Mi madre me dijo que solamente serían unos meses, pero no confiaba en absoluto en ella. Aunque tampoco podía culparla de que me mandase fuera de España, después de lo que le sucedió a Julia... que era lo que realmente iba a pasarme a mí, y que no me acabó sucediendo por una extraña casualidad del destino. Estaba muy triste y en ocasiones había pensado que hubiese sido mejor que hubiese muerto yo en vez de ella, ya que de todos modos quien fuera que le arrebató la vida pretendía arrebatármela a mí.
Sabía perfectamente, aunque Selena no me lo hubiese dicho, que como mínimo tendría que estar en Italia hasta acabar el curso académico. Y tendría que vivir con una familia que no conocía de nada, con la hermana y el marido de ese maldito novio italiano que tuvo Selena y la dejó más herida de lo que ya de por si estaba.
Como el curso allí ya estaba empezado, su ex prometido preparó todo para inscribirme directamente en un centro privado, un liceo español carísimo del centro de Florencia.
El resto de su familia vivía en Roma, tenían una enorme villa allí y también otra casa grande en Positano, en la preciosa costa de marfil, que era donde veraneaban.
Poseían una cadena de importantes empresas dedicadas a la construcción de casas de lujos y el sector inmobiliario, eso les había permitido tener una vida de clase alta y adquirir varias propiedades en lugares de ensueño como Positano, un paraíso azul en lo alto de montañas, y la gran villa de Roma, sin contar la gran casa en el centro de Florencia de varias habitaciones de su hermana y su marido, en la que también viviría yo.
Ellos fueron los que gestionaron todo para que entrase en aquel instituto al que iba la élite de aquella ciudad llena de historia, los hijos e hijas de las mejores familias, y que seguía un método educativo de tradición católica.
Cuando llegué a aquella casa, tuve que reconocerme a mí misma que nunca antes había estado en una vivienda tan grande, con una decoración tan lujosa, pija y claramente cara. Había cuadros de lienzo por todas partes, y figuritas y jarrones de cerámica con detalles sofisticados cuidadosamente pintados en cada esquina, que parecían valer un buen puñado de billetes. El salón era enorme y unas escaleras anchas de mármol llevaban al segundo piso, donde al fondo estaba la puerta que daba a la gran habitación con cama doble que se me había asignado. Tenía grandes ventanales que daban a un pequeño balcón con vistas a un jardín comunitario repleto de rosas de espinas, detalle que enseguida me recordó a Tarragona de manera escalofriante.
_ ¿Tienes hambre Danae?_ me dijo Annalisa con un español bastante malo, apenas podíamos comunicarnos la una con la otra. Ella sonreía y gesticulaba mucho, el italiano era completamente comprensible para mí pero aún no era capaz de hablarlo.
_No te preocupes, aprenderás el italiano enseguida en el liceo _ dijo con una sonrisa blanca perfecta. El plan que haría en aquel instituto sería el científico con la mitad de materias en español y las otras en italiano.
Annalisa era alta, esbelta y elegante. Su pelo estaba perfectamente cuidado, rubio, largo y brillante.
_Siéntate, siéntate en la mesa,Savino llegará enseguida.
Ambos eran doctores en el hospital del centro de Florencia, uno de los más importantes de la ciudad. El padre de él era el director y los había metido nada más habían terminado la carrera universitaria, al menos eso escuché que Selena le dijo un día a Andrea, un día que hablaban en el salón. Selena no estaba a favor de los enchufes laborales, por eso hablaba de eso, porque le había costado obtener su trabajo y abrir por ella misma su negocio. Yo creo que no le caían muy bien Annalisa, y Savino aún menos. Yo me sentí desde el primer momento entre extraños, en una especie de castillo como una princesita de cuento pija, todo lo contrario a lo que estaba acostumbrada y era yo.
Me senté en la mesa y enseguida entró Savino, me miró y sonrió de manera forzada y falsa, y después directamente fue a la cocina a hablar con Annalisa.
Escuché como hablaba de lo delgada que me veía, como si estuviese descuidada o algo así, cuando realmente era mi constitución, y también escuché como se besaron rápido.
_Antes de comer debemos rezar _ dijo Savino justo cuando cogí el tenedor y me dispuse a meterme un trozo de queso mozzarela en la boca.
¿Era una broma? No, no lo era, me di cuenta enseguida de que en aquella casa se rezaba antes de cualquier comida del día y, además, los domingos había que despertarse a las siete de la mañana para asistir a misa. Fue la primera vez en mi vida que deseé empezar las clases para perderlos de vista, en especial a Savino, a quien no tragué desde un primer momento. Desafortunadamente, debíamos esperar una semana a que finalizarán los trámites del liceo y les llegará mi expediente académico de España.
