado. Empezando por el hecho de que no tenía disponibilidad de tiempo, lo que me pondría en algún trabajo desvamlrizado en la noche y los transportes era el peor de los casos.

¿Como iba a conseguir con que regresar a la casa a las diez u once de la noche?

-Dios, me va a explotar la cabeza -dije para mi misma y miré el reloj a mi lado, en el escritorio-. Es tarde, tengo que ir a la universidad.

Me levanté rápidamente de la mesa, sin preocuparme por el orden, ya que tenía que correr a la parada de autobús o llegaría tarde a clase, y para mi mala suerte era lo que menos me gustaba.

Podía lograr ponerme tan de mal humor, que ni mi mejor amigo Lucas podía quedarse a mi lado.

Me despedí del abuelo, quien ya estaba haciendo sus trabajos del día y corrí escaleras abajo en el edificio, parecía estar volando entre cada escalón y seguramente algún día iba a terminar cayendome por andar sin mirar a ningun lado.

-¡Uh, calma, que te vas a desmayar! -dijo la voz de alguien después de choarle el hombre al intentar esquivarlo, pero claramente fue en vano.

-Voy de afán, Christian, quítate -ordené, tratando de hacerlo a un lado.

-Ya deja la carrera y tranquilizate un poco; con una jalada quedas, jum, para no pensar dos veces -señaló con una sonrisa de idiota en la cara, mientras me ofrecía un papel pequeño, envuelto en lo que me imaginaba era hierva.

Christian era un hombre de familia estable, sus padres le había querido ayudar de muchas maneras para que fuese un hombre existoso y el prefirió caer redondito en la droga.

Ya nadie lo podía sacar de allí.

-Sabes que no fumo esa porquería, quitala de mi cara y córrete, o te voy a terminar empujando por las escaleras -dije agresiva, ya que se me estaba comiendo el tiempo que podía haber gastado corriendo a la parada.

-Agh, siempre tan salvaje. Solo soy amable -quejó y se hizo a un lado.

-Serías amable si no te interpusieran en mi camino cada que puedes, para ofrecerme esa cosa -bufé y me alejé rápidamente por la calle, rogando por qué bus se hubiese retrasado unos tres minutos y pudiese llegar a tiempo.

Si, tenía cronometrado incluso los tiempos en los que debían pasar los autobuses que me llevarían a la universidad que para mí, lamentablemente, quedaba demasiado lejos. Casi a dos horas desde la casa.

Aveces me pasaba de controladora, pero me gustaban las cosas así.

No quería tomarme las cosas a la ligera y cometer un error.

Me convertía en alguien que no podría reconocer ni siquiera mi madre, que me conocía mejor que nadie.

Suspiré, cuando me di cuenta que el destino no estaba de mi parte y que debía perder minutos que podría haber adelantado casi llegando a la universidad.

Odiaba vivir tan lejos de la universidad, odiaba vivir donde no quería y soportar personas con las que no podría lidiar, por qué la mayoría de ellos se creían peligrosos por vivir en una comunidad unida de delincuentes.

Bufé, exasperada.

-Yo te digo, esto tranquiliza -comentó una voz que reconocí al instante, a mi lado.

-¿Me seguiste?

Levantó los hombros-. Te ves muy tensa, parece como si fueses a explotar -negó con la cabeza, como si se creyese un filósofo hippie que fumaba hierva.

Rodé los ojos.

No odiaba a Christian, en relakdad me parecía una persona agradable y me había defendido de las personas un tanto intocables de la sociedad, por lo que se ganó mi amistad, sin embargo, detestaba cuando me ofrecía la mercancía que él mismo aseguraba, debía vender.

Pero parecía que la usaba solamente para si mismo.

Podía entender la situación en la que estaba y que sobrevivía con cosas ilegales, cada quien en lo suyo, pero no hacía falta decirme que necesitaba de eso para relajarme.

Yo tenía la suficiente motivación para cambiar lo que quisiese, por qué quería volar alto, pero a cambio de Christian, quien le gustaba conformarse y permencer en un ciclo constante sin cambios, más que para empeorar.

-Voy a explotar si me sigues poniendo eso en la cara -lo miré fijamente, tratando de hacerle ver qué no estaba de humor para soportarlo justamente.

Resopló-. Bueno, no tienes que ponerte agresiva -apagó lo que tenía en las manos y lo guardó en una pequeña caja, donde claramente tenía muchisimo más de eso.

Rodé los ojos de nuevo.

¿Con que clase de persona me vine yo a asociar?

Suspiré y me crucé de brazos, mientras esperaba el autobús.

-Creo que iré a tratar de vender esto; me acabo de acordar que mi jefe me dió una última advertencia la vez pasada -dijo con una sonrisa y se marchó despidiéndose con la mano.

-Te persiguen los problemas.

-Es parte de la vida -objetó y siguió su camino, dejando atrás el olor que solo le reconocía justamente a él.

Unos minutos infernales más tarde, mi medio de transporte se dignó a llegar y por fin pude marcharme a la universidad.

Aproveché el tiempo que tenía de intervalo en el viaje, para sumergirme en la música y escribir historias en las notas de mi celular; capítulos que luego subía a una página gratuita que usaba como hobbie para distraerme del diario vivir.

Ninguna de las personas que leían lo que yo trasmitía en las letras, sabía de donde provenían y por qué eran escritas; nadie sabía de mi existencia y esperaba que eso se quedase asi siempre.

Me daba vergüenza que viesen la persona que estaba detrás de esas historias que no podían estar más lejos de la realidad; empezando por qué plasmaban el mundo bajo donde yo vivía como si supiese la realidad en la que podía estar metido Christian y esos negocios turbios.

No tenía la menor idea de cómo funcionaban, pero por todo lo que había escuchado y leído en miles de documentos e historias contadas por personas de la vida real, me hacía una imagen de lo cruel que podía llegar a ser caer en ese abismo.

Personas peligrosas y crímenes.

Con una mezcla de romance, que no podía faltar para no dejar de hacer interesante lo que leían mis lectores, a pesar de que no lo empleaba.

            
            

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