Así que mi primera semana en Florencia se tradujo básicamente en ir a la peluquería, ir a comprar ropa cursi que nunca me pondría y visitar lugares turísticos con Annalisa.
Ella pidió reducir su tiempo laboral para poder encargarse de mí y se lo concedieron por lo expliqué antes, porque el director era su suegro.
_ ¿Ti piace Florencia? ¿È bella, vero?_ dijo sonriente. Me sostenía fuerte del brazo y andaba demasiado rápido.
Justo nos encontrábamos en el Duomo y la Catedral impactante del Fiore estaba a nuestra espalda.
La plaza estaba repleta de cientos de personas, hacía un tiempo fantástico para ser invierno, el cielo estaba claro y al menos hacía veinte grados de temperatura.
_Voglio mostrarti il Ponte Vecchio _ dijo arrastrándome con ella. A pesar de llevar tacones altos podía andar sin problemas y más rápida que yo.
Observé el puente a varios metros mientras nos dirigíamos hacía él, tenía varios arcos de piedra que lo aguantaban sobre el río verdoso. Habían casitas que parecían colgar sobre los arcos del puente y al fondo se vislumbraba la arquitectura de los edificios y monumentos florentinos.
Annalisa me dijo que posase para una foto y así se la enviaría a Selena, aunque supongo que en ella no salí demasiado feliz. Yo no era de sonreír a la cámara y además, estaba desubicada, mi vida parecía una noria de movimientos continuos desde que había llegado a Italia y adaptarme a un nuevo país, a otra cultura y lengua distintas, me parecía bastante complicado y no lo veía como una aventura. Vivir en una casa con desconocidos en un entorno estrictamente católico que nunca antes había experimentado tampoco era lo que esperaba.
El primer día del liceo fue aburrido, pero tampoco tan mal como había imaginado... no podía negar que me sentí impresionada de entrar en aquel inmenso instituto que parecía un palacio, con paredes enormes de piedra y un jardín central como recreo, con fuentes con estatuas de querubines que escupían agua cristalina, y enormes árboles frondosos y bancos anchos de madera tallada. También era la primera vez que iba en uniforme y encima en falda, aunque no me quedaba mal.
_Hola, te he visto en clase de geología. Creo que seremos compañeros. Yo también tengo las asignaturas científicas y hago el plan de mitad español y mitad en italiano para perfeccionar la lengua.
Un chico simpático, delgado, con piel morena y pelo abundante negro, me miraba sonriente desde lo alto. Yo me había tumbado bajo uno de los enormes árboles a descansar, donde había una temperatura más fresca.
_Soy Luigi y también soy nuevo este año. Empecé en septiembre.
_Yo soy Danae _le tendí mi mano y Luigi me impulsó hacia él para levantarme.
_ ¿Por qué hablas tan bien español?
_Porque es mi primer idioma, vengo de la república dominicana, pero mi padre es italiano y nos hemos transferido aquí por su trabajo.
_Oh genial, no sabía que hubiese gente con el idioma nativo español.
_Claro que hay, aunque en nuestra clase no somos muchos como ya te habrás dado cuenta. Solo estaba yo... y bueno, ahora tú también.
Los grupos no eran muy grandes, con un máximo de doce alumnos, pero todos eran italianos, y el ambiente era claramente de gente estirada y poco agradable, al menos aquella fue mi primera impresión.
_ ¿Ya estás molestando a una nueva presa?
Una chica con el pelo rosa claro y unos ojos verdes rasgados se unió a nosotros sin previo aviso.
_Soy Luciana _ dijo tendiéndome la mano para saludarme. _Yo voy al otro grupo, al de letras y literatura.
_ ¿Tampoco eres italiana?
_Oficialmente sí, tengo la nacionalidad también, pero soy de argentina _ en aquellos momentos pude escuchar su precioso acento que obviamente caracterizaba su origen.
_No te he visto por los pasillos _ lo dije porque claramente la habría reconocido, sus pintas llamaban mucho la atención en aquel lugar pijo donde todo el mundo parecía igual. A mí me gustaba su estilo, llevaba pendientes de plata en las orejas y toda ella me trasmitía buena energía.
_Yo estoy en la zona izquierda y habrás visto que es enorme, hago principalmente asignaturas de diferentes lenguas y literatura.
_ ¿Qué haces después de las clases?
_Mmm nada.
_ ¿Quieres venir a Cioccolatini?
_ ¿Qué es eso? _ pregunté sin tener ni idea.
_Es la mejor cafetería del centro, hacen helados y chocolates con nubes gigantes.
_Oh, entonces vayamos.
Luigi, Luciana y yo enseguida congeniamos, me sentí bien con ellos desde el primer momento, no esperaba hacer amigos tan de mi estilo ni tan rápido.
Debo admitir que esto ayudó a que estuviese mejor en Florencia, era divertido pasar las clases con Luigi y los recreos también con Luciana.
La ciudad era magnífica y segura, no como Tarragona, que solo lo parecía pero la realidad era distinta.
Después de dos semanas de clases invité a Luciana a dormir a casa, Annalisa la recibió simpática aunque se notó que no era la clase amistad que esperaba, supongo que le hubiera gustado más para mí una amiga más clásica y que llamase menos la atención. Cuando Savino llegó hizo su habitual sonrisa forzada y fue directo a la cocina, murmurando algo que no conseguir entender.
Cuando tuvimos que rezar en la mesa antes de cenar, Luciana y yo nos lanzamos mutuamente una mirada divertida y cómplice. Una vez en la habitación ambas no pudimos evitar reírnos.
_ ¿Te gusta vivir aquí?
_Aún no me he hecho a la idea.
_Esta casa es inmensa, mi madre y yo vivimos en un pisito minúsculo.
_ ¿Y tu padre?
_No tengo padre, se fue antes de que naciera.
No le pregunté como su madre, siendo soltera, y trabajando en una lavandería podía permitirse pagar la matrícula de aquel liceo, aunque por Luigi descubrió días después que consiguió una beca que cubría la mayoría de los gastos.
Debía admitir que fue bonito pertenecer a un círculo sano de amigos, los tres habíamos conectado desde que nos conocimos y hacíamos un equipo perfecto.
Aunque no tardé demasiado en casa en oír lo que pensaba Savino de Luciana. Una noche cuando iba al lavabo los escuche hablar.
_ ¿No podía haberse juntado con italianos?
_Habrá sido más fácil para ella por la lengua.
_Pero no le convienen, en ese centro hay italianos de buenas familias de este país, ya me entiendes.
_Deja que se junte con quien quiera...
_Deberíamos implicarnos más en que fuese por el buen camino. Estamos acogiendo a una niña producto de un entorno familiar inestable, por dios Anna su madre la tuvo cuando era menor de edad, y encima está separada. A ojos de dios eso es una vergüenza, aun no comprendo que hacía tu hermano con ella.
Decidí ir al lavabo porque me entraban ganas de entrar a esa habitación y decirle cuatro cosas a ese arcaico idiota. Pero Selena me había dicho que debía comportarme bien. Imaginé que ella ya lo conocería de sobra.
Si este impertinente soberbio hubiese descubierto que yo era bisexual o que con tan solo trece años venía de una familia con valores feministas y a favor del aborto, quizás me habría quemado como una bruja en una hoguera.
_ ¿Qué piensas de Luigi?_ me preguntó Luciana mientras ojeaba un libro anime.
Estábamos en una librería súper guay del centro llamada Il grande libretto, los viernes íbamos allí y comprábamos siempre algún cómic manga o libro interesantemente.
_No sé... _ sí lo sabía, llevaba dos meses en Florencia y lo que sentía por él había evolucionado. Me sentía nerviosa a su lado, me encantaba su sonrisa perfecta, su color de piel moreno y el sonido de su risa. Incluso sentía revoloteos en mi estómago.
_Admite que te gusta...
_Que va... _ella se me quedó mirando con una ceja levantada.
_ ¿Tanto se nota? _ admití con la pregunta.
_Si solo fuese a ti.
_ ¿Qué quieres decir?
_Quiero decir que está coladísimo, cuando no estás siempre está hablando de ti. Danae esto, Danae lo otro...
_ ¿Enserio? _ dije sin evitar estar feliz.
_Sí, no intentes disimular, también es obvio que tú estás colada por él.
_ ¿A ti no...?
_ ¿A mí qué?
_ ¿No te molesta?... Al principio pensé que quizás tú y Luigi.
_A mí me gustan las chicas Danae. Es más fácil que me gustes tú que él.
Yo la mire riéndome.
_Tranquila, tú no eres mi tipo muchacha.
Ambas nos reímos alto y el dueño de la tienda se giró un momento a ver que sucedía.
_Puedo ir este domingo a pasar el día a Roma con mis amigos.
_ ¿A qué hora?
_Bueno pasaré el día fuera. Vendrán pronto a buscarme.
_Sabes que el domingo debemos ir a la iglesia. Que pasen a por ti a partir de las diez.
_Pero...
_No se habla más del tema _dijo Savino en la mesa _ los domingos se va a la iglesia y punto.
Oh... cuanto detestaba estar con estas personas, me levanté y me fui corriendo a mi habitación. Luego pude oír como los dos discutían cuando subieron a la suya.
_Quizás es mejor que vaya directamente a Roma. Se le hará muy tarde.
Ni pensarlo, primero que venga a la iglesia a rezar y luego que vaya a pasar el día con esos amigos raros suyos.
¿Pero de que época histórica había salido este tío? No lo soportaba más.
_Danae no te preocupes, pasaremos por ti a las nueve o nueve y media, podemos coger un tren que pasa a las diez.
_ ¿Seguro? Si no podéis ir vosotros.
_ ¿Hablas en broma o qué? No me dejes sola con Luigi, solo habla de ti cuando no estás. Sería un aburrimiento _dijo divertida.
Después de levantarme a las siete para ir a la iglesia y tragarme dos horas y media. Cuando llegamos a casa, Annalisa me preparó un espresso y me dio un bizcocho de chocolate.
Savino irrumpió en el salón con su habitual mirada de desaprobación como de costumbre.
_ ¿Quiénes iréis a Roma?
_Mi amiga Luciana y mi amigo Luigi.
_Pero no nos los has presentado _ dijo enfadado.
_No sabía que fuese necesario _contesté irónicamente.
_Danae, la reputación de una señorita es importante, es mejor que te juntes solo con chicas. La hija de los Caruso va a tu clase y siempre va a la iglesia los domingos, ¿Por qué no la traes un día a casa?
¿Esa tal Elissabetta que solo hablaba de dinero y vestidos caros?
Justo sonó el timbre.
_Oh, están aquí _dije aprovechando el momento y Savino me miró aún más frustrado.
_Ten cuidado Danae y diviértete _ dijo Annalisa antes de darme un beso y sacar de su billetera cien euros.
Por el dinero no podía quejarme, les sobraba y me daban siempre para comprarme lo que quisiese. Annalisa me caía mejor, hasta le había cogido cariño, pero a Savino cada día lo aborrecía más.
Llegamos justo a coger el tren y Luigi pasó el viaje contando cosas que echaba de menos de la República Dominica, como la comida, el ritmo de lento y la felicidad de la gente no forzada.
Cuando nos dimos cuenta habíamos llegado, Luigi fue el que se puso el puesto de guía y utilizó su GPS para llevarnos a los principales lugares: El Colosseo, enorme e impactante estaba ante mis ojos, lleno de cientos de personas a su alrededor, nosotros nos subimos a una pequeña colina justo en frente del impresionante monumento y donde nosotros nos tomamos decenas de fotos.
Luego fuimos al Foro Romano porque Luciana dijo que era un emblema de la antigua Roma y no se equivocó. Después, fuimos prácticamente corriendo al Panteón, hacía calor, pero igualmente tuvimos que ponernos el jersey de nuevo para taparnos y poder entrar, esas eran las reglas por respeto al templo. Dentro había muchas personas y todas tomaban fotos al rayo de sol que atravesaba el lugar por el agujero de piedra circular del techo. Después de un par de horas, por fin decidimos parar un rato y acabamos en una pizzería cercana de la plaza España para comer y descansar un poco.
Luciana pidió una pasta de pesto, Luigi una pizza muy extraña con forma de volcán y yo una margarita, que era la pizza más simple pero la que más me gustaba.
_ ¿Y cuándo crees que volverás a España?_ preguntó Luciana.
Yo les había contado todo, o prácticamente todo lo que sabía. Suponía que Selena habría guardado detalles, siempre tenía secretos.
_No lo sé... supongo que estaré aquí hasta julio, pero con Selena nunca se sabe.
_ ¿Le guardas rencor? ¿Verdad?_ preguntó Luigi.
_Sí, supongo... me ha mandados con unos católicos estrictos de secta.
_Lo ha hecho para protegerte, ellos lo hacen lo mejor que pueden, son así de valores italiano tradicionales _ dijo Luciana que si hubiera escuchado las barbaridades que decía Savino de ella seguramente no diría lo mismo.
El prototipo de mujer para ese hombre, era la que llegaba virgen al matrimonio, heterosexual y que no tomaba decisiones propias del padre o marido.
_ ¿Podría haberme preguntado antes?
_ ¿Entonces en julio te irás?
_Puede...
Luigi pareció algo triste y enseguida Luciana cambió de tema.
_ ¿Qué haremos luego? Deberíamos ir a la Fontana di Trevi y pedir un deseo.
Y así lo hicimos, cuando llegamos allí Luciana se introdujo entre la gente como la niña que era y empezó a echar fotos desde diferentes perspectivas. Ella era toda una artista y sacaba unos fotos perfectas.
De repente, sin esperarlo en absoluto y justo cuando Luciana desapareció entre la multitud, Luigi me rozó la mano y yo lo miré extrañada, el tacto de su piel me provocó algo parecido a una descarga eléctrica.
_Danae, no me imagino el verano sin ti.
Me miró fijamente y yo me sentí algo intimidada.
_Seguro que me olvidarás enseguida.
_No lo creo... _ dijo aparentemente con sinceridad.
Entonces cogió con sus dos manos las mías y me acercó hacia él despacio, yo me dejé guiar. Seguidamente, aproximó su boca a la mía y yo no pude evitar cerrar mis ojos. Nos besamos lentamente y fue como si el tiempo se parase, aunque mi corazón latió con fuerza.
_ ¿Me he perdido algo? _Luciana apareció detrás de nosotros riéndose, pero justo antes había tomado una foto perfecta de los dos.
Cuando llegué a la casa, Annalisa y Savino me estaban esperando.
_Te has retrasado, estábamos preocupados _ dijo Savino.
_Solo cinco minutos.
_Da igual lo que sea, si quedamos en una hora a esa hora debes llegar puntual.
_Está bien _ me dispuse a irme a mi habitación pero Savino gritó mi nombre.
_ ¡Danae! Este comportamiento es inaceptable. Una señorita no se comporta así, juntándose con esa clase de chusma.
_Chusma, pero si ellos son mejores que tú _ dije corriendo hacia mi habitación. Luego Annalisa vino a tranquilizarme, pero yo no lo aguantaba.
Después de eso me castigaron dos semanas sin salir. Estaba a punto de terminar el trimestre de invierno y me parecía injusto.
Entonces fue cuando hablé con mi tía Andrea y le conté lo que sentía, ella era como una hermana para mí. Estaba cansada de no ser yo, de rezar en la mesa e ir a la iglesia. Y también, por supuesto, estaba muy cansada de tener que ser políticamente correcta, parecía que estaba viviendo en la edad media.
Pero lo peor estaba por llegar, todo se complicaría aún más, porque la estúpida de Elissabetta había hablado con sus padres de que Luigi y yo éramos novios. Nos había visto por los alrededores cogidos de la mano y aquella cotilla no pudo evitar hablar y esparcir rumores sobre nosotros.
Así que no sé cómo, una tarde por el centro, Luigi y yo nos estábamos besando y oí a Annalisa gritar mi nombre.
_ ¡Danae! _ Annalisa Irrumpió justo enfrente de nosotros, iba cargada con bolsas porque había estado comprando ropa en el centro. Cogió mi mano con fuerza y me estiró hacia ella, levantándome del banco en el que estábamos. _ Y tú no te vuelvas a acercar a ella _ dijo mirándolo a él de forma amenazante.
Me quedé tan impactada que no pude reaccionar hasta llegar a la casa, que solo estaba a unas calles.
_A partir de ahora irás de la casa al liceo y del liceo a casa.
_ ¿A la iglesia no? _ dije irónica.
_No juegues conmigo Danae. Tu comportamiento deja mucho que desear.
_El vuestro sí que deja mucho que desear, es vergonzoso que hayas tratado a Luigi así, es un buen chico.
_Una señorita no puede tener amigos espaciales, solo puede tener un novio que será su marido para toda la vida.
_ ¿Pero tú en que siglo vives?
Dije dándole la espalda y marchándome hacia mi habitación.
_En navidad iremos a la casa de Positano, así que olvídate de ver a ese novio tuyo y a la del pelo rosa.
_Se llama Luciana _ dije justo antes de cerrar la puerta con rabia.
Oh maldita sea, los detestaba, los odiaba, quería estar con Luigi ¿Quién les había dado derecho a creerse superiores a él? Él era divertido y un gran apoyo junto a Luciana en mi nueva vida en Florencia.
A Savino y Annalisa no los soportaba ni un minuto más. Al final tendría que hablar con Selena como me había dicho mi tía, era ella la culpable de que estuviera en una casa de monjas, sin libertades y con valores tradicionales de la prehistoria.
Maldita sea, también la odiaba a ella , hubiese preferido cambiar todos los lujos y haber estado en la casa de mi padre en Bonavista, a pesar de correr riesgos de morir, al menos allí era libre, y así nunca habría conocido a Luigi... nunca me habría enamorado de alguien a quien tendría que dejar atrás. Nunca nada salía bien. Odiaba a todo el mundo, odiaba sentir amor, odiaba tener que separarme de él